Lo ha vuelto a hacer. Sergio Ramos le ha partido la nariz a un rival del Viktoria Plzen. El sevillano la lía prácticamente en todos los partidos. Con la edad se supone que debería ir controlando sus impulsos, pero va a peor. Quizá sea que su nivel va bajando. Sea como sea, Sergio Ramos es sinónimo de juego duro y violento.
Por eso, Luis Enrique Martínez debería quitarle el brazalete de capitán de la selección española. El de Camas es indigno de ostentar ese cargo, una posición que representa a todos los españoles. Hace unas semanas, en aquel choque con el canterano Reguilón, Ramos demostró que no sólo está pasado de revoluciones en los partidos ante rivales, sino que también en los entrenamientos con sus compañeros.
Jugar con Ramos es un riesgo muy importante de quedar con 10 en cualquier momento. Además, lo que las aficiones todos los equipos de España sabían lo saben también fuera. Tras la llave con la que dejó fuera de combate a Mo Salah en la última final de la Champions, todo el mundo ha visto la verdadera cara de Sergio Ramos, el jugador más amonestado de la historia de la Champions, de la Liga, del Real Madrid y de España. Un jugador incapaz de controlarse y que sobrepasa la línea de la violencia cada vez más frecuentemente. Y ya está bien.