Diario de dos papás: “papá activista” (página 9)

Cada domingo Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar, escribe este Diario de dos papás. Estamos en la página 9.

Foto: Daniel Dudek

Querida hija, querido hijo, queride hije, vendrás a una casa en la que una familia intenta ser feliz todos los días. Una familia en la que hay dos papás, un papi y un papá, y un niño de nueve años, que aguarda y pregunta por ti regularmente porque siente nervios por su futuro nuevo papel como hermano mayor.

Somos una familia igual a las demás, con las mismas alegrías y las mismas miserias, con una rutina cotidiana propia de un hogar con menores de edad, con escapadas y ocio el de fin de semana, con un contacto directo con la familia extensa a la que necesitamos material, pero sobre todo emocionalmente. Una familia que intenta ir de viaje al menos una vez al año para conocer nuevos mundos y para que nuestro hijo sepa de otras gentes y otros idiomas, otras formas de conocer y sentir la vida.

Una familia que, sin duda, ha roto moldes en su entorno más cercano, pero que ha demostrado, con el paso del tiempo, que lo diverso es necesario para que el arcoíris pueda seguir brillando después de la lluvia.

En una de estas idas y venidas de la vida, yo, tu futuro papá, se ha convertido en un activista LGTBI. Activista es alguien que lucha por derechos de un grupo determinado de personas o por unos derechos concretos. LGTBI son unas siglas que intentan definir a las mujeres que aman a otras mujeres, a hombres que aman a otros hombres, a personas que se enamoran de unos u otras, a aquellas otras en las que su genitalidad no define su género y las que tienen una indefinición genital o cromosómica. Esto podrá resultarte un poco lioso y sin duda ahora no te lo he explicado con las palabras más adecuadas. Todo esto solo quiere decir que cada cual tiene que ser y sentirse libre para vivir aquello que es.

Siguiendo este hilo lioso, un activista LGTBI es quien trabaja a favor  de los derechos humanos de lesbianas, gais, bisexuales, trans, e intersexuales. Algo así soy yo, pero para llevar un poco la contraria, ya me conocerás, me he especializado en diversidad familiar, que es lo mismo que decir que todas las familias son diferentes pero iguales en derechos.

Básicamente es un canto al horizonte para que ninguna niña, niño o niñe sea relegado a un segundo plano por cómo es su familia. Vosotras, las personas pequeñas, lo único que tenéis que hacer es ser felices, jugar y construiros poco a poco con los ladrillitos que os vamos dejando las personas mayores por el camino.

Es, el de activista, es un trabajo arduo, que implica necesariamente invertir muchas horas para conseguir algunos objetivos que nunca llegan de inmediato, demorándose meses o años. Además, se basa en la acción voluntaria, no recibes  ninguna remuneración por ello y el único pago posible es la respuesta humana que puedas encontrar en el desarrollo de las acciones o programas en los que te involucres.

A mi ser activista me vino por la necesidad de ofrecer un futuro mejor para tu hermano y me ha reportado innumerables satisfacciones, pero también hay puntos negros que no puedo ni quiero olvidar porque también me han hecho crecer. Defender los derechos humanos de las personas LGTB y de sus familias me han procurado algunos enemigos, unos visibles y otros escondidos en las redes sociales. Además, me han acusado de promocionar la ideología de género, de lucrarme, de vivir de chiringuitos; me han dicho que soy un mal padre, un déspota, un machista, un maltratador, de atentar contra la moral, de no tener ética… de ir en contra de los derechos humanos. Son voces que, por fortuna, se han quedado por el camino, pero que  no puedo borrar. Estos intentos de vejaciones también son el pago a las muchas horas de trabajo voluntario, de formación, de robar tiempo y espacio a tu papi y al hermano mayor que espera en casa.

Ser activista LGTB es no quedarte callado, es responder ante las injusticias, es conocer a personas que viven y sienten de manera diferente y asumir que enriquecen tu vida; ser activista es no poderte dormir por las noches planteándote alternativas para solucionar un conflicto, es esgrimir estrategias que desarticulen prejuicios, es participar en reuniones con voces distintas y salir fortalecido de esa diversidad.

Querida hija, hijo o hije, soy activista LGTBI porque soy padre, una realidad va necesariamente unida a la otra y presiento que así seguirá año tras año, hasta que me alcance la parca y empujen al mar mi barca, aunque no haya nacido en el Mediterráneo, sino en una tierra dura y seca que agrieta los verano y hiela los inviernos.

Además, corazón mío (y esto es lo más importante), prometo ser activista de tus risas y de sus sueños, de tus juegos y tus labios, activista de tus carreras y de tus pausas, de la noche y el día, de tu canto, de tu brisa, del aroma de tu cuerpo y del corazón de tus palabras.

Querida hija, hijo o hije, la casa te sigue esperando. Aquí estamos tus dos papás,  embarazados y con miedo, y un hermano mayor que te querrá, aunque no seas niño y blanco. No somos ni héroes ni villanos, sólo aspiramos a darte lo mejor, colegio incluido, y en la espera nos hacemos fuertes amasando el tiempo futuro. Un futuro que ya es presente con la resolución de idoneidad y con el activismo grabado en la piel como esperanza de tiempos mejores.

 (Continuará…)

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