¿Quién teme a lo queer? – Hablamos con Sudaka Marika

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

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Foto: ‘Sudaka Marika’ por Albieleo (IG: @albieleo)

 

Una vez al mes esta columna se dedica a entrevistar a personas o colectivos, que a través de sus creaciones, desarrollos o proyectos, conforman espacios de vida para la disidencia, y generan de alguna manera el tejido de lo queer.

 

Sergio… sudaka, marika, no binarie, transgénero. La Racialía. Intrusa del meicop que se empodera en tacones. Atravesade por múltiples intersecciones, deja la huella revulsiva y abierta en todas sus intervenciones, ya sean físicas o virtuales, tanto como parte de proyectos o espacios culturales y reivindicativos (la has escuchado también en Territorio Queer 8#Racismo, o en La Furia de Abya Yala 2#El Orgullo será anticolonial o no será, como desde sus redes sociales, donde combina la muestra de sus creaciones con posts de denuncia. Por todo ello, no podía más que preguntarle…

 

¿Quién teme a lo queer?

 Cualquier persona que desconoce y no se identifica con nada que esté cerca de lo queer. Se teme por desconocimiento. Para empezar porque es una ruptura del binarismo construido. Deconstruirlo (y muchas cosas destruirlas)… eso da miedo, todas las cosas nuevas dan miedo. Cambiar el entorno, los cambios propios, personales… empezar a identificarte o poner nombre a una parte de ti, todo eso asusta un poco, pero también alivia, resuelve dudas. Es lógico y legítimo temer a lo queer, pero no lo es crear propias teorías en base a un desconocimiento. No se intenta invisibilizar a nadie, a las mujeres, a su lucha. Esa idea de ‘dominación mundial’…

 Te aproximas a una investigación del travestismo como “forma de resistencia a la Historia”, ¿a qué te refieres con esto?

El pensamiento occidental sobre el travestismo (dentro y fuera de lo mainstream) se basa sobre todo en el “jugar con el género”, es decir, la expresión, los roles, ciertos estereotipos… y la posibilidad de empoderarse a través de la creación de un personaje; o fuera de lo drag, simplemente como expresión de género. Sin embargo, para muchas personas tanto migrantes que nos hemos dado cuenta de nuestra identidad estando en occidente, como para muchísimas más personas que viven fuera de occidente, va más allá de jugar con el género, y se centra más en hacerlo como acto de resistencia hacia una Historia. La Historia se nos ha robado, se nos ha borrado, se nos ha enseñado de la forma que Europa ha querido. Si Europa decide qué es lo que trae, qué es lo que roba de Latinoamérica para poner en sus museos, pues en nuestras propias zonas se sigue haciendo ese mismo filtro: si Occidente decide que no es relevante mostrar las realidades no binarias de Abya Yala, pues no lo va a hacer. Occidente es quien escribe la Historia y quien decide lo que va a ser mostrado y lo que no. Es el sistema colonial el que hace el filtro de la dignidad y de lo que es válido. Y aunque Occidente haya “salido” de Abya Yala… por ejemplo, en los propios museos de Perú no te van a enseñar todas las realidades que había, no se va a contar toda la Historia, porque nos han enseñado que eso está mal y que hay cosas que no se pueden enseñar. Por ejemplo no se dice que había feminidades que gobernaban, que había personas de género no binario (usando el lenguaje colonial) que eran consideradas muy importantes en la vida diaria… esas cosas se mantienen ocultas. Entonces para nosotras, cuando nos damos cuenta de que esa Historia está ahí, oculta, pero existe, queremos que se vea y que persista y resista. Y hacemos este “travestismo” (“travestismo” entre comillas porque es un término occidental) como forma de resistencia ante esa Historia que nos ha definido como “indigna de ser mostrada”, que nos ha borrado, nos ha cambiado. Y al tener tan pocos referentes como personas migrantes o racializadas, cuando encontramos un mínimo de representación, lo que intentamos es hacer que sea lo más visible posible. Que siga viva. La Historia la han escrito los hombres blancos. Y las siguientes etapas de la Historia, escrita por hombres de las propias zonas, no blancos, es una Historia colonial, que ya ha pasado un filtro, es difícil encontrar una Historia de todo lo que es nuestro.

¿Por qué crees que hay tanta resistencia a la interseccionalidad en los espacios de lucha, y por qué no te consideras activista?

Porque se entiende como idea teórica, como concepto la interseccionalidad está guay. Nos hace sentirnos mejores. Pero nunca se pone sobre la mesa para tratarlo de forma práctica. Se da por hecho que todas las luchas son interseccionales cuando claramente no lo son. Es decir, poner la etiqueta de “interseccional” sin planteárselo de forma práctica lo que hace es invisibilizar, por ejemplo, prácticas racistas. Si una persona racializada señala actitudes racistas dentro de un colectivo LGBT+ a una persona blanca, es fácil que ésta lo niegue o lo minimice, “somos interseccionales, no puede ser, estás exagerando, sólo lo has vivido tú, caso aislado, etc…” o “el racista eres tú, porque estás viendo racismo donde no lo hay.” No creo que se haya puesto sobre la mesa la práctica de la interseccionalidad. Ningún colectivo minorizado quiere oprimir a otro, pero todo colectivo (lgbt+, racializado, etc.) ha crecido en el sistema de privilegios y opresiones, racista, machista, tránsfobo… Un hombre cis racializado va a tener privilegios sobre una mujer trans negra. El sistema te ha dado esos privilegios, aunque los niegues. Cuesta ver el resto de opresiones. La resistencia a la interseccionalidad es que no se pone la parte práctica encima de la mesa. No se tiene en cuenta realidades (de discapacidad, transgénero… ), dentro de los colectivos. ¿Por qué en la manifestación del 8M se llena el centro de Madrid, pero la manifestación antirracista no se llena de esas mujeres que apoyan a su compañera racializada? No se ve eso. Lo interseccional existe más como concepto.

Desde mi experiencia: no me consideraba activista, porque pensaba que eso era sólo salir a protestar, trabajar por cambiar leyes, etc. Sin embargo, a partir de escuchar a compañeres, comprendí que mi trabajo de visibilización de realidades negadas por la Historia y simplemente existir como persona racializada y decir lo que pienso era una manera de activismo. Sin embargo es cierto que es agotador y requiere mucho tiempo. El activismo exige mucho y a veces tienes cosas personales que procesar que también lo requieren… a todo el mundo le pasa. Me encontré muchas veces contestando por redes dudas a personas blancas tenía que dejar mi vida personal en un segundo plano. Si no respondía rápidamente se indignaban, como si debiera la pedagogía, como si fuera mi obligación. No me gusta esa concepción de les activistes que se tiene hoy en día. No quiero que se me ponga esa carga. No me considero activista. Dentro del propio colectivo, del propio movimiento antirracista, hay un grado de visibilización en cuanto a los discursos que se dan. Que según quién diga el discurso, según a qué parte del colectivo, si es asiátique, latine, Abya Yala, personas negras… se toma completamente distinto. No tiene la misma visibilidad ni repercusión. Me chirría no ver a compañeras latinas que no visibilicen lo que les pasa a compañeras gitanas, por ejemplo. Nos quejamos de la poca interseccionalidad de los movimientos feministas, LGBT+… pero luego ocurre lo mismo en el movimiento racializado, y tampoco se quiere ver. Es algo que no me gustaba. Claramente es un tema que se tiene que hablar dentro del propio colectivo, sin intermediarios que no pertenezcan al mismo.

¿Qué espacios/proyectos/artistas que trabajen el antirracismo te parecen ahora mismo más interesantes?

 Don’t Hit La Negra , que es una fiesta que se hace cada X tiempo y lo recaudado va para una caja de resistencia trans para personas migrantes; transporte, tasas, documentación… pero vaya, para sobrevivir en el reino-estado Español… Y luego a nivel individual, creo que Gadyola, una drag antirracista (que todas deberían serlo, pero te encuentras lo contrario: mucho racismo en el drag mainstream, mucho estereotipo… burlas de tu color de piel, tu origen, a un peruano que dónde ha dejado la llama,  a una colombiana sobre cocaína… estereotipos para hacer chistes racistas), y personas como Gadyola generan espacios seguros y tienen el discurso antirracista siempre presente.

El marco no binario supone una vuelta de tuerca más en la deconstrucción de la identidad asociada al género y al sexo, y bajado a tierra genera también resistencias, incluso en espacios donde se supone que no tenemos que hacer pedagogía, ¿cómo ha sido tu experiencia?

Mi experiencia en el marco no binario ha ido de la mano con el antirracismo. Como migrante y racializada, conforme iba conociendo más sobre mi ascendencia y ancestralidad y comprendía que esa ascendencia escapaba del binarismo, me ayudó a entender mucho mejor mi identidad y cómo vivirla. No ha sido fácil vivir como no binaria, no hay reconocimiento dentro de la propia comunidad LGBT+, además que la propia noción de binario viene con lo colonial. Hace unos años hablabas de lo no binario y era en plan… “¿pero qué dices?” Y si ya tenías bastante con luchar por defender tu identidad fuera del colectivo, también tenías que hacerlo dentro, y no sabes a veces por dónde empezar. Sin embargo, dentro de la propia comunidad que tengo de personas racializadas, encontré un espacio seguro para enunciarme como no binaria, y empoderarme.

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