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Alternativas caseras a la leche de toda la vida

Aunque me encantan los lácteos, intento apartarlos de mi dieta por ser inflamatorios y relacionarse con un mayor riesgo de sufrir, por ejemplo, cáncer de próstata y ovario.

Una alternativa maravillosa a la leche de siempre son las bebidas vegetales. Pero no la de soja (que yo jamás tomo por contener fitoestrógenos), sino la de avellanas, nueces o la de almendras (por cierto, que bonitos están ya los almendros ahora que está cerca la primavera, ¡un espectáculo!)

Si os dais una vuelta por el supermercado y cogéis una de estas “leches vegetales” al azar y leéis la composición, os daréis cuenta de que llevan muy poquito porcentaje de frutos secos (entre un 3 y un 7%) y mucho azúcar.

Entre las bebidas industriales, escojo una de avellanas de la casa DieMilk (sin gluten) que no está mal, pero si disponéis de tiempo y ganas, es preferible elaborarla en casa porque es facilísimo y muy sano – claro está, si no sois alérgicos-, y de esta manera os beneficiaréis de todas las vitaminas, el sabor y los nutrientes de este rico sustituto de la leche convencional, sin lactosa y muy diferente en su composición.

Incluir frutos secos en nuestra dieta es un acierto: son buenos para el cerebro y el sistema nervioso, bajan el colesterol malo y contienen vitaminas (sobre todo del grupo B y E), calcio y minerales muy valiosos para la salud. Además, en su justa medida, no engordan (para los que estáis ya con la operación bikini).

No soy fan del Mercadona, es el Marina d’Or de los celíacos y hasta el papel higiénico lleva la leyenda “sin gluten”, pero acudo a él cuando quiero un zumo de naranja recién exprimido o comprar frutos secos naturales (no tostados), después de salir del gimnasio (sí, habéis leído bien, estoy yendo por fin).

Al llegar a casa, cojo uno de los paquetes (200 gramos) que he comprado -el de almendras, por ejemplo-, y vuelco su contenido en un bol lleno de agua, durante 8/12 horas, para activar los frutos secos y así sacar provecho de sus nutrientes antes de tomarlos y eliminar tóxicos naturales (ácido fítico y taninos) que pueden hacer que tengamos las digestiones más pesadas y nos duela la tripa.

Pasado ese tiempo, lavo las almendras y las meto en un vaso batidor junto a un litro de agua mineral.

Como soy golosa y me gusta que la bebida resultante sea un poquito dulce, añado una cucharada de azúcar de coco (con bajo índice glucémico) a la jarra mezcladora, un par de orejones o una puntita de miel ecológica justo antes de tomarla.

Si además os chifla darle un toque especial, podéis añadir una cucharadita de vainilla o canela en polvo.

Una vez hayáis batido todo, colad el resultado.

Esa leche blanca y espesa, como recién ordeñada de una vaca de los Alpes, podéis conservarla en la nevera hasta 2-3 días en buen estado, en una botella de cristal. Pasado ese tiempo, empieza a oler horrible y no os aconsejo tomarla.

Bon appetit!!

Avec tout mon amour,

AA

Leche de nueces de macadamia. (GTRES)