140 y más 140 y más

"It's the end of the world as we know it (and I feel fine)" Michael Stipe

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Perderse y encontrarse en Facebook en 17′

Las relaciones vistas desde Facebook, pese a lo que pueda parecer, son siempre «complicadas». Sobre todo si el que mira es adolescente. Eso es lo que Walter Woodman y Patrick Cederberg muestran en su corto Noah, que se ha estrenado en el Festival Internacional de cine de Toronto.

La película, de la que he sabido por el tumblr mmoroca’sjunkyard, dura poco más de 17 minutos y costó unos 300 dólares y muchas horas delante de un ordenador, según cuentan a New Yorker sus creadores; fue su tesis en la universidad de Ryerson.

La narración fluye a través de las incursiones del protagonista en Facebook y Chatroulette mientras se nos deja ver qué música escucha o cómo chatea con su novia y un amigo, un tal «Kanye East». Todo sin salir de una (otra) pantalla y con una gran capacidad de enganchar al espectador.

Puede que más de uno se reconozca en ciertos gestos, como el de pinchar compulsivamente una imagen para agrandarla, sin éxito, o el de cambiar de canción (o quitar la música de repente, que desconcentra) en función de lo que uno esté haciendo y pensando.

Así de fácil se pierde uno en Facebook; y así de fácil se vuelve a encontrar:

 

P.D.: El protagonista tiene cuenta en Twitter: @NoahLLennox.

Si Facebook fuera un juego de mesa

Entre una idea original y una provocación. Así es Facebook: The Board Game, un proyecto de juego de mesa inspirado en la famosa red social y creado por el diseñador gráfico Pat C. Klein.

Explica el autor que Internet afecta considerablemente a las relaciones entre las personas y que las redes sociales fomentan la soledad y la inseguridad; por eso, este tablero intenta llevar al terreno de la realidad una interacción que habitualmente queda limitada a un ámbito muy reducido, el de un usuario y un ordenador.

Algunas de las casillas dicen cosas como «Tu cuenta ha sido suspendida, pierdes el turno»; «Refresca la página»; «Comparte un vídeo que hayas visto hace poco»; o «Si tienes una relación con alguno de los jugadores, rompe».

 

Juego de mesa

 

* Imagen de Facebook: The Board Game publicada en Cargo Collective.

Apoya el ‘Malala Day’, el 12 de julio, con un tuit, un post en Facebook o un vídeo en Vine

Malala se convirtió en un símbolo en octubre del año pasado. Su labor persistente por denunciar la represión talibán en Pakistán y su lucha por el derecho a la educación de las niñas en ese país fue interrumpida abruptamente por un ataque que conmocionó a toda la comunidad internacional.

Fue tiroteada en el cuello y en la cabeza junto a otras dos compañeras cuando cuando se dirigían en autobús a su escuela; el ataque fue reivindicado por Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), una alianza de milicias talibán paquistaníes que la acusaba de profana y de espía, entre otras cosas.

Uno de los ‘delitos’ de esta adolescente fue escribir un blog para la BBC en edición urdu bajo el seudónimo de Gul Makai. Tuvo que ser trasladada a Reino Unido y allí fue operada y se recuperó; en febrero pudo volver al colegio, pero en Birmingham.

El próximo 12 de julio Malala cumple 16 años y este día, el denominado ya Malala Day, ha sido elegido para para defender la educación en el mundo con diversos actos. La propia joven acudirá a la sede de Naciones Unidas en Nueva York y dará su primer discurso público desde que fue tiroteada. Allí se celebrará una asamblea especial con jóvenes de 80 países.

 

 

En colaboración con la organización A World at School y en apoyo de la iniciativa Global Education First, Naciones Unidas llama a la participación masiva en las redes sociales, antes y durante dicha jornada, para poner de manifiesto la importancia de las reivindicaciones de Malala.

Propone usar Twitter, Facebook y hasta Vine en esta guía breve, que incluye varios ejemplos de tuits y posts, así como los hashtags #MalalaDay #educationfirst para seguir y articular la conversación; también pide compartir una petición online para instar a que se cumpla en 2015 el objetivo de que ningún niño se quede sin acceso a la educación.

Malala ha sido una de las primeras en lanzar su mensaje:

 

* Imagen de EFE y distribuida por el Hospital Universitario de Birmingham / Posts en Vine de A world at school.

Ojos que no ven, hashtag que te clavo

«Para crear un hashtag, el internauta deberá preceder aquella palabra o conjunto de palabras que desee etiquetar del símbolo #, lo que automáticamente la pondrá en relación con el resto de etiquetas de este mismo tipo que circulen por la red social» (EFE dixit).

Leo esto y no me queda claro nada, la verdad. Como si una pantalla nueva apareciera y se llenara de #’s con «conjuntos de palabras» nadando entre píxeles. Es la manera de definir las etiquetas que ha vuelto al mundo de los vivos porque Facebook ha decidido introducir este recurso en las conversaciones de los «internautas». Vamos, que a partir de ahora podremos usar hashtags, como los de Twitter, Instagram o Google Plus, en Facebook.

A partir de ahora es un decir, porque de momento no funciona en España (cambiando el idioma a inglés, que es el truco habitual, parece que sí, aunque yo no acabo de conseguirlo).

Un hashtag sirve para agrupar publicaciones sobre un mismo tema, para seguir hilos concretos, para tener una visión amplia sobre un tema. Sí. Pero, ¿es Facebook el terreno ideal para esto, siendo que los niveles de privacidad pueden frenar su potencial? No conozco a demasiada gente que lo comparta todo de forma pública en esta red social y lo que sí ha dejado claro Mr. Zuckerberg es que aunque pongas etiquetas en tus posts, si los compartes solo con tus amigos, solo ellos verán lo que has escrito.

Digo Zuckerberg como podría decir Greg Lindley, que es el «product manager para hashtags» de Facebook. En efecto, se nos va de las manos.

No sé por qué, pero me da que los hashtags van a servir más para agrupar contenido generado dentro de una misma página, en torno a una marca, a un grupo, etc. O bien, por ejemplo, lo generado en dos o tres grupos creados sobre lo mismo. Facebook está lo bastante fragmentado como para que sea más complicado agrupar conversaciones y tiene más barreras que otras redes sociales (casi todo el mundo publica en abierto en Twitter o Instagram).

Hay otras dos cosas: una, la saturación. En Twitter solo tenemos 140 caracteres, pero la plaga de hashtags en Instagram (#nofilter, #bestoftheday, #instagood, ya sabéis) es espectacular. He llegado a ver fotos con 25 hashtags y eso, a mi juicio, rompe el relato, rompe la conversación y rompe la pura estética. Facebook tiene mucho más espacio para explayarse, así que ya veo que en vez de largas explicaciones sobre fotos, artículos u otras cosas, optaremos por etiquetar para ser etiquetados por inercia.

La otra es el hashtag para cada término. En plan, cada palabra es un concepto. #Y #así #todo. Pues no, porque esto no es Google y porque dejaremos de leer para re-facebookear (a lo retuitear) sin mirar. Esto rompe la lectura y la claridad lingüística. Los hashtags, cuyo nacimiento en 2007 se reparten Stowe Boyd y Chris Messina, son para utilizar con mesura, pero sobre todo con intención e inteligencia. Que no te metan en la conversación, métete tú, porque lo vales.

 

hashtag

 

* Imagen de Dan Moyle.

¿Y si Facebook fuera un musical?

Es la pregunta que se hacían los hermanos Antonius y Vijay Nazareth, fundadores del canal de YouTube AVByte, que transforman en musical todo lo que pasa por sus manos. Youtubesicals, los llaman.

Muy populares en la Red, cada semana lanzan un nuevo vídeo -el de las princesas Disney hipster tiene más de cinco millones de visitas- y en esta ocasión le ha tocado a Facebook ser protagonista. Pero Harry Potter, 50 sombras de Grey o The walking dead, con más o menos acierto, han pasado antes por su repaso melódico.

La letra es un resumen básico de las ventajas y defectos de la red social en tono paródico: ansiedad por comprobar el muro, la situación sentimental, los amigos del colegio, los cambios constantes en la configuración (con pullita a Zuckerberg), etc.

La canción, por cierto, hasta se puede comprar en iTunes, si es que alguno se engancha al machacón «Gotta check my facebook». Hoy, además, han publicado el tradicional ‘detrás de las cámaras’.

Así se ‘ve’ la música de Facebook

¿Cómo pueden verse las ondas generadas por canciones como Scream & Shout de Will.i.am y Britney Spears o Ho Hey de The Lumineers?

Facebook Stories acaba de publicar un curioso vídeo en el que muestra cómo suenan varios de los éxitos actuales plasmando el número de reproducciones de las canciones en distintos lugares de Estados Unidos con líneas de colores que suben y bajan. Los beats por minuto (BPM) y la popularidad diaria cruzada de los temas en cuestión -y su lucha por ganar- son los que le dan esa «textura» particular al gráfico.

Para realizar el vídeo, Facebook se ha aliado con el estudio Stamen, especializado en visualizaciones, que ha denominado el proyecto Beatquake. Tratan de enseñar a lo 3D cómo es la actividad de reproducción y escucha de canciones a través de apps integradas con el Open Graph de Facebook -Spotify, Pandora, Deezer- durante 90 días y siempre teniendo como referencia las tres canciones más populares de cada jornada.

El resultado es una sucesión de ondas de las que puede extraerse cómo fluctúa una canción en distintos lugares, cuándo se escucha más en una ciudad concreta, etc. Por ejemplo, Scream & Shout se puso de moda en Nueva York -siempre en Facebook- el 9 de febrero y solo unos días después alcanzó los estados del sur del país.

Mapping Music on Facebook from Facebook Stories on Vimeo.

 

Kim Dotcom pide dinero a Twitter y Facebook porque usan una patente ‘suya’: ¿farol?

Kim Dotcom, el creador de Megaupload, ha pedido a empresas como Google, Facebook y Twitter que le ayuden a costear su defensa en el proceso por el que se le podría extraditar a Estados Unidos en agosto y acusarle allí de violación de derechos de autor (aunque en realidad no sabe aún los cargos que se le imputan)..

Y lo ha hecho recordándoles sutilmente que están usando el sistema de identificación en dos pasos y que la patente «es suya» desde 1998.

 

 

Este sistema sirve, por ejemplo, para evitar que se suplanten identidades en redes sociales y se roben contrañenas con facilidad. Cuando uno entra en una cuenta de correo, por ejemplo, se le pide un dato adicional, como un número de móvil, para verificar que la cuenta es suya.

No solo lo usan Twitter o Facebook, sino multitud de empresas tecnológicas y hasta bancos. Dice Dotcom que necesita 50 millones de dólares y ha enseñado este documento para probar que es dueño de la patente en Estados Unidos.

El tipo ha ido soltando unas cuantas perlas en su cuenta de Twitter. Nada es casual, porque lo ha hecho el mismo día en el que esta red social ha puesto en marcha el sistema de marras, de modo que un usuario puede vincular su móvil, al que se le envía un código que tendrá que teclear cada vez que entra en su cuenta de Twitter. Todo en aras de proteger la cuenta de posibles ladrones.

 

 

Entre insinuaciones de demanda, Dotcom anima a las empresas a que paguen por una licencia mundial para usar el sistema. «Soy un innovador, no un criminal», dice, «vivo en el futuro».

El caso es que según The Guardian, otras empresas como Ericsson, Nokia o ATT tendrían registrados sistemas similares y, efectivamente, en el caso de Europa, la patente de Dotcom fue revocada.

No está claro, por tanto, de quién es la patente mundial. Podría ser que esto fuera un farol enorme para conseguir fondos o solo una llamada de atención de Dotcom para que su caso no quede olvidado; aunque no es descartable que el creador de Megaupload tenga un as en la manga porque haya registrado algo muy concreto que otros no hayan tenido en cuenta.

El caso es que no deja de ser curioso que una persona inmersa en un proceso relacionado con los derechos de autor -sea culpable o no, que eso ya lo dirán los jueces- invoque la propiedad intelectual…

*Imagen: GTRES ONLINE.

Los secretos de la foto de Rajoy

Se armó cierto revuelo ayer por un cambio de foto. Mariano Rajoy -o más bien quien se ocupa de eso- decidió cambiar la imagen de cabecera de sus perfiles en Facebook y Twitter. Al más puro estilo ‘Obama y sus cosas de Internet’.

En la nueva instantánea se le puede ver en su despacho, trabajando, ofreciendo una apariencia de sobriedad y seriedad. Los detalles, escrutados -hasta de forma divertida e interactiva– en varios medios y muy comentados por los usuarios, desvelan un lápiz, un ejemplar de The Economist o un ordenador apagado.

 

 

Pero el presidente del Gobierno -o más bien quien se ocupa de eso-, en realidad, ha hecho lo que muchos hacemos cuando nos hemos cansado de vernos en las redes sociales de una manera y no tenemos fotos a mano: tirar de archivo.

La foto se hizo el 17 de septiembre de 2012 y forma parte de una serie de imágenes tomadas a Mariano Rajoy por el fotógrafo Diego Crespo. Así consta en el perfil de Pinterest del jefe del Ejecutivo (sí, tiene uno), en un álbum titulado «En Moncloa», y también en su cuenta de Flickr.

Ese día era lunes y Esperanza Aguirre anunció que dejaba «la primera línea política». Además, fue a contárselo a Rajoy en persona. El presidente se cambió de corbata para la sesión de fotos; o para recibir a la expresidenta madrileña, tanto da.

Toda la serie de imágenes de Rajoy en su despacho se subió a Pinterest hace 13 días -aunque en Flickr están colgadas desde el 21 de septiembre de 2012– y ofrece otras perspectivas del lugar de trabajo de Rajoy.

Por supuesto, hay imágenes posteriores, algunas de las cuales revelan secretos no atisbados antes. Yo soy fan de los lápices con nombre y apellidos y la estanteria de Ikea (hechas en marzo de este año) y también de la soledad del pasillo (hecha el 28 de noviembre).

 

 

No se han hecho esperar los montajes sobre la foto. De hecho, en Facebook hay un usuario que ha puesto en marcha un «concurso gráfico» abierto con unas cuantas variantes que usan la ventana como espejo de realidades paralelas, llámense Bárcenas o The walking dead.

 

 

Fotos: las dos primeras, via Mariano Rajoy on Pinterest; la última, del «Concurso gráfico el despacho de Rajoy» en el perfil de Facebook de Archipiélago Machango.

Facebook mueve ficha con su app

Esto es una carrera. Facebook y Twitter se pegan por ver quién ofrece la mejor aplicación en los móviles, quién permite hacer más fruslerías a sus usuarios y quién retiene a un potencial fiel cliente, además de receptor publicitario, claro. Se ponen zancadillas -bloqueándose mutuamente, por ejemplo-, pero también responden de inmediato ante un movimiento del enemigo.

Twitter lanzó Vine la semana pasada, una aplicación externa desde la que subir vídeos de seis segundos a la red social. Ahora Facebook ha actualizado su aplicación móvil para iPhone y, de golpe, facilita grabar y subir vídeos desde la propia app -sin edición ni nada-, mandar mensajes de voz a otros usuarios y también ha mejorado ligeramente las funciones de geolocalización:

 

Montaje FB

 

Para que entendáis la guerra entre las dos redes sociales más populares del mundo os recordaré un par de datos.

Según el informe La Sociedad de la Información en España, que se presentó hace unos días, el 89% de los españoles que posee un smartphone -hay 18 millones en nuestro país– accede a Internet a través de él diariamente. Además, el 79% de los usuarios de smartphones «ven regularmente vídeos a través de Internet móvil, porcentaje por encima de países como EE. UU. o Japón».

En nuestro país hay ya 22,2 millones de accesos a banda ancha móvil. ¿Y las redes sociales? El 79% de los usuarios accede a ellas a través de un smartphone, siendo uno de los porcentajes más elevados a nivel mundial. Diariamente acceden a alguna red social el 51% de los usuarios de los teléfonos inteligentes.

Por último, «el número de usuarios activos de aplicaciones en España ha aumentado un 140% en tan sólo unos meses, pasando de 5 millones a principios del año 2012, a 12 millones en septiembre del mismo año». A nivel global, las aplicaciones acumulan ya un volumen de negocio de 1.900 millones de euros. Nada más que decir, señoría.

Enrique Meneses y el mundo

 

No escribiré a estas alturas nada que no se sepa de Enrique Meneses, que como sabréis falleció el domingo por la noche. Ya se ha dicho suficiente en las últimas horas, aunque sí me ha venido a la cabeza una pequeña reflexión. Porque el día en el que Enrique se fue a fotografiar el otro lado y a contar lo que allí ocurre, leí en Internet un artículo extenso sobre las redes sociales titulado Twitter o Facebook y publicado en un diario nacional (El País, vamos), firmado por John Carlin.

Llegué a él, por cierto, a través de Twitter, porque un colega lo mencionó; lo marqué como favorito en la app de mi móvil para leerlo con el café. Me urgía saber qué decía, por curiosidad y por interés profesional, así que lo devoré en la pequeña pantalla para después ojear con calma, y ya para otros temas, la edición impresa del rotativo. Lo cierto es que se me quedó cara de tonta porque, respetando la opinión del autor sobre la necesidad o no de tener perfil y sobre las satisfacciones y/o utilidades de estas redes, me pareció que, precisamente, se quedaba en esa parte superficial criticada, además de mezclar diferentes conceptos que, entrelazados, en vez de formar un todo desviaban la anteción hacia galaxias lejanas.

Claro, en las redes hay diversión y malas prácticas. Habrá quien se sienta solo o quien viva para los halagos, y muchos periodistas alimentamos nuestro ego con followers aduladores. Y hay deslenguados digitales -casi todos, porque nadie nos ve la cara-, y bulos y gente que se los cree. Tomemos como referencia un grupo de gente cualquiera cuyos miembros tengan algún tipo de relación, aunque sea indirecta: siempre hay alguien a quien le gusta exhibirse, un cotilla, uno que infla las verdades, otro que mete cizaña y un negado social. Los humanos son así ya en la vida real. Siempre hay un cuñado gilipollas, que diría aquella, y si no, se me retrotraigan ustedes a las cenas de hace un par de semanas (todo con perdón).

No hace falta tener un perfil en una red social si uno cree que no le va a servir para nada. Ahora bien, si existe una utilidad, sea emocional, laboral o altruista, adelante. A mí los realities no me aportan nada, no los veo y pago el peaje de no poder participar en decenas de conversaciones sobre ellos; lo mismo me pasa con el fútbol. Pero no me siento rarita por ello. No obstante, las redes sociales son una herramienta y no un contenido en sí (ni la Biblia, ni el BOE), por eso pienso que sí pueden ser útiles para cualquiera. Porque la base de las mismas es compartir y acceder de igual manera a una gran cantidad de cosas y de personas que pueden enriquecernos. Cada uno sabrá qué y para qué. Y también sabrá cómo interactúa (o no).

(Y en este punto es cuando recuerdo que hay muchos tipos de redes sociales).

Enrique estaba enfermo. Sentado en una silla de ruedas y con la botella de oxígeno al lado, estaba permanentemente conectado cuando estaba en su casa. Escribía en su blog, opinaba en Facebook, escrutaba Twitter, leía publicaciones de todo el mundo en la Red, recibía de repente una llamada de una persona de Estados Unidos que quería comprar una de sus fotos, que tiene colgadas en Flickr. Y diréis: vale, no salía de casa, esa era su conexión con el mundo. Os equivocáis. Su blog tiene diez años; «¡Bienvenido a Facebook», le escribía en su muro alguien a principios de 2008; y sí que salía de casa. No es que él accediera al mundo a través de su portátil, es que el mundo accedía a él, a lo que vivió, lo que atesoraba y percibía.

Hasta montó una tele en YouTube, Utopía.

Su vasta red de amigos y conocidos, repartidos por todo el mundo, era anterior, aunque pudo ampliarla hasta límites inimaginables. Pero no era nada tonto, sabía distinguir perfectamente y discriminar lo que no le servía, lo falso y lo insulso, también en las redes sociales. Era periodista, al fin y al cabo, diréis, tenía entrenamiento. Sí, es cierto, pero creo que es un buen ejemplo de adaptación y sobre todo de compresión. En el bar que pueden llegar a ser las redes sociales no todos están borrachos ni han ido a dejarse ver, ni todos engañan al camarero o te roban en un descuido; siempre hay con quién tomarse una cerveza. O mejor: a veces tampoco falta hablar demasiado, con observar un rato podemos llegar a entender.

Los ojos de Enrique te entendían enseguida. Tenía 83 años.

Enrique Meneses, por Jorge París.

Enrique Meneses, por Jorge París.