¿Cómo se escribe y se dirige un late night show en directo, con actuaciones musicales, sketches, sátira política, parodias, imitaciones y entrevistas, que se exhibe en prime time la noche de los sábados? ¿Qué presiones reciben los directivos que lo producen? ¿Cómo es la vida a contrarreloj de los guionistas, técnicos y demás integrantes del equipo?
Todas las respuestas a estas cuestiones conforman la serie Studio 60 on the Sunset Strip, una propuesta de la NBC, creada en por Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casa Blanca), que desvela los entresijos existentes en el backstage de la televisión en clave de comedia, aderezada con los problemas personales y amorosos de los protagonistas.
Studio 60 está protagonizada por Matthew Perry (el graciosillo Chandler de Friends) que, en esta ocasión, en su papel del productor y guionista Matt Albi, está bastante contenido. Perry es un guionista de televisión, judío y liberal, al que se le encomienda la misión de escribir y producir, junto a Danny Tripp, el programa Studio 60. Tripp, encarnado por Bradley Whitford (Emmy por su papel de Josh Lyman en El ala oeste de la Casa Blanca), es un productor excocainómano que se juega su futuro en el mundo del espectáculo en este nuevo reto: producir el programa. Al mando del equipo está Jordan McDeere (la guapa pero inexpresiva Amanda Peet), nueva directora de la cadena de televisión donde se emite Studio 60, que tendrá que demostrar su valía profesional en un mundo regido por hombres.
Actores interpretando a actores
El equipo de actores de Studio 60, que cada semana debe interpretar diferentes secciones, realizar parodias, imitaciones de personajes conocidos, entrevistas y sketches humorísticos, son las caras conocidas (y muy bien remuneradas) del programa. Encabeza el grupo la excelente Sarah Paulson (obtuvo una nominación a los Globos de Oro por este papel), que da vida a Harriet Hayes, una actriz cómica, ultrarreligiosa, que mantiene con Perry una relación sentimental con altibajos.
Otro de los actores que conforman el grupo interpretativo de Studio 60 es Tom Jeter (Nate Corddry), un joven que ha logrado la fama gracias a su trabajo en el programa. Sin embargo, su conservadora familia no la valora especialmente, debido a que su hermano, un marine de los EEUU en Irak, acapara toda la atención. Este arco argumental, junto a la problemática relación entre Hayes y Perry, marca la pauta para hablar del conflicto existente entre las ideologías políticas y su opuesta visión sobre temas como la guerra, la religión, la censura y la manipulación informativa de las grandes cadenas de televisión.
Por cierto, para los fans de The Big Bang Theory, destacar el pequeño papel de Simon Helberg como uno de los actores del show, que efectuó antes de saltar a la fama como el judío flacucho, de vestimentas setenteras, nulas dotes conquistadoras e ingeniero aeroespacial (sin doctorado) Howard Wolowitz.
Diálogos fluidos, rápidos y acertados
De los veintidós capítulos de los que consta la serie, más de la primera mitad son muy divertidos, con diálogos fluidos, rápidos, acertados, y temas de interés como la dificultad de escribir un buen guión, los intentos de manipulación para edulcorar ciertos sketches de sátira política, la falta de vida personal en un trabajo que ocupa las 24 horas del día, la tendencia al abuso de las drogas para lograr mantener el ritmo, y la energía y el estrés que se desprende entre bambalinas para que todo salga perfecto.
Aunque algunas de las referencias que aparecen en el programa no son comprensibles para el espectador español, debido al desconocimiento de los personajes a los que parodian, se pueden apreciar las estupendas interpretaciones que realizan los actores. Eso sí, para que las parodias funcionen de verdad, la serie tiene que verse en versión original porque, si no, el trabajo actoral se pierde.
La decadencia de la segunda mitad
Durante la segunda mitad de la temporada, a medida que la historia de amor entre Bradley Whitford y Amanda Peet va tomando fuerza, la serie pierde fuelle. Paulatinamente va deslizándose hacia los cenagosos terrenos de un telefilme romántico, destruyendo la viveza, la comedia y la acidez de los capítulos precedentes. Una auténtica pena, ya que es una de las mejores series sobre la televisión que se han escrito nunca, y hubiera merecido que se renovara una temporada más para ver si continuaba por el buen camino o, finalmente, caía en el sentimentalismo facilón y aburrido. Finalmente no hubo suerte y la NBC canceló la serie tras la primera temporada.