Cada partido del Real Madrid en Copa y Champions ha sido esta temporada una auténtica batalla sin cuartel. Casillistas contra anticasillistas. No ha habido cuartel. Si el portero blanco hacía una buena parada, era jaleado sin medida por sus numerosísimos defensores entre la prensa. “¡El Santo, y le querían enterrar, dónde están ahora!” se ha oído con paradas de lo más comunes. Cada intervención era jaleada como si se tratara de aquella inolvidable pierna ante Robben, sin importar la calidad de la misma. Solo se trataba de pasar facturas pendientes.
También entre los detractores del mostoleño había demasiada saña. Un pequeño fallo y las críticas llovían. Eso sí, en Twitter, pues el apoyo al portero en los medios es casi incondicional, por los menos en las narraciones radiofónicas y televisivas. No era justo tampoco, pero había demasiadas cuentas pendientes de la época pre-Ancelotti.
Si por algo ha destacado la carrera de Casillas es por estar siempre en el lugar oportuno en el momento adecuado. Sus mejores paradas coincidían siempre con un momento decisivo, ha tenido ese ángel. Brilló en una final de Champions (2002) gracias a una lesión de un compañero, realizó su parada más recordad en la final de un Mundial y estuvo acertado en una tanda de penaltis cuando más falta hacía (Eurocopa de 2008 ante Italia). Eso le llevó a ser considerado como el mejor portero del mundo.
Ese Iker ya no está, se ha desvanecido. Su último mes es testigo de ello. Sus escasas apariciones en Copa y Champions habían estado marcadas por escasos errores, casi inexistentes, pero llegado el momento de la verdad ha naufragado, se ha venido abajo totalmente.
Su pesadilla empezó en la final de la Champions, falló estrepitosamente en una salida que casi le cuesta la Décima al Real Madrid. Sergio Ramos le salvó con su cabezazo, y volvió a hablarse de su ángel. “¡Hasta cuando falla se lo soluciona un compañero!”.
El Mundial era su momento para arreglarlo, pero ahí se ha visto al peor Casillas de su carrera. Nervioso, fallón, cabizbajo. En definitiva, irreconocible. Incluso entre sus detractores, que no pensaban que pudiera tener una actuación tan nefasta en Brasil. Ante Holanda estuvo inseguro en varios goles y regaló el cuarto tanto, y ante Chile erró en el despeje del segundo gol, el que condenó definitivamente a España.
El tsunami post-eliminación ha hecho que la actuación del portero no haya sido el foco principal de la participación de España, pero Iker sabe lo que ha pasado perfectamente, e incluso volvió a pedir perdón tras la eliminación. Es hora de que se le juzgue con un poco de objetividad, solo un poco. Basta de defensas injustificables. Los años pasan y su ángel ya no existe y no pasa nada por admitirlo. Hasta a los más grandes les pasa.