Por Laura Ramírez Martín
Y yo sé que estar, estamos, ¿qué sucede entonces?
Después del primer ejercicio de auto-focus pienso en el hombre desenfocado de Woody Allen en ‘Desmontando a Harry’ (que me parece brillante) y me apetece desarrollar la idea de la visibilidad lésbica como asunto de enfoque.
(El vídeo es la versión original, para no perder los matices. La traducción sería algo así: – Mel, ven aquí. Estás… no sé cómo decírtelo, pero… no das la imagen. – He ganado algo de peso, sí, pero es que… – No, no es eso. Estás… borroso, estás… desenfocado.)
Enfocar (Según el DRAE)
1. tr. Hacer que la imagen de un objeto producida en el foco de una lente se recoja con claridad sobre un plano u objeto determinado.
2. tr. Centrar en el visor de una cámara fotográfica la imagen que se quiere obtener.
3. tr. Proyectar un haz de luz o de partículas sobre un determinado punto.
4. tr. Dirigir la atención o el interés hacia un asunto o problema desde unos supuestos previos, para tratar de resolverlo acertadamente.
No iba yo mal. Definitivamente nos encontramos ante una cuestión de enfoque y no solo fotográfico, sino en todas sus acepciones: Aquí se habla de recoger con claridad una imagen, centrar en el visor, proyectar luz, dirigir la atención y el interés hacia un asunto o problema.
Y tenemos un problema, así que hagamos lo propio.
- Técnicas de enfoque para lesbianas
La primera acepción habla de óptica. Se refiere a la nitidez del sujeto, en este caso de la lesbiana, sobre el fondo dado, en este caso la familia y ya determinado por dios padre y la santa madre iglesia. Lo fundamental es ajustar la mente, digo la lente con que se mira y dirigirla a ella, a la lesbiana sin dilación. Accionar el mecanismo tantas veces como sea necesario hasta ver claramente los contornos y los detalles.
El enfoque es asunto de quien mira. Pero no de sus ojos, o no solo, sino de su capacidad, su interés, de si pone o no cristal y si lo limpia o lo tiñe con algo.
Los ojos, como las cámaras fotográficas no son más que herramientas, sirven para ver pero miramos con la intención. Mirar es una actividad deliberada, consciente y responsable. Se mira aposta.
Queridos lectores, hoy aprenderemos cómo mirar lesbianas, esa especie exótica o rara avis de lejanos e inexplorados territorios allende los mares. Así que a continuación y para leer esto con propiedad, pongan por favor voz interna de Félix Rodríguez de la Fuente.
Dentro de su hábitat, la lesbiana común es fácil de ocultar, por los demás y por ella misma. Porque nada tienen de especial dos mujeres que se dan la mano, ya lo dice la canción.
¡Simplifiquemos!, dice la Norma. ¡Eliminemos los matices!, corea el pueblo. Y vitorea: yupi.
– Hija, ¿tu amiga viene a comer? Es que tu hermana me ha dicho que trae a su novio y es por saber cuántos somos…
Lo más normal del mundo, ¿verdad? Y yo puedo contestar. Contestar sí o no, con un punto de tristeza antigua, conformada por los años, conformista pues y perfectamente educada.
Y así mi madre sabe si echar un puñado de garbanzos más o menos al cocido. Vital, el asunto.
Me llamaréis pesada, pero es que esto me obliga a mantener a raya las puertas del armario constantemente. Y con sinceridad, es un tostón. La pesada es mi madre. Los pesados sois vosotros. ¡Mirad cómo miráis!
Llamad a las cosas por su nombre y acabemos con esto de una vez. ¿A usted le gustaría tener que andar siempre señalando su condición de heterosexual? Pues no lo hagas, me dirá alguien… que siempre estáis igual, con las reivindicaciones y blablá…
Ya, ¿qué le dices a alguien que te llama María cuando te llamas Marta? Igual le comentas algo… ¿le sacas de su error o le dejas que te cambie el nombre? Total, si es solo una letra y una tilde. (Lo peor es que aún habrá quien pensará ¿una letra y una qué? Pero aquí no entro, parto de unos mínimos).
Así que protesto. Con mi estandarte casero pequeñito y la bocaza que me ha tocado en la rifa, para cruz de mi madre (piensa ella). Por los detalles con importancia (pienso yo).
– Mi novia, mamá. – Le digo
– Ya, bueno… ¿pero viene o no? Que es lo que importa.
Pues no. No es lo que importa porque ya se sabe que donde comen cuatro comen cinco, pero si tú no dejas de llamar ‘amiga’ a mi novia, tú no me estás mirando. Estás mirando a través de mí; o te has quedado corta. Miras una proyección que te inventaste, no soy yo. Ves el bulto, te pierdes los detalles. ¡No me enfocas!
Si esto hace mi madre, que me quiere, ¿qué no harán los demás?
(Gracias a Sofía, Elena, Silvia, Luis, María, Diego y Aníbal por prestarse a representar un papel que no es suyo)