Después hacer la oferta me abrí el pecho, me arranqué el corazón con la mano y lo puse sobre el mantel. «Te doy mi vida para que hagas con ella lo que quieras», repetí después de unos segundos de silencio esperando a que ella reaccionara. Los latidos de aquel musculoso pedazo de carne se iban apagando a medida que avanzaba el tiempo y ella tardó demasiado en dar una respuesta. En ese momento, el inútil bombear del órgano apenas se notaba y los movimientos del mismo se asemejaban a los espasmos de un pez fuera de su pecera. «No puedo aceptarlo», sentenció. Luego pellizcó la vena cava superior —apretándola con el pulgar y el índice— y estiró la mano para alejar el corazón de su cuerpo. Las gotas de sangre marcaron su recorrido hacia la cocina. Tenía la cara arrugada del asco cuando arrojó mi oferta al tacho de basura.
Muchas veces nos han roto el corazón, pero después,aunque parezca cosa de magia los espíritus valientes nos olvidamos de ese crimen abominable recogemos lo poco que queda de ese corazón destrozado, lo ponemos en su sitio y después de un tiempo ese pedazo de nuestro cuerpo se recupera y vuelve a funcionar, aunque siempre nos quedan las heridas, las cicatrices y el recuerdo de aquella derrota, de aquella humillación, hasta el último latido.
19 diciembre 2010 | 10:27
A mi me gustan los chicos enteros, con corazón incluido. Eso de las mutilizaciones es un juego muy peligroso. El donante siempre termina queriendo algo a cambio.
Marta
http://www.mivibrador.es
19 diciembre 2010 | 11:21
Mejor empezar con un buen beso en lugar del intercambio de casquería.
Carla
http://www.lasbolaschinas.com
19 diciembre 2010 | 11:23
Cuando te entregas a una persona por amor y estás a su merced, tiene en sus manos el poder de hacerte la persona más feliz o la más desgraciada del mundo.
En el caso de tu relato, creo que sencillamente no lo merece. Su actitud ante tu oferta lo demuestra.
19 diciembre 2010 | 11:24
Menos mal que entregamos el corazón de forma metafórica, porque de lo contrario más de un@ nos habríamos visto en esta situación. Antes de entregar nuestra vida a alguien, hay que estar muy segur@ de que lo merece, y si no estamos absolutamente segur@s, por mucho que le queramos, hay que dar un paso atrás y darse media vuelta. SIEMPRE (y lo digo con mayúsculas) siempre hay alguien que merece nuestro corazón. Sólo hay que tener ojos para encontrarlo.
19 diciembre 2010 | 13:16
No lo pillo del todo, pero es bonito
Clica mi nombre y conoce el nuevo blog de denuncia de lo cotidiano
19 diciembre 2010 | 16:45
Aunque posea otras cosas
quien su corazón ofrece.
Es con creces generoso,
se desprende de lo mejor,
de lo mejor que se tiene.
Del motor y de la energía,
que hace funcionar su vida.
Lo pone en manos de otro
al que ama, adora y quiere.
Sin mirar las consecuencias
que pueden acarrea,.
del trato que al corazón,
desde entonces le darán.
Que lo traten con cariño
quizás sea lo que acurra,
al menos por algún tiempo.
Pasada la novedad,
a otro trato muy distinto,
la cosa puede llegar.
El volver a recuperarlo,
en general es muy difícil.
Si por azar lo consigues,
que nunca por insistencia.
Se recobra mal herido,
de heridas que nunca cierran.
Que con el trascurso del tiempo,
posiblemente ya no sangren.
Pero quedan llagas, cicatrices,
que al menor de los roces, duelen.
Si se ofrece el corazón,
y es lo único que se posee,
se es más que generoso,
pues no se reserva nada,
y cuando la cosa falla,
no queda nada de nada.
Y mucho menos si con gesto
de ira, desprecio y asco.
Arrojan el corazón a un cesto,
y es al cesto de la basura.
Pero ofrecer el corazón,
a otra persona por amor,
sin pretender nada a cambio,
sabiendo que no tiene vuelta,
que de tenerla sería;
partido, roto y destrozado.
Es de los gestos más hermosos
desinteresados y bonitos,
que tenemos los humanos.
19 diciembre 2010 | 17:57