Despojar a las mujeres de su identidad, de su individualidad, de su nombre, hasta de su cuerpo. Vestirlas con una toca monjil y el color de la sangre, del pecado. Desinformarlas, arrancarlas de sus familias, quitarles sus posesiones para reducirlas a un útero que debe engendrar o, si no, pasarán a ser consideradas no mujeres y condenadas a perecer entre residuos tóxicos en las Colonias.
En un estado de completa paranoia, donde desconfiar de todo lo que te rodea es el pan de cada día y donde no hay futuro —solo un presente marcado por campanas— se desarrolla el mundo de The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada), la distopía de Margaret Atwood que, en su adaptación televisiva, consiguió alzarse con el Emmy a mejor drama en 2017.
Debo confesar que El cuento de la criada fue una de mis lecturas predilectas del año pasado. La historia, que me dejó sobrecogida por la profundidad psicológica que te va introduciendo paulatinamente en el terror diario de Defred, la protagonista, me caló tanto que hizo complicado el posterior visionado de la serie.
Lecturas tan asombrosas como esta son capaces estremecernos de una manera que, en mi humilde opinión, no consigue una obra audiovisual. El texto, si es bueno, tiene un trasfondo casi imposible de trasladar a imágenes: el significado y el tono poético no llegan con la misma intensidad.
Los susurros, el terror de los paseos hasta el Muro de ladrillos rojos donde cuelgan los herejes, las desapariciones de otras criadas pero, sobre todo, el día a día de Defred (comidas, baño, compra, noche) escrito en un presente donde no hay cabida para el futuro consiguen que nos sumerjamos en el espíritu de esta mujer (como tú y como yo, aferrada a sus comodidades, con miedo a lo que le pueda pasar) que, a cada hora, va ahogándose un poco más en la existencia en la que la única salida posible es la muerte.
Navegar fuera del libro
Los pensamientos y fantasmas de Defred son el motor del libro. Sin embargo, la serie ha tenido que optar por desarrollar las tramas secundarias para alargar el metraje y darle un mayor ritmo: a diferencia de la novela sabemos lo que ha sucedido con Moira o Luke e, incluso, el destino de la hija de Defred.
La segunda temporada, que arrancó el pasado 25 de abril, y cuya principal problemática era navegar fuera de la seguridad del libro, ha empezado con una potencia estremecedora. La pesadilla de Gilead continúa donde la historia es más fuerte: en los pabellones y en los tête à tête entre Defred y Tía Lydia, cuya escena de la sopa es ya una de las más brillantes del año.
Ya con las alas extendidas, la serie sigue explorando los personajes y nos ofrece flashbacks tan sobresalientes como de pesadilla, donde destaca el de Emily y cómo el régimen tiránico la despoja de familia y trabajo.
A nivel estético, El cuento de la criada despliega una fuerza visual excelsa debido a sus dramáticos primeros planos, donde Elisabeth Moss sin maquillaje consigue estremecernos, y una ambientación que supera la de la novela, con el rojo de las criadas en contraste con la atmósfera gris o los tonos brillantes y artificiales de los supermercados, tan en la línea de series como Black Mirror.
Porque El cuento de la criada posee el mismo espíritu que las historias de Charlie Brooker: el de la distopía que se sitúa a un pequeño paso de nuestra realidad y que nos amenaza con hacerse tangible en el momento menos pensado, haciéndolo más aterrador.
Con la primera temporada que, a pesar de sus defectos (sobre todo en el primer tramo) ha logrado el mayor reconocimiento televisivo, y una segunda temporada que va en camino de conseguirlo, The Handmaid’s Tale ha logrado un objetivo fundamental: la difusión de un mensaje que es relevante para la lucha feminista y para la democracia en general. A pesar de ello, os recomiendo que leáis el libro. Es más complejo y tiene matices de los que carece la serie.
Mis Puntuaciones
Ya sabéis que he escrito un par de libros que esperan ansiosos que les echéis un ojo. Las series de mi vida, donde hablo de ficciones como The Wire, Los Soprano, Mad Men, Breaking Bad y otras joyas que quizás queráis descubrir.
Hipnótica, maravillosa y terrorífica. Estaba difícil trasladarla tan bien a la pantalla y lo han conseguido. Espero que no se queje (imposible) ningún machista porque con la situación de las mujeres en esta ficción deben tener sueños húmedos. Sometidas y donde les gustaría tenerlas.
02 mayo 2018 | 09:03
El no tan sutil fondo de esta novela, bien llevada a la pantalla esperemos que haga reflexionar a más de un machista, dadas como están las cosas estos días en nuestro país.
02 mayo 2018 | 12:14
No la veas. Fácil.
02 mayo 2018 | 12:53
Todavia hay paises en el mundo donde la esclavitud es bastante frecuente sobre todo en África y esa esclavitud afecta en mayor proporción a las mujeres además en muchos paises islamicos los derechos de la mujeres brillan por su ausencia y no hablemos de la trata de blancas generalizada en muchos países de los llamados del primer mundo
y hay muchísimos casos actuales en el mundo de semi esclavitud de la infancia y de las mujeres.
Para estas actuales que realmente son inhumanas denigrantes y terroríficas , quien necesita evadirse con distopías cuando la realidad supera con creces a la ficción
02 mayo 2018 | 13:16
No perdamos la perspectiva en reducirlo solo a un alegato pro-feminista.
En realidad es a todos los humanos a quienes quieren despojar de nuestra identidad y se puede hacer un paralelismo con lo que está sucediendo en todo el mundo ( y sobre todo en Europa ) en los últimos años convirtiéndola en un caos absoluto y esto …. solo es el principio.
02 mayo 2018 | 17:18
En realidad, el despojo de identidad es para con todos los humanos, mujeres y hombres, y esto se observa en todo el mundo y sobre todo en Europa que va camino de convertirse en un caos absoluto.
Me parece un error reducirlo solo a un alegato pro-feminista.
02 mayo 2018 | 17:28
Colleja cósmica, para opinar tienes que verte la serie, y leerte el artículo también.
Así evitarás quedar en ridículo.
02 mayo 2018 | 19:54