Archivo de la categoría ‘Derechos Humanos’

Una mujer fantástica

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#cinelgtb

 

Película chilena dirigida por Sebastián Lelio (Gloria, El año del tigre, Disobedience) y protagonizada por Daniela Vega (La Visita), Luis Gnecco (Neruda), Aline Küppenheim (Allende en su laberinto) y Francisco Reyes (El Club). La cinta se estrenó el 7 de septiembre de 2017. Seleccionada para competir por el Oso de Oro en la edición número 67 del Festival Internacional de Cine de Berlín, obtuvo el premio al mejor guión en ese certamen. Fue elegida mejor película extranjera en la 90.ª edición de los Premios Óscar —la segunda estatuilla en la historia del cine chileno tras el cortometraje animado Historia de un oso— y ganó el Premio Ariel en la categoría de Mejor película iberoamericana y el Goya a la mejor película iberoamericana en la 32.ª edición de estos galardones.

Marina (Daniela Vega), aspira a convertirse en cantante mientras trabaja como camarera. Orlando (Francisco Reyes), es dueño de una imprenta. Ambos idean una vida juntos pero sus planes se quiebran cuando Orlando muere de forma repentina. Entonces Marina se ve obligada a enfrentarse a la transfobia de la familia de su novio y tendrá que luchar por afirmar su personalidad y ser reconocida como la mujer fantástica que es.

Sebastián Lelio comenzó a rodar Una mujer fantástica con el título de La mujer fantástica, pero en la fase final del montaje decidió cambiar el determinado por el indeterminado. Daniela es una de tantas mujeres fantásticas aunque Lelio la aísla para remarcar así su lucha y su soledad. Marina subraya su nombre porque con él se identifica a pesar de que en su carné de identidad aparezca un nombre que le resulta ajeno. El respeto al nombre con el que una persona trans se reconoce, es una cuestión de dignidad.

El rechazo de la familia de su pareja fallecida es retrato cruel de la transfobia social que tienen que soportar las personas trans aún en los momentos más duros de sus vidas. A pesar de que la ex esposa de su pareja no la quiere ver y los hijos la humillan y desprecian, Marina no renuncia al derecho de dar el último adiós a su novio. El hermano de Orlando en un intento de que Marina no aparezca por el entierro, le ofrece parte de las cenizas del difunto. La familia quiere mantener el funeral dentro de lo que consideran “normal”

Normal es, por supuesto, Marina, personaje bien elaborado por Lelio (hábil creador de roles femeninos como ya demostró en Gloria) e interpretado impecablemente por Daniela Vega. Vega es una mujer trans y su aparición en esta película cumple con una de las reivindicaciones más importantes de las personas trans en el cine: que los papeles de personajes trans se asignen a interpretes trans. Esto no significa que Daniela Vega obtuviese el papel solo por su identidad sexual ya que, como demuestra en la película, su construcción de Marina es sobresaliente.

Cuando se dijo que la película tenía aromas a Almodóvar, Lelio afirmó en San Sebastián:

Tomo la comparación como un halago, aunque mi referente siempre fue Belle de Jour de Buñuel. Probablemente haya un gran nivel canónico proveniente de Almodóvar de estas temáticas. Siendo muy honesto- y te lo dice alguien que hace poco volvió a ver Todo sobre mi madre bañado en lágrimas- entre las películas que me inspiraron Una mujer fantástica no estaban las de don Pedro. Pero los espectadores encuentran siempre pistas, huellas de las que los directores no éramos conscientes. Aunque con el protagonismo de una mujer transexual, más guiños asumidos al melodrama, cruzada por el thriller, en una película que es también una reflexión sobre el cine, entiendo la referencia almodorvariana. Yo pensaba más en Jean Moreau de Ascensor para el cadalso. Moreau ha sido una clara influencia en el personaje que encarna Daniela Vega.

Al decidir la transexualidad de la protagonista, yo, que vivía en Berlín, investigué en Chile cómo sería su día a día. Dos personas distintas nos dijeron de Daniela, literalmente, que era fantástica. Tras la primera charla, yo salí transformado. Me voló la cabeza. Supe que no haría el filme sin una actriz transexual y que Daniela sería nuestra asesora. Nos hicimos amigos por Skype. Poco a poco su presencia fue calando en el guión. A mitad de la escritura sentí el segundo clac: Daniela era Marina. Ella además trajo una pregunta:¿qué es una mujer?

Por su parte, Daniela Vega diría que viendo la película te vas a sumergir en el universo de una persona que está pasando por un proceso de luto y es ahí donde empieza su periplo, por la pena, por el dolor y por el prejuicio de la familia que la hace sentirse no muy bien. La película es una historia de amor separada por la muerte y la transexualidad de Marina es un aderezo que viene a dar un matiz un poco más dramático a la situación. Pero es una historia de amor. Por eso Marina y Orlando conectan con el resto de las personas, porque ser trans es un dato desde el prejuicio, pero esto es una historia de pérdida, una historia de amor y de muerte. El prejuicio viene de parte de los demás, es un problema de los otros, un problema de quien observa la acción. Nosotros buscamos preguntarnos más que nada ¿quién dijo que no se podían vivir ciertos cuerpos, habitar ciertos cuerpos?, ¿hasta dónde llega la empatía de la familia? La transexualidad de Marina no es un problema ni para ella ni para Orlando. Es un problema que vemos cuando el resto de la familia de Orlando la asedia por eso. Ser transexual es difícil porque en muchos países no existen leyes que definan exactamente como hacer una transición correcta, leyes que resguarden los derechos de la gente trans.

Una mujer fantástica, además reivindicar los derechos de las personas trans exponiendo las situaciones humillantes y discriminatorias que tienen que soportar en determinadas situaciones, es, sobre todo, un canto a la libertad personal, a la autonomía y a la determinación de luchar por una vida digna en la que los derechos fundamentales de las personas sean reconocidos por encima de cualquier consideración o prejuicio social.

Mi nombre es Harvey Milk

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#cinelgtb

 

Película estadounidense estrenada el 28 de octubre de 2008, dirigida por Gus Van Sant y protagonizada por Sean Penn, James Franco, Diego Luna, Josh Brolin y Emil Hirch. La cinta está basada en la vida del político Harvey Milk, primera persona abiertamente homosexual elegida para un cargo público en los Estados Unidos (concejal de distrito de San Francisco). Además, Milk fue un férreo defensor y activista de los derechos civiles de las personas LGTBI.

Para ser fieles a la época en la que se desarrolla la historia, desde el diseño de producción y el diseño de vestuario se realizó una investigación sobre la comunidad LGTBI de la ciudad en los archivos del GLBT Historical Society en San Francisco. Estuvieron allí durante semanas examinando fotografías, películas y videos, periódicos, material textil histórico, así como artículos perteneciente a Harvey Milk, donados a la institución por el estado de Scott Smith. Dustin Lance, autor del guión, se entrevistó con personas que conocieron a Milk para documentarse sobre la personalidad del político y el entorno en el que vivió.

También visitaron el lugar donde estuvo la tienda de cámaras de Milk (convertida en la actualidad en tienda de regalos) en la calle Castro y la decoraron tal y como estaba en los años setenta, época en la que tiene lugar la historia . Los productores compraron la que fue tienda de cámaras de Milk para integrarla en la cinta. El rodaje en la calle Castro revitalizó el Teatro Castro. Pintaron la fachada y restauraron las marquesinas de neón. El Ayuntamiento de San Francisco, fue otro de los lugares de rodaje. La oficina de White, donde Milk fue asesinado, se recreó en otro lugar ya que las oficinas del ayuntamiento eran demasiado modernas.

El film arranca con la noticia del asesinato de Milk y de George Moscone, alcalde de San Francisco, para mostrar en flash-back los años de activismo político del primero, contados por él en una grabación magnetofónica.

El director de Todo por un sueño y Elephant, opta por rodar una película de formas clásicas, formalmente en la línea de El indomable Will Hunting y Descubriendo a Forrester, alejándose así de los minoritarios títulos de temática gay Mala noche y Mi Idaho privado. Van Sant se decanta por un tratamiento estético y narrativo capaz de atraer al público. Pretende una aproximación didáctica, para explicar la lucha por los derechos civiles de las personas LGTBI. En este sentido el film recuerda a Philadelphia, aunque ciertos puntos de vista se defienden con menos tapujos. Van Sant se centra en las discriminaciones laborales por orientación sexual e identidad de género, y en mostrar a los distintos personajes como tipos humanos, con los que se puede empatizar, algo a lo que ayuda el magnífico reparto de la película.

La idea de la cinta es dar a conocer la realidad de las personas LGTBI en el momento en el que se desarrolla la historia. El protagonista se describe con honestidad: en su convivencia con dos compañeros sentimentales no se obvian conflictos, actitudes egoístas y tendencias suicidas. Para reafirmar el punto de vista del film, hay ideas originales: que en un cine se proyecte La aventura del Poseidón, la historia de un barco que da un vuelco y queda boca abajo, parece una metáfora de una sociedad cuyos puntos de vista deben ser vueltos del revés. Quizás la película buscaba utilizar las luchas de entonces para acometer las de ahora.

Sean Penn obtendría el Oscar al mejor actor por esta película y Dustín Lance Black se llevaría una estatuilla por su guión.

«He venido a reclutaros.» Con esta frase empezaba sus discursos Harvey Milk. El político luchó con todas sus fuerzas para impedir que la ultraderecha ganara una votación que pretendía aprobar una ley que permitiera denunciar a los profesores de primaria ‘sospechosos’ de ser homosexuales para posteriormente despedirles. Consciente de la amenaza que significaba la extrema derecha, Harvey advirtió hasta la saciedad que aquello no era tan sólo una amenaza para el colectivo LGTBI, sino que era una afrenta contra los derechos humanos y especialmente los de las minorías sociales. Porque una injusticia contra una minoría hoy, lo es para el resto mañana. A pesar de que era una votación que afectaba tan sólo a California, Harvey apeló a toda la nación: «Hago un llamamiento a todas las minorías y especialmente a los millones de lesbianas y gays a que despierten de sus sueños, se reúnan en Washington y le digan a Jimmy Carter y a su nación: «Despierta. Despierta, Estados Unidos. Basta de racismo, basta de machismo, basta de gerontofobia, basta de odio. ¡Basta!»
 

Hablando de visibilidad y representatividad TRANS

Apoyo Positivo

 

Cada 31 de marzo, desde 2009, se conmemora a nivel internacional el Día de la Visibilidad Trans, jornada que surge de manos de Rachel Crandall con el objetivo de visibilizar y sensibilizar sobre la situación de las personas trans en la sociedad y la negación continuada de derechos a la que están sometidas.

En Apoyo Positivo trabajamos a diario para mejorar las condiciones de vida de las personas trans y sus entornos cercanos, amigues y familias, su acceso en salud y la protección necesaria dentro de los entornos educativos, y aprendemos también a diario a dejar el espacio necesario para que sean ellas las que tracen el camino a la plena inclusión y representatividad. Porque hasta el momento, no sólo existe una vulneración de derechos fundamentales hacia el colectivo trans, sino que además socialmente cuesta todavía comprender las diferentes realidades que forman parte de nuestro paraguas trans, y la invisibilidad de algunas de ellas se muestra aún mayor, debido a los marcos y referentes patriarcales que han reflejado a las personas trans históricamente.

En nuestras acciones alrededor de este día en 2022, hemos querido dar voz a distintas visiones trans de personas creativas que participan en nuestros proyectos de innovación comunitaria, hablando de su transición, de esa visibilidad y de su realidad diaria.

Por un lado, os traemos una entrevista con Afioco y Ondina, directore y actore de NO BINARIO, primer capítulo de LOCURA, la 4ª Temporada de nuestra serie INDETECTABLES (que ya podéis ver en abierto en nuestra web!), para explorar con elles las identidades no binarias y trans masculinas y la visibilidad social, laboral y cultural que tienen en España.

Hablamos mucho de mujeres trans, pero ¿qué ocurre con otras identidades? ¿Hombres trans, personas no binarias,…?

 

Y, ¡como regalo sorpresa!, os traemos un adelanto de la quinta temporada de INDETECTABLES.

VIEJES aborda como temporada los problemas de la diversidad en la etapa adulta, cuando en muchas ocasiones vuelven los armarios, y se acentúa un componente cada vez más común en nuestra sociedad como es la soledad, que se agrava aún más en las personas diversas, LGTBIQ, VIH, etc.

Una entrevista a Laura Frenchkiss y Koko, dos artistas y personas trans de diferentes generaciones que muestran las diferentes caras de la diversidad en una visión intergeneracional.

Queremos dedicar esta pieza a la memoria de Laura Frenchkiss que llenó nuestras vidas, actividades y nuestra CASA Torremolinos de su alegría y energía.
Que el viaje te sea leve.

 

Inmensas gracias Afioco, Ondina, Laura y Koko.

Si como persona trans necesitas asesoramiento o ayuda, siempre puedes contactarnos: diversidad@apoyopositivo.org

 

Hablamos con Iván León, autor de ‘Oh, feliz culpa!’

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

 

Oh, feliz culpa! es la primera novela de Iván León, y es también el primer testimonio sobre las llamadas “terapias de conversión” que, dentro de la Iglesia Católica, se realizan a personas del colectivo LGTBI+. Este libro es una experiencia novelada, un relato del presente que expone hechos, situaciones y consecuencias que, erróneamente, muchos creen que forman parte únicamente del pasado. Hablamos con su autor.

 

– ¿Qué nos vamos a encontrar los lectores en ¡Oh, feliz culpa!?

Creo que una de las notas principales de este relato sería su normalidad. Y ese, precisamente, es su punto fuerte. Me explico. Cuando se habla de estos temas (terapias de conversión y cosas por el estilo) solemos pensar en cosas terriblemente obscenas: campamentos al estilo norteamericano, terapias de aversión de los años cincuenta y cosas así. Y es un error. A día de hoy estas cosas suceden entre bambalinas, discretamente. Son, en la mayoría de casos, machaques constantes, discursos funestos y una fuerte presión social. Por eso, creo que cualquiera que se acerque a este relato podrá comprobar como, sin apenas darse cuenta, ha ido introduciéndose en un bucle del que es difícil salir. Otra característica es que, partiendo de esa misma normalidad, genera una gran intimidad. ¿Quién no ha experimentado la incertidumbre en sus propias carnes? ¿O quién no se ha enfrentado a un cierto cuestionamiento? En ese sentido, creo que es fácil que haya una cierta empatía entre narrador y lector, lo que facilita mucho la tarea de inmersión. Y, por supuesto, eso mismo permite definir imágenes mucho más vivas para que también sea posible disfrutar del relato.

 

– ¿Qué te llevó a decidirte a escribir tu historia?

Supongo que el independizarme, en sentido amplio. El salir de casa me exponía a grandes preguntas. Ya no era un yo metido en una estructura, sino que me enfrentaba en soledad a un montón de experiencias nuevas. Necesitaba construir un relato que respondiese a quién era. Un relato que me permitiese tomar posesión de mí mismo y presentarme ante el mundo. Un relato sobre el cual poder edificar. Y eso pasaba por integrar algunas experiencias complejas. El escribir sobre esta etapa fue, por decirlo así, algo providencial. Durante una visita a la UCM, donde me formé, estuve charlando con un profesor y le comenté lo que me rondaba por la cabeza, las dudas sobre ese proceso de construcción de la identidad. Y su respuesta fue sencilla: “Escribe. Somos filólogos, ¿no? La formación que os proporcionamos no es únicamente académica, sino que podéis aprovecharla para vuestra vida.” Y realmente aquella conversación fue lo que, durante el confinamiento, me animó a escribir toda esta historia.

 

– ¿Cómo fue el proceso de escritura?

Terrible. Algo más en serio, diría que ha sido un proceso complejo, lleno de baches. Uno de los primeros problemas fue encontrar el tono adecuado. ¿Desafiante? ¿Lastimero? ¿Algo más neutro? Sin embargo, una tarde, durante una charla, se me ocurrió una idea sencilla: presentar mi experiencia subjetiva como una suerte monólogo interno. Algo así como permitir al lector acceder a mis vivencias, aunque con la distancia que proporciona la retórica. En términos algo más mundanos, hubo días y días. Algunos días fueron una auténtica catarsis y otros, simplemente, rellenar el espacio literario. Supongo que, para entendernos, debe ser similar al proceso de creación de una pintura: hay días que das vida a la figura principal y otros, te limitas a iluminar el fondo. En resumen, ha sido un proceso largo, aunque he contado siempre con ayuda y referentes.

 

– Hablas en varias ocasiones de la tentación de ceder al olvido, ¿crees que eso es posible? Creo que en tu novela hay un enlace muy bonito entre la historia personal y la memoria colectiva, sobre todo para quienes entendemos que la memoria es algo vivo, es decir, que afronta problemas y situaciones que aún están lejos de haber quedado atrás. ¿Qué piensas sobre este tema?

Olvidar. En cierto sentido, olvidar sería algo similar a negar. Negar un hecho o una experiencia concreta. Y negar no es más que una forma, respetable, de gestionar algún aspecto concreto de la realidad. Aquí que cada uno gestione como pueda, que bastante tenemos con lo que tenemos. Aunque creo que, en la medida de lo posible, hay que afrontar las experiencias vitales con cierta osadía. Tratando de hacerlas nuestras para poder sacar algún partido de ellas, si es que fuese posible. Y si no, para, al menos, poder revisitar aquellos lugares sin aquel terrible estrés que provoca el trauma. Por otra parte, creo que la relación entre el individuo y la colectividad es muy estrecha. Uno no puede ser si los demás no le ayudan a ser. Y, por supuesto, la colectividad no puede constituirse si cada uno de los individuos no se integran en ella. Hay que acabar con el mito del self-made-man, porque nos aísla y nos impide establecer vínculos de confianza y apoyo. Y, precisamente, sin estos vínculos, sin esta confianza, creo que nos veríamos abocados al desastre porque una de las principales estrategias de supervivencia siempre ha sido la comunicación de saberes. Algún humano comunicaba a otro tal o cual saber, o amenaza, y así el grupo podía valerse de ese conocimiento para sobrevivir. Creo que aquí ocurre algo similar: la experiencia personal de cada uno puede ayudarnos no sólo a constituirnos como colectividad, como sociedad, sino que además puede ayudarnos a desarrollar estrategias adaptadas a la realidad que se nos presenta.

 

– “Yo tampoco sé ser un hombre, pero ¿a quién le importa?” Cuánto pesan los estándares del género, cuánta violencia pueden crear… algunas ideas presentes en tu novela. ¿Es que lo hacemos mal, es que no lo somos, o es que nadie tiene la potestad de decir quién es qué salvo uno mismo?

Creo que habría que empezar por el principio y preguntarse qué es eso de ser un hombre. Porque dependiendo de quién plantee la pregunta, fijará un estándar u otro. Y, en cualquier caso, creo que ese estándar seguiría sin ser universalmente válido. Porque definir un ideal así resulta extremadamente complejo Algunos podrían apelar a los cánones y cosas así, pero, ¿a qué cánones nos apegamos? Porque hay tantos hombres como momentos históricos y grupos culturales, cada uno de los cuales tiene una pretensión de verdad y universalidad que resultan soeces en conjunto. Así que, ¿con qué hombre nos quedamos? En cualquier caso, creo que muchas veces es una obsesión social más que un problema real. Si uno es funcional y consigue articular un relato que le sirve para encarar la realidad, ¿cuál es el problema? Creo que la verdadera preocupación debería ser el poder construir relatos cercanos y prácticos y que tengan un gran potencial explicativo para la propia persona. Tratar de definir una masculinidad y una feminidad hegemónicas e inmutables me parece un burdo intento de categorizar y cauterizar la realidad para poder etiquetarla y hacerla manejable.

 

“Aquel pasillo parecía no tener fin. Avanzaba penosamente, sin tener aún claro qué sucedería a continuación. Y, sobre todo, seguía sin tener la completa certeza de que aquello fuese a funcionar.” Así comienza “Vorágine”, la primera parte de tu libro, unas líneas que marcan el inicio de aquellos encuentros… desde el ahora, ¿qué te gustaría decirle a tu yo de ese entonces?

Creo que no sabría bien qué decirle. Seguramente lo mirase en silencio con cierta simpatía y lo dejase marchar. Aunque es probable que le viniese bien saber que, en realidad, todo va mucho menos en serio y mucho más en serio de lo que aparenta. Sería, simplemente, una cuestión de afinar la comprensión. Pero claro, eso es algo que te da el tiempo. Así que es normal que cometamos ciertos errores de ese tipo.

Oh, feliz culpa! de Iván León, editada por Egales y con prólogo de Víctor Mora, ya disponible en librerías y en la web de la editorial.

Pride

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#cinelgtb

Película británica de 2014, escrita por Stephen Beresford y dirigida por Matthew Warchus. Basada en hechos reales, la cinta cuenta la verídica historia de un grupo de activistas del colectivo LGTB que deciden apoyar las huelgas mineras de 1984 en Reino Unido.

En un principio, el NUM, sindicato de mineros, debido a sus prejuicios, fue reacio a aceptar la ayuda de una asociación LGTB. Ante el rechazo del sindicato, el grupo de jóvenes activistas decidió llevar personalmente el dinero recaudado a la comunidad minera de Onllwyn, un pequeño e ignorado pueblo de Gales. Las familias obreras aceptaron gratamente la ayuda, y así surgió una fuerte y exitosa alianza que, hasta entonces, habría sido impensable.

La cinta está basada en la vida del activista LGTB y comunista Mark Ashton; y en el inicio de la campaña LGSM (Lesbianas y Gais Apoyan a los Mineros). El concierto benéfico Pits and Perverts tuvo lugar el 10 de diciembre de 1984 en el local Electric Ballroom, en el barrio de Camden de Londres. La librería que fue central de la asociación LGSM y aparece en la película, es real y está ubicada en el barrio londinense de Bloomsbury.

Dos personajes femeninos de la obra también reales, son la galesa Hefina Headon, activista por los derechos humanos; y la galesa Siân James, política y diputada del parlamento. Así como Jonathan Blake, el primer hombre gay diagnosticado con el virus VIH en Londres.

La película se sitúa hacia la mitad del gobierno de Margaret Thatcher, en los 80. Una etapa en la que confluyeron una serie de cambios políticos, sociales y económicos. La política de privatizaciones de Thatcher es la premisa de partida de la cinta, ya que cerrar decenas de minas dejaría a miles de trabajadores en el paro.

Por esa época tuvo lugar la Guerra de las Malvinas y los años de crisis, además de la llegada de personas inmigrantes procedentes de Jamaica y de otros lugares. Todas estas circunstancias dieron lugar a una intensa lucha obrera y catalizó el ascenso del neonazismo y el paso de skinheads del antirracismo a partidos como el Frente Nacional, como se sugiere en Pride y podemos ver en otras películas similares como Billy Elliot (2000) o This is England (2006).

El director mezcla técnica y modernidad para recrear un ambiente y una emociones que, a veces, se acercan al cine documental. Rodada de forma luminosa y sin florituras, la cinta nos muestra la evolución de la relación entre los dos grupos que va desde el rechazo hasta el entendimiento y la unión, visibilizando cómo cuando se desmontan los prejuicios los resultados positivos afloran, con la provechosa alianza entre dos colectivos oprimidos.

Los diálogos, con humor e ironía, resaltan el impacto de la llegada al pueblo de la asociación de jóvenes LGTB: “sois los primeros gays que conozco”, “al menos que tú sepas”, “tú eres el primer minero que conozco”. También señalan los puntos de encuentro entre ambos grupos: “Hemos pasado cosas similares a las vuestras. Si una quinta parte de la gente es gay, una quinta parte de los mineros lo es, y seguro que se alegrará de vernos”. Y comentarios, como los que Gwen (Menna Trusller) ha escuchado en el mercado, como que las lesbianas son todas vegetarianas, nos muestran lo absurdos que pueden llegar a ser los prejuicios. Estos prejuicios no solo son hacia las personas LGTBI, sino también hacia las mujeres.

Así, Dai (Paddy Considine) expresa ideas arraigadas el imaginario patriarcal que asume que las mujeres de comunidades pequeñas no son femeninas: “Sólo hay una diferencia entre este bar y los bares de Gales del Sur. Las mujeres parecen mucho más femeninas”. También los diálogos visibilizan el miedo de los mineros a que su hombría se ponga en entredicho si aceptan la ayuda del grupo de jóvenes LGTBI: “Son hombres, les están manteniendo sus mujeres y ahora esto”.

La película describe a la perfección la posición subalterna de las mujeres tanto dentro del grupo LGTBI, liderado por un joven gay, como en el pueblo minero donde ellas quedan relegadas al ámbito doméstico: el personaje de Siân (Jessica Gunning) afirma tras la huelga, “soy esposa y madre. Mi vida volverá a la normalidad”. La misión de las mujeres es mantener alta la moral de los mineros y organizar comités de resistencias, lo que no deja de ser una tarea secundaria.

Otros temas que aparecen en la película son el rechazo familiar que lleva a jóvenes LGTB a encontrarse en situaciones muy duras, y el comienzo de la pandemia del SIDA. Esta cinta se proyectó como parte de la Quincena de Realizadores del Festival de Cine de Cannes de 2014, donde obtuvo el galardón Queer Palm.

Los largos tentáculos de la represión de las disidencias sexuales

Pablo Morterero (@pabloMorterero)

 

Candela García fue detenida y encarcelada en Barcelona en los años sesenta por realizar “ademanes de homosexualidad”. Cuando presentó su solicitud para acogerse a los beneficios previstos para las víctimas de la Ley de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad y Rehabilitación Social, aprobados durante el gobierno de Rodríguez Zapatero, vio como se la rechazaban, ya que a ella no se le aplicó la Ley de Vagos, vigente en ese momento, sino el artículo de escándalo público previsto en el Código Penal. A pesar de ser detenida y torturada por homosexualidad, a ojos de la legislación actual, no fue víctima del franquismo.

Uno de los errores que hemos cometido desde el activismo LGTBI ha sido no comprender que la represión de las disidencias sexuales (en el pasado y en el presente) tiene un componente sistémico, más allá de tal o cual circunstancia. Y esto viene ocurriendo tanto en las investigaciones históricas sobre la represión durante el franquismo como en las estrategias destinadas a superar muchos de los obstáculos a los que nos enfrentamos.

Cuando estudiamos la represión franquista de las personas homosexuales (gais y lesbianas), bisexuales, trans e intersex, solemos fijarnos en determinadas leyes, como la de Vagos y Maleantes y su sucesora, la de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Esta mirada reduccionista nos ha llevado a no observar otras vías por la que el régimen de la Dictadura perseguía la homosexualidad y la transexualidad, como determinados artículos del Código Penal (como el de escándalo público o la diferencia de edad de consentimiento para relaciones homosexuales y heterosexuales) e incluso las actuaciones de los Tribunales de Honor. Pero aun teniendo en cuenta estas normas, seguiremos sin comprender la dimensión real de la persecución.

Y es que debemos partir del hecho (no privativo de la dictadura franquista) del carácter cisendoheteronormativo del sistema que automáticamente expulsaba a las márgenes todas aquellas realidades y comportamientos que no se ajustan a la norma.

Es decir, que la represión franquista no se puede explicar exclusivamente a través de las leyes sino del complejo proceso legal y social (médico, educativo, laboral, deportivo, etc.) que hacía que las personas homosexuales, bisexuales, trans e intersex sufrieran la exclusión, la persecución y, por último, la represión, ya fuese física (terapias y mutilaciones), social (sistema educativo, sanitario, laboral, religioso, etc.) o penal (encarcelamiento, destierros, etc.)

Y esta mirada sistémica debemos extenderla al presente. Cuando en los 70 se luchó por la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, nadie parecía darse cuenta que en los 80 sería el artículo de escándalo público el que nos persiguiera. Cuando se luchó, y consiguió, modificar el Código Civil para permitir el matrimonio igualitario de forma que se evitara cualquier aplicación discriminatoria, no nos imaginábamos que, a la hora de registrar conjuntamente a un bebé por parte de las parejas de hecho de mujeres, se les exigiese estar casadas, requisito no exigible a las parejas de hecho integradas por un hombre y una mujer. O que cuando una mujer o una pareja de un hombre y una mujer van al registro civil consular para registrar a un bebé, nadie pregunta si han sido progenitores por gestación por subrogación, cosa que sí se exige a un hombre solo o a una pareja de hombres.

Debemos aceptar que, tanto ayer como hoy, cualquier interpretación de las normas legales y sociales se hará desde una perspectiva cisendoheteronormativa, que nuestra orientación, nuestra identidad o nuestra corporalidad será analizada y valorada dentro de lo correcto/incorrecto, lo deseable/indeseable, y lo beneficioso/perjudicial. Es decir, no se nos enjuiciará por lo que hacemos, sino por lo que somos.

Por eso no deja de sorprender la convicción de aquellas personas LGTBI que sostienen que ellas no han sufrido ninguna discriminación por su orientación, su identidad o su corporalidad.

Pero nada más lejos de mi intención el promover desde el activismo cualquier tipo de victimismo. Como pedía Séneca a Helvia, no deseemos para nosotros el más despreciable de los méritos, el parecer los más desgraciados.

Pero sí asumir el carácter sistémico de la represión y la discriminación, saber que cuando investigamos el pasado, o luchamos contra una norma, ya sea social o legal, nos enfrentamos solo a uno de los muchos tentáculos de la cisendoheteronormatividad, cuya denuncia y superación debe ser el objetivo final de nuestra lucha.

 

Contar la vihda en pastillas

Por Daniel Cortez Abreu (@doctokind)

“Todes se preocupan del tiempo(…) se han buscado categorías universales para explicarlo y medirlo, para darle palabras a esa experiencia. Yo tengo frascos, frascos que contienen pastillas, pastillas que contienen días. Treinta días transcurren antes de abrir otro frasco, no se trata de una categoría abstracta: el tiempo toca mi lengua, tiene sabor, se desliza por mi garganta y luego se disuelve en mi estomago, El tiempo es una realidad material. El tiempo nunca había tenido una forma más concreta

Palabras de Lucas Nuñez y Rodrigo Ortega en su obra Prospectos, expuesta en “Cero Positivo” de Mueganxs

 

Hace unas semanas comencé a contar las pastillas con mayor atención. No solamente a nivel numérico, sino también discursivo. Como muches, desde que me dieron el primer bote, he medido una parte de mi vida basándome en ellas. Es como tener un propio “antes y después de la era común”, pero mi comunidad temporal es otra. La última vez que conté con atención, cuantifiqué unas decenas de pastillas, las suficientes hasta que me toque recoger la próxima tanda de botes de medicación, que ni siquiera sé si tendré. Y aunque logre obtener los siguientes botes, con lo que se siente como el “beneplácito” del sistema, la ansiedad seguirá rasgando y haciéndome mella hasta la próxima cita. Entonces la vida y el tiempo se muestran como un ciclo, aunque sepamos que no lo son. El recordatorio es infalible: es el sistema el que siempre decidirá si puedo seguir manteniendo a raya el virus en sangre, si tengo cabida dentro de la tan celebrada cifra de personas con estatus virológico indetectable en el proyecto político del Estado español. Porque la indetectabilidad no es exclusivamente una posibilidad biológica y farmacológica: es una cuestión de clase social, de racialidad y migración, de género, de afectos y estigma. La indetectabilidad no es lo que me otorga validez y humanidad, y aún así muchos se centran en que nuestra vida gire en torno a ello sin ni siquiera garantizarnos las condiciones básicas, no solo para lograrla, sino también para mantenerla. No obstante, para muches estos ciclos son tan débiles que se rompen con la posibilidad de que en la próxima cita te toque la desafortunada lotería y la farmaceuta de turno en el hospital te diga “lo siento, el sistema no nos permite dispensarte otro bote más”.

Han pasado varias semanas desde que la Comunidad de Madrid anunció las medidas que institucionalmente excluyen a cientos de personas inmigrantes con VIH del sistema madrileño de salud. Desde entonces las pastillas como parámetro temporal tienen otra carga simbólica, tienen otro efecto en mi mente, en mi cuerpo, en nuestra lucha, en nuestra supervihvencia. El peso de las pastillas ahora es otro: ya no son exclusivamente una unidad de medida temporal, también se transforman en una magnitud de ansiedad y preocupación, su fuerza gravitatoria se expande. Ahora pesan diferente en mis manos, dentro de mí estomago y en mi mente. Si estas medidas son otra forma de la necropolítica, se me ocurre que transcurren en una dimensión temporal a la que, teoricamente, nadie es ajena: la farmacotemporalidad. Especialmente nuestros cuerpos con VIH saben vivir inmersos en ella.

Casi al mismo de que la situación en Madrid se agravara, Mueganxs —un colectivo mexicano que se define como una “red de vinculación creativa de la disidencia sexual y de género/antirracista”— anunciaba su expozición digital “Cero Positivo: infectar las narrativas, parasitar los espacios”. Esta experiencia, al alcance de un móvil inteligente, ha sido un sacudón que de virtual poco tiene: lo sentí hasta en la última célula. Escuchar, leer y observar el trabajo de compañeras como Camila Arce ha sido un reencuentro motivador, pero sobre todo he sentido cada palabra de Lucas Nuñez, narrada por la voz de Rodrigo Ortega, como si me tocaran. Su voz retumba y te inunda, así como inunda el espacio que se explora a través de la pantalla. A mi me tocó, además, una fibra especial que he tenido todas estas semanas sensible; Lucas y Rodrigo hablan sobre el tiempo medido en pastillas de antirretrovirales, una realidad material, no una categoría abstracta. Nuestra vida se mide en pastillas: las que te quedan para ver si puedes viajar, las que has guardado para pasar la noche fuera de casa, las que te has tomado desde el diagnostico, las que te sobraron del cambio de tratamiento, las que has consumido desde que se implementó una medida que marca y discrimina a miles de cuerpos, las que nos tomábamos mientras preferían no hablar de nosotres, o las que te saltas para ver si llegas a rendir el bote que no sabes si en la próxima cita del hospital vas a poder renovar.

Sin embargo, más allá de la magnitud temporal, de mi calculo burdo de más o menos cincuenta botes consumidos y apelando a la polisemia de la palabra “contar”, me pregunto por las historias que nuestras pastillas pueden relatar: ¿qué narrarían nuestros botes? No quiero quedarme solo con el afán de medir la vida en parámetros numéricos y colocarla en una línea cronológica, también quiero pensar en los discursos que transcurren con cada bote: ¿qué puedo contar de la vida que ha pasado mientras he ido gastando cada uno? ¿qué ha pasado mientras cada pastilla se diluye en mi organismo para mantener la indetectabilidad? ¿quiénes han llegado a mi vihda y que cuerpos ya no existen desde que abrí cada bote? ¿qué historias no habrán podido contar los cuerpos de quienes nunca tuvieron un bote entre las suyas? ¿cómo han sido mis relaciones, mis afectos, los cuidados y los errores cometidos al desechar cada bote? ¿Cómo serían las historias de todos los botes que un cuerpo con VIH, con sida, con estigma, bichoso, infectado y marcado, tienen para narrar? No tengo dudas de que estás preguntas no tienen respuesta simples y exclusivamente individuales. Sin embargo, la tasación de nuestra vida, en números, en la percepción etnocéntrica de un tiempo que “avanza” hacia lo mejor, mientras deja “atrás” a esos cuerpos otrerizados me hace pensar en la necesidad de rescatar la respuesta y la reflexión colectiva.

Pienso en mis respuestas y leo las de mis amigas mientras me retumban las palabras de Lucas y Rodrigo:

“(…) pienso en que llegará el día en que podré inundar mi pieza con ellos, podré hacer el camino al hospital con frascos, incluso podría construir el mismo hospital, armar sus pasillos y murallas.”

Finalmente, mientras me pregunto sobre las historias que cada persona que es excluida del sistema sanitario tiene para contar y como marca a todos los cuerpos que se ven afectados –directa o indirectamente– por la materialidad de estas medidas que se piensan ajenas e insensibles, caigo en la misma reflexión a la que siempre volvemos muches y con la que concluyen Rodrigo y Lucas en su obra: “me pregunto cuantos frascos tendré que tomar antes de ver una cura…”.

Agradecimientos. Gracias a Lucas Nuñez por permitirme usar su texto como medio de reflexión y sanación. Puedes escuchar, ver y apreciar la obra de Lucas, Rodrigo Ortega, Camila Arce, Saúl de León y otres maravilloses artistas en “Cero Positivo: infectar las narrativas, parasitar los espacios” en el perfil de Mueganxs, disponible en el siguiente enlace: http://mueganxs.com/cero.html 

 

¿Estará dispuesto Casado a derogar el matrimonio igualitario para ser presidente con el apoyo de Vox?

Pablo Morterero (@pabloMorterero)

 

En España, centenares de miles de personas LGTBI estamos expectantes a la reacción de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ante la anunciada presentación de una propuesta de Ley en la Asamblea de Madrid, por parte de Vox, para derogar las leyes autonómicas LGTBI y trans.

Vox nunca ha ocultado que una parte fundamental de su proyecto radical es acabar con algunos derechos humanos que hemos conseguido en los últimos años, no solo en el campo de la orientación y la identidad sino también en el campo del género. Por eso, no ha sido una sorpresa el anuncio de la formación radical de ultraderecha, pero sí ha generado preocupación el momento y el lugar anunciado para presentar la propuesta de Ley.

La presidenta de la Comunidad de Madrid nunca ha ocultado sentirse cómoda con muchos de los postulados de la formación radical, y ha hecho continuos guiños a su electorado para conseguir una mayoría suficiente para gobernar. Escorarse tanto a la ultraderecha, ha hecho que la única opción parlamentaria del gobierno de Díaz Ayuso para sacar adelante las leyes en la Asamblea de Madrid sea el concurso de la formación radical de ultraderecha. Hace unos días se formalizó el pacto para los Presupuestos de la Comunidad para 2022, y justamente después, Vox anunció la presentación de la propuesta de Ley.

La deriva de la gran formación política de centro-derecha española hacia una posición radical de ultraderechas es preocupante. Porque cada vez más, se verá condicionada por la formación radical ultraconservadora, que además necesita diferenciar su discurso político respecto a un PP escorado hacia la ultraderecha, radicalizándolo.

Si la señora Diaz Ayuso acepta el envite, y acepta derogar o modificar las leyes trans y LGTBI, no solo salen perjudicadas las personas LGTBI madrileñas y sus familias, sino las de todo el país. Porque fortalecidos por el éxito, el siguiente objetivo serán las leyes del resto de Comunidades Autónomas, y el premio “gordo”: el matrimonio igualitario.

No podemos olvidar que el PP no solo se opuso al matrimonio igualitario en las Cortes Generales si no que también presentó un recurso de inconstitucionalidad, finalmente rechazado por el Alto Tribunal. Y es que la derecha española nunca se ha sentido cómoda con extender la institución matrimonial a las parejas de dos personas del mismo sexo. Porque enfrenta el espíritu liberal existente en la formación de centro derecha, con el neoconservador que ido ganando posiciones en las últimas décadas.

Cada pacto que firma el PP con Vox, es un eslabón más de la cadena que ata a la formación de centro-derecha al programa radical ultraconservador. Tras gobernar comunidades autónomas como Andalucía, Castilla-León, Madrid o Murcia, y decenas de ayuntamiento, en las próximas elecciones generales, donde presumiblemente el candidato “popular” sería Pablo Casado, cualquier posibilidad para gobernar en minoría pasará inevitablemente por un pacto con el partido de Santiago Abascal.

Y ya sabemos cual será una de las “piezas” que querrá cobrarse el lobby político ultraconservador radical: el matrimonio igualitario. ¿Será capaz Casado de renunciar a gobernar y facilitar un gobierno de centro-izquierda, por no “sacrificar” el matrimonio igualitario?

Por eso es tan importante el éxito de la movilización del próximo 15 de diciembre en diferentes partes de España contra la anunciada petición de derogación de las leyes madrileñas trans y LGTBI. Solo si el PP asume que ceder y sacrificar derechos de las personas LGTBI y sus familias en el altar de la gobernabilidad con Vox supone la pérdida de una parte importante de su electorado más liberal, podemos asegurar que una posible mayoría de centro-derecha en las próximas Cortes Generales no suponga el fin del matrimonio igualitario.

Porque si no, lo que nos queda es rezar. Para aquellos que tengan fe, naturalmente.

 

¡No sin la H!

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Las personas con VIH nos queremos vivas

Por Daniel Cortez Abreu (@doctokind)

 

Recientemente la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid publicó en su página web el nuevo procedimiento para la solicitud del “Documento de Asistencia Sanitaria para Ciudadanos Extranjeros sin residencia legal en España (DASE)” que ahora elimina la posibilidad de que los hospitales madrileños puedan directamente aprobar y garantizar el acceso a la atención sanitaria a las personas inmigrantes. De esta manera se pierde una vía importantísima para garantizar el tratamiento sanitario a las personas con VIH, que ahora deben pasar por un procedimiento centralizado en el que se exigen ciertos requisitos, en la mejor de las situaciones, retrasaría el acceso al tratamiento antirretroviral (TAR) durante meses, lo que constituye un grave peligro para las personas que vivimos con VIH.

Esta medida aparece luego de que, durante varios meses, compañeres de las ONG y redes de apoyo psicosocial, relacionadas a la respuesta comunitaria del VIH y del sida, se estén enfrentado a las dramáticas situaciones de personas inmigrantes con VIH a quienes se les ha negado la entrada al sistema de salud madrileño o a quienes, ya una vez dentro del sistema, han sido excluidas de la prestación del servicio, sin poder si quiera retirar su TAR, un elemento fundamental para poder preservar nuestra calidad de vida y bienestar. Una medida como esta no solo consideraría que todas las personas en vías de regularización o sin residencia legal tienen las mismas necesidades –hecho alejado de la compleja realidad social que vivimos – sino que establece otro obstáculo institucional para la garantía de los derechos fundamentales y aumenta la inequidad social.

A un par de semanas del 1 de diciembre, el día mundial del sida, esta escandalosa situación no hace más que empeorar y los casos de personas inmigrantes con VIH a los que se les niega o excluye de la atención sanitaria madrileña aumenta y se acumula, a pesar de que la infección sea de declaración obligatoria y por tanto necesite una atención sanitaria especializada y urgente, tal como reconocen organismos supranacionales e internacionales como ONUSIDA, la OMS y la Unión Europea. Pero más allá de la grave vulneración que supone para los derechos fundamentales, la ausencia o la interrupción del TAR significa una verdadera tragedia para las personas que vivimos con VIH. Es sinónimo de poner en peligro nuestra relativa calidad de vida, el control virológico alcanzado, el nuestro bienestar físico y social, haciéndonos también más vulnerables a nivel psicológico, social, económico y laboral. Así, este protocolo deja a un lado a muchos cuerpos que no pueden soportar, ni esperar, que el aparato burocrático estatal decida aprobar quienes y cuando precisan de atención sanitaria.

Sin embargo, esto no surge de la nada, ni aparece a última hora: también es consecuencia del aumento de los discursos de odio hacia la otredad como valor negativo en el terreno político. Se ha restado importancia a las consecuencias de legitimar o dar espacio a narrativas que buscan la eliminación de quienes han sido catalogades como enemigos. En otras muchas situaciones se alude a la equidistancia como si no fuese una decisión y posición política que no hace sino legitimar estos discursos. Hace cuatro años, cuando recibí mi diagnóstico, la discusión política parecía ser diferente, aunque empezaba a notarse el peso de los agentes y las narrativas de la ultraderecha. Cuando estos discursos cobraron mayor relevancia en el debate político, con todo lo que podían suponer, se ignoraban sus consecuencias, porque parecía – y aún parece – que lo simbólico es algo abstracto e inerte que no se traduce en la realidad material y social, como ahora justamente pasa en este tipo de políticas de salud pública que se convierte en medidas que específicamente afectan a quienes somos considerados un peligro para la integridad de la nación como proyecto político.

Es necesario recordar que estas medidas son una expresión del racismo y la xenofobia institucional, y por lo tanto estructural, así como de una Ley de extranjería mantiene y promueve la precariedad, la discriminación y la vulnerabilidad social a cientos de miles de personas.

Es incluso una falacia aceptar que este nuevo procedimiento afecta solamente a las personas inmigrantes sin residencia legal, puesto que también excluye a aquellas personas con un estatus migratorio regular, como en el caso de los estudiantes con estancias de estudios de larga duración, cuyos seguros privados no cubren el acceso al tratamiento antirretroviral en el país, que específicamente en el Reino de España es exclusivamente distribuido a través de la red hospitalaria pública. El personal médico tampoco puede recetar la medicación para ser adquirida o comprada en las farmacias comunitaria – esas a las que vamos cuando queremos comprar un medicamento como el paracetamol –, por lo que deja sin opciones incluso a quienes supuestamente podrían tener los recursos para acceder al mismo. No obstante, tampoco es una opción viable: el coste de los esquemas antirretrovirales de última generación supera las cifras de unos cuantos miles de euros y para muchas es un gasto imposible de asumir. Nuestra adherencia crónica al tratamiento – el grado de cumplimiento – es fundamental para garantizar la supresión de la replicación del virus en sangre y otros líquidos biológicos, mejorando la calidad de vida asociada a la salud, y sobre todo, permitiendo llegar a niveles de indetectabilidad, situación en la que no es posible la transmisión del virus durante las prácticas sexuales – incluso cuando no se utilizan otros métodos de prevención como el condón – y reduciendo también la posibilidad de transmisión del VIH de la gestante al feto y al compartir material para inyección intravenosa. Así vemos que la garantía del acceso al TAR, no solo tiene beneficios individuales, sino también colectivos: es una estrategia de prevención que permite disminuir la transmisión del virus dentro de una población.

La situación que se nos presenta es realmente grave, tiene consecuencias nefastas no solo para la salud y la integridad individual, sino también para el bienestar colectivo. Es una clara consecuencia de los discursos políticos que siempre han buscado borrar, eliminar o matar al “otro”. Es un atentado contra los esfuerzos y la historia de los movimientos sociales, contra la memoria de aquellas personas que han dado incluso su vida por hacer posible que muchas sigamos vivas ahora.

Parece que a las autoridades – y muchas personas fuera de los órganos de poder – se les olvida la dimensión social del virus, que incluso aparece explicita en sus siglas: la “H” en VIH es de humana, como decía mi querido Lucas “Fauno” Gutiérrez, activista argentino. Pero nos abocaremos a rescatar nuestra humanidad con el fuerte sentimiento comunitario que tanto nos caracteriza, y en el que plenamente confío, para salir vivas y juntas de nuevo.