ATENCIÓN, SPOILERS. Promesas incumplidas. Esto es lo que ha significado para mí la conclusión de ‘True Detective’, una serie que ha tenido un desarrollo brillante pero que ha finalizado dejándose llevar por un discurso moralizante y edulcorado que me ha decepcionado. «Todo es amor, mi hija me estaba allí esperando junto a mi padre» y otras manidas frases de lágrima fácil han estropeado el desenlace de una narración cuya mayor fuerza radicaba en la ideología fatalista y realista, sin fe pero de gran honestidad, de Rust, en contraposición a Marty, un hombre más convencional, creyente y de doble moral.
A este final, que opta por la vía políticamente correcta de “convertir” a Rust en creyente, en vez de inclinarse por una conclusión más coherente con el perfil del personaje, se suma algo todavía peor: la creación de expectativas que no llegan a materializarse. Las entrevistas, en las que se indaga en la vida de Rust (y que nos hacían entrever su posible culpabilidad), así como otros detalles y simbolismos del guión, que han hecho correr ríos de tinta, incitaban a conjeturar sobre multitud de perspectivas y caminos de la historia, más sugerentes y perturbadores, que encaminaban hacia un final más apoteósico y original que el que hemos presenciado.