Soy elle – Crónica del Orgullo 3

Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Foto: Elvert Barnes

Ha habido un tiempo mejor y quizá no lo haya percibido. Hace tres años que me adentré en la veintena y cada vez siento más seguridad de lo que soy y de como quiero expresarlo.

Por azares del destino, cuando nací lo hice con una vagina y mis padres se encarnizaban en hacerme comprender que era una niña y que tenía un nombre, una ropa, un corte de pelo y unos ademanes que debía que seguir para conseguir la aceptación social.

Antes de cumplir los ocho conseguí hacerles comprender que todo discurre siempre por el mismo camino. Pudieron asimilar que nunca renegué de ser niña, por que, sencillamente, nunca lo fui, por que en aquellos momentos lo sexual no me definía y lo que tenia entre mis regordetas piernas solo me servía para expulsar orina.

En la adolescencia conseguí, tras muchas luchas licitas y clandestinas, bloquear el desarrollo de lo la naturaleza había supuesto para mi y conseguir no tener pechos desarrollados. Lucía con orgullo un exceso de vello y una voz oscura que me alejaba de la femineidad en la que no me sentía a gusto.

Cambié mi nombre y mi DNI y cuando conseguí ser un hombre tampoco estaba de acuerdo con esa denominación. Había luchado tanto y con tanto ardor por algo que acabó por no definirme. Pero no dije nada y empecé la búsqueda interior.

Era feliz, siempre he sido feliz, el optimismo corre por mis venas y dicen que seduce a toda persona que circule a mi alrededor. Nunca he sido de alharacas ni de fiestas de la felicidad, pero siempre he sentido con infinita calma que vivir es algo bello por donde hay que transitar con una sonrisa en la cara y en el alma.

Pero algo seguía rumiando mí yo joven, no acababa de sentir sosiego en mi nueva etiqueta de hombre ¿Qué era yo entonces? ¿Cómo nombrarme? ¿Cómo decirme?

Empezó mi búsqueda y leí todo aquello que caía en mis manos sobre sexo y sobre género, sobre orientaciones y deseo, sobre expresión. Hasta que, por fin, una mañana de abril, me adentré en una publicación que hablaba sobre el género fluido. Bebí cada una de las palabras escritas, por que parecía que habían sido escritas únicamente para mi. Después de aquel texto vivieron muchos más. Y supe que existía.

Maduré durante algunos años como dicen que lo hace el buen vino y decidí dejar atrás tratamientos hormonales para reconciliarme con parte de ese pasado al que había renunciado porque no lo haba comprendido. Y lo hice con mucho amor.

Desde que, años atrás, se hizo patente mi cambio físico, muchas y muchos me preguntaban si había pasado por un quirófano para extirpar y re-acomodar. Nunca contesté y nunca lo haré, incluso ahora que se quién soy y como quiero que se me perciba. Sigo creyendo que forma parte de mi intimidad y que solo me concierne a mí y a mi pareja. No es que sienta pudor alguno en decirlo, es que ninguna de mis amigas y amigos va con sus genitales al aire para que resto de la humanidad se sienta seguro en su clasificación. Yo, tampoco.

Me rio como los peces de colores, en silencio, cuando mentes salvadoras siguen postulando que solo se puede ser hombre o mujer y me da igual que los digan desde trincheras facistoides o desde tribunas feministas. Es lo mismo, son lo mismo en su pertinaz guerra de clasificar. Solo les deseo que sean tan felices como lo soy yo.

No hace mucho que decidí abogar por el neutro en mi denominación. Incluso  entre quienes más deberían asimilar mi circunstancia, como son el resto de las personas LGTBI, ha sido mas fácil que me identifiquen como persona no binaria que como elle.

Pero para quienes me quieren soy le amigue, le compañere… Es tan bonita la “e”, con su pancita arriba y su rabito debajo… Nunca imaginé que una vocal pudiera dar tanta felicidad, una sola letra.

Conseguí llegar a mi misme con una revolución interior que no utilizó armamento sino razonamiento, un proceso personal que calmó mis miedos y me hizo crecer infinitamente como persona. Y así lo traslado al mundo, al menos a esa parte del mundo que quiere prestarme en un poco de atención. No concibo la violencia como herramienta para el cambio personal o social, sólo tiene futuro el razonamiento y el acercamiento personal.

Ahora, pausada y sosegadamente, sólo quiero trasladarte que soy una persona no binaria, te pido con respeto que te dirijas a mi mediante un sufijo neutro. Creo que no atenta contra tu dignidad, pero si que posibilita la mía.

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