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El Ejército español y las personas LGBT: la ley Omertá o cómo discriminar de facto

Por Paco Ramírez, Director del Observatorio Español contra la LGBTfobia (@StopLGBTfobia)

Foto: Contando Estrellas

Foto: Contando Estrellas

El Consejo de Ministros aprobó el pasado 20 de Octubre un Protocolo de Actuación frente al acoso sexual y por razón de sexo en las Fuerzas Armadas, con la que se pretende “promover una cultura de tolerancia cero” en el seno del Ejército. Mediante el Protocolo se pretende prevenir y actuar en favor de  las víctimas de acoso sexual y por razón de sexo en las Fuerzas Armadas, que podrán denunciar confidencialmente las situaciones de acoso, y además se establecen medidas protección y acompañamiento a las víctimas. Se crea la Unidad de Protección frente al Acoso (UPA), ajena a la cadena de mando que tramitará las denuncias y ofrecerá asistencia médica, psicológica, social y jurídica a las víctimas de acoso sexual y por razón de sexo.

Se trata de una oportunidad única perdida para modernizar al Ejército Español, hacerlo totalmente inclusivo y dotarlo de un Protocolo de actuación integral, no únicamente protegiendo un único tipo de hostigamiento y exclusión sino también cualquier tipo de acoso y discriminación, como el que a afecta a muchos LGBT aún hoy en las Fuerzas Armadas, o a otras personas en base a su  origen racial o étnico, religión, opiniones, convicciones o cualquier otra circunstancia.

Es obvia la inusitada celeridad en atajar el escándalo público y mediático producido por el caso de la ex comandante y actual diputada del PSOE, Zaida Cantera, quien tuvo que abandonar el Ejército por las coacciones y las represalias tras denunciar a su acosador ante la inacción de sus superiores.

En España, hasta 1986 la homosexualidad estaba considerada un delito “contra el honor” en el Ejército español y el Código de Justicia militar español la castigaba con la separación del servicio y entre seis meses y seis años de cárcel. Desde 1989 el Ministerio de Defensa mantenía  también un artículo de su cuadro de exclusiones médicas que impedía a las personas «con la ausencia total de pene» o «pérdida, ausencia o atrofia de ambos testículos» ingresar en el Ejército. Hubo que esperar hasta agosto de 2009 para que el Ejército aceptara a las personas transexuales.

Actualmente, tanto en el nuevo Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas, como en el nuevo Código Penal Militar, constan como sancionables las «expresiones y manifestaciones de desprecio», así como «realizar, ordenar o tolerar o no denunciar actos» que supongan una discriminación o atenten contra la intimidad y la dignidad «por razón de nacimiento, origen racial o étnico, género o sexo, orientación e identidad sexual, religión, convicciones, opinión, discapacidad o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».

La ex comandante Zaida Cantera también ha denunciado el machismo, la homofobia y la transfobia cotidiana, que hace la vida imposible a las personas LGBT visibles en las Fuerzas Armadas. Las vejaciones, humillaciones, discriminaciones, comentarios insultantes, evaluaciones negativas de los mandos y situaciones incómodas, así como innumerables obstáculos y frenos en sus carreras profesionales,  son el pan de cada día en el Ejército Español para muchos homosexuales y transexuales. El propio machismo del Ejército hace que las lesbianas a veces estén mejor aceptadas que los gays. La apariencia física – tener o no ‘pluma’- es algo determinante para ser aceptados en mayor o menor grado. Son muchos los militares que no se atreven a salir del armario, llevan una doble vida, e incluso algunos están casados y con hijos.

Actualmente existe una discriminación de facto a las personas LGBT dentro del Ejército a pesar de las leyes existentes que debieran proteger a las personas homosexuales, bisexuales y transexuales, pero no lo hacen. En septiembre pasado se cumplieron 16 años desde que el teniente coronel José María Sánchez Silva anunciara su condición de homosexual en la portada de la revista ‘Zero’, convirtiéndose en el primer militar homosexual español en salir públicamente del armario para denunciar la discriminación de los homosexuales en las Fuerzas Armadas. Aquellas declaraciones sin duda, dieron al traste con su carrera profesional en el Ejército. No mucho parece haber cambiado en estos años.

Aunque no existe en el Ejército Español una ley similar a la hipócrita ley que impulsó el presidente Clinton en el ejército estadounidense del ‘No preguntes, no cuentes’, el silencio, la ocultación y la doble vida imperan en el Ejército español. La hostilidad hacia la homosexualidad y la transexualidad ante la dejadez, la indiferencia y la pasividad incluso de los superiores es ‘moneda de cambio’ diario. Mientras eres soldado raso no se pasa tanto problema como si asciendes, es entonces cuando empiezan a hacerte la vida imposible. Muchas veces la convivencia se hace imposible, lo que hace que muchos abandonen sus carreras militares.

Alberto Linero y su ex pareja Alberto Sánchez, ambos destinados en la base de Morón de la Frontera, fueron la primera pareja homosexual del Ejército en contraer públicamente matrimonio en 2006. Alberto Linero denunció acoso sexual por parte de un superior teniente coronel y del capellán militar, y afirmó que los mandos no hicieron nada y tuvo que darse de baja médica por motivos psicológicos, a lo que él achaca su no renovación en el Ejército con la excusa «de mal compañerismo y falta de rendimiento en el trabajo».

En cuanto a los y las soldados transexuales, no es lo mismo entrar con  transformación física ya realizada, que tener que realizarla una vez dentro del Ejército, como afirma María Pachón, la primera mujer transexual en el Ejército del Aire. La marinero transexual Artizar Díaz denuncia la total desprotección que sufren las personas transexuales militares durante el proceso de cambio de físico, ya que hasta que no consiguen su documentación conforme a su sexo sentido, tienes que comportarte y usar los vestuarios conforme a tu sexo biológico, con las correspondientes humillaciones, insultos y coacciones. También denuncia el comportamiento de compañeras, que rehuyen compartir vestuario, o tiene que soportar los comentarios soeces y las malas miradas.

El Ministerio de Defensa debe abrirse más a la diversidad y llevar al Ejército en la senda de la modernidad y la inclusión, además de potenciar verdaderamente políticas activas contra la discriminación y respeto a la diferencia. España ha avanzado mucho en derechos sociales en los últimos años y, puede seguir progresando en ese camino para conseguir un Ejército del siglo XXI, que sea más tolerante y respetuoso con la diversidad.