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La subasta de la escultura que camina

La sala estaba repleta de personas y algunos millonarios excéntricos resaltaban del resto. Entre ellos había un anciano calvo, con bigotes y monóculo, una señora con un caniche toy dentro de su cartera y un llamativo personaje con camisa hawaiana y pantalón corto que resaltaba entre los trajes de etiqueta. De repente, la escultura que camina entró a la habitación y se dirigió pausadamente hacia el centro del escenario. —¿Cuánto ofrecen? —preguntó finalmente el subastador y la escultura que camina dibujó un gesto de preocupación en su rostro metálico. Todos guardaron silencio hasta que el hombre del monóculo rompió el hielo y gritó la primera oferta. Mientras los demás participaban fervientemente de la subasta y le otorgaban un ostentoso precio a la escultura, yo no pude emitir palabra. Me pareció demasiado de mal gusto comprar una figura viviente para tenerla encerrada en mi casa por miedo a que se escape.

9 comentarios

  1. Dice ser Clica aquí

    ¿Este que vende relojes tambien entró en la subasta? Porque mira que quitarme a mi el ser el primer comentarista, es para decir tierra tragame. En fin todo el mundo tiene derecho a ganarse el sustento como puede y no voy a protestar por eso , y a proposito la escultura que anda tenia fecha de caducidad , anda con pilas o es como los relojes automáticos?

    05 marzo 2011 | 11:42

  2. Dice ser Metamorfosis

    Sin embargo, antes de que el gerente de la casa de subastas golpeara el mazo sobre la mesa con la última oferta, pensé desesperado en sus tres posibles dueños: ¿Sería la hermosa escultura objeto de deseo del viejo caballero? ¡Qué asco!. ¿Sería víctima de los orines del perrito, que la marcaría hasta oxidar su hermoso tobillo, invandiendo el óxido toda su bella estructura? Repugnante. ¿Sería un objeto más, perdido entre la decoración de mal gusto del excéntrico millonario hawaiano, sin que nadie le prestase atención nunca más? Impensable. Sin poderlo evitar, salté y vociferé la última oferta: «Cinco millones de euros». Todo el mundo me miró como si estuviera loco, pues la última oferta presentada era de un millón de euros. El gerente miró a todo el mundo desde su tarima y preguntó con su voz monótona, exenta de ninguna emoción: «¿Alguien ofrece más? Cinco millones a la una, a las dos… y a las tres». El mazo cayó sobre la mesa. Entonces disinguí que la escultura andante esbozó una bella sonrisa de alivio. Creo que ya sabía que yo no disponía de esa cantidad para restacarla de aquella atroz subasta. Creo que pensó que era perfectamente capaz de echar una carrera corta hasta mi coche. Escapar de allí conmigo indudablemente valía el esfuerzo…

    05 marzo 2011 | 12:37

  3. Dice ser Clica aquí

    ¡¡Muy bien Metamorfosis !! ¿pero eso no es robar?

    05 marzo 2011 | 13:08

  4. Dice ser Metamorfosis

    Considerando que lo que el pujador y la escultura sienten, yo lo llamaría fuga, no robo…

    05 marzo 2011 | 13:17

  5. Dice ser Michan

    Una subasta de una figura viviente… realmente es de mal gusto, con una que esté bien muerta yo me conformaría…

    Clicka sobre mi nick!! ^^

    05 marzo 2011 | 13:37

  6. Dice ser Metamorfosis

    Perdón, quise decir: «Considerando lo que el pujador y la escultura sienten…»

    05 marzo 2011 | 13:52

  7. Dice ser Joer

    Me ha gustado mucho el post. Yo tampoco hubiera pujado. Seguro que estabas en una subasta y no en la habitación de un jeque árabe?

    05 marzo 2011 | 14:09

  8. A mí me da repelucos
    la subasta de esculturas,
    aunque sean de esas estáticas,
    de las que se mueven menos
    que la sotana de un cura.
    Que colgada de una percha,
    lleve ya varias centurias.
    Si son dinámicas, me da “Yuyu”
    ya que pueda ser el comienzo,
    y que se pueda llegar,
    otra vez a subastar,
    a los humanos como esclavos,
    como lo hicieron hace tiempo.
    Que subidos al entarimado,
    alguien gritaba diciendo:
    -Vean este hermoso ejemplar,
    fuerte, joven, muy bien hecho
    de, dientes sanos, y ancho pecho.
    Que es capaz de trabajar,
    quince horas sin descansar,
    solo, por un poco de comida,
    y en el establo en un rincón
    una manta y un jergón,
    donde poder descansar.
    Y a la mañana siguiente
    de nuevo, quince horas trabajar.-
    Por eso a mí me da miedo,
    de que subasten estatuas,
    sean estáticas o dinámicas.
    Porque muy mucho me temo,
    que agotado el combustible,
    se subasten a los humanos,
    para sustituir a las máquinas,
    como si fuesen ganado.

    05 marzo 2011 | 17:25

  9. Dice ser noaguantoamijefe

    El abuelo de mi amiga Marta es como una figura viviente, pero para tenerle no tuvieron que pujar. Eso sí, lo conservan lo mejor que pueden porque al parecer tiene una pensión sustanciosa que va a desaparecer en cuanto él lo haga.
    ¿Triste, no?

    05 marzo 2011 | 23:40

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