Que los ingleses son los maestros de las miniseries nadie lo duda. Este verano nos han dejado la estupenda ‘Happy Valley’, una historia que pone en evidencia lo de siempre: si tienes un buen guión e interpretaciones veraces no necesitas mucho más, aunque una producción con pasta de por medio siempre sea más agradable a la vista. ‘Happy Valley’, haciendo gala de un irónico título, es un drama policial y psicológico, con algo que me gusta mucho ver en televisión: una protagonista imperfecta, real, de carne y hueso, en la cincuentena, que se aleja de los estereotipos dominantes y de los cuerpos Danone.
Mi muy admirada Sarah Lancashire, ganadora de un premio BAFTA por ‘Last Tango in Halifax’, es la encargada de llevar la batuta en este drama policial donde la sargento Catherine Cawood debe investigar un caso de secuestro que desata en su psique los fantasmas de un pasado que no ha superado, derivados de la violación y posterior suicidio de su hija. Con un guión sencillo pero efectivo, la narración nos adentra en la vida de Yorkshire Valleys, un pueblo que esconde secretos bajo la aparente normalidad de su verde campiña.