Por Nayra Marrero, @nayramar
Mi padre me dijo mil veces que si venía un señor diciendo que se habían equivocado de niña en el hospital le daba igual, yo era su hija y lo sería siempre. Y con ese amor asegurado, independiente a la sangre y a la biología, crecí sabiendo que lo importante en una familia era el sentimiento de familia.
- Mi madre y yo pasando frío
Reconocerme en su sonrisa, en cómo disfruta de un helado o en cómo se enfrenta a un problema, así me gustaría verme en mis hijos, como me reconozco en mi madre en el gusto por comer el aguacate con sal a cucharadas, el gesto con el que muestro desaprobación, o el placer de hacer sentir bien a quienes tengo a mi alrededor.
Físicamente me parezco a ella, sobre todo en fotos de joven: altas, delgadas, con la forma de la cara similar… Lo de dentro es de mi padre: la boca, la naricilla, el color de piel… Seguramente nadie negaría que soy hija de quien soy.
Sin embargo las similitudes y diferencias físicas también se construyen. Mis padres, tras treinta años juntos se parecen. Mi madre y su madrasta se parecen, y cada vez más. Los gestos nos construyen, como lo hacen nuestras actitudes o nuestra forma de vivir, y esto es todo aprendido.
Por eso me sorprende que haya parejas de mujeres que gastan dinero, esfuerzo y salud en someterse al método ROPA si la razón es que ambas quieren estar implicadas en el embarazo (una gesta el óvulo fecundado de la otra). También me sorprende que haya abuelos que quieran más a sus nietos si estos los ha parido su hija que si los parió su nuera. Y no entiendo que haya gente que hable de “verdaderos padres” para diferenciarlos de los adoptantes.
Tampoco entiendo bien el revuelo que se ha montado por la noticia de una investigación científica abre la puerta a que las parejas del mismo sexo tengan hijos biológicos propios de las dos partes (ellas embarazándose, ellos, si no tienen útero, contratando los servicios de una mujer gestante en el extranjero).
Cuando digo que la diversidad es una riqueza lo digo por lo que cuestiona, por lo que ayuda a revolucionar conceptos, a que mejoremos como sociedad. Pero a veces me parece que el esfuerzo que hace la sociedad por encajar la diversidad y asimilarla, amilanarla, con la ayuda inestimable de esos y esas que son distintos pero quieren ser cuanto más normales mejor, es un contrasentido.
La diversidad es riqueza porque nos ayuda a ver más allá, a romper con nuestros clichés, con nuestros prejuicios, y plantearnos las cosas con capacidad para ver horizontes mucho más lejanos.
Un avance científico es siempre una buena noticia, pero reflexionemos sobre el para qué. En España el método ROPA fue noticia cuando una pareja lo pidió por los problemas que tenían los óvulos de la que habían acordado que se encargara del embarazo; o usaban los óvulos de la pareja o tenían que comprarlo de una donante anónima, lo que resultaba innecesario.
Si pronto se puede convertir la piel en células de las que conseguir espermatozoides que fecunden un óvulo, las parejas de mujeres no necesitarán comprar semen ajeno pero si el proceso es largo, costoso o doloroso de alguna manera, perdonen pero no creo que merezca la pena. No es una cuestión de falta de ética, ni me parece inmoral ni pecaminoso, simplemente me pregunto ¿qué cambaría que el bebé pueda tener los ojos de una y los rizos de la otra? Y si cambiase algo, ¿es como para hacer una fiesta?