Pese a que desde la muerte de Ragnar Vikingos no había vuelto a ser la serie de las tres primeras temporadas, hasta el momento ha sido digerible con sus dosis de acción, tramas rápidas y, sobre todo, el personaje de Ivar, el único que con su psicopatía lograba que esbozase una sonrisa al verlo en movimiento.
Sin embargo, la segunda parte de la quinta temporada ha conseguido que quiera hacerme el harakiri ante cada nuevo episodio, algo que ni siquiera salva el pelazo de Laguertha a lo Khaleesi.
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