Archivo de la categoría ‘Latinoamérica’

6 años de empiernamientos, bloguerismos y una escapada de dos tortas o bollos, una trans y la otra cis

Las autoras del blog y la red social «Akntiendz Chik, mujeres que aman a las mujeres (mujeres transexuales y cisexuales)« nos escriben desde Buenos Aires, un poquito sobre ellas y un poquito sobre su historia de amor. Gracias a Aylin e Irass.
Foto de Mónica Buján

Foto de Mónica Buján

Si no te cuadra que una mujer trans puede ser lesbiana, o si aún no sabes qué significa ‘cis’ pues bienvenida, bienvenido o bienvenide. Sigue leyendo, que siempre que lo contamos casi podemos escuchar los engranajes de los cerebros de nuestros interlocutores tratando de procesarlo.

¿Sabías que el 29% de las mujeres trans se declaran lesbianas?, esto según el mayor estudio realizado sobre personas trans donde entrevistaron a más de 6.000 y que en inglés se llama «Injustice at Every Turn» (2011). Así que esto quiere decir que -comparado con la sociedad en general donde las lesbianas son algo así como el 2% de las mujeres- ¡hay muchas ‘tortas o bollos trans’ por allí!. Entonces,¿de dónde viene esa idea de las mujeres trans tan cerca al mundo de los hombres gay y tan lejos de las comunidades de lesbianas? Eso es algo de lo mucho que tratamos de entender y responder en nuestro blog y nuestra red social llamada Akntiendz Chik.

En cuanto al término ‘cis’ podemos decirte que ni es nada nuevo, ni es ofensivo. ‘Cis’ quiere decir sencillamente ‘no trans’. Los romanos ya hablaban de las personas cisalpinas como las que se quedaron «de este lado» de los Alpes (las cis) y las transalpinas que habían atravesado hasta «el otro lado» (las trans). Así pues, de entre tantas historias de ‘lesbianas trans’ que aún no se conocen, y que quisiéramos que cada vez se escucharán más, esta es tan sólo otra historia de amor entre dos tortas o bollos, una trans y la otra cis, y que en agosto de este año cumplirán 6 años de ser pareja. Lee el resto de la entrada »

Cuando ya no se tiene edad para ser amada

Por Lucía Rodríguez Sampayo (@rs_lucia)

 

ESMULES (Espacio de Mujeres Lesbianas por la Diversidad ) es uno de los pocos espacios de activismo por los derechos LGBTI de y para mujeres lesbianas en El Salvador. Es una ONG que trabaja la formación, la sensibilización, la incidencia, y que en mi opinión destaca por su trabajo en pro de la visibilización específica de las mujeres, y sus esfuerzos por la investigación. Los datos objetivos, el análisis técnico y sistemático de la realidad de la población LGTBI es una herramienta potente para la incidencia, necesaria si queremos que las políticas respondan de verdad a las necesidades e intereses de la población.

Hasta la fecha, ESMULES ha realizado 4 estudios, y el pasado 10 de abril presentó el más reciente, que para mí resulta tan interesante como revolucionario -por lo innovador-: Situación de la población Adulta Mayor LGBT en El Salvador .

La raíz de la exclusión y la vulnerabilidad especial de la población adulta mayor LGBTI está, como bien explican en el documental “Tí@s”, en la propia naturaleza de una “civilización pensada para enaltecer la juventud”, una “sociedad falocéntrica y machista” que aparta a quienes ya no sirven para producir. Es ahí donde nace la doble discriminación, doblemente preocupante, a la que como sociedad condenamos a nuestras abuelas y abuelos. Lee el resto de la entrada »

En campaña no te canses, llámalo ‘princeso’

Lucía Rodríguez Sampayo (@rs_lucía) sigue contándonos historias desde El Salvador, ese país chiquito del que poco se habla excepto en nuestro blog…

Fotografía de Lucía RS
Fotografía de Lucía RS

Hemos pasado unas elecciones movidas en El Salvador. Tras una jornada electoral más o menos tranquila, sin altercados graves, varios errores y problemas en el Tribunal Supremo Electoral impidieron la publicación de resultados preliminares y hoy, 18 días después, seguimos sin resultados definitivos completos.

Muchas mujeres trans pudieron votar, más que en elecciones anteriores, gracias al apoyo de diversas organizaciones y de parte de la institucionalidad, principalmente de la Procuraduría para la Defensa de los DDHH. Por otra parte, demasiadas mujeres trans han seguido muriendo a manos del odio que se aviva ante su visibilidad.

Pero hoy quería hablarles del odio latente, ése que parece que hace menos daño porque no mata, pero que sin que apenas nos demos cuenta consolida actitudes y comportamientos que a la larga y en situaciones extremas generan muerte.

El Salvador es un país muy polarizado, por muchas razones. La desigualdad es obscena, la guerra demasiado reciente, la amnistía ofensiva, la memoria se ahoga día a día. Y en esta situación no hay lugar para la moderación de los discursos, para el reconocimiento de adversarios. El debate político se vuelve un campo de batalla en el que todo vale. Y si el candidato del partido denostado tiene todas las de ganar, lejos de buscar fallas en su programa o en su discurso, rebuscamos en nuestros odios para desacreditarlo.

Si el aspirante se llama Nayib Bukele es fácil: llamemosle musulmán. En un país mayoritariamente conservador y cristiano puede ser un “gran insulto”. He visto panfletos en los que no sólo lo tachaban de infiel, también lo acusaban de querer instaurar el Estado Islámico en San Salvador, donde todo indica que fungirá como alcalde por el partido de izquierda los próximos tres años. Podemos decir que es absurdo, pero las mentiras cien veces repetidas se vuelven verdades, y estoy segura de que demasiados votos se vieron influidos por estas acusaciones y difamaciones.

Podemos tratar de consolarnos pensando que la derecha siempre ha jugado sucio (que sí), que el conservadurismo y su falta de argumentos hacen obligatorio el recurso a la descalificación xenófoba y clasista (que también), pero en ningún caso deberíamos consentirlo. Tampoco cuando criticamos a malos gobernantes, aunque sean nada carismáticos, aunque no tengan programa de gobierno, aunque sean hijos de genocidas.

Roberto D’Aubuisson, hijo de quien fuera Mayor de la Guardia Nacional, fundador de ARENA y responsable -según la Comisión de la Verdad– del asesinato de Monseñor Romero y de la organización de los Escuadrones de la muerte; será el nuevo alcalde de Santa Tecla, una de las ciudades más importantes del país, poniendo fin a 15 años de gobierno del FMLN. Y le han llovido muchas críticas desde la izquierda.

No seré yo quien defienda a la derecha y sus políticas de pobreza y explotación, de mentira y olvido, pero tampoco puedo mirar a otro lado y no reconocer que hemos caído en la trampa. Pudiendo haber criticado el necio empeño de D’Aubuisson en negar lo mil veces demostrado, su falta de propuestas, su estrechez intelectual, nos hemos ido por el camino más fácil, el de la homofobia. Las redes sociales se han llenado de bromas sobre su voz aguda, sobre su pluma; lo atacamos valiendonos de prejuicios y estereotipos, y nos escudamos en sus carencias para justificar las nuestras.

Tras 23 años de esfuerzos por consolidar una sociedad más democrática, todavía no hemos logrado hacer espacio a la pluralidad. Y no es sólo responsabilidad de quienes hacen política partidaria; también es nuestra, de la gente corriente que se involucra y aporta más allá de los tiempos electorales, tanto la que usa los eslóganes de “recuperemos El Salvador” como la que cree en el “buen vivir”. Defendemos propuestas antagónicas pero lastimosamente coincidentes en un punto: no estamos preparadas para asumir y respetar la diversidad.

El discurso amable de cultura, etnia y clase lo tenemos más o menos controlado, sin duda mucho mejor que quienes siguen considerando un libro sagrado su guía, pero hay cosas que se nos escapan. El respeto a la diversidad sexual todavía no ha logrado un papel protagonista en el manual de lo políticamente correcto, y caemos en el discurso del odio y la exclusión sin que nos demos ni cuenta.

Si presumimos de defender los derechos de todas y todos no debemos olvidar a nadie. Vivir la diversidad en libertad es un derecho de todas las personas, aunque sus ideas no merezcan nuestro respeto. Sólo nuestra coherencia puede cambiar el mundo.

 

Como puta por mi casa, haciendo feminismo desde Ecuador

Pixu Bueno (@pixubueno) quiso mejorar el mundo desde muy joven. Es activista lesbiana, feminista, filósofa y especialista en establecer espacios de diálogo y de trabajo desde el cuidado y desde el cariño, y quizá por ese cariño que desprende y que reparte entre quienes comparten sus luchas y su vida nos hace especial ilusión leer su experiencia con el movimiento feminista en Ecuador, donde se ha establecido desde hace unos meses. 

marchadelasputas2014
Marcha de las Putas en Quito. 2014

Viajar a otro continente para buscar nuevas oportunidades te expone a situaciones difíciles. Pero hacerlo con tu pareja y que te acoja una familia estupenda lo hace más fácil. También lo hace más fácil el feminismo. Al mes de instalarnos en Quito decidimos ir a una reunión de la Marcha de las Putas. ¿Putas? Sí, la primera vez que leí que se autodenominaban así a mí también me chocó, pero decidí investigar un poco más.

El movimiento de las Putas surge en Canadá en abril de 2011, a raíz de las declaraciones del policía Michael Sanguinetti durante una conferencia sobre seguridad ciudadana en Toronto, donde aseguró que “las mujeres deben evitar vestirse como “putas” para no ser víctimas de violencia sexual”. Así, la Marcha denuncia todas las formas de violencia hacia todas las mujeres e incide en los discursos que nos colocan como responsables y «provocadoras» de la violencia contra nosotras mismas.

¿Por qué putas? Porque así nos han llamado. Putas, por salir a trabajar, por tener más de una pareja, por proponer sexo, por tener una pareja del mismo género, por andar con minifalda,  por ligar, por abortar, por andar sola de noche, por decir no, por reírse a carcajadas, por gozar el placer sexual, por usar anticonceptivos, putas, en suma, por negarnos a cumplir los roles establecidos. Si ser putas es hacer lo antes descrito, nos apropiamos y reivindicamos la palabra puta como actitud de resistencia feminista.

En esa primera reunión conocí a algunas de las putas de Quito. Conocí a Génesis que a sus 16 años había acudido a la Marcha a escondidas. A Blanquita, una vieja puta de 65 años que acudía a las reuniones con su nieto Kevin, un traidor del patriarcado. A Ana y a Eli dos activistas incansables que empoderan con sus ideas y sus cuidados. A Mónica, una chica sueca que había decidido hacer sus prácticas universitarias con la Marcha, encantadora esta puta foránea.

La lucha es tan común, tan cotidiana que enseguida nos sentimos interpeladas. Hay diferencias, por supuesto, no es lo mismo vivir en en el Albaycin granaíno, que en el barrio de Quitumbe al sur de Quito. La violencia se manifiesta de formas muy diferentes, pero la empatía y la sororidad feminista puede océanos.

Sentada entre todas ellas, y a más de 10.000 km de donde nací, me volví a sentir en casa. En el hogar de los pensamientos, de las emociones, del cuestionamiento de lo establecido, del cuidado de las otras. Así es como feminismo se convierte en un hogar y aquí, me hace sentir como puta por mi casa.

Este año, la Marcha de las Putas caminará por el centro de Quito el 21 de marzo. El recorrido finaliza en la Plaza Foch donde tendrá lugar el Festival Emputado. El festival, que reivindica la libertad estética, sexual y de género contará con diversas artistas, desde la hiphopera ecuatoriana Black Mamma, hasta la española Furia Soprano. La Marcha es un movimiento autogestionado, por ello, para cubrir los gastos del festival se ha creado una campaña de crowfunding a la que os invitamos a aportar.

Un hombre y una mujer, así nacidos

Por Lucía Rodríguez Sampayo (@rs_lucía)

Fotografía de Chiqui García
Fotografía de Chiqui García

Faltan quince días para una nueva cita electoral en El Salvador, en la que se elegirán diputaciones al PARLACEN, Asamblea Legislativa y Concejos Municipales. Y como cada tres años, desde hace ya nueve, sale a la palestra el matrimonio igualitario. No es un tema que ocupe normalmente titulares de prensa; no se habla de eso en la calle, en los buses ni en los bares; ni siquiera es un tema bien posicionado en la agenda política nacional. Pero ya empieza a ser costumbre que ante cada proceso electoral, el ala derecha de la Asamblea lance su propuesta de invisibilización de las familias diversas.

«Sí a la Vida» fue la organización que -respaldada por algunas iglesias- promovió inicialmente esta propuesta. Una organización cuya presidenta, y portavoz, denuncia a los cuatro vientos que «Las Naciones Unidas han sido infiltradas por organizaciones gay« .

La necesidad de salvaguardar los valores morales y de proteger “a la familia salvadoreña” es la excusa . Y no deja de resultar curioso en un país donde la mayoría de familias reales se alejan mucho del modelo tradicional que supuestamente se ha de proteger; un país repleto de familias monoparentales y diversas, encabezadas por madres, tías, hermanas, y abuelas.

En el año 2009 la práctica totalidad de la Asamblea Legislativa apoyó con su voto la propuesta de reforma que establecería que el matrimonio sólo es posible entre hombre y mujer, así nacidos. La izquierda también la apoyó, tímidamente. Y aunque tiempo después cambió de opinión , probablemente como consecuencia del trabajo de las organizaciones sociales y la Secretaría de Inclusión Social y su Dirección de Diversidad Sexual , promovidas por el Gobierno de Funes (2009 – 2014), siempre ha mantenido una postura tibia, poco firme. A pesar de todos los avances registrados en los últimos años, los diputados del FMLN siguen sin reconocer la legitimidad del amor y de las familias diversas, y hoy por hoy parece que no van a apoyar esa reforma basada en la homofobia y la transfobia, pero no porque quieran defender abiertamente los derechos de la población LGTBI, sino porque no lo consideran una prioridad, y porque la legislación salvadoreña, a través del Código de Familia, es clara en la definición del matrimonio posible únicamente entre un hombre y una mujer .

Todo parece indicar que esta vez tampoco se va a reformar la constitución. Pero el tema seguirá saliendo, estoy segura; los conservadores no se van a conformar. Y yo no puedo dejar de preguntarme el porqué de su interés. ¿Por qué reafirmar lo que ya está prohibido en un país donde no se habla apenas de matrimonio igualitario? ¿Por qué ese empeño en invisibilizar una realidad invisible, en ciudades donde dos hombres, dos mujeres, ni siquiera se sienten seguras para caminar agarradas de la mano?

Parece que quieren evitar la posibilidad de que un matrimonio de dos personas del mismo sexo, legalizado en otros países, pueda adoptar en El Salvador. Quizás su miedo nazca de la remota posibilidad de que utilicemos las trampas de la ley, como hace poco hizo una pareja de mujeres lesbianas en Rusia . Pero también puede ser un intento más de consolidar la discriminación, la exclusión y la invisibilización; de consolidar el sistema de poder y la violencia social e institucional contra las personas y las familias diversas.

Y puede parecer que el derecho a casarse es menos importante cuando el derecho a la vida y a la integridad están en entredicho, como lo siguen estando hoy por hoy para las personas de la diversidad sexual en El Salvador. Pero todas son formas de violencia, todas y cada una son agresiones contra las personas y sus derechos, y todas son igual de importantes. Y no debemos, no podemos tolerarlas más.

Si eres hombre y te arrimas a los fogones, ten cuidado… puedes volverte gay

Por Violeta Assiego (@vissibles)

 

Chilenos, chilenas… ante todo ¡felicitaciones!

Cámara de Diputados aprueba por amplia mayoría el Pacto de Unión Civil, PUC / @Movilh 2014
Cámara de Diputados aprueba por amplia mayoría el Pacto de Unión Civil, PUC / @Movilh 2014

 

Desde el pasado 28 de enero Chile se suma a la lista de países que reconocen la unión civil a las parejas del mismo sexo. Un innegable avance, sobretodo si se tiene en cuenta que para su aprobación se han tardado 11 años. Sin embargo, no deja de tener algo de preocupante que este paso pueda dejar en ‘agua de borrajas’ la aprobación del matrimonio igualitario que prometió Michele Bachelet.

A la luz de la opinión pública chilena -que en un 70 % apoya la unión civil para parejas del mismo sexo– las autoridades podrían pensar que el expediente ya está cubierto. Pero desde el prisma del derecho internacional -que recomienda el reconocimiento de la plena igualdad para evitar cualquier brizna de violencia y discriminación– esta aprobación no la reconoce al 100%. Esto no quita para que haya que reconocer el compromiso y encomieble esfuerzo del Gobierno chileno en informar del alcance de la nueva regulación de manera clara y pedagógica.

Y mientras llega el matrimonio igualitario a Chile -y muchos celebran el paso que se ha dado con las uniones civiles- hay quienes se empeñan en dar una imagen de la homosexualidad que, si no fuera por la gravedad y asiduidad de los ataques que sufre el colectivo LGBT, sonaría a chiste malo. Lee el resto de la entrada »

Mujeres sin derecho a voto

Por Lucía Rodríguez Sampayo

Se despertó pronto y emocionada como una niña en día de Reyes. Ruby se arregló, se puso su mejor sonrisa y salió a la calle, orgullosa como cada día de la mujer que es, pero con una certeza que jamás había sentido: iba a votar. Ruby conocía sus derechos, cumplía todos los requisitos legales para participar en el proceso electoral y llevaba la documentación en regla; sabía que nadie le estaba regalando nada, y sin embargo vivió aquel día como algo mágico. Porque todavía hay mujeres que no tienen derecho a votar.

El 8 de marzo de 2014, víspera de la segunda vuelta de las Elecciones presidenciales de El Salvador, el Tribunal Supremo Electoral publicó un comunicado de prensa en el que instaba a la población y a los organismos electorales a cumplir la ley, y respetar y garantizar el derecho al sufragio activo del colectivo LGBTIQ, y específicamente de las personas trans. Y Ruby fue la mujer elegida como símbolo de la garantía de ese derecho. Fue al centro de votación rodeada de amigas, de medios, de activistas, y ejerció su derecho como una ciudadana más.

Parece absurdo que un organismo estatal tenga que realizar comunicados públicos para promover el respeto de las leyes, pero era necesario. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, al igual que en procesos electorales previos, muchas personas de la diversidad sexual se quedaron sin votar. Son tantos los impedimentos y las agresiones a las que son sometidas, especialmente las mujeres trans, que a menudo renuncian de antemano a ejercer su derecho al voto. Muchas ni siquiera llegan a solicitar la emisión de su Documento Único de Identidad, en el que han de aparecer con el pelo corto o recogido, sin maquillar, aparentando ser el hombre que no son.
Eso le ocurrió a Camila. El 2 de febrero de 2014 asistió a su colegio electoral con toda la documentación en regla, pero no pudo votar. Le dijeron que se cortara el pelo, que se desmaquillase, que se mostrase y se portase como un hombre; como el hombre que aparece en su DUI.

Camila, el 2 de febrero de 2014. Foto de Wendy Raquel Castillo Villeda.
Camila, el 2 de febrero de 2014. Foto de Wendy Raquel Castillo Villeda.

 

En esa jornada activistas por los derechos LGBTIQ había conformado un grupo de observación electoral que vigiló el cumplimiento de la ley, y específicamente la garantía del derecho a voto; su presencia resultó fundamental para la visibilización de las vulneraciones sufridas por las personas trans, e incluso para el ejercicio del voto de mujeres a las que acompañaron. A pesar de la incidencia, de la presión, de la visibilización, muchas mujeres tuvieron que soportar insultos y volver a casa, humilladas, sin haber podido votar.

Diversas organizaciones, entre ellas ASPIDH Arco Iris, denunciaron las agresiones y la vulneración de derechos sufridas por Camila y por otras mujeres en ese proceso electoral. E iniciaron una campaña de incidencia que culminó con el comunicado público del TSE y un compromiso político: Reformar el Código electoral del TSE, y recomendar y apoyar a la Asamblea Legislativa en la aprobación de una Ley de Identidad.

Se están dando pasos importantes en la visibilización de las problemáticas y en la exigibilidad de los derechos de la población LGBTIQ, y específicamente de las más vulnerables y estigmatizadas, las más expuestas a los ataques de odio, las mujeres trans. Pero todavía tenemos mucho camino por hacer.

El próximo mes de marzo se celebra en El Salvador un nuevo proceso electoral. Una nueva oportunidad para demostrar el compromiso con los derechos, con las mujeres. Para que nunca más tengamos que hablar de mujeres sin derecho a voto.

No culpen a nuestro orgullo: mi visibilidad no mata, su odio sí

Por Lucía Rodríguez Sampayo

Fotografía de EFE
Fotografía de EFE

 

Hablábamos de mujeres valientes. Lesbianas que salieron a la calle a reivindicar su autonomía y su placer a pesar de haber sido amenazadas, directa e indirectamente. Y hablábamos también de quienes no aceptan esa autonomía, quieren coartarla y recurren a la violencia ante las expresiones de libertad que pueden poner en peligro el sistema patriarcal, o los subsistemas de privilegios que algunos han logrado consolidar, asumiendo la exclusión de otras como un “mal necesario” para su propio bienestar.

Ese sistema habló, tras la Marcha de la Diversidad Sexual de 2014 en El Salvador, de “neutralizar” expresiones que consideraba inconvenientes. Yo hablo de más violencia. Porque no contentos con haber puesto en riesgo la integridad de aquellas mujeres que defendían sus derechos y su dignidad, quisieron hacerle creer al mundo que su disidencia, su libertad, era la que generaba la violencia. Que sus reivindicaciones tenían un impacto en el incremento de los “crímenes de odio”.

Cada año, tras el Orgullo LGBTI, aumentan en El Salvador los asesinatos de personas de la diversidad sexual, y específicamente de mujeres trans, las más expuestas por su especial situación de exclusión y desprotección . Pero no podemos consentir que se responsabilice de estos crímenes a las defensoras de los derechos humanos y de la población LGBTI. Parece que es cierto que la visibilización de las demandas, de la exigibilidad de esos derechos, exacerban los odios y la violencia de una sociedad que no tolera la diferencia, la diversidad ni la disidencia. Así lo demuestra el hecho de que, en los últimos 10 años, se haya incrementado la tasa de crímenes por odio en un 400% en El Salvador. Pero la responsabilidad es exclusivamente de los violentos, de los criminales, y de las autoridades que no hacen nada ante estos crímenes, que permiten y perpetúan la impunidad.

El Sistema de Naciones Unidas en El Salvador, de la mano del Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, ha puesto de manifiesto en diversas ocasiones no solamente la situación de inseguridad y exclusión de la población LGBTI, sino también y sobre todo la vulneración sistemática de sus derechos a la vida y la seguridad jurídica . En una campaña lanzada esta misma semana se ha comprometido a acompañar a las instituciones nacionales y a las organizaciones de la sociedad civil en su lucha por la exigibilidad de los derechos de las personas LGBTI. “Penaliza la violencia, no las diferencias”, busca visibilizar también la necesidad de generar un cambio cultural basado en el respeto a la diversidad, en el reconocimiento de la igual dignidad y derechos de todas las personas. No cabe duda de que ése ha de ser el primer paso. La violencia, los homicidios, son consecuencia de las fobias sociales e institucionales; y solo cuando la sociedad condene de forma unánime y sin fisuras la exclusión y la discriminación de la población LGBTI podremos dejar de hablar de crímenes de odio.

Tenemos una larga y ardua tarea por delante. Y no hay tiempo que perder.

Yo creo que podríamos empezar por los medios de comunicación. Medios que han permitido culpabilizar a las defensoras de derechos humanos de propiciar el incremento de los crímenes de odio, obviando que es el Estado el responsable de la garantía de esos derechos, de la prevención de la violencia y del delito y de la persecución de los criminales. Medios que, ante cada asesinato de una mujer trans, se empeñan en hablar de hombres que no eran. Medios que perpetúan la exclusión, la discriminación y el odio a través de titulares que niegan la dignidad de las víctimas, de sus compañeras y de sus familias. Medios que tienen que asumir su responsabilidad social, y dejar de ser cómplices de tanta violencia.

¿El sida te da miedo?

Por Catherine Serpas, activista y Directora Ejecutiva de la  Asociación Nacional de Personas Positivas Vida Nueva, El Salvador.

Hoy, como todos los días desde hace 10 años, una de mis pasiones es trabajar por la defensa de los derechos humanos de las personas con VIH. Desde 1988,  cada 1 de diciembre se conmemora la respuesta eficaz ante el sida.

San Salvador. 1 de Diciembre de 2013
San Salvador. 1 de Diciembre de 2013

En estas fechas las organizaciones y los organismos nacionales e internacionales se dedican a brindar informes  sobre los avances en la respuesta  del VIH en relación a  la atención en salud, que ha mejorado  desde la aparición de tratamiento antirretroviral (TAR), el acceso a pruebas  para un mejor diagnóstico, la accesibilidad de centros de atención en salud, el abordaje en cuestiones de prevención, la cobertura  de información  en el tema y la difusión del uso correcto y consciente del condón.

Pero la transformación de la epidemia ha traído consigo nuevas luchas sociales. El tema de VIH deja de ser un tema propiamente del ámbito clínico y se convierte en una lucha social, cultural, política y económica. En un tema de Derechos Humanos al estar combinada a temas socialmente destinados al silencio.

Es muy frecuente cuando se habla de VIH tener un análisis de revictimizacion, de señalamiento y de exclusión. No se ha trabajado lo suficiente en los procesos de reducción de estigma y discriminación, en la lucha por la deconstrucción de ideas y prejuicios ante la infección. Una persona con VIH no solo se enfrenta al estigma y discriminación por la infección: las actitudes estigmatizantes y discriminatorias van en aumento y si esta persona tiene VIH y es mujer es doble discriminada, si este hombre tiene VIH y es homosexual es doble discriminación, y si es transexual, si es joven, si está privado de libertad, es trabajadora/o del sexo, etc. Las vulnerabilidades se van sumando hasta poner a la persona en una situación donde sus derechos humanos son vulnerados y no reconocidos ni por la sociedad ni por el Estado.

El estigma y la discriminación en materia de VIH son los principales obstáculos. El estigma es el atributo que desprestigia profundamente y que lo aplica la sociedad a grupos o personas  que se relacionan con acciones especificas como la identidad sexual, el trabajo sexual, múltiples parejas, el adulterio, el pecado, el sexo. El estigma es una forma de control social que plantea normas a cumplir y castiga a quienes se apartan de ellas, y además los estigmas pueden sumarse. Estos comportamientos y estas sumas de estigmas en materia de VIH toman como fundamento las relaciones de poder y consolidan y refuerzan las desigualdades y los prejuicios sociales.

La discriminación -que son las acciones activas o pasivas que tienen por finalidad perjudicar a un  grupo determinado- en lo referente al VIH se da en dos entornos: en el legislativo, cuando las leyes de nuestro país no protegen los derechos fundamentales y constitucionales; y cuando la sociedad,en sus diferentes entornos, provoca actitudes y prácticas estigmatizantes y discriminatorias como sinónimo de inferioridad, desigualdad, impotencia, exclusión según sea su sexo, edad, orientación sexual. Lo que da como resultado pocos o nulos poderes para  vivir con bienestar y dignidad, poca o nula posibilidad de reconocernos personas sujetas de derechos, y una existencia donde no se es nombrada/o, visible, no se tienen derechos, no se tiene existencia propia.

Se puede pensar el VIH en El Salvador y España es diferente pero investigaciones nos revelan que la similitud en el comportamiento de la epidemia tiene las mismas necesidades. El VIH  afecta tanto porque el miedo no deja ver el tema como algo propio, las conductas de riesgo, la autonomía, la negociación de relaciones sexo coitales protegidas, la falta de información sobre la prevención. Hablar de VIH es complicado, es complejo. Para generar una respuesta eficaz es necesario que todas y todos sumemos esfuerzos para romper cadenas y estereotipos sociales, quitar la idea de que el VIH solo es de algunos y aceptar la vulnerabilidad que  todas y todos tenemos. Es difícil, tan difícil que no nos damos cuenta hasta que ya nos afecta directamente. Yo eso lo comprendí hace 13 años cuando a una persona muy cercana a mí le diagnosticaron sida y con ella aprendí a enamorarme del tema, aprendí que el VIH también es mío, aprendí a hablar sin mitos y sin prejuicios en la sexualidad, aprendí lo importante que es la autonomía, y aprendí que se inicia en una lucha personal y termina en una lucha colectiva.

La epidemia sigue creciendo, sigue cambiando y hasta ahora no se ha podido controlar en El Salvador. De 1984  a 15 de Mayo 2014 se han reportado  31.115 casos, diariamente se diagnostican de 4 a 5 nuevas infecciones, el 93% por transmisión sexual, de los cuales  el 32 % estaban en fase de VIH avanzado o sida.  Estos datos ayudan a visibilizar la importancia de que el VIH tiene un impacto no solo en la vida de las personas que tienen el virus, si no en la sociedad en general.

Lesbianas en resistencia

Marcha durante los encuentros. Foto @prodymil
Marcha durante el X Encuentro Lésbico Feminista de Abya Yala. Foto @prodymil

                                                                                                   

                                                  Por Verónica Reyna, lesbiana feminista de Abya Yala  (concretamente del pulgarcito llamado El Salvador, esa tierra que se retuerce entre la injusticia)

Hace cuatro años era lesbiana, cuatro años después me nombro lesbiana feminista de Abya Yala -tierra de sangre vital, mal conocida como América. Luego de estos años, de miles de conversaciones absurdas, incoherentes y llorosas con mis gordas, esas amigas que por tan distintas terminan rebalsando en similitudes, he visto atrás y reconozco un camino andado.

Estos años representan esos pasos en un nuevo camino, que como todos tiene sus deslices y grises en distintas tonalidades. El X Encuentro Lésbico Feminista de Abya Yala (Colombia, Octubre 2014) ha sido el más reciente paso en mi caminar (no el último), y me ha comprometido a seguir luchando en esta tierra saqueada, invadida y golpeada (todavía hoy).

Nombrarse lesbiana, nombrarse feminista, nombrarse lesbiana feminista, desde El Salvador, desde Latinoamérica, desde Abya Yala, representa una postura personal y, por tanto, política con la que he logrado identificarme en este camino. Son mis pasos profundos en esta tierra que no quiero dejar y a la que quiero responder, en la colectividad y el abrazo permanente de un pueblo herido por el racismo, las políticas neocoloniales y el militarismo, donde hay todavía mucho dolor al cual se suman nuevos golpes y nuevas invasiones, y donde mi ser responde con cada nervio traducido en piel, donde mis pies quieren seguir andando.

Escribir en un Blog que se difunde principalmente en España resulta complicado luego de una semana en la que se removieron tantas heridas de una tierra violada mil veces desde la invasión española. “En El Salvador no hay racismo” –escuché tantas veces- “porque no hay negros…” y porque tampoco hay indígenas…[1] El Salvador tiene una historia masacrada y enterrada en los ríos, en los montes, debajo de mis pies. Abya Yala es un pueblo de mestizaje (léase violación) forzado(a), de desmemoria, de olvido y perdón. Pero ver llorar a una mujer al recordar la guerra en Guatemala y su temor de que (otra vez) no se vea otro camino más que el de tomar las armas; ver a otra hablar de las armas y su daño mientras sostiene un pene en forma de pistola; ver a dos mujeres abrazarse, llorando, por el dolor que representa el olvido en el que viven; revuelve las tripas, te hace un hoyito en el corazón y te atraganta en el sufrimiento. Ver mi piel y saber que el orgullo blanco de mi tata es el producto de miles de violaciones a mi pueblo, es sentir un dolor viejo desde dentro, volver a reafirmar la estupidez de un orgullo racista.

Nombrarse lesbiana, en este lado del charco,  sigue siendo un acto de resistencia ante un sistema que te dice que recibimos apoyo de países cooperantes, que nos brindan ayuda humanitaria, que habla de diversidad cultural, derechos humanos y equidad de género con la soltura de la ignorancia de este dolor que se vive (todavía hoy). Nombrarse feminista también escupe a un sistema que quiere traducir una lucha de mujeres valientes a un ligero “enfoque de género”. Nombrarse lesbiana feminista antirracista, antimilitarista, anticolonialista, implica no dejar de gritar lo que es injusto, no dejar de evidenciar el saqueo, el robo y el engaño.

Volver a mi país, sin haber salido nunca de mis tierras, me hace enterrar mis pies en una lucha que recupere la memoria, el dolor, que sane heridas y reconstruya desde lo que se pretendió sepultar. Me ha removido el cuerpo, las entrañas, para seguir luchando entre este pueblo que (todavía hoy) se rebusca en la desmemoria, pero que sigue caminando.

[1] Sí hay indígenas, sí hay población negra, sí hay pueblos que buscan sobrevivir al olvido.