Archivo de la categoría ‘Visibilidad’

No binarie

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Tomates verdes fritos

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

Película estadounidense dirigida en 1991 por Jon Avnet y protagonizada por Kate Bates (Evelyn), Jessica Tandy (Ninny), Mary Stuart Masterson (Iddgie) y Mary-Louise Parker (Ruth). Basada en la novela de 1987 Fried Green Tomatoes at the Whistle Stop Cafe escrita por Fannie Flagg, la narración se enmarca dos momentos históricos distintos: los años 80 y la Gran Depresión que golpeó con dureza a la sociedad norteamericana durante los años 30 del pasado siglo. Evelyn , una ama de casa frustrada de visita en una residencia de mayores, inicia una inesperada conversación con Nanny, anciana de aspecto apacible. Esta cinta, de argumento aparentemente insulso , se convirtió en un éxito de crítica y público en una época en la que el cine de acción dominaba las carteleras de todo el mundo. La novela en la que se basa la película fue candidata al Pulitzer y el guión estuvo nominado al Óscar en su categoría.

Tomates verdes fritos habla de amistad, muerte, violencia de género, relaciones lésbicas, racismo, gerontofobia, feminismo, eutanasia, discapacidad y hasta de canibalismo. Además, dos de sus actrices protagonistas se alejan de los requisitos que se exigen a las mujeres para resultar atractivas en la gran pantalla: juventud y un cuerpo de cine. Flagg, que es guionista de su propia novela, decía que la única manera de que a una mujer le diesen una beca en los 50 era ganar un concurso de belleza.

Thomas Newman compone para acompañar la historia, una magnífica banda sonora que adereza los momentos de ternura y actividad del relato. Sirva de ejemplo la escena del ataque del Ku Klux Klan, o cuando Idgie va a rescatar a Ruth de su marido maltratador.

La cinta se desliza con naturalidad por el melodrama , la comedia negra y el humor gracias a un guión salpicado de frases ingeniosas y situaciones surrealistas, como el entierro del brazo de Buddie organizado por Iddgie, que se empeña en llamar lisiado al hijo de Ruth para que el niño se acostumbre con naturalidad y entereza a las situaciones complicadas de la vida a las que hay que hacer frente al grito de guerra de Towanda!

Gracias a Nini y sus historias Evelyn empieza a tomar conciencia de su valor como mujer. Ese empoderamiento se refleja en diálogos como éste del aparcamiento que mantiene Evelyn con unas mujeres más jóvenes:

—Soy demasiado vieja para ser joven y demasiado joven para ser vieja.
—Admítalo señora, somos más jóvenes y más rápidas.
—Admitidlo, soy más vieja y mi seguro lo cubre todo.

Evelyn empieza a hablar abiertamente sobre sexualidad:

—¿Tiene usted problemas con su sexualidad?-  Le pregunta la monitora de uno de los cursos a los que se apunta para atrapar el tren de la revolución feminista tras proponerle que escrute su vagina con un espejo – .
—No, tengo problemas con mi faja.

La relación lésbica entre Idggie y Ruth en la película solo se puede intuir, sin embargo la novela describe el amor entre las dos mujeres de forma explícita. Los intentos de Mary Louis Parker, Mary Stuart Masterson y Fannie Flagg para convencer al director y a los productores de que ahondaran en la relación sentimental de las protagonistas fueron infructuosos. Todavía eran tiempos muy complicados para la diversidad sexual en el cine y la taquilla mandaba. A pesar de todo, la película ganó un premio Glaad por mostrar una relación lésbica de manera positiva, aunque para la mayoría del público heterosexual, ese aspecto pasó desapercibido.

La secuencia de la lucha de comida con Idgie y Ruth embadurnadas de harina y crema fue la única concesión que el director Jon Avnet hizo a la relación física entre las protagonistas. Una versión light y rural de la sexual El cartero siempre llama dos veces o del erotismo a la luz del frigorífico de Nueve semanas y media.

A pesar de las omisiones intencionadas sobre la naturaleza del vínculo entre Idgie y Ruth, el amor que ambas se profesaban es el verdadero motor de la historia.
 

Lesbianismo para principiantas – Saliendo del armario intento 3 Nochevieja

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Lesbianismo para principiantas – Saliendo del armario intento 2 Cumpleaños

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Me dejé amar

Por Sara Levesque

 

Tengo una tragedia particular: mi radar está estropeado; amo lo equivocado. Amo más mi arte, los relatos y escritos que con él compongo. Los escribo con miedo en vez de tinta. Y, a veces, sangro en el papel, retratando sobre él mis viejas heridas, que no son tan viejas. Adoro, amo incluso mi propia cobardía más que a la mujer que provoca esos sentimientos, más que a aquella que inspira cada palabra que me gotea a coágulos del corazón. Nunca he podido perdonármelo. Supongo que por eso le sigo escribiendo. No sé si busco su perdón o el mío.

Me dejé amar por una mujer que no me amaba. Caí yo sola en la suicidante boca del lobo y lo hice con una gran maestría. Su sonrisa no la puedo olvidar. Al mismo tiempo, tampoco la recuerdo. Me pregunto veinticuatro veces al día por qué la sigo queriendo. Qué extraño es esto del amor…

Quise demasiado… Quise tocar esa sonrisa, agarrar la mano que la censuraba y apartarla despacio para que todas las personas pudieran admirar su poder. Para que fueran testigos de una de las maravillas del mundo.

Existió una época en que posábamos felices para aquellas dos fotos, dejando caer con dulzura un brazo por encima de nuestros respectivos hombros, sujetando con la otra mano el ejemplar de un libro en concreto, como si fuéramos un matrimonio y el poemario nuestro hijo único. Un matrimonio del que solo sobrevivieron recuerdos que no se pueden tachar.

Un enlace que ya no es nuestro nexo común porque el tiempo lo deshilachó. Porque ella y yo preferimos casarnos con la escritura en vez de entre nosotras, que sería lo adecuado.

Optamos por tener cada una sus propios libros por el camino.

Cada vez que el cuentagotas permitía que coincidiéramos, nos tapábamos la boca de emoción. Cada una se tocaba su propia sonrisa. Era chocante. No le aguantaba la mirada mucho tiempo, evocarnos de nuevo me resultaba excesivo. Y solo soy capaz de besarle los recuerdos sin poder recordarnos a besos.

Perdí el tiempo mirándola a los ojos a través de los reflejos de los espejos que me iba encontrando. Buscándola en la nada como si fuera una demente. Abandonada en el punto donde la ciudad besa al horizonte. Un beso sin pasión, desperdiciado en un lugar opuesto al mío.

A ella le complace vivir al otro lado del mundo y yo no tendría problemas en darle la vuelta al mío para confundirme junto a su peculiar locura. Pondría patas arriba mi vida encantada, complicándome los días, compartiendo ese desorden a su lado. La vida da muchas vueltas, tantas como veces puedas curvar tu boca en una sonrisa.

Ahora que está tan lejos y yo soy un poco más valiente, me atrevo a observar a las personas del mundo exigiendo sin descanso su mirada en los ojos de los demás. Porque en los espejos solo queda su eco residual. Y yo no soporto volver a perder el tiempo. No soporto bailar sin la melodía de sus latidos. Prefiero hablar con ella y tropezarme con mi propia sinceridad que seguir en silencio sin que sepa a ciencia cierta lo que ocurre en el fondo de mi pecho. Solo siendo testigo de que vivo en equilibrio, como un tentetieso, bailando a veces a un lado y a veces a otro sin dejar de estar en el mismo lugar atascada. Un lugar desde el que vería más claro nuestro futuro si me arrancara los ojos.

Reseña para un cable que conecta cabeza y corazón (y mucha pedrería)

Por Rubén Frías

 

Atención, Argonautas, que rastreáis incesantemente el vellocino de oro en busca de la felicidad total a través de la liberación (también total). Si os atrevéis a agarrar este remo llamado Mutantes y Divinas en forma de libro para llevar la nave, con vientos favorables o desfavorables, enhorabuena. Pero cuidado, porque no hay que empuñarlo de cualquier manera.

Ira Hybris no ha escrito un libro. ‘Pero, ¿qué dice? ¿Qué LA pasa? ¿Qué currículum tiene esta tarántula?’, podéis estar ahora pensando, o incluso gritando en mitad del metro, el bus o la sala de espera del dentista. Pero dejad que me explique, que para eso me lo han pedido. Le autore no ha escrito un libro titulado Mutantes y Divinas (solamente, Sole), sino que se ha extirpado un buen pedazo del alma y otro del cerebro, duplicándolos, porque no puede perderlos, los ha amasado con mimo y amor, con todo el corpus teórico queer y marxista que muy hábilmente ha seleccionado, lo ha cocinado como quien prepara un plato para quienes más hay que cuidar, y nos lo regala como un acto de amor revolucionario. ¿Eso es, sencillamente, escribir un libro? Poca justicia hace esa expresión a la barbaridad que ha acometido (que no cometido) Ira con y para nosotres.

Une abre este título con la actitud de quien comienza otro nuevo volumen de teoría queer y, en parte, es eso lo que encontrará. Pero, entre todos los términos y léxico más o menos asimilables por un público neófito, si sabe rascar, la persona lectora estará recibiendo mucho más. Al surcar las aguas de este volumen van a ir adquiriéndose conocimientos nuevos, afianzando otros, dando algún golpecito en el brazo del sillón donde estés sentade, estando de acuerdo y en desacuerdo con lo que se te cuenta, lo que se te ha cocinado y servido, y a la vez va une a paladear las propias contradicciones que emanan de Ira Hybris y su obra, convirtiéndose estas en un reflejo coherente de las nuestras propias. Nuestra alma revolucionaria no mutará, como mutantes son nuestros cuerpos y nuestras mismas mismidades, sino que se verá transformada y fortalecida. Porque, como ya escribió el poeta marica Constantin Kavafis a principios del útil, caduco y ya lejano s. XX, quien surca el mar muda de cielo pero no de alma.

Ya en la introducción y el preámbulo notamos que salir de puerto es lanzarse a la aventura. Bueno, con el título mismo, porque ese Mutantes y Divinas recuerda forzosamente a esa primavera de 2011 en Madrid, en la que surge la asamblea de la Zorras Mutantes, como contra-patologización de la fluidez de las identidades, los cuerpos, los deseos. Sí, hablo de aquel 15M en el que, por ejemplo, Feminismos Sol plantó bien grande para picazón de muchos (masculino intencionado) que La Revolución será feminista o no será, al tiempo que nuevas células de lucha imaginativa aportaban acción y corazón a esa revuelta, como la Asablea Transmaricabollo de Sol.

Ira Hybris nos ofrece en esta nave para surcar los mares de la revolución un refugio desde el que conspirar, desde su propia experiencia transformada y transformadora. La anécdota de la fiesta de disfraces del cole, que no osaré desvelar aquí, es más que suficiente para que quieras abrazarle antes de seguir leyendo. Ira, ¿puedes pasarte por el rinconcito de lectura de cada une de nosotres cuando lleguemos a esas líneas? NECESITAMOS abrazarte ahí. Tuve que abrazar a mi gata, y no es lo mismo.

Partiendo de reflexiones sobre esa anécdota, y de la premisa de que nos han robado el futuro, esgrime el concepto de feminidad masculina para prenderle fuego más adelante a favor de una sistematización de ideas abolicionistas de género, así como de la sociedad de clases capitalista imperante (TODAS las clases). Y freno un poco, que se me calientan los dedos y os destripo el ensayo.

Se trata ese abolicionismo total desde puntos de partida como el Las lesbianas no somos mujeres de Monique Wittig, con sus ecos maricas como los de Serpentarios maricas (Beto Canseco y Walter Deasis, 2.018), e incluso de servidore, si se me permite, cuando conducía el espacio ¡DIGO! En Twitch y YouTube para La Oficina (asociación cultural almeriense), y abría cada programa con Buenas tardes, yo soy Rubén Frías, y no soy un hombre. Con mi barba, mi pene y toda la imagen de lo que el cisheterocolonopatriarcado capitalista nos empuja gaznate abajo que es un ‘hombre’. ¡Sí, hombre!

En este libro (que ya hemos quedado en que no es un libro) encontraréis alegatos muy bien justificados en contra de las etiquetas y, a la par, profusos usos de las mismas, y algunas que a lo mejor ni conocemos. Porque es evidente que luchamos con lo que tenemos, jugamos con lo que tenemos y, en la tarea de liberar(nos) y TRANSformar(nos), estamos donde estamos soñando con donde queremos estar.

Propone le autore aquí una revolución, una ruptura, un salto al vacío sin red en triple tirabuzón carpado, que tenga siempre como telón de fondo, no aceptarnos, sino reivindicarnos como torcides. Por lo tanto se plantea un cambio radical total desde lo que la normatividad considera torcido. Vamos a reventar su normalidad con nuestra torcitalidad.

El llamamiento, como grito parrésico, es a salirse de sí misme y la identidad otorgada y asumida. No asumir. Disentir. Explorar en Argos los mares de las realidades corporales, de (no)género y sexo-afectivas. Si las teorías queer pretenden ampliar los márgenes desde los que surgen, hay que empezar a no asumir el cuestionamiento de la disidencia (auto-cuestionamiento, muchas veces, desde la propia trinchera o refugio, en una suerte de fuego amigo), y empezar a cuestionar el centro cis-hetero-colono-patriarcal normativo y disciplinante, hacia donde se dirige la ampliación de nuestros márgenes. ¿Es dejar de considerarnos un margen? Contestarnos esta pregunta para contestarla al mundo es también una revolución en sí misma.

Se nos planta, como ya ocurrió desde Rojo del Arco Iris, el término Marxismo Queer. Probablemente Marx se estará revolviendo en su tumba, pero que se joda. No quiero, que se me calientan los dedos-lengua otra vez, hacer lo que el anglicismo nos impele a nombrar spoiler, pero no puedo dejar de señalar una de las consignas de Mutantes y Divinas, y es que no hay un Marxismo Queer y un Marxismo. El Marxismo, como la revolución y la liberación del mundo, si lo son, son queer. Todo el mundo hacia lo queer en marcha torcitalizante, y si no me vuelvo loca, lo rompo tó y no pago ná. La liberación será queer o no será, como la revolución será feminista o no será.

Este ensayo es, a la vez, una lluvia y una enmienda la totalidad. Por ejemplo, sólo se podrá abolir el género aboliendo el trabajo asalariado, como nos deja ver la Teoría de la Reproducción Social, y que aterriza Ira más claramente desde la militancia crítica del/los marxismo(s) queer(s). Y es que también nos pone Ira por delante la consigna ‘Lo queremos todo. El pan, las rosas y la purpurina’. Un Federico García Lorca de hoy estaría orgullose de ti, hermane.

Hay espacio en este viaje para el riesgo y la empatía, cómo no. El ser humano ha perdido la capacidad de ser el timonel de la historia, dejemos pues que los monstruos se amotinen provisionalmente del barco. Tal vez descubramos, en el proceso, el secreto de que todos los monstruos fueron un día humanos. Pero hay enemigos y no pueden perderse de vista ni bajarse la guardia.

Todo esto se nos ofrece por delante al montarnos en la Argos que supone abrir y abrazar Mutantes y Divinas de Ira Hybris. El bellísimo cierre del Capítulo II, saber que siempre se ha dicho que el rojo y el rosa combinan mal y estar dispuestas a destrozar esa norma, porque a eso hemos venido, a enternecernos con que Itzi Ziga le diga a le autore (y a nosotres) que ‘hay trazas de comunismo, como en los yogures’, y a purpurinizar el recuerdo del Mayo del 68, porque bajo la UIG, está la playa, y debajo de la realidad actual, la playa torcitalizada a la que arribará nuestra Argos triunfante como si fuese el bus de Priscilla Reina del Desierto.

Finalmente bordaremos pájaros en la bandera de la libertad. Ya no más la Loca de Enfrente y siempre, además, la Loca de Enfrente. Un pedazo de cielo rojo, para que podamos volar, con nuestras alitas rotas o restauradas, a placer.

Disfrutad del viaje, y aprovechémoslo bien. Nos vemos a lo largo del arco iris. Buscadme, porque suelo ir por el rojo. Ahí nos cruzaremos con todas las que van asomándose a este ensayo a saludar, como Mario Mieli, Samantha Hudson, Paul B. Preciado, Susan Stryker o Félix Guattari, entre muches otres.

Buen viaje; que los vientos nos sean propicios en nuestras divinas mutaciones transformadas y transformadoras.

Joyland

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Esta película pakistaní dirigida en 2022 por Saim Sadiq, cuenta la historia del amor imposible entre una estrella trans y un joven perteneciente a una tradicional familia de Pakistán . La cinta obtuvo el premio del jurado Una cierta mirada en el Festival de Cannes y la Palma Queer de ese certamen en el año 2022.Es la primera película paquistaní que desfila por la croissete. Joyland también obtuvo el premio Independent Spirit a la mejor película extranjera de 2022. Además consiguió una mención en la Seminci y fue preseleccionada por Pakistan para participar en los Óscar.

Joyland (la tierra de la alegría), es el nombre de un parque de atracciones de Pakistán, sin embargo el país que describe la cinta es un lugar donde se reprimen las libertades individuales. Por esto, no es de extrañar que la película fuese censurada debido a las quejas que sectores conservadores pakistaníes formularon ante el Ministerio de Información y Radiodifusión. El senador Mushtaq Ahmed Khan, perteneciente al partido Jamaat-e-Islami, afirmó sobre Joyland:

Va en contra de los valores sociales y estándares morales de nuestra sociedad y es claramente repugnante a las normas de la decencia y la moralidad.

La presión mediática ejercida por su director, el elenco y figuras públicas como Malala Yousafzai, consiguió que el 16 de noviembre de 2022 se revocara la censura y, finalmente, se estrenase el 18 de noviembre.

Sadiq cursó sus estudios en la universidad de Columbia y quizás fue allí donde aprendería que para tener éxito debía de contar historias que, aunque locales, pudiesen trasladarse a cualquier tiempo y lugar. Su primer cortometraje, ‘The Caretaker’ (2017), se proyectó en numerosos festivales de todo el mundo. En 2018 dirigió ‘Nice Talking to You’, finalista en los BAFTA dentro de la categoría mejor película estudiantil y ganadora del primer premio de la Kodak Student Scholarship. Su cortometraje ‘Darling’ (2019) fue la primera película pakistaní que se estrenó en el Festival de Cine de Venecia, y ganó el Premio Orizzonti al mejor cortometraje.

El cuidado por los detalles no impide a Joyland ser una película que denuncia el sistema patriarcal vigente en el país. Con un comienzo ligero cercano a la comedia, la trama se va desplazando hacia el drama conforme avanza la historia. A través de las vivencias de Haider, Sadiq disecciona la existencia de la familia tradicional paquistaní cuyos miembros viven una mentira para cumplir con las asfixiantes tradiciones del país. El joven Haider, pasa sus días cuidando de sus sobrinas y de su padre enfermo al tiempo que se dedica a las labores del hogar. Las presiones de su padre y de su hermano para que se convierta en el hombre que manda la ley islámica hace que empiece a trabajar como bailarín exótico en el espectáculo de Biba, una diva trans. El film comienza con un inocente juego infantil. El protagonista aparece cubierto con una sábana, ocultando su identidad como un fantasma.

El director describe con delicadeza la relación entre Haider y Biba pero sin victimizar a la estrella trans del baile. El realizador convierte a la diva en el centro del espectáculo. Biba protagoniza los números musicales de tintes bollywoodienses. El vestuario, las luces y el escenario donde la artista protagoniza sus bailes no esconden la situación de marginación que sufre por el hecho de ser trans. La mujer de Haider, tercer vértice de la historia, vive su propio drama personal al tener que abandonar su trabajo y encerrarse en casa cuando su marido encuentra una ocupación. Por otro lado Haider está a punto de mantener una relación sexual con Biba, pero la confusión del joven frustra ese encuentro carnal entre ambos.

La película tiene un ritmo pausado y su formato de cuatro tercios es hábilmente utilizado por el director. La pantalla cuadrada en la que se encuadra el film, transmite el ambiente de ahogamiento que respira la familia de Haider. La fotografía en tonos pastel con una cambiante paleta de colores, dota a la cinta de luminosidad alejándola del melodrama que le ronda cerca . El desenfadado naturalismo de las interpretaciones permite conectar con los personajes y con la historia de forma fluida.

Saim Sadiq , además de que no se sintió suficientemente hombre en una sociedad heteropatriarcal, en su juventud conoció más de cerca, en un barrio colindante, a la comunidad trans. El director convierte su lucha interna en una película que invita a la reflexión a través de personajes que desean abrir sus mentes pese a las restricciones sociales. Joyland es un homenaje a todas las personas trans que cada día pagan un alto precio por vivir en una sociedad como la paquistaní. Según afirmó el realizador:

Empecé a escribir esta historia en 2015, era la historia que quería contar. En esos años hasta que rodé ha cambiado el guion, pero no la esencia de la historia, más bien la estructura. El primer germen de la idea que se me ocurrió fue tener una historia sobre un hombre, una mujer y una mujer trans. Con un hombre, una mujer y una mujer trans quería decodificar lo que el patriarcado hace a los seres humanos y a las relaciones humanas. Ellos me daban la oportunidad de explorar de manera integral. También creo que la existencia de una mujer trans en la película fue un gran estímulo para la historia, porque su misma existencia como ser humano desmantela todo lo que representa la familia tradicional. Las personas trans siempre han tenido mucha presencia y antes de la colonización de los británicos eran personas muy respetadas, a las que no se discriminaba como hoy. Pero después de la colonización, se criminalizó ser trans y ser gay en India y en Pakistán. Es una discriminación heredada. Pero las personas trans son un colectivo visible de nuestra sociedad. Hay asociaciones que luchan por sus derechos porque hoy se enfrentan a violencia y a muchas dificultades, pero estas personas saben cómo unirse y movilizarse. En el país se han aprobado leyes sobre sus derechos. Pakistán es uno de los pocos países del mundo que los reconoce como un tercer género y eso es algo importante, sobre todo en una sociedad conservadora.

Filadelfia

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

Jonathan Demme dirigió en 1993 esta cinta estadounidense protagonizada por Tom Hanks y Denzel Washington. Andy Beckett (Tom Hanks) es un joven abogado con una carrera prometedora que ve como su vida cambia cuando le diagnostican VIH y le despiden del despacho para el que trabaja. Andy contrata al abogado Joseph Miller (Denzel Washington) para que ejerza su defensa en el procedimiento de despido. Miller debe enfrentarse al rechazo social respecto al virus y a sus prejuicios sobre la homosexualidad.

Filadelfia presenta una estructura de drama judicial en el que el guionista Ron Nyswaner incluye una descripción de los efectos del sida y su repercusión en la vida de una pareja gay. Filadelfia fue la primera película comercial que abordó la pandemia del sida y supuso una forma distinta de tratar esta lacra desde el cine. Recordemos que en los años 80 el sida era una enfermedad desconocida y mortal que arrebataba la vida de miles de personas. Esta pandemia se cebó particularmente con la población homosexual lo que hizo que el rechazo y los prejuicios que ya existían respecto a las disidencias sexuales emergieran con gran virulencia. Empezaron a denominar al sida como “la peste rosa”. El pánico se instaló en la sociedad y muchas personas pensaban que cualquier contacto con alguien que padeciera sida bastaba para contagiarse. En este contexto ni productores ni guionistas se atrevían a contar una historia sobre este tema ni a plasmar en la pantalla la vida cotidiana de una pareja homosexual.

Por aquella época, Tom Hanks después de sus apariciones en las exitosas Big y Splash, buscaba un nuevo proyecto en el que embarcarse. Entonces su agente le habló de la posibilidad de interpretar a Andrew Becket, el joven abogado homosexual despedido al enfermar de sida. Hanks consiguió el papel frente a actores de prestigio como Daniel Day-Lewis, Richard Gere, Kevin Kline y William Hurt que también se interesaron por la película. Cuenta Demme que eligió a Tom Hanks ya que quería que el personaje fuese visto como un hombre común con el que el público en general pudiese empatizar, y Tom Hanks era, según se decía, lo más parecido a un buen hombre que se puede encontrar en Hollywood. Por su parte, Hanks aceptó el papel porque como explicaba en una entrevista: Me atrajo la historia de ese hombre cuyos derechos habían sido perjudicados y que reclamaba justicia. Ni venganza ni castigo, solo justicia. Nadie podía dejar de sentirse aludido por una historia así . Para preparar su personaje el actor afirmó: No sentí que fuera necesario frecuentar los bares homosexuales ni salir de levante por Sunset Boulevard. En mi ambiente siempre hubo hombres y mujeres homosexuales. Lo que si hizo Hanks fue sumergirse en los libros de Paul Monette, un brillante escritor estadounidense que murió de sida en 1995. También se reunió con médicos y pacientes. Les hacía preguntaba sobre todo tipo de cuestiones como ¿Cuál fue tu reacción al saber que estabas infectado? o ¿Qué pasó en tu mente al saberlo? porque según comentó el actor era lo que necesitaba saber para interpretar el papel.

La película se rodó en orden cronológico para que se pudiera percibir el deterioro físico del protagonista. Hanks adelgazó quince kilos y se afeitó la cabeza para escenificar con crudeza y realismo el declive de una persona enferma de sida. Antonio Banderas fue el elegido para dar vida a Miguel, el novio del protagonista. El actor malagueño, que venía de interpretar a un personaje gay en la almodovariana Ley del deseo, su papel no suponía ningún problema. Sobre la forma en la que se había preparado su personaje, Banderas afirmó en una entrevista: Mire usted, no he hecho nada porque no creo que un homosexual sea más diferente que yo en ningún aspecto. Tengo muchos amigos homosexuales que descubrí que lo eran a los dos años de conocerlos. La química entre Hanks y Banderas fue notable y su relación fuera del rodaje se transformó en una sólida amistad.

Filadelfia consiguió 5 candidaturas a los Oscar y se llevó 2 estatuillas: Mejor actor (Tom Hanks). Mejor canción original («Streets of Philadelphia», de Bruce Springsteen). Además, Tom Hanks obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín por su memorable actuación en esta cinta.

Rock & Roll

Por Sara Levesque

 

¡Qué sorpresa cuando me dijo que le encantaba el rock and roll! Se la veía tan delicada y grácil… Como si a las personas como ella no pudiera gustarles el estilo musical más puro que existe.

Me asombré de mi propia comparación, avergonzada. Y deduje, una vez más, que era maravillosa, única. Y me volví a aficionar al rock una temporada, dejando el blues para cuando no estuviera. Así tendría algo de qué hablar con ella mientras buscaba los términos adecuados para decirle «qué guapa estás» en vez de pensarlo a hurtadillas.

Me gustaba porque era sencilla.

La conocí y en mi mente se abrieron los vínculos necesarios para que apareciese cada vez que cerraba los ojos. Si mañana me quedase ciega, seguiría percibiéndola porque ya no existe en mi cerebro sino un poco más abajo, en un rinconcito alrededor del cual sopla siempre mucho aire. Deduje que era tan preciosa que debería estar prohibida; que si alguien pretendiese arrestarla sería yo encerrándole la boca con mis labios.

Los días avanzaban. Dejé pasar uno tras otro, convenciéndome de que al siguiente sería valiente y le diría que me gustaba. Que quería invitarla a un café y perderme en su mirada ilegal. Que ambicionaba el deseo de ser la protagonista de sus poemas más sensuales y de los más desgarradores. Que me gustaba porque era sencilla. Sencilla, que no simple.

Iría, alegre y viva, hacia ella, y le diría de todo menos quejas. Sabía que no soportaba a los quejicas. Le sonreiría; eso era fácil cuando nos mirábamos. La luz de sus parpadeos siempre me invitó a ello, incluso cuando una vez soltó no sé qué historia acerca de una chica que le llenaba el estómago de mariposillas ––y no era yo––. Hasta en esa situación me nacía sonreírle, a pesar de que los celos me pudrían las entrañas. Y cuando reía, le brillaba el sol entre los dientes, ¿lo sabías?

Me sedujo su calma. Y su espontaneidad… Era como saltar al vacío sin importar dónde caer ni si va a doler mucho. Como cuando movía la mano al gesticular y tiraba el objeto con que se topaba, rompiéndolo. Con ese ademán involuntario armaba un desorden que a cualquiera le daría ganas de desarmarla a gritos. A mí no. Yo me rompía, pero en carcajadas.

Me hacía reír incluso cuando miraba mi teléfono y veía que la llamada que esperaba seguía perdida; cuando el silencio de mis proyectos era lo único que me sonaba; cuando estaba de inmundicia hasta las cejas y con la toalla escurriéndose de mis dedos muy despacio, tan despacio que afligía; o cuando mi único deseo era encarcelarme bajo la sábana y quitarle el corcho a La Rioja para bebérmela.

Me atraía que solo alzara la voz para desternillarse a gritos, con esa risotada infantil que exteriorizaba como si le hubieran golpeado la espalda, escupiéndola. ¿Por qué mis labios no caminaron con decisión desde sus mejillas hasta el hogar donde viven sus besos? Porque tenía miedo. Muchos miedos diferentes. Me daba respeto e intimidaba su posible respuesta. Me asustaba dejar pasar esa ocasión y que la vida se hubiese cansado de tenderme su mano, saturada de oportunidades. Recelo de acabar siendo esa que siempre va con la hora a destiempo. Espanto de perderla antes de saber lo que era tenerla en mi vida como algo más que una amiga. Temía querer invitarla a algo y que no pudiera porque tenía prisa o algo mejor que hacer… Quise ser valiente por una vez, lo prometí. Lo malo fue que me creí mi mentira. Una vez más.

Pensé que debía darle un giro a mi conducta con ella. Olvidarme de este constante desgranar de bobadas. Quizá el resultado hubiese sido otro si rompía las leyes y ese giro lo daba con /j/. Porque me cautivaba. Porque era sencilla. Porque me cautivaba su sencillez. Y el jiro que provocaba en mi día a día.

Lo que deseaba, más que amor, era hacerle reír hasta que se le durmiera la mandíbula. Porque así era como me imaginaba la felicidad: a través de su risa. Y eso tan sencillo me gustaba…

© Sara Levesque

La ficción de un mundo inmune

Fundación 26 de diciembre

 

La Fundación 26 de Diciembre, entre sus objetivos fundacionales, contempla la atención especializada a personas mayores LGTBI con VIH/ SIDA y el fomento de la investigación. Partiendo de estos objetivos, consideramos que tocaba dedicar el VI encuentro de investigación, memoria y experiencias LGTBI al VIH/SIDA, aún muy presente en nuestra comunidad.

‘La ficción de un mundo inmune. Salud sexual, VIH y envejecimiento’ es el VI encuentro de investigación, memoria y experiencias LGTBIQ+, una jornada de carácter interdisciplinar organizada por la Fundación 26 de Diciembre.

Durante la jornada del día 1 de diciembre, en la sede de la Fundación, contaremos con profesionales del ámbito sociosanitario, activistas y artistas, con el objetivo de poner en común los trabajos más novedosos relacionados con el envejecimiento, la salud sexual y el VIH.

Contará con la ponencia inaugural de Vicente Estrada, y las intervenciones de Josep Maria Tomás de SuperVIHvents, José Fley de GtT. Por la tarde tendrán lugar la mesa redonda ‘Artivismo y Comunicación’, con las intervenciones de Andrea Galaxina, Daniel Cortez y Débora Álvarez y, para finalizar la jornada, se ofrecerá la lectura dramatizada de la obra de teatro ‘Dancing Queen. Amar en tiempos del SIDA’.

Para consultar el programa detallado e inscribirse en estas jornadas utiliza este enlace.