Una detrás de la otra

Por Sara Levesque

 

Tropecé con todos los peldaños. De callar tengo carraspera. He amado a la misma mujer muchos años. Me hubiese gustado que, a tiempo, lo supiera.

Hubiese sido mejor arriesgarnos y fallar que seguir soñándonos entre vacilaciones, imaginando un mañana a su lado sin que esté ella, en realidad. En los espacios vacíos es donde más la veo. En una charla de bohemios, cuando más la escucho. Y en los pellizcos de una llovizna, donde más cerca la siento. Y aunque mi corazón, a estas alturas de hojalata, me siga latiendo desconfiado, no puede evitar sentirse feliz porque una vez tuvo cerca su calor. Fue bonito cuando nos terminábamos las frases que dejábamos a medias. Y que, a veces, no acabásemos ni la primera palabra porque hablábamos con las pupilas. Quería quedarme a pasar las noches en su mirada y verla amanecer. Pelearnos por el lado de la cama y llegar a un acuerdo a través de un atajo: ella encima y yo debajo. Mi musa (no) tiene la culpa de que siga fantaseando con poder cumplir nuestras viejas promesas algún día. El día en que aún le asome por la sonrisa un pedacito del amor que nunca cumplimos.

Y llegó el día que, en realidad, era mi mejor sueño. Abrí la boca y salieron las palabras en su dirección.
—Me gusta tu sonrisa.
—Gracias, es una cicatriz. Deberías haberla visto en sus mejores días.
—Tranquila. Todos cometemos terrores.

Con esta conversación tan escueta me di cuenta de que empecé a sanarme de la herida con que suicidé mi corazón durante tantos años. He descubierto que descalza soy mucho más alta. Sin maquillaje estoy mucho más guapa. Sin el ceño fruncido brilla más mi mirada. Si no grito, me escucharás mejor. Y sin ropa, soy más auténtica.

Necesité siete años para dejar de ponerme unas gotas de perfume en las muñecas y el cuello. Una fragancia que me recordaba bastante a la suya, con ese peculiar aroma tropical y sensual. Siete años para dejar de meterme en la cama, apagar la luz y hacerle el amor a distancia, como tantas veces desde que nos conocimos. Siete años para que mis dedos no mutaran en su tacto ––la pasión es la suma de dos personas que se cruzan por el camino; ella era mi pasión––. Siete años para no volver a explotar de puro gozo, empapando de lujuria la sábana y, por ende, todo el dormitorio. Siete años para sobrevivir al asfixiante olor a fantasía. Siete años para dejar de mentirme en la cama.

Necesité siete años para confesarle lo que escondía. Me alegro de haberlo hecho, aunque ahora no quiera saber nada. Huyendo de mí como si sufriera de peste y no de amor, aunque sea un amor que ya apesta. Creo que, a veces, es bueno ser sincero. Así se puede meditar desde otra perspectiva, hacer cambios y seguir adelante. Avanzando sin tropezarte con tus propios pies en los errores pasados.

Sin tener ni idea, ideo algo de lo que sea. Sea más fácil o difícil, difícilmente puedo evitarlo. Evitar lo mismo de siempre. Siempre pensando en sus piernas sin fin. Fingiendo que ya no duele, duele más que si lo admito. Admito que fui una cobarde que ardía, ardía en deseos de no volver a callar. Callarme sería un gran error, error que no pienso permitir. Permitir a mi vergüenza irse, irse a un mundo mejor. Mejor me voy con otra, otra que me sonría. Sonriéndonos, miro de rebote su foto. Fotofobia me provoca aquel instante nuestro. Nuestro mundo pasó a mejor vida. Vida pasada que ya no temo. Temo pocas cosas ya. Ya ves lo que cambian esas hostias del ayer. Ayer pensaba en nosotras. «Nosotras» hoy se ha alterado gracias a otra. Otra mujer por la que soñar. Soñar sin miedo a provocar un nuevo nudo en mí. Mi única duda es si le queda mejor el pelo largo o corto. Corto de raíz con todo aquello. Aquello que me anulaba ahora me aprueba. A prueba quedo con todas las mujeres que surjan a partir de ahora. Ahora deseo estar feliz con una; una detrás de otra.

 

© Sara Levesque

 

Se convoca el III Premio Empar Pineda a la investigación sobre mujeres lesbianas

La Fundación 26 de Diciembre convoca la tercera edición del Premio Empar Pineda para el fomento de la investigación realizada por mujeres, y cuyo objeto de estudio sea la mujer mayor lesbiana en España. El objetivo del premio es fomentar la actividad investigadora, así también como la difusión y publicación de los resultados obtenidos en las investigaciones.

La Fundación 26 de Diciembre, entidad sin ánimo de lucro especializada en las personas mayores LGTBIQ+, convoca este premio en cumplimiento de uno de sus objetivos fundacionales, el fomento de estudios e investigaciones sobre la población a la que se dirige la entidad. El nombre del premio es un homenaje y reconocimiento a Empar Pineda, histórica activista feminista y lesbiana. Empar Pineda también formó parte del Patronato de la Fundación 26 de Diciembre.

De entre todos los trabajos que se presenten, el mejor valorado por el jurado recibirá un premio de 1.000 €. La entrega del premio se realizará durante el VII Encuentro de Investigación, Memoria y Experiencias LGTBIQ+, que se desarrollará a finales de 2024 en Madrid.

Las investigadoras o grupos de investigación (al menos el 75% de sus miembros deben ser mujeres) que quieran presentarse, deben hacerlo antes de las 23:59 horas del 31 de octubre de 2024.

Puedes consultar las bases completas en www.fundacion26d.org/premioemparpineda

 

Las ganadoras de las dos primeras ediciones

El trabajo ‘Interseccionalidad y vejez: un estudio sobre la percepción de activistas feministas en el estado español’, realizado por la investigadora Elena Molinero Garau, resultó ganador de la primera edición del premio ‘Empar Pineda.’ El objetivo del trabajo Elena Molinero Garau es explorar si el sistema de opresión construido en torno a la vejez se considera, en el ámbito de los activismos feministas en el estado español, como un sistema de opresión que intersecciona o se solapa con el sistema de opresión construido en torno al género.

El trabajo ‘Las redes de soporte informal en mujeres lesbianas mayores’, realizado por las investigadoras Teresa Gispert Escorihuela y Tatiana Casado de Staritzky, resultó ganador de la segunda edición del premio Empar Pineda. Por su parte, el trabajo ‘Ellas también son. La invisibilidad de las lesbianas el franquismo. Testimonios y expedientes de las protagonistas‘, realizado por la investigadora Nuria Mariblanca Saz, resultó finalista.

Los trabajos ganador y finalista de 2023 serán publicados a lo largo de este año dentro de la Colección Empar Pineda de la Fundación 26 de diciembre.

 

Feminismos fagocitados: Una lectura no del todo azarosa

Por Konstantinos Argyriou

 

No sé si ha sido por puro azar, ya que mi formación psicoanalítica me prohíbe creer que el azar exista, pero mis últimas lecturas han sido de mujeres feministas (¡y cis!) que cargan contra el feminismo hegemónico.

Cuando me di cuenta de esto, me pregunté si andaba muy sesgado por las elecciones de lectura que yo mismo había hecho. Me tranquilicé: efectivamente, era así. How to do nothing, de Jenny Odell; El sentido de consentir, de Clara Serra; Men explain things to me, de Rebecca Solnit; The right to sex, de Amia Shrinivasan; Ain’t I a woman, de bell hooks; #MeToo: La ola de las multitudes conectadas feministas, de Guiomar Rovira; Against White feminism, de Rafia Zakaria; todos esos títulos crearon un ensamblaje de lecturas feministas “periféricas”.

Además, aunque algunos de los títulos eran actuales, los demás tenían ya su trayectoria. Y, por qué ocultarlo, esos libros decían algo sobre mí. Mi interés en indagar en temas de consentimiento, agencia, poder e injusticia epistémica, por muy inconsciente o poco deliberado que pareciera, estaba ahí, y estaba deseando encontrar respuestas, o incluso más preguntas.

Justo cuando empecé a trazar esos nexos entre lecturas, vino el documental viral de Netflix, No estás sola: La lucha contra la Manada. Aunque había hecho un seguimiento del caso a lo largo de los años, ver las cosas narradas con orden, y evidenciar la (supertardía, eso sí) restauración de la justicia, ha sido una sanación tremenda. Si antes lo tenía todo en papel, ahora lo evidenciaba también por lo audiovisual: hay algo del régimen de la inteligibilidad, que ha reactivado una violencia machista enorme.

(Los documentales tipo true crime sobre feminicidios siguen sin tener una perspectiva feminista, en ese sentido. Parece que los relatos audiovisuales y sociales sobre violencia de género deniegan sistemáticamente las responsabilidades estructurales, y tienden a individualizar los casos para aislarlos de su contexto. Menos mal que el filme sobre la Manada por fin pone las cosas en su sitio).

Una cosa que tienen en común todas estas referencias, tanto las intelectuales como la audiovisual, y que me sorprendió mucho al darme cuenta, es, como ya anticipé, que son fuentes que le ponen pegas al feminismo institucional (y por ende blanco, asentado, urbano, cishetero, igualitarista, elitista, dominante) por sus derivas autoritarias. Y lo repito por esa necesidad de que se asiente la idea. La autorreflexividad feminista sigue, de hecho está más viva que nunca.

Durante mucho tiempo, ha circulado la percepción de que los movimientos queer o transfeministas han sido más proclives a la crítica a ese feminismo tradicional. Hasta tal punto llegaba esa percepción, que parecería como si se tratara de movimientos absolutamente distintos y desencontrados. En los tiempos que transcurrimos, donde el enfoque interseccional se acusa de haber desdibujado las causas feministas “originales”, donde los esencialismos crecen constantemente, y donde muchas alianzas que dábamos por hechas nos sorprenden por sus reticencias, cabría preguntarnos por qué existe ese afán de marcar de nuevo los límites que tanto se luchó por quitar.

El aumento de delitos de odio atribuibles a perpetradores hombres está, en ese sentido, completamente compaginado con el auge del paroxismo bélico. Pero a la vez, está entrelazado con esa amenaza que experimentan los sectores reaccionarios contra (su propia, y de nadie más) “libertad de expresión”. ¡Ahora los perpetradores se victimizan acusando a las víctimas de su devenir victimista! Es una circularidad realmente cínica. Un marco democrático no instrumentaliza los reclamos de libertad de los poderosos para perpetuar la opresión y el exterminio de los grupos vulnerables. Un marco democrático apuesta por proteger a los segundos del sadismo de los primeros, precisamente. Y eso no es una apología de las demandas minoritarias.

Es asimismo extraño ver cómo algunos de esos grupos minoritarios se asoman al determinismo categorial para declarar su supuesto borrado. Los debates sobre la nueva legislación antidiscriminatoria de Escocia, por ejemplo, versaron alrededor de la ausencia de previsiones legales contra delitos de violencia de género. Algunas radfem usaron argumentos extremos de la presunta eliminación de la categoría “mujer” del ámbito legal, mientras que otras convirtieron el concepto mismo de anti-discriminación en un ring, donde parece que se quita un grupo para introducir otros, con “lobbies más poderosos” (personas migrantes, racializadas, del colectivo LGTBI, etc.). La autora de Harry Potter es quien más moviliza la excusa de la libertad de expresión para reivindicar su derecho a ofender. Su reto a las autoridades escocesas a arrestarla es prueba de la impunidad de la desestimación deliberada de grupos vulnerables, proveniente además de una autoridad hegemónica innegable.

De manera bastante similar, en el Estado español, la discusión sobre la abolición de la prostitución en las últimas semanas ha reificado el binomio, ficticio en mi opinión, entre “abolicionistas”, por un lado, y “pro-derechos”, por otro. Como comenta la propia Srinivasan, el bando que no apuesta por la abolición, que según algunas radfem lo hace por beneficiarse (en secreto o descaradamente) de la explotación corporal de las mujeres, no considera en ningún momento que el trabajo sexual sea regularizable. Mientras tanto, la condescendencia con las personas implicadas sobrevuela por todo el “debate”. La idea de que el consentimiento es ajeno al deseo sexual, o que ahora no podemos ni ligar por culpa de la tiranía de lo políticamente correcto, están repletas de autoritarismo imperante, muy parecido al que ejercen los discursos reaccionarios.

Y ya no sirve decir que no hay mujeres que hablen de ello; una cosa es que se siga menospreciando su autoridad testimonial, y otra que ignoremos deliberadamente sus publicaciones. En lo que coinciden, sin duda, los recursos que mencioné, es en que es la estructura la que perpetúa las injusticias. Pero además, entre la impunidad de las acciones silenciadoras, y la dificultad en señalar que se nos está rebatiendo desde la proyección y el paroxismo, nos perdemos en un mar de falsas enemistades, revirtiendo las acusaciones, buscando chivos expiatorios, pasando por alto que cortamos sinergias.

Pero el enemigo ha sido siempre el mismo.

El perpetrador no es el órgano, sino el signo. Hay que dejar de ver al dedo índice, y empezar a ver hacia dónde señala.

Ven

Por Sara Levesque

 

La quería cerquita para decirle:

«Ven, cielo, que estás muy guapa para andar lejos. Ven y mátame de ganas al desnudarte. Ven a sacarme los colores de mi vida gris. Ven a la cama, pero no a dormir. Desvístete hasta la piel, despega mi ropa y ven. Deja que te coma y te devore, y luego hazlo tú, corazón. Ven a vivir encima de mí empezando por abajo. Vamos a jodernos en el buen sentido. Une tus labios a los míos, y no hablo de la boca. Acopladas, empapadas, ven y enlázate conmigo. Las perlas de tus pechos creciendo con mi lengua. Tu sonrisa viciosa y tus curvas dementes. Ven, y si te vas, no olvides volver».

Pero ella fue más rápida que mis palabras y me preguntó si quedábamos en la calle Goya y creí ganar un premio. El premio de verla. De que quisiera estar conmigo. Pero al hablar, me bajó de las nubes de un tortazo, porque el Goya lo había ganado otra candidata. Aquel día charlamos de tonterías durante un rato ante un par de humeantes cafés. Sería lo único que me calentaría, por lo visto. Con la taza en la mano, fingí saber aguantar el equilibrio.

Al despedirnos, me miró igual que siempre. Levantando las cejas como diciendo «en fin». Quise despedirme de ella como en las grandes películas, cortándote la respiración con un beso de cine. Nada de lágrimas salvo las oportunas, cuando ya estuviera demasiado lejos como para distinguirlas. No montar una escena, solo un guion que yo escribiría y, por supuesto, luego no seguiría. No gané ni el premio a la peor actriz secundaria. Ni siquiera estuve nominada. Lo que vivimos fue el tráiler de una película que nunca llegará a estrenarse.

Ahora son las musa menos cuarto de la madrugada. Ahí es donde estoy: en mi cuarto. Me vuelvo loca, deliro, suspiro, apenas respiro, solo de pensar que puede que esté por la ciudad sin acordarse de mí. Me pone del revés saber que yo he desquiciado todos los segundos del reloj pensando en su sonrisa y a ella el verme no le corre ninguna prisa.

Aquí me he atascado, esperando a que la pieza que le falta a mi corazón encaje por sí sola. Evocando la curva de su boca y el sentimiento que aún me provoca. Recuerdo que se me paró el corazón para dejarla entrar en condiciones. Y también cómo hacer el amor con ella debía equivaler a explotar de placer, empapando de erotismo toda la cama, desde su piel hasta la almohada. Ahora solo me queda menosturbarme.

En aquel tiempo sabía que nunca más pasaría frío porque me abrigaba con un montón de sueños que empezaban dentro de sus ojos.

Recuerdo una etapa en que nos íbamos a tomar algo y lo fue aplazando hasta que le vino mal quedar porque se había mudado de país. Que ese café que pensábamos compartir ya debe estar tan frío que sabrá a no.

«Mantengámonos juntas», nos decíamos en la época en que nos veíamos. Era casi como un mantra. Palabras con que nos cubríamos de los pies a la garganta. El tiempo nos cambió, como a la gran mayoría. Tras una rutina capciosa, ella por su lado; por el mío yo moría. Un rumbo en cada mano, ¿en cuál se escondía la victoria? Así es el ser humano.

Punto y final de la historia.

© Sara Levesque

 

Maestro

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Maestro es una película estadounidense estrenada en 2023 dirigida y protagonizada por Bradley Cooper que narra algunos retales de la vida del compositor y director de orquesta Leonard Berstein. La cinta en un principio la iba a dirigir Steven Spielberg, pero finalmente se la cedió generosamente a Cooper quien también se mete en la piel de Berstein. Le acompaña en la historia, Carey Mulligan que interpreta a la actriz chilena Felicia Montealegre, esposa del compositor. Algunas partes de la historia se han omitido a través de elipsis por respeto a los hijos de Berstein, que dieron su aprobación a la película. Estamos ante una historia de amor que se sostuvo a lo largo del tiempo a pesar de las relaciones que el músico, que era bisexual, mantuvo con otros hombres durante su matrimonio con Felicia. Bernstein estaba muy enamorado de su esposa, tal y como aseguró a ‘The New Yorker’ la hija de la pareja, Jamie: Él no podía vivir abiertamente como un hombre gay, pero tampoco podía dejar de amar a su esposa, y se sentía terriblemente culpable por lo que hizo pasar a Felicia. Ambos aprendían y encontraban estabilidad e inspiración en el otro.

La cinta comienza en blanco y negro, con un plano secuencia que nos traslada junto a Berstein desde la intimidad de su piso hasta el Carnegie Hall dónde dirigirá por primera vez a la Filarmónica de Nueva York sustituyendo al indispuesto director titular. Sin tiempo para ensayar, Bernstein asume la batuta con brillantez en lo que supone su salto al estrellato con veinticinco años. Enseguida aparece ocupado escribiendo la banda sonora de un musical, On The Town (En la ciudad). Cooper y Josh Singer, evitan contar todos y cada uno de los triunfos y dificultades de Bernstein en el guión. En cambio abordan un estudio profundo del personaje con sus luces y sus sombras.

Ha sido discutida la bisexualidad del músico, pero la película parece dejarlo claro desde el principio cuando, tras una escena en la que aparece el director en su apartamento con otro hombre, vemos en el plano siguiente, a la adinerada actriz chilena Felicia Montealegre, que a la postre se convertiría en su mujer. Felicia quiere mantener a raya la vanidad de Berstein y le dice al principio de su carrera: No lo olvides, eres un hombre. Algo parecido le decían a los emperadores romanos cuando celebraban públicamente sus triunfos: Recuerda que solo eres un hombre. Felicia siempre fue consciente de la atracción de Berstein hacia los hombres: Sé perfectamente quien eres, le dice, aun así le pregunta ¿Y si Lo intentamos? Los primeros momentos de su romance se presentan como un melodrama en blanco y negro de los años 40, un torbellino de diálogos ágiles, ritmo acelerado y secuencias oníricas.

En una entrevista concedida a la revista Varety el 8 de diciembre de 2023, Cooper comentaba: Siempre he creído que podría interpretar a un director de orquesta, pero ¿puedo investigar y ver si puedo escribir y dirigir yo la historia? El actor contó que estuvo seis años aprendiendo a dirigir para poder dominar la batuta en la cinta durante seis minutos y 21 segundos de música. Se trata de una escena en la que Leonard Bernstein dirige a la Orquesta Sinfónica de Londres, por lo que el intérprete se aprendió todos y cada uno de los movimientos para replicar la escena.

Bradley Cooper se sumergió a fondo en la preparación de su papel: Yo amaba la dirección desde pequeño, pero me refiero a jugar a que dirigía. Le pedí a Santa Claus una batuta cuando tenía como ocho años y dirigía todo el tiempo, porque en mi casa siempre se escuchaba música clásica. El actor también reveló que durante su tiempo en la escuela de posgrado, escribió un monólogo sobre un director de orquesta, consolidando aún más su conexión con esa figura: Sabía que había pasado tanto tiempo creyendo que era un director que, si en algún momento tenía la oportunidad de interpretar a uno , ya habría estado ensayando durante años, aclaró.

En su investigación para dar vida a Berstein, Cooper obtuvo grabaciones exclusivas del maestro que le permitieron conocer de una forma más precisa su manera de dirigir. Además, descubrió la profunda conexión de Bernstein con la música de Gustav Mahler, lo que marcó un punto de inflexión en su enfoque para construir el personaje.

Él (Leonard) amaba a Gustav Mahler y cuando estaba investigando su vida, por alguna razón, nunca escuché la música de Mahler y no sé cómo se me pasó. Para mí es la música más poderosa que he escuchado en mi vida y él la dirigió. Hay un video de él dirigiendo en una catedral y encapsula todo lo que debes saber sobre él como director. Pensé: ‘si puedo aprender a dirigir como lo hizo en esos seis minutos, ese puede ser el pilar de la película’, explicó.

La conexión de Bernstein con Mahler y su dirección apasionada fueron la guía que siguió Cooper para dar vida al aclamado director de orquesta.

Bradley Cooper también asistió a la Filarmónica de Los Ángeles bajo la dirección de Gustavo Dudamel, quien dirigió la misma pieza que Bernstein. Se comprometió con el papel desde el primer ensayo hasta el último, sumergiéndose de lleno en el mundo de la dirección orquestal. Tres años y medio después, viajé con él a Berlín y pasé dos semanas en su compañía y la Filarmónica de Berlín, agregó Cooper. Esta experiencia le permitió comprender mejor a Berstein y solidificó su capacidad para capturar el talento del legendario director en la pantalla.

Además contó con la colaboración de Yannick Nézet-Séguin, director musical del Metropolitan Opera, quien desempeñó un papel esencial en la conexión musical entre ambos. Durante toda la grabación de la película, Séguin estuvo presente para proporcionar orientación y dirección. También creó videos para respaldar la preparación de Cooper. Me guiaba desde un auricular para asegurarse de que estaba en el tempo correcto, contó.

La cuestión antisemita también está en la cinta. En una escena a Berstein le recomiendan que cambie su apellido para no parecer judío porque eso sería un obstáculo en su carrera. Además ya le advierten que para triunfar su vida deberá ser intachable. Esto le llevaría a mantener siempre en secreto sus relaciones con otros hombres. Esas relaciones eran conocidas por su mujer, que, en un momento, al encontrarlo en actitud cariñosa con otro hombre, le advierte: Te estás descuidando. Otra de las escenas que muestra la bisexualidad del compositor sucede en la ópera donde Berstein toma la mano del joven que se sienta a su izquierda mientras su esposa, a su derecha, lo observa con evidente disgusto. En otro momento de la cinta, Felicia le advierte: Si no vas con cuidado, morirás siendo una vieja reinona solitaria.

En la cinta, varios planos sobrios en los que únicamente aparece Felicia, expresan a la perfección su soledad. Sobre las relaciones de Berstein con otros hombres, su mujer advierte al músico que no se atreviese a contarle a su hija la verdad de los rumores que planean sobre él. Entonces Berstein niega a su hija que esos chismes que ha oído sobre su sexualidad sean ciertos.

Respecto a la puesta en escena, la cinta combina formas de cine clásico con notas más contemporáneas. Es una película de escenas ambientadas en un entorno bohemio de Nueva York. Maestro transita por varias épocas sin necesidad de flashbacks. El maquillaje de los actores va anunciando el paso del tiempo. Respecto a la caracterización del protagonista, hay que apuntar la polémica desatada a raíz de la prótesis de nariz que utiliza Cooper porque surgieron voces críticas que lo consideraron un gesto antisemita.

Cooper realiza un homenaje a los musicales de Berstein introduciendo en la cinta pequeños fragmentos de West Side story y Un día en Nueva York.

En la conversación que Berstein mantiene con un periodista durante la película, se define la relación que el director mantiene con la música:

La música es lo más grande que puedo hacer. Amo tanto la música que me aferra a la vida cuando estoy deprimido y puedo estar muy deprimido Amo tanto a la gente que me cuesta estar solo, y eso para componer es complicado. Tengo que creer que siempre, en un remoto lugar de mi alma hay una salida. Sin embargo, Felicia le reprocha que se sube a la tarima solamente para restregarles su talento: Tu verdad te hace fuerte y valiente pero nos impide a los demás vivir con fuerza y valentía, le espeta .

Su forma de entender la vida queda reflejada en lo que les dice a los músicos de su orquesta:

A medida que se acerca la muerte, un artista debe desprenderse de todo lo que le coarta. Un artista debe entonces dedicarse a crear todo el tiempo que le pueda quedar en absoluta libertad. Tengo que hacer esto para mí mismo tengo vivir que vivir todo el tiempo que me queda de vida, sea o mucho, exactamente como yo quiera, mucha gente piensa así hoy en día.

Berstein no solo fue un director, fue un compositor y un pianista y todo lo hizo con excelencia. También fue un gran comunicador que hizo mucho por cambiar la visión que tenía el público en general de la música clásica. La cinta cuenta el talento musical de Berstein sin dejar de lado sus momentos más íntimos que describe con naturalidad.

 

Ella lo inspiró; yo lo respiro

Por Sara Levesque

 

Hoy hay un señor en el metro con aspecto de no tener trabajo. Lo primero que pienso de él es que será un artista aficionado. Lleva el pelo cortado casi al cero, pero le distingo las entradas. Las gafas se le aguantan a duras penas sobre una nariz enrojecida. Calculo que cargará unos cuarenta años de esclavitud encima, condena arriba, condena abajo. Lleva una mochila que no es de marca, y ropa no muy maltratada. Cobija sus pies en unas botas de montaña que parecen haber ansiado más cimas de las que podían subir. Va abrigado con nada más que una camisa vaquera grisácea. Parece cansado de la vida, o como si la vida se hubiera cansado de él.

Yo estoy de pie al final del vagón, él va sentado en el suelo. A veces me mira. También al resto de pasajeros. Escribe en un cuaderno con un pilot fuertemente agarrado con tres dedos, como si ese fuera su último instrumento de trabajo, la última oportunidad laboral que le quede y temiera que se le escapase. Yo hago lo mismo que él: emborrono el libro que estoy leyendo con un lápiz casi consumido, con mi mala y preciosa letra. Me pregunto si le llamaré tanto la atención como para escribir sobre mí, como estoy haciendo yo con él.

Parece un artista asimétrico. Una de esas personas que cierra todos los bares, recordando la victoria de su propia existencia, cuando le conocían y era número uno en ventas. Ahora, parece que no le queda más remedio que tirarse a una rubia detrás de otra, bebiendo sin sed. Durmiendo sin sueño. Los días dorados pasaron a mejor vida mientras él ansía oxígeno en la peor cara de la moneda hasta que se canse de respirar. A este virtuoso, ahora miembro de la bajeza, parece que solo le quedan sus propias mentiras, que solo le aguantan sus viejas traiciones.

Me hace recordar el tremendo discurso que redacté para leer en el funeral de mi primera novela, en los crudos momentos en que pensaba que jamás sería publicada:

Estamos aquí reunidos, en una gélida mañana, para decir adiós a una novela que, aunque desconocida, llegó a ser muy querida por sus artistas más cercanos: Ramón y yo misma. Fue asesinada cruelmente a manos del «no» editorial. Sus restos yacen ahora entre tantos manuscritos manoseados, consumidos, olvidados, despojados, desterrados…

Más gélida es la ausencia de esta obra en el mercado. Nunca la veremos expuesta en librerías. Nunca saldrá en los periódicos ––salvo su esquela––. Nunca renacerá en forma de película. Y, por supuesto, sus personajes nunca seguirán el guion de su versión teatral.

Tus horas de esfuerzo, tinta sobre papel, tecleos de madrugada y cigarros sin fin te echarán de menos. La autora pide discreción y que se rece una oración por los editores, para que aparten el dinero de su mente y aprendan a descubrir la importancia de la esencia artística.

Luz a la luz. Tierra a la tierra. Cenizas al cenicero. Y polvo tras polvo.
Hasta siempre, Bohemia.
Descansa En Paz.

Estereotipos Les

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

La amiga de mi amiga

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Película española de 2022 dirigida por Saida Carmona que cuenta las vicisitudes de una pandilla de lesbianas treintañeras, muchas de las cuales son amigas en la vida real de la directora. Las protagonistas viven como si tuvieran veinte años, saltando de unas relaciones a otras, enredándose entre ellas en busca del amor, que es de lo que, en realidad, están enamoradas. Esta es una cinta con look amateur y vocación underground rodada en 11 días. Un homenaje a Eric Rohmer y a la nouvelle vague. La realizadora adapta la fórmula de Rohmer a su mirada personal sobre el cine, la vida y las relaciones , dándole a la historia un toque queer con la frescura que envuelve todo el metraje y sin que esa naturalidad refleje descuido en la factura.

Esta historia empieza cuando Zaida, después de una ruptura, vuelve a Barcelona y se encuentra con Rocío, su amiga, que tiene una novia, Lara, que tiene una amiga Aroa, que tiene una novia, Julia. A Zaida le gusta Lara, pero también Aroa. Julia deja a Aroa para enrollarse con Rocío. A Rocío le gusta Julia pero no quiere dejar a Lara y Lara está hecha un buen lío. Además cantan y juegan al tenis y van al cine…

Según contó Zaida Carmona a Ana Satchi en el programa Artisteando de InOutRadio, todo surgió, como tantas cosas, en confinamiento .Yo tenía un guión escrito, pero era muy difícil de rodar con los escasos, nulos medios que tenía. Necesitábamos financiación y entonces, un buen amigo, Marc Ferrer me dijo: ¿Por qué no escribes sobre tu entorno, sobre tus amigas y sobre tus líos? Y fue como bueno, eso quedó ahí y en esa época yo estaba viendo pelis de los noventa sin parar y me obsesioné con el cine de Eric Rohmer y entonces pensé: ¿Cómo sería una peli de Eric Rohmer pero llevada a mi entorno, a un entorno bollero. La amiga de mi amiga está basada muy libremente en El amigo de mi amiga que igual no tiene nada que ver pero que es el germen de la idea. Me puse a escribir junto a Marc, yo hacía una versión, se la pasaba, peloteábamos…Y lo que fue muy curioso, que me encantó, que yo soy muy lenta escribiendo, y aquí me puse a hablar de mis amigas, me puse a hablar de bollerismo y el primer borrador del guión me salió como muy rápido. Luego sí que hubo mucho retrabajo pero salió bastante del tirón. Son cosas que igual no nos han pasado exáctamente, pero si no muy similar y si no a mí a mi amiga.

Y porque el hecho de representarnos y escribir una historia sobre nosotras y hablar así tan libremente y desde esta celebración de nuestra identidad era algo que me animaba mucho y me animaba tanto a escribirlo como a imaginar como a generar este universo que yo creo que fue que se juntaron muchas cosas. La necesidad de escribir algo desde un sitio honesto también, vamos a contarnos. Pasó una cosa muy sorprendente, y es que estamos ávidas de ese tipo de historias. Esta película tiene un presupuesto muy pequeño, está hecha desde los márgenes, que es desde donde creo que se pueden hacer este tipo de películas. Lanzamos un Verkami y se cumplió el objetivo en dos días, sin tener yo una carrera detrás. Yo creo que es por la necesidad de contar nuestras historias, necesitamos contarnos. Tenía muy claro desde el primer momento que quería filmar a mi amiga Rocío Saiz, porque me parece una persona que tiene mucho carisma, la he visto actuar y es increíble, pensé seguro que para este tipo de proyecto se apunta y tiene el morro de ponerse delante de una cámara. Ella se apuntó antes de leer nada. También me apetecía mucho hacer algo con Alba Cross que es una de las protas que en un momento iba a ser ella, luego no iba a ser ella, al final sí que fue. Y luego hay una persona que es clave, que es la persona que hizo de ayudante de dirección, producción, coordinando la pospo, que es Gema Arquero, que es de esas personas que en el equipo técnico queda siempre queda como en la sombra y al final es una persona que sin ella esto no habría sido, al final necesitamos estas redes, este apoyo y más , yo creo, las mujeres y más las bolleras que siempre nos estamos como cuestionando, tener un equipo que esté ahí y a partir de ahí se empezó a unir la gente . Yo escribo esto en 2020, y empezamos a rodar en febrero 2021, durante 11 días en Barcelona y todavía había toque de queda, a las diez teníamos que estar en casa, los bares cerrados. Fue un poco bestia rodar en ese contexto, cada persona del equipo compatibilizando sus trabajos con el rodaje.

Nos costó un poco llegar a las fechas, poder cuadrarlas y cuando empezamos a rodar salió todo superbién, era una maravilla. En el equipo de rodaje todas las jefas de equipo eran tías, tias bisexuales o bolleras , luego el resto del equipo también han sido chicos gais, ha sido casi todo un equipo enteramente LGTBI y eso se notó para bien, había un cuidado y un vamos todos a una que yo no sé si en otros rodajes pasa esa magia . Yo había rodado algún corto, muy pequeñito, con un equipo muy pequeño. Era la primera vez que me metía algo así. Estaba un poco aterrada y, sobre todo, lo complicado era tener la mente dividida en cuándo estoy actuando y cuándo estoy dirigiendo. Porque es como, yo ahora me lo tenía que estar pasando superbién rodando con mi amiga Rocío y estoy agobiadísima porque tenemos una hora para rodar y es algo imposible. Era como estar todo el tiempo en esa disociación. Yo no sé cómo soy como directora, la verdad es que el equipo lo puso muy fácil. Yo soy una persona muy nerviosa, llevo fatal la presión y la verdad es que yo creo que estuve bastante tranquila y lo disfruté mucho. Fue un esfuerzo titánico y colectivo. Las expectativas las hemos superado con creces. La acogida fue muy emocionante. Vienen chavalas súper jóvenes, que yo creí que a una generación más joven esto no le iba a interesar, y me dan las gracias por contar esto y también tías más mayores. Haber conseguido esto en diferentes generaciones, que puedan reflejarse en la pantalla a mí me emociona un montón.

Secciones

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Azul, azul

Por Sara Levesque

 

—Me gusta el color de tu camiseta —me dijo una vez.
—Gracias. A mí el de tus ojos —respondí.

No sé si fue el color de sus ojos o el de su sonrisa, o la luz del atardecer, que como iba a llover me inundó de coraje por si el agua se tragaba el mundo con nosotras dentro. Pero con esa atmósfera alternativa, lo que me pedía el cuerpo era besarla hasta que nuestros labios fuesen uno solo. Y que fuera lo que tuviera que ser. Como la vez que nos fuimos de escalada.

Soy muy selectiva. Me atraen ciertos peligros. El alpinismo. El buceo. Trepar hasta la profundidad de su alma…

The Nose imponía.

Su perfil era enorme y poderoso. De lejos parecía una gigantesca nariz. Una tocha infinita. La montaña más lisa, preciosa y peligrosa que he visto. Como ella. Con su pelo desorganizado, también era preciosa. Y peligrosa. Como la montaña.

A solas en la explanada, decidimos tumbarnos sobre el césped. Frondoso. Mullido. Me hacía recordar partes del cuerpo que no vienen a cuento. La miré de reojo. Tenía la vista alzada al cielo. Hacia el horizonte. El maldito horizonte que tanto le complacía. Era tan eterno… El condenado horizonte…

Quería empezar la escalada, pero la hipnótica figura de mi musa me impedía sacarle los ojos de encima. Entonces, se giró y me besó en la mejilla. No me lo esperaba, a veces era desconcertante. Como si su pensamiento fuese «te quiero cuando a mí me dé la real gana».

Yo fui tan idiota que acepté. Toqué su camiseta turquesa pensando que estaría mejor sin ella, queriendo de repente escalar su peligrosidad en vez de la de la montaña.

The Nose, con su roca lisa, infinita hasta el malvado horizonte, había desaparecido. El tiempo se detuvo con nosotras a sus costados. Deseaba abrazarle los labios y sentir su textura mientras dejábamos en el olvido el tiempo perdido. Me aproximé más a ella sin soltar su camiseta, la única textura a la que tenía acceso. Busqué sus ojos, intentando descifrar su expresión. Sonreír con menos miedo de lo normal. Me acerqué aún más, dispuesta a precipitar mi lengua por el acantilado de su abismal boca.

Sin esperarlo, se separó y correteó con los pantalones rebosantes de raquíticas briznas de hierba a ponerse el material, dispuesta a comenzar la ascensión. Su impulsividad me dejaba perpleja. Una vez más. La observé con la boca abierta, con cara de tonta.

Delante de mí, el azul de su camiseta. Arriba, el azul del absurdo horizonte. Y ella, con el paisaje, si se desnudara formaría el conjunto ideal para que Reverón la incluyera en su Período Azul.

Corría muy rápido. Saltaba, volaba con su encantadora forma de mirar al cielo con los brazos abiertos, como Heidi.

Adoraba pillarla mirando el puto horizonte…

Y es que, a veces, he sentido cierta esperanza por minucias. Ganas de acelerar esa parte para revivir una apagada ilusión. Olvidé decirle que soy un desastre, que no me ignorase más, esto no fue ficción. Pasé mucho tiempo viendo las estrellas destellando. Plateadas lágrimas de mis luceros al suelo, sintiéndome sin querer, como un poeta soñando…

© Sara Levesque