‘El día de mañana’, gran paso adelante para la ficción española

Lo que más me apasiona de una buena ficción es su capacidad para indagar en las aristas y contradicciones del alma humana. Y esto es lo que consigue El día de mañana, la notable miniserie dirigida por Mariano Barroso para Movistar+, con el personaje de Justo Gil.

La incapacidad de definir con una sola palabra a un personaje, mostrar rasgos de su personalidad tanto positivos como negativos y, sobre todo, sorprendernos ante la deriva de una vida marcada por los vaivenes de una época y las decisiones arriesgadas, configuran una narración compleja, rica en matices y subtexto, contada con amenidad, claridad e inteligencia narrativa.

La vida de altibajos de Gil, un paleto, vividor, hipócrita, arribista, romántico y adulador —podríamos seguir añadiendo adjetivos— que comienza su historia con la llegada a la Barcelona de finales de los 60, nos atrapa desde el primer momento gracias al interés humano y a las excepcionales interpretaciones del reparto.

Aunque todos los actores consiguen moldear el personaje, matizarlo y darle veracidad, Oriol Pla como protagonista  me ha sorprendido. Su capacidad para cambiar de registro, no excederse en ninguno de los diferentes matices de su camaleónica personalidad y dotar al personaje de un aire trágico es un logro sobresaliente en la construcción de un rol tan dificultoso y complejo.

También consiguen soberbias actuaciones con papeles más pequeños Jesús Carroza, que emociona con su dibujo del personaje de Mateo Moreno donde, más allá de la violencia del policía de la Brigada Social, vemos a una persona que duda, que se equivoca, y que posee sentimientos encontrados ante la labor que realiza.

Asimismo, merece un aplauso la expresividad de Dafnis Balduz (Martín), que muestra en pocas escenas una emoción contenida que logra traspasar la pantalla. Aura Garrido, pese a quedarse un escalón por debajo de sus compañeros de reparto, aporta la frescura y candidez que necesita el personaje de Carme Roman aunque, desde mi punto de vista, le falta un ápice de garra interpretativa.

Una actuación hiperbólica

Pese a que, en conjunto, la miniserie me ha parecido espléndida, hay algunos pequeños defectos que podrían haberse pulido. Sobre todo parlamentos demasiado literarios —los recuerdos del comunista con el que Justo cruza la frontera o las líneas del loco de la tortuga— que, por momentos, me sacaron de relato.

A nivel de estructura tampoco queda demasiado claro (quizás en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón esté mejor explicado) por qué se articula el relato en función de las entrevistas a los distintos personajes. ¿Es el periodista que desea contar la historia de Justo Gil? Resulta un tanto confuso, a pesar de que este recurso dota de dinamismo y crea el deseo de conocer la continuación de la narración.

En el marco de las sobresalientes interpretaciones la única que me parece un poco hiperbólica (casi caricaturesca) es la del personaje del comisario Landa (Karra Elejalde), que rompe el realismo sosegado y veraz que impera en el relato.

Otro de los grandes atractivos es la ambientación de una Barcelona con la Transición en ciernes, con sus barrios obreros, la burguesía de las torres, la movilización en las calles y el ambiente de miedo y esperanza, que muestran con acierto un periodo histórico reciente y nos hablan de un retazo de la sociedad y política de nuestro país.

Con este título, Movistar+ avanza un paso de gigante en su producción propia, y se encamina hacia una ficción madura, ágil y profunda que cautiva al espectador mediante una buena historia al mismo tiempo que le hace reflexionar.

Nota en Mis Puntuaciones

Ya sabéis que he escrito un par de libros que esperan ansiosos que les echéis un ojo. Las series de mi vida, donde hablo de ficciones como The Wire, Los Soprano, Mad Men, Breaking Bad y otras joyas que quizás queráis descubrir.

O, si lo preferís, fantasía oscura y terror con deseos, obsesiones, viajes en el tiempo y un lugar más allá del tiempo y del espacio llamado ‘Araneida‘.

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