Nos gusta ser maricones

Por Ander Prol González(@AnderProlGlez) marika, periodista y sexólogo

Foto: Dagur Brynjólfsson

A día de hoy, nadie puede negar que la lucha del colectivo LGTBIQ+ supuso la creación de una contracultura existiendo, a día de hoy, numerosas obras, recopilaciones, creaciones artísticas… sobre la misma. La luz de Ocaña; personajes de la movida Madrileña; Flor de Otoño; obras como Elisa y Marcela; piezas más actuales como la serie de La Veneno

Gracias a la lucha de nuestras precedentes pudimos construir una comunidad creando así códigos culturales propios basados en nuestras vivencias. Y es que, cómo no va a existir una cultura LGTBIQ+ si la propia RAE define esta como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”

Y, de la misma manera que podemos hablar de cultura LGTBIQ+, es posible desgranar cada una de las siglas para hablar de cultura lesbiana, cultura trans* o, por ejemplo, cultura gay. Esto se debe a que el colectivo LGTBIQ+ es una comunidad compuesta por disidentes sexuales, o lo que es lo mismo, personas que no encajan en la norma cisheterosexual, lo que hace que en la misma convivan orientaciones e identidades que entre ellas encuentran diferencias pero, a su vez, similitudes.

Algo muy habitual y lógico de estos segmentos culturales es incluir vivencias propias como cultura LGTBIQ+. En las redes sociales pueden encontrarse ejemplos de ello y, cabalgando entre lo que es y no cultura LGTBIQ+, entre la realidad y la ironía, encontramos en estas plataformas afirmaciones sobre la misma. De esta manera,  se puede ver cómo se habla de que cultura LGB es hablar de pareja y no de novio o novia; cultura trans* es cancelar a J.K. Rowling; o que cultura LGTBIQ+ es que en tu adolescencia hayas leído más bibliografía sobre sexualidad que nadie.

Todas estas reflexiones vienen dadas porque, en las últimas semanas, me he encontrado en diversas ocasiones con que es muy “gay culture” la afirmación que se representa en el siguiente Tik Tok:

O tweets o afirmaciones en videos de You Tube parecidas a esta, como: “Lo mejor que me ha pasado en la vida es ser maricón, ¿lo peor? Que me atraigan los hombres”. Y es que ya solo en la propia afirmación de “soy hombre” estamos evidenciando el problema de la cuestión en sí misma. Pero vamos por partes. Centrándonos en el ejemplo del Tik Tok, nos encontramos con tres elementos diferentes: el odio a los hombres, el ser hombre y el deseo por los hombres.

Al igual que sucede con el feminismo, cuando se afirma “odio a los hombres”, lógicamente, nadie piensa en que se odie a los hombres por el hecho de haber nacido hombres (además de los ofendidos que se sienten señalados, claro). Lo que se odia es todo lo que envuelve esa hombría y masculinidad tóxica que  permiten que se perpetúe el sistema patriarcal cisheterosexista.

Como es sabido, hablamos de actitudes patriarcales y homófobas que nos violentan y hacen que resumamos nuestro odio al sistema con ese “odio los hombres”. Y es que la homofobia está directamente relacionada con el machismo, con el poco hombre, con el ser menos hombre, ser la otredad… por lo que nosotros mismos podemos ser, al mismo tiempo, sujeto oprimido y opresor; una de las claves por las cuales esta afirmación tiene sentido.

Además, por otra parte se encuentra el amor romántico; los hombres gais deseamos a otros hombres y, cuando no es correspondido o “nos rompen el corazón”, debido a la idea de amor que tenemos, es fácil afirmar que odias a los hombres, en vez de entender que se trata de una ruptura con ese ideal romántico heterosexual de pareja monógama perfecta.

En este caso, la identidad juega una doble baza en la afirmación del Tik Tok ya que se pertenece al mismo colectivo que se dice odiar. Como el colectivo trans* lleva años reivindicando, la autodeterminación es propia de cada persona, por lo que las personas que nos definimos como hombres, ya seamos cis o trans*, y, además, deseemos a personas del mismo sexo/género, caeremos en ese paradigma.

Sobre el deseo es curioso cómo en la juventud la homofóbia interiorizada hace que odiemos lo que somos con todo nuestro ser. La sociedad heteronormativa hace que las personas no heteras seamos vulnerables a anormalizarnos y, por ende, odiarnos. Con los años, suerte, cariño, psicólogos, activismo… puedes llegar a empoderarte e incluso afirmar, como en el tweet, que “ser maricón es lo mejor” que te ha pasado en la vida.

Puede ser peligroso o, por lo menos de dudosa rigurosidad, mezclar asuntos personales (en este caso acciones derivadas de opresiones) y cultura. Lo que quiero decir es que, quizás, para las personas más puristas la cultura debe de ser algo más elevado que este tipo de afirmaciones; debe de ser la consecuencia de un proceso de reflexión y trabajo que deriva en un conglomerado de ideas, obras o trabajos de diferente índole, tanto temática como artística. Pero es que cada comunidad, en este caso la LGBTI+, reescribe sus propios códigos culturales. Y, si por algo se ha podido caracterizar el colectivo LGTBI+ es por ir en contra de la norma, por las opresiones, por lo raro, por la extravagancia y la marginalización; por lo que nuestra cultura deberá girar en la misma línea incluyendo en la misma afirmaciones que describan de lleno nuestra vida común diaria. Por lo que seguiremos afirmando que es muy cultura gay “odiar a los hombres, que te gusten y ser uno” o lo mucho que nos gusta ser maricones.

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