Entradas etiquetadas como ‘activismo LGTBI andaluz’

Liderazgos femeninos en el activismo LGTBI+ andaluz

Pablo Morterero (@pabloMorterero)

 

En ocasiones, la invisibilidad de ciertos sectores proviene de la misma crítica que la denuncia.

Uno de esos lugares comunes del activismo LGTBI+ en nuestro país (imagino que también en el resto de sociedades, al menos las occidentales, pero no me considero lo suficientemente informado para asegurarlo) es, entre otros muchos, la falta de espacio para las mujeres en general, y de la mujer cisexual lesbiana en particular.

Según la definición de la web Significados, un lugar común es aquella frase, expresión o idea que, debido a su frecuente uso, se vuelve trivial o se desgasta, perdiendo significación. En el caso que planteo, la denuncia de falta de espacio para las mujeres en el activismo LGTBI+ no significa que no encierre una porción de verdad, sino que su uso (o abuso) termina trivializándola hasta convertirla en ruido de fondo, al que apenas se le presta atención.

El activismo LGTBI+ debe aspirar a visibilizar la complejidad que esconde el acrónimo de las cinco letras y el signo más. Y ello pasa por visibilizar a las personas reales que las engloba. Una aspiración que, en ocasiones, se convierte en una misión endiablada por las propias dinámicas sociales de nuestra cultura, que también empapa a las personas intersex, trans, homosexuales (gais y lesbianas), bisexuales y asexuales.

Porque la necesidad de compartir y ceder la palabra y liderazgos a personas que viven, sienten y padecen detrás de cada una de esas cinco letras y signo, no debe ser incompatible con la existencia de voces corales dentro del activismo. Es decir, no podemos imponer una especie de disciplina férrea que impida que cualquier persona dentro del activismo LGTBI+ hable en nombre de cualquiera de ellas.

Muchas son las hipótesis que buscan explicar la falta de liderazgos femeninos (fundamentalmente de mujeres cisexuales que tienen sexo con mujeres) al frente del movimiento LGTBI+. Pero bastará en el contexto de este artículo dejar constancia que reducirlo a una supuesta imposición de los hombres cisexuales que tienen sexo con hombres, no solo es erróneo sino además injusto.

Nuestros comportamientos como mujeres, hombres y personas no binarias no deja de ser el resultado de paradigmas culturales (formales e informales, explícitos e implícitos, confusos y difusos) en los que hemos sido educados. Por eso, el heteropatriarcado en el que hemos crecido forma parte esencial del andamiaje emocional y cultural sobre el que hemos construido nuestras convicciones y nuestras opiniones. Y resulta inocente (incluso peligroso) confiar a la mera intuición y a la buena voluntad para superarlo. Por eso no debe sorprendernos que las personas LGTBI+ reproduzcamos algunos (o muchos) de los roles del heteropatriarcado que denunciamos.

Históricamente, en Andalucía no nos constan que hayan existido organizaciones integradas exclusivamente por mujeres que tenían sexo con mujeres, ya fuesen lesbianas o bisexuales. Sí nos consta de algunos grupos informales de mujeres lesbianas y bisexuales que organizaron algunas actividades reivindicativas, como la fiesta lésbica que, con ocasión del 28 de junio de 1981, se organizó en Pino Montano (Sevilla). Aunque posiblemente nuevas investigaciones, e incluso re-lecturas de la historia del feminismo en Andalucía, aporten nuevos datos.

Los movimientos homosexuales conocidos de los años 70 y 80 estaban exclusivamente integrados por hombres que tenían sexo con hombres. Si bien es cierto que aunque contaron con el apoyo de organizaciones feministas, como fue el caso de la Asociación Democrática de la Mujer y la Unión Democrática de Homosexuales (UDH) en Málaga, o el Colectivo Prímula y el Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria (MHAR), en el caso de Sevilla, lo cierto es que dicho apoyo provenía fundamentalmente de feministas que tenían sexo con hombres (las famosas mariliendres feministas), cosa que contrastaba con la frialdad que eran tratados por parte de las numerosas mujeres que tenían sexo con mujeres (lesbianas y bisexuales) que por entonces eran bastante numerosas dentro del feminismo.

Y es que el activismo feminista de las mujeres que tenían sexo con mujeres no pudo (o no quiso) que el feminismo (ya fuera el de la diferencia o el de la igualdad) asumiera con naturalidad las reivindicaciones lésbicas y bisexuales, por lo que nunca fueron referentes para el activismo gai andaluz.

Habría que esperar hasta los años 90 cuando surjan los primeros grupos mixtos, donde mujeres que tenían sexo con mujeres empezaron a tomar un protagonismo importante.

Fue el caso de COLEGAS en los 90, que contó con importantes activistas lesbianas y bisexuales como Rosa Ortega, en COLEGA Sevilla, Carmen Zurita, en COLEGADES, y, sobre todo, Charo A. Santos al frente de la Federación COLEGAS Andalucía como presidenta, sin duda una de las figuras más destacadas dentro del activismo LGTBI+ andaluz de aquellos años.

También la asociación sevillana SOMOS contó con un activo grupo de mujeres cisexuales que tenían sexo con mujeres, las cuales llegaron a tener una representación específica en la Junta Directiva de la entidad.

Actualmente, el liderazgo femenino en el movimiento LGTBI+ es importante, no solo dentro de aquellas entidades exclusivamente de mujeres, como Carmen Rosario Martín Ruiz, presidenta de la entidad Mujeres por la Diversidad, o de entidades integradas exclusivamente por personas trans, con Mar Cambrollé como presidenta de ATA-Sylvia Rivera, o Cristina Alías, presidenta de TransHuellas, sino también en el seno de las entidades mixtas en materia de corporalidad, identidad y orientación.

Es importante destacar que las organizaciones LGTBI+ más antiguas de la Comunidad Autónoma como OJALÁ Málaga, Jerelesgay y DeFrente están dirigidas por mujeres (Charo Alises Castillo, Susana Domínguez e Inma García de la Fuente, respectivamente). Paradigmático es el caso de la asociación DeFrente LGTBI, la cual, desde sus inicios, ha sido liderada siempre por mujeres, primero por Virtudes Sánchez Sánchez, y posteriormente por Rosa Mena Bravo, Maribel Povedano Barroso, Josefa Suárez, e Inma García en la actualidad.

También es reseñable que Charo Alises, además de abogada especializada en delitos de odio con un trabajo espléndido a sus espalda dentro del Colegio Oficial de la Abogacía de Málaga, es vicepresidencia segunda del Consejo Andaluz LGTBI en representación de las entidades LGTBI+.

O que Inma García sea presidenta de la Federación Plataforma Orgullo LGTBI Andalucía, espacio interasociativo que agrupa a más de 20 entidades andaluzas y que organiza la manifestación del Orgulllo LGTBI+ que se celebra en Sevilla.

Tampoco podemos olvidar que tanto Maribel Povedano como Charo Alises y Josefa Suárez han ostentado responsabilidades en la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).

Pero no son las únicas. Conchi Sanromán es presidenta de Juntxs Todxs por la Igualdad; Raquel García Coletto, es presidenta de La Janda-Conil LGTBI; Toñi Pichardo es presidenta de AlmensIRIS (Almensilla); Luz María García es presidenta de Almería con Orgullo; Mar Sánchez es presidenta de Ágape-Écija; Zaira Cuesta El Atir es presidenta de Lo Sé y Me Importa; Charo Racero Soldado es presidenta del Observatorio contra la LGTBIfobia del Campo de Gibratar; y Janet Alcaide Sánchez es representante de Gaylespol en Granada.

En el campo intersex no podemos olvidar a Maricarmen Díaz, coordinadora de Krisol Pro Derechos Humanos Intersex de Adriano Antinoo, asociada en la actualidad y cofundadora en su día de Grapsia así como socia de y asistente al I Encuentro Estatal en torno a las intersexualidades organizado por Kaleidos.

En definitiva, y a pesar de esos lugares comunes de los que hablaba al principio, las mujeres lesbianas, bisexuales y trans no han tenido techos de cristal infranqueables, y han podido ocupar espacios de liderazgos en las organizaciones mixtas de Andalucía.

Pero ello está lejos de ser satisfactorio.

Las propias activistas LGTBI+ andaluzas denuncian la dificultad para que nuevas mujeres asuman responsabilidades y liderazgos, y es injusto culpabilizar de ello en exclusiva a los hombres activistas que tienen sexo con hombres, y menos aún a los hombres trans o a las personas no binarias.

Los roles de género que impone el heteropatriarcado también condiciona las propias expectativas de hombres, mujeres y personas no binarias. El movimiento LGTBI+ andaluz ha demostrado estar preparado para ser liderados por mujeres cisexuales que tienen sexo con mujeres y mujeres trans. Ahora falta que más mujeres (ya sean lesbianas o bisexuales, o bien trans o intersex) quieran aceptar el reto.