Una de las razones del éxito de la serie es que ha conectado con el espíritu freak-nerd-geek de millones de fans en todo el mundo. Nuestros bienamados nerds carecen de relaciones humanas satisfactorias, sobre todo en lo que se refiere al género femenino, pero, mientras tanto, se lo pasan muy bien.
Suplen la falta de amor con artilugios tecnológicos, jugando el ajedrez en 3D de Star Trek, echando partidas de Halo, revolcándose por el fango con las guerras de pintura, empuñando el sable luz de Star Wars, creando extraordinarios peces-lámpara, peleándose por conseguir el Anillo Único, comprando la máquina del tiempo de H.G. Wells en E-Bay, conectando la cadena musical vía Internet a través de servidores de medio mundo, haciendo rebotar un rayo láser en la luna…
«¿Por qué hacéis eso? ―pregunta Penny sorprendida―. ¡Porque podemos! ―responden al unísono los cerebritos». Sí, amigos y vecinos, todas estas supuestas excentricidades que, para muchos de nosotros no son tales, han conseguido aproximar a los personajes al espectador y convertirlos en uno más de la pandilla. ¿Cuántos de nosotros no hemos disfrutado con los juegos de rol, las series de ciencia ficción y fantasía, la tecnología, los videojuegos, las luchas de pintura, los disfraces, las redes sociales, los sistemas operativos y los cómics, juguetes y merchadising de películas?
Además, Big Bang refleja al adolescente / joven introvertido, al chico que se esconde detrás de la pantalla de ordenador, a la chica acomplejada, al inteligente que tiene miedo de demostrar su valía por miedo a que le atormenten en clase, al solitario que busca un amor que nunca aparece, al inseguro que se siente mejor tras un avatar de Twitter, al que vive pendiente de sus followers o de sus actualizaciones de Facebook, al que pasa más tiempo con videojuegos que relacionándose con los demás…
Entonces aparecieron las mujeres (ATENCIÓN, SPOILERS)
Y lo que nos alegró en la pantalla, es decir, el triunfo del empollón que consigue a la tía buena, desembocó en una deriva del argumento que, desde mi punto de vista, ha hecho perder parte de su encanto a la serie, aunque nos ha proporcionado un gran hallazgo: Amy Farrah Fowler. Genial el último episodio de la tercera temporada donde encuentran la pareja perfecta para Sheldon en el programa de citas. Vamos a recordarlo (perdonad la calidad del vídeo, que no es muy buena):
Podemos pensar que el encuentro con el sexo opuesto era inevitable en la evolución de los personajes, pero ¿todos emparejados de la noche a la mañana excepto Rajit? No sé… Personalmente creo que la relación entre Wolowitz y Bernadette le ha restado mucho carisma a nuestro judío psicodélico. Me gustaban sus intentos patéticos de ligue, sus macarronadas románticas, que ahora han sido eliminadas. ¿Os acordáis cuando intenta ligar con la Terminator en el tren pero se la levanta Raj? ¿O cuando se alegra de que sus colegas hayan contratado a una prostituta, que se hace pasar por judía, para animarlo? Grandísimo Wolowitz.
Tampoco me acabó de gustar la relación de Leonard con la hermana de Raj, una pija muy estirada que no le va nada. Y me alegro de que cortaran. Dentro de lo que cabe, Bernadette y Amy son personas con un punto freak, capaces de entender a nuestros nerds, ¡y Bernadette puede gritar más todavía que la madre de Wolowitz! Por cierto, el actor que dobla a nuestro judío flacucho (Iván Jara) es el mismo que pone la voz a Peter Bishop en Fringe y, no lo puedo evitar, siempre que escucho a este último ¡veo el careto de Howard! (Me lo merezco por ver estas series dobladas).
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