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Lo que ‘Carmen y Lola’ no me enseñó.

Por Tamara Gámez Ramos, de @AltramuzEditorial

 

La primera vez que vi a Sandra Carmona pensé que era vasca. Recuerdo verle caminar delante de mí en la Nogalera, el barrio LGBTIQ+ de Torremolinos, en una celebración post reivindicación del Orgullo. Pelo corto, flequillo arriba, rasgos marcados (sobre todo los pómulos y barbilla) y ojos claros. Con seis años de mi vida en Navarra y un amor profundo a lo vasco, no podía perder la oportunidad de hablarle con mi Euskera chapurreado nivel parvulario. Allá que fui, armada de valor y unas cervezas, segurísima de que la mujer hacia la que me dirigía se llamaría como mínimo Izaskun o Maitane.

«No soy vasca, soy gitana».

El porrazo contra la realidad fue flagrante. Mis estereotipos de la vasquitud no eran una guía del mundo, pero tampoco los de la gitaneidad. Me tocaba aprender todo lo que la película Carmen y Lola no me había enseñado.

Sandra Carmona es ilustradora, educadora y activista por los derechos del pueblo Rrom y el colectivo LGBTIQ+. Trabaja con mujeres en exclusión social y utiliza sus ilustraciones para visibilizar la diversidad dentro del pueblo gitano.

Con la naturalidad y la certeza al hablar del mundo como si me diera la hora, y la preocupación por que algo no se entienda («tú esto luego lo cortas si ves que no…que no hay por donde cogerlo»), me cuenta que su activismo comienza en el momento en el que se relaciona con personas gitanas más allá de su contexto familiar. Esto le permite entender el carácter estructural de la opresión, canalizar su rabia y adquirir herramientas para afrontar la realidad. Como lesbiana, comienza a participar en contextos de activismo LGBTIQ+ donde descubre que el ser gitana y pertenecer al colectivo LGBTIQ+ son realidades inseparables.

Una de las primeras cosas que aprendí al conocerte es que el imaginario que tenemos de las personas gitanas, también las LGBTIQ+, está lleno de prejuicios y estereotipos. ¿Cómo se ha ido construyendo esto?

Se construye a base de vivir y convivir durante 600 años en una sociedad totalmente antigitanista. Es un racismo estructurado con leyes que prohíben a las personas gitanas existir. No podemos olvidar que en este país se cometió el primer intento de exterminio en Europa y fue hacia las personas gitanas. Incluso hasta se nos impuso la palabra que tenía que definirnos, la palabra gitano/a aparece para nombrar a alguien que no es de aquí de una manera despectiva. Al mismo tiempo, para que la ciudadanía asuma estas leyes como algo natural, se construye un imaginario colectivo a base de crear toda una serie de estereotipos negativos, a partir de la literatura, el cine, el teatro, la música… a lo largo de casi 600 años… Es normal que ahora mismo a cualquier persona le cueste mucho pensar en la diversidad del pueblo gitano o verme a mí y pensar que soy gitana y que dentro de ser gitana no voy a cumplir esos estereotipos que se esperan.

¿Cómo se puede construir otro imaginario de las personas gitanas y, en concreto, de lo LGBTIQ+ dentro de la realidad romaní?

Escuchando a las personas gitanas. Muchas veces creemos que por hablar y mencionar a las personas gitanas estamos dejándoles ya ese espacio, pero no es así. Sobre el tema LGBTIQ+ y gitano pocas veces he escuchado hablar, ni siquiera mencionarlo. Creo que incluso hay personas LGBTIQ+ que cuando hablan sobre temas relacionados con el colectivo no tienen en su imaginario esa posibilidad. Pero hay muchas personas gitanas LGBTIQ+ que necesitan entrar en esos espacios y comenzar a ver otros referentes. Me viene a la cabeza Jota Carajota, un chico joven gitano, bisexual, artista drag. Seguramente ha sido un vendaval de aire fresco para muchas personas gitanas LGBTIQ+. Necesitamos más ejemplos así en todos los espacios del colectivo. Para eso hay que ceder esos espacios.

Tu existencia, entonces, es un desafío para la construcción de esa imagen estereotipada de las personas gitanas en la que no cabe una chica lesbiana, feminista, activista… Pero estas son tus identidades, ¿cómo vives tú esa interseccionalidad?

Mi realidad la viví hasta cierta edad intentando ocultar esta interseccionalidad porque era mucho a lo que enfrentarme, no estaba preparada. Por desgracia, todas las personas nos hemos educado en el antigitanismo, personas gitanas y no gitanas. Vivía en un armario étnico, pero al mismo tiempo también estaba dentro del armario LGBTIQ+. Es un conflicto de identidad que muy pocas personas saben lo que significa porque es estar entre dos aguas, una idea que se ha romantizado mucho, como si automáticamente se escuchara la musiquita de Paco de Lucía (risas). Pero estar entre dos aguas…como no sepas separarlas bien…te ahogan. Literalmente. Lo que me ayudó a cambiar esto y visibilizarme fue encontrar, de repente, a alguna persona que me dice: «yo estoy en tu misma situación».

La semana pasada nos encontramos con una noticia de enorme tristeza, el fallecimiento de George Ward (Cherry Valentine), a los 28 años. Artista drag, competidor en RuPaul’s Drag Race de Reino Unido y una de las pocas personas roma LGBTIQ+ más mediáticas. Tú eres una referente para la comunidad, pero todo el mundo necesita los suyos. Entre las personas gitanas LGBTIQ+, ¿quiénes son tus referentes?

Mi primer referente fue Demetrio Gómez, fue la primera persona que conocí. Recuerdo la primera vez que lo vi, estaba dando un pregón en el Orgullo. El amigo con el que yo iba me dijo: «pues es gitano y está en una asociación que se llama Ververipen». Deme es un activista internacional desde hace más de 30 años. Leí las cosas que él había escrito y busqué información de Ververipen (palabra que significa diversidad en Romaní). Ahí encontré también a Curro Camacho. Ellos se convierten en mis referentes y mis amigos. Me han ayudado a llenar un vacío que siempre estaba ahí, que incluso estando con personas del colectivo LGBTIQ+ me faltaba llenar porque, aunque podía hablar de la realidad de las personas gitanas, sentía que no me podían entender igual que otra persona gitana LGBTIQ+. Todas buscamos y necesitamos personas con realidades parecidas a las nuestras para sentirnos comprendidas.

Entre mis referentes lesbianas tengo a Sandra Selimovic. Es verdad que ella es un modelo importante para mí, pero al final necesitas que tus referentes estén cerca de ti. Para mí también son referentes otras mujeres lesbianas gitanas que conozco y están en mi contexto, aunque no sean activistas, hacen su vida, son mamás… Para mí, mostrarse, ser visible, siendo esa su realidad, es lo que necesito ver. Estos referentes cotidianos que son a lo que yo quiero aspirar. No quiero aspirar a montar una compañía de teatro…porque me parecería súper difícil, imposible (risas), pero sí aspiraría a poder tener una visibilidad y que otras mujeres gitanas lesbianas también pudieran tenerla sin ser cuestionadas.

No has montado una compañía de teatro como Sandra Selimovic, pero sí una editorial…y tu activismo también está vinculado al arte ¿Cómo se conecta tu papel como ilustradora con tu lucha por los derechos de las personas gitanas LGBTIQ+?

Yo me di cuenta de que tenía una de las mejores armas que podía utilizar en el activismo. El arte es algo que puede llegar a emocionar, y a través de la emoción las personas pueden empatizar un poco más con la causa de la que estés hablando. En mi caso, también es una manera de reapropiarme de algo que nos habían arrebatado para utilizarlo, además, a la inversa, mostrando una imagen real del pueblo gitano.

Yo leía mucho sobre personas gitanas, pero la gran mayoría estaba escrito por personas que no eran gitanas. Por eso nace Altramuz, una editorial especializada en diversidad social que se enfoca precisamente a eso, a que los libros estén escritos, narrados y/o ilustrados por las personas que pertenecen a esa realidad diversa. El primer libro que publicamos fue Alma, el cual escribo e ilustro. Es el primer libro que se publica a nivel nacional en el que la protagonista es una niña gitana y que, además, no cumple con estereotipos. Es una realidad cotidiana de una niña, vinculándola a su cultura. No podemos olvidar que las personas gitanas tenemos una cultura, elementos y códigos culturales que nos hacen ser quienes somos. Mi objetivos eran que toda la infancia disfrutara con este cuento y que la infancia gitana comenzara a tener referentes. Pero también hay una parte dirigida al público adulto. Hay un momento del cuento en el que unos niños gritan la palabra “gitana” a Alma y luego se van corriendo. Eso hace que ella empiece a cuestionarse qué es ser gitana. El mensaje ahí está para las personas adultas, la reflexión sobre cómo utilizamos el lenguaje y trasmitimos esto a la infancia, cómo se va construyendo que los niños y niñas piensen que ser gitanos es algo negativo. Después de Alma, continuamos con obras como La Zúa u Orgullo (Volumen I), donde por primera vez hablamos de personas roma LGBTIQ+.

Fuera de Altramuz también sigo trabajando como ilustradora en campañas sociales, ilustración feminista… también para otras editoriales, como Ediciones del Genal, donde se publica la novela ilustrada Gitanas.

Has mencionado los libros Gitanas, y Orgullo Volumen I. Estos son uno de los pocos libros en Castellano donde se visibilizan a personas gitanas LGBTIQ+. Cuéntanos un poco más sobre estas obras.

Gitanas es un conjunto de seis relatos, Antonio Rodríguez, su escritor, es gitano y también forma parte del colectivo LGBTIQ+. En estas historias se muestran a seis mujeres gitanas muy diversas y en diferentes épocas históricas. En una de ellas la protagonista es una chica lesbiana, una historia que me llega especialmente y que narra cómo ella tiene exactamente los mismos miedos que tienen el resto de personas del colectivo: se lo tengo que decir a mi familia, quiero que mi madre me siga queriendo igual, quiero que no me vean diferente, tengo miedo de acercarme a esta chica que me gusta porque no sé lo que va a pasar… Es una historia muy humana, además vinculada a una realidad gitana.

En Orgullo, que está publicado por Altramuz, también encontramos seis historias, pero en este caso lo que queríamos era visibilizar a las personas activistas LGBTIQ+, humanizarlas a partir de que ellas mismas contaran sus historias. Dos de estas historias son las de Demetrio Gómez y la de Miryam Amaya, una mujer gitana trans que ya estuvo a la cabeza de la primera manifestación del Orgullo en 1977.

Para finalizar, Sandra, ¿Cómo podemos construir un colectivo LGBTIQ+ más inclusivo?

Las personas del colectivo somos personas que vivimos dentro de este sistema. Un sistema patriarcal, capitalista, racista, colonialista, payocéntrico, cis, heteronormativo… Y, a veces, el colectivo representa también esto. Es decir, a pesar de situarnos en lo no normativo, dentro de nuestra diversidad también buscamos una “normalidad”, una “homogeneidad”, donde el resto

de personas no tenemos cabida: personas racializadas, personas que no cumplen con ese físico canónico estandarizado que hemos creado… Somos la otredad dentro de la diversidad y, de hecho, hay palabras que así lo definen. Si tú no entras dentro de esta normatividad como mujer lesbiana, por ejemplo, ya te tienes que representar como butch. Parece que la palabra colectivo se ha difuminado, la hemos olvidado o pasa como con aquellas palabras tan repetidas que ya no tiendes a pensar en lo que significan.

Creo que es muy necesario que una persona gitana LGBTIQ+, como yo por ejemplo, cuando esté con otras personas LGBTIQ+ no escuche las mismas frases antigitanistas. Así no podemos aspirar a que las personas gitanas se acerquen. Estamos en un momento en el que hablamos cada vez más de la diversidad dentro del colectivo LGBTIQ+, de la interseccionalidad… es importante que pase de lo teórico a la realidad: compartir espacios con personas racializadas que no cumplen con esa normatividad dentro del colectivo, y que también necesitan sentirse parte.