Entradas etiquetadas como ‘Travestis’

Hoy recomendamos: Las Malas

Redacción @1decada10

Hoy recomendamos: Las Malas, de Camila Sosa Villada.

En un ambiente urbano hostil, Camila Sosa narra desde dentro la vida de una comunidad de travestis en Córdoba, Argentina.

Cuando llegó a Córdoba capital para estudiar en la universidad, Camila Sosa Villada fue una noche, muerta de miedo, a espiar a las travestis del Parque Sarmiento y encontró su primer lugar de pertenencia en el mundo. Las malas es un rito de iniciación, un cuento de hadas y de terror, un retrato de grupo, un manifiesto explosivo, una visita guiada a la imaginación de su autora y una crónica distinta a todas. Convergen en su ADN las dos facetas trans que más repelen y aterran a la sociedad bienpensante: la furia travesti y la fiesta de ser travesti. En su voz literaria conviven Marguerite Duras, Wislawa Szymborska y Carson McCullers. El último fenómeno de la literatura argentina, traducida al alemán, francés, noruego y croata.

«Es profunda la noche: hiela sobre el Parque. Árboles muy antiguos, que acaban de perder sus hojas, parecen suplicar al cielo algo indescifrable pero vital para la vegetación. Un grupo de travestis hace su ronda. Van amparadas por la arboleda. Parecen parte de un mismo organismo, células de un mismo animal. Se mueven así, como si fueran manada. Los clientes pasan en sus automóviles, disminuyen la velocidad al ver al grupo y, de entre todas las travestis, eligen a una que llaman con un gesto. La elegida acude al llamado.
Así es noche tras noche.

El Parque Sarmiento se encuentra en el corazón de la ciudad. Un gran pulmón verde, con un zoológico y un Parque de diversiones. Por las noches se torna salvaje. Las travestis esperan bajo las ramas o delante de los automóviles, pasean su hechizo por la boca del lobo, frente a la estatua del Dante, la histórica estatua que da nombre a esa avenida. Las travestis trepan cada noche desde ese infierno del que nadie escribe, para devolver la primavera al mundo.»

Continúa leyendo el inicio de Las Malas aquí.

Sobre la autora: Camila Sosa Villada nació en 1982 en La Falda (Córdoba, Argentina). Estudió cuatro años de Comunicación Social y otros cuatro de la licenciatura de Teatro en la Universidad Nacional de Córdoba. En 2009 estrenó su primer espectáculo, Carnes tolendas, retrato escénico de un travesti. En 2011 da vida al personaje de Ale en la película Mía. En 2012 actuó en la miniserie La viuda de Rafael. En 2014 protagoniza El bello indiferente, de Jean Cocteau. En 2015, Despierta, corazón dormido/Frida. En 2016, Putx madre y en 2017 El cabaret de la Difunta Correa y la miniserie La chica que limpia. Además, es autora del libro de poesía La novia de Sandro (2015) y de un ensayo autobiográfico titulado El viaje inútil (2018). Fue prostituta, mucama por horas y vendedora ambulante. A veces canta en bares.
Más información sobre este fenómeno literario contemporáneo en Mary Read Libre, donde puedes también hacerte con tu ejemplar.

Manifiesto de la izquierda brilli-brilli: Samantha habla por nuestra diferencia

Ira T. 

 

¿No habrá un maricón en alguna esquina

desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?

                                                                                                                          —Pedro Lemebel, Manifiesto, 1986

El pasado miércoles, la artista travesti Samantha Hudson fue invitada al programa Playz para participar en una mesa de debate sobre políticas identitarias y lucha de clases. En dicho debate, voces del obrerismo reaccionario contrapusieron una supuesta “identidad de clase” al resto de “identidades fragmentarias”, invitando así respuestas desde una perspectiva interseccional desde las que se reivindicaba que las distintas opresiones no podían entenderse sino en un conjunto indisoluble. Samantha fue, precisamente, la única participante del debate que mostró atisbos de comprender las distintas relaciones opresivas con las que convivimos como parte de una misma totalidad capitalista. Cayó la noche y prendieron las antorchas. Desde aquel instante, Samantha ha sufrido en las redes sociales un acoso sanguinario por parte de personas que se dicen a sí mismas revolucionarias. Asimismo, esta pasada semana, una conocida feminista radical ha tenido a bien regalarnos el “agravio” de izquierda brilli-brilli, sumándose junto con el “mutantes” de Lidia Falcón al repertorio de injurias reapropiadas que nos chiflan a las transmaribibolleras. Es desde este escenario que escribo, con una urgencia y una rabia que me son impropias, pero con la firme convicción de estar en el lado correcto de la Historia. Dejad a esta transmarika contaros qué puede decirnos el odio a Samantha Hudson sobre la izquierda revolucionaria, y con suerte, en el desenlace del texto, habremos recuperado una brizna de solidaridad de clase.

Hubo una militante lesbiana y comunista en el MEHL (Movimiento Español de Liberación Homosexual) apodada Amanda Klein. En 1973, ella escribió una gacetilla llamada Explicación materialista del origen de la represión sexual, en la que relacionaba la institucionalización de la heterosexualidad con las contingencias históricas de la sociedad de clases. Su brillante conclusión declaraba: “Así pues, propiedad privada, matrimonio y sexualidad monógama heterosexual, son tres aspectos de manifestarse de un mismo fenómeno: La explotación del hombre por otro ser humano.” Amanda Klein vivió una doble militancia clandestina, en el movimiento gai y en el movimiento comunista, fue condenada a luchar sin nombre por la emancipación del género humano, mientras velaba su deseo entre visillos con cortinas tricolor. Amanda sigue viva, nunca sabremos su verdadero nombre, nunca sabremos su historia, y todo porque los prejuicios de quienes anhelaban una revolución no repararon en que la sexualidad también era una relación social a revolucionar. Cruzando los Pirineos, en una organización gai hermana (FHAR), un varón maricón y comunista apodado Jean Nicolas publicó cinco años más tarde un libro llamado La cuestión homosexual. En sus furtivas páginas se leía “Hay que abordar la sexualidad como un conjunto de relaciones sociales, regidas por normas diferentes según su adscripción a una forma dada de producción” y proseguía “una estrategia centrada únicamente la lucha contra la normalidad estaría condenada a ir cortando incesablemente las cabezas que de continuo renacerían en una inasequible medusa, sin llegar nunca a abatirle alcanzándole el corazón. Por el contrario, una estrategia anticapitalista encerrada en una lucha economista … desvirtuaría profundamente la dinámica de la sociedad de transición hacia el socialismo … que apunta a una transformación total de las relaciones sociales.” No sabemos si Jean sigue vivo, nunca sabremos su verdadero nombre, nunca sabremos su historia. 

Al otro lado del océano, en 1975, una célula de lesbianas maoístas de California respondía a los discursos homofóbicos que estaban floreciendo en las organizaciones comunistas estadounidenses. Esta réplica se denominó Towards a Scientific Analysis of the Gay Question. En ella, Los Angeles Research Group aseveraban: “Es precísamente una de las funciones de la ideología burguesa promover la idea de que hay un muro entre la vida productiva y la vida personal… debemos derribar ese muro” y resolvían “La historia de la civilización también ha sido la de los intentos de las clases dominantes de reforzar la conexión entre la sexualidad y la reproducción, para así mantener la propiedad privada mediante la institución de la herencia”. Así, su análisis materialista histórico y dialéctico concluía, como otrora había hecho Amanda Klein, que la homofobia no tenía lugar en la lucha revolucionaria; pues pertenecía a la forma burguesa de entender el mundo, donde aquellos sujetos que desnaturalizaban la economía política capitalista, como era el caso de las personas LGTBI con la familia monogámica, debían ser arrastrados a los márgenes, para así asegurar que la acumulación de plusvalía seguía viéndose como el orden natural de las cosas. No sabemos si las mujeres de Los Angeles Research Group siguen vivas, nunca sabremos su verdadero nombre, nunca sabremos su historia. Más allá de los Andes, en 1986, la escritora marica y comunista Lemebel compartía con las desposeidas invertidas del mundo, un himno al dolor proletario y disidente, su poema Manifiesto, con el subtítulo “Hablo por mi diferencia”. Los versos de este poema no estaban escritos con tinta, sino con las lágrimas de la penita negra travesti, con la sangre de tantas compañeras que “no llegaron nunca a la costa” por no ser nunca hombres de verdad. Este poema, a parte de una maravillosa obra literaria, es un fracaso político de la izquierda. En él, Lemebel, pobre como las ratas, confiesa haber perdido la utopía del horizonte comunista por toda la violencia homofóbica que recibió en su militancia, confiesa no haber tenido más remedio que huir del tren siberiano que pasaba por las pupilas de quien creía sus camaradas cuando su voz se ponía demasiado dulce. Lemebel sigue viviendo en tanto viva su poesía, conocemos su nombre, conocemos su historia, pero él murió fuera del partido.

 

Hoy, en 2021, Samantha Hudson se ha convertido en el chivo que debe expiar el pecado del borrado de la mujer (sin ser ella nada de eso), en el opio de la juventud según dicen los miserables, en las abstracciones talmúdicas que deberían arder en la pira purificadora de occidente. Mi hermana Alana Portero, y mi querido Christo Casas lo han dejado bien claro: Decid que odiáis a los maricones y dejaos de brasas. Eso sí, devolved el pin del triángulo rojo por el camino. Lo que molesta de Samantha es lo mismo que molestó de Lemebel, lo que se le pide ocultar a Samantha es lo mismo que escondió toda su vida Amanda. Por la sangre de mis ancestras degeneradas que no vamos a repetir la historia una vez más; que esta vez quienes mueran fuera del partido serán los reaccionarios que no toleran a quienes se salen de lo que el capital dice que es un hombre y una mujer de verdad. Ni una sola de las críticas a Samantha que he leído han conseguido sacudirse el polvo de la homofobia más añeja, y no quería quedarme sin preguntaros: ¿Qué os asusta tanto a quienes convertís la purpurina en injuria? ¿Se puede con tamaña cobardía edificar un mundo nuevo? ¿Tanto os importunan las femmes, las maricas, las locazas, las travestis y las trans que, a pesar de toda la violencia cotidiana del capital, se mantienen erguidas con su brilli-brilli, y lucen su feminidad prohibida con el orgullo del rebelde? En cierta ocasión le preguntaron al militante trans y comunista Leslie Feinberg qué opinaba de los discursos transfóbicos de Mary Daly y Janice Raymond, a lo que elle espetó: “Cada vez que un grupo social oprimido es demonizado, se promueve una división que no puede verse sino antagónica con el tipo de movimiento que quiero construir.” Cierto sector del feminismo hoy acusa a la feminidad que se presenta en los cuerpos que fueron nombrados en masculino en su mutismo de ser un caballo de Troya, yo no puedo sino decir que la retórica de chivos expiatorios, la misma que hoy dirigís contra Samantha, es el peor caballo de Troya del capitalismo en la lucha solidaria por imaginar otros futuros posibles en común. Para concluir, me permito el legado de hacer mías las últimas palabras del Manifiesto de Lemebel: Hay tantos niños que van a nacer con una alita rota, y yo quiero que vuelen compañero. Que su revolución les dé un pedazo de cielo rojo para que puedan volar.

 

 

Hablemos de lo trans* (bien): sobre el poder despatologizador de las palabras

Por Miguel Sánchez Ibáñez (@parasynthetic)

 

Metáfora Olive Oil

«Metáfora Olive Oil» by This is Pacifica is licensed under CC BY-NC-ND 4.0

Con frecuencia, tendemos a simplificar lo que nos es ajeno, extraño o novedoso para poder asimilarlo y encontrarle acomodo en nuestros diminutos universos personales. Un proceso que a priori puede ayudarnos a asimilar nuevas realidades, pero que a la larga termina por emborronarlas.

La manera en que nos aproximamos a las realidades trans* desde una perspectiva cis tiene mucho que ver con esa estrategia de generalización y brocha gorda: a menudo  metemos a todas las identidades trans* en el mismo saco, y asumimos el perfil de las que quieren modificar su cuerpo para que encaje en el heterobinarismo como el predominante: esta simplificación invisibiliza a las personas transgénero a les travestis o a las personas no binarias, y simplifica de manera muy perjudicial el entramado de identidades trans* que existen en la sociedad.

Lee el resto de la entrada »

Hoy domingo que trabaje Rita

Tras la estela de Kika Lorace, que ha saltado al primer plano de la actualidad con la más que original canción ‘Adios Botella, Goodbye PP«, hoy os traemos al blog una canción que en realidad es más bien una promoción que Kika Lorace y otras vedettes hacen de ¡Que trabaje Rita! Un festival travesti que los domingos llena las salas de sensaciones y espectáculo. Hoy mismo celebrarán el 35 aniversario de la Movida madrileña

Y es que detras de Kika Lorace hay todo un mundo por descubrir… quizá no tan frívolo como pueda parecer. O sí.