Un microrrelato por día y cada uno de 150 palabras. Ni una más, ni una menos.

Las palabras del ajeno – Tercer entrega

Tercer y última entrega de «Las palabras del ajeno».
Leer la primera entrega.
Leer la segunda entrega.

Casi sin quererlo me enteré de un sangriento asesinato, pero a diferencia del párroco, yo no tengo la obligación de guardar silencio. Pude ver cada una de las palabras del asesino que hablaba sobre el confesionario, relatando todo el evento con lujo de detalles, narrando incluso la sensación de volver en sí y observar sus temblorosas manos bañadas en sangre. También dijo que estaba arrepentido, que la sangre era pegajosa y tibia, que prefería morir a tener que volver a la cárcel. El párroco perdona, pero yo no tengo por qué perdonar. Lo lógico hubiese sido ir a la estación de policía más cercana, denunciar el asesinato y señalara al asesino con el dedo. Pero el hombre fue explícito en su petición. Ahora sólo resta esperar a que salga de la iglesia para seguirlo, arrinconarlo en un callejón y concederle el deseo de no volver a estar tras las rejas.

14 comentarios

  1. Dice ser Marta

    El parroco tiene obligación igual que todos de comunicarle a la policía un crimen a no ser que quiera convertirse en encubridor.

    Marta
    http://www.mivibrador.es

    21 noviembre 2010 | 10:44

  2. Dice ser Carla

    Hoy me he levantado con ganas de disfrutar, pero las nubes de esta mañana, y tu relato oscuro, negativo y axfisiante me lo están empezando a jorobar.

    Carla
    http://www.lasbolaschinas.com

    21 noviembre 2010 | 10:46

  3. Dice ser Michan

    Bonita historia ^^

    Clicka sobre mi nick!! 😛

    21 noviembre 2010 | 10:56

  4. Dice ser Mario

    Una historia escueta y muy intrigante,a mi me ha gustado mucho

    21 noviembre 2010 | 12:14

  5. Dice ser antonio larrosa

    Slgunas veces , el brujo de S. Andres descubría a algunos criminales con el sistema de leer sus labios desde lejos y como algunos criminales son muy beatos y les gusta confesarse pensando que así sus crímenes son perdonados, la policía lo destinaba a quedarse cerca de los confesionarios donde estos actuaban y muchas veces también cuando hablaban con los sacerdotes fuera de la Iglesia, en cuyo caso lo único que consiguió averiguar era lo que hablaban entre los mismos sacerdotes y estos con los creyentes y de esta última forma fue como el brujo descubrió a cientos de pederastas. Y es que… El hábito no hace al monje

    21 noviembre 2010 | 12:35

  6. Dice ser antonio larrosa

    Vuelvo porque se me pasó el ..

    .Clica sobre mi nombre

    21 noviembre 2010 | 12:36

  7. Dice ser xulita

    ¿Guardar silencio te convierte en cómplice?
    Pobres párrocos, cómplices de tantos delitos. Y pobres feligreses,victimas de tanta complicidad.

    21 noviembre 2010 | 12:38

  8. Dice ser Marisa G. S.

    Creo que Marta está equivocada cuando dice que el cura tiene obligación de delatarle y que si no lo hace se convierte en cómplice.
    El sacerdote tiene el llamado «secreto de confesión», y bajo ningún caso tiene que revelar ésta.
    En el presente caso, lo peor, es que quien descubrió el secreto, se va a tomar la justicia por su mano, con lo cual se convertirá en otro asesino .
    Volviendo al sacerdote, tendr´ña que guardar el secreto, y no podrá, ni siquiera dar pistas. Y si el que se enteró de todo lo denuncia y cita al cura, éste tampoco podrá afirmar ni negar, se tendrá que escudar en su privilegio, bueno, que yo creo que más que privilegio es una «cruz» que lleva a su espalda.

    21 noviembre 2010 | 14:03

  9. Dice ser ana...

    Ahora sólo resta esperar a que salga de la iglesia para seguirlo, arrinconarlo en un callejón y concederle el deseo de no volver a estar tras las rejas.

    Walter… esta tercera entrega la cerraste con broche de oro en esa ultima frase jejeje.
    Me gustaron mucho las tres entregas. Te felicito.

    21 noviembre 2010 | 14:12

  10. Dice ser ana...

    Marisaaaa jejeje… no te vi antes…un saludo congelado desde este lado del mundo y prepara la piscinaaaa

    21 noviembre 2010 | 14:14

  11. Dice ser Penélope G.

    Muy bueno el final, está bueno para película el relato, tipo «pecados capitales», el protagonista se encarga de hacer justicia, hoy un asesinato, manana una violación, etc. etc., ya me lo imaginé todo, hasta el the end.Chau!!!

    21 noviembre 2010 | 15:17

  12. Dice ser Metamorfosis

    Uff! Así que además de espía el protagonista es un vengador justiciero. Un poco equivocado, pero un héroe, al fin y al cabo. Equivocado en el sentido de que eliminando al criminal le va a hacer un favor. Si su peor castigo por matar a una persona es ir a la cárcel de nuevo, ese debe ser, sino no se cumple la justicia poética. De esta forma todos salen ganando menos la víctima, que siempre pierde. El criminal muere antes de volver a la cárcel, el espía se «redime» eliminando un peligroso criminal de la sociedad y el cura se ve libre del peso del secreto de confesión…

    21 noviembre 2010 | 16:09

  13. Dice ser Al S.de Gomaranto

    Si para comentar la segunda,
    casi entrego la cuchara.
    Para comentar la última,
    no me queda nada de nada.
    Solo después de leer
    esta entrega que es, la tercera.
    Creo que todo acabó,
    cuando el espía mirón,
    el que en los labios leía.
    Al que confesó el crimen,
    en callejón arrinconó.
    En cuestión de pocos segundos,
    juzgó, sentenció y condenó.
    Se convirtió en su verdugo,
    y una daga le clavó,
    le atravesó corazón.
    O quizás lo ejecutó,
    “descerrajándole” un tiro,
    metiéndole una bala de plomo.
    que le llegó hasta los sesos,
    al perforar su entrecejo.
    Del escenario-cadalso,
    se alejó con paso presto,
    para llegar a la iglesia.
    prensando de confesarse,
    para calmar su conciencia.
    No de cara al confesor,
    como lo hacen los hombre.
    Sino por un lateral,
    del viejo confesionario,
    por donde las damas confiesan.
    Para evitar que alguien pudiera,
    al confesarse leer sus labios.
    De repente le asalta una idea:
    ¿Para qué voy a confesarme?
    Si lo que acabo de hacer,
    es obra de caridad.
    Lo he librado de la condena,
    de estar muchos años de cárcel,
    de que viviera entre rejas.

    21 noviembre 2010 | 18:59

  14. Dice ser Pedro Moreno

    WALTER me parece bastante bien el desarrollo de los tres relatos, a excepción del final del último, donde tú mismo te conviertes en verdugo. Creo que hay que ser muy valiente, para eso, yo por lo menos no valdría para matar a alguien a sangre fría, por mucho que lo mereciera, no creo que pudiera. Ese trabajo se lo dejaría a profesionales, en el asunto, que seguro lo aria, sin ningún remordimiento de conciencia, y además después, creo que igual se fumaria tranquilamente un puro. En tu lugar yo lo denunciaría, a la justicia de los hombres, por que la de dios ya la lleva consigo, y no le concedería concesiones como la de librarle de la cárcel, por tratarse de un asesino. Así de esta manera yo por lo menos dormiría tranquilo, el resto de mi vida, algo que sería total mente imposible actuando como el personaje, ultimo de tu relato.( Seguro que a ti te pasaría lo mismo llegado el momento)… Un saludo….

    22 noviembre 2010 | 00:32

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