Una de las series más importantes que nos ha dado el verano ha sido Heridas abiertas (HBO), la adaptación de la novela homónima de Gillian Flynn, autora del bestseller Perdida.
En una experiencia que no había llevado a cabo hasta ahora, he estado leyendo la novela al mismo tiempo que veía la serie, y el resultado ha sido cuanto menos interesante.
La novela, aunque es un thriller psicológico que ahonda en los oscuros problemas de la infancia de Camille Preaker —la muerte de su hermana pequeña y la falta de cariño de su madre— , se sustenta sobre todo en una trama de investigación.
Por una parte, Camille, una periodista alcoholizada y en proceso de recuperación de graves problemas psicológicos, debe regresar a su pueblo, en el sur profundo de América, para investigar la muerte de una niña.
La investigación de la protagonista se entrecruza con la de la policía, que se interesa por el caso al cometerse un segundo asesinato.
La comparación de novela y serie ha sido curiosa porque, a diferencia de lo que suele pasar —que la novela es más profunda y la narración televisiva acaba sabiendo a poco—, cada una de ellas tiene elementos que la hacen destacar.
La serie posee una fuerza sobresaliente en cuanto a creación de atmósfera, con una fotografía personal y cuidada que, en la ambientación del pueblo casi parece documental, y nos retrotrae a la primera temporada de True Detective, con la que es imposible no compararla.
La narración audiovisual, gracias al excelente trabajo de Jean-Marc Vallée, consigue sumergirnos en el interior de la mente de la protagonista, donde los flashes de recuerdos —casi por momentos apariciones— y los pensamientos intrusivos nos envuelven una historia fantasmagórica, con una casa victoriana de pasillos silenciosos y ornamentados y presencias del pasado que pugnan por regresar con sus secretos.
Al igual que ocurre en la novela, uno de los grandes alicientes de la historia es la conflictiva relación entre madre e hija, separadas por el rencor y una forma diferente de ver la vida —la tradicional de la madre, que nos recuerda a esas mujeres perfectas para las que las apariencias son lo más relevante, frente a la rebeldía de la hija—.
Sin embargo, lo que estructura la novela dotándola de un armazón sólido, esto es, la trama de investigación, en la serie no llega a desarrollarse por completo de forma inteligible y amena, ralentizando el ritmo y dotándola de un aire demasiado contemplativo.
¡Atención, spoilers!
Para reservase la sorpresa final, que en la novela es un epílogo más elaborado, también han obviado alguna de las mejores escenas de la novela, que refleja la maldad psicótica de uno de los personajes más interesantes: Amma (Eliza Scanlen).
Tampoco está bien atado el descubrimiento del síndrome de Munchausen —una conclusión a la que llegan tanto Camille como el detective Richard Willis en sus investigaciones paralelas—, y el final acaba desarrollándose de manera un tanto precipitada.
Pese a estos defectos en cuanto ritmo y desenlace, a nivel visual la serie es prodigiosa, terrorífica por momentos —la escena de Amma moribunda vestida de diosa—, y las actuaciones de Amy Adams, Patricia Clarkson y la joven Eliza Scanlen logran atraparnos con su química y garra interpretativa, consiguiendo que Heridas abiertas sea una miniserie notable, con más aciertos que fallos.
Nota en Mis Puntuaciones
Ya sabéis que he escrito un par de libros que esperan ansiosos que les echéis un ojo. Las series de mi vida, donde hablo de ficciones como The Wire, Los Soprano, Mad Men, Breaking Bad y otras joyas que quizás queráis descubrir.
Desearía denunciar el fascismo y sectarismo de este 20min. Solo dejan opinar los comentarios afines a sus ideas y omiten/censuran los que no coinciden con los que ellos/as desean. Censura progre-feminista-fascista
09 septiembre 2018 | 19:09
Sobrevalorada
09 septiembre 2018 | 20:47