Diario de dos papás: “el hermanito” (página 4)

Cada domingo Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar, escribe este Diario de dos papás. Estamos en la página 4.

Foto: JoyfulErika

Cuando mi marido y yo asumimos que sentíamos la necesidad de ser de nuevo padres, y ahora a través de un acogimiento (proceso que no necesitó mucha discusión aunque sí de algunos años de gestación), nos quedaba un capítulo importante sin el cual nada sería posible.

Tocaba el turno de testar la opinión del tercer miembro de la familia, nuestro hijo. La decisión de consensuar esta importante decisión tenía que ser por unanimidad o no podría ser. Con 8 años nuestro hijo tenía la capacidad suficiente para saber si veía en su vida, en su casa y en su habitación la presencia de un nuevo integrante, alguien que debería acompañarle en el resto de su vida. Además, siempre hemos considerado imprescindible su opinión para todos aquellos aspectos que le atañen directamente. Él ha decidido, por ejemplo, su actividades extraescolares o las amigas y amigos a los que invitaba a su cumpleaños o si va o no a las celebraciones de su compañeros. También querría tener voto en el diseño de la dieta familiar, incluso nos ha pedido que hagamos un planing semanal con las cenas que le gustan, pero vamos a seguir dejando esa decisión a sus padres porque sino no salimos de las hamburguesas, los perritos calientes y los huevos fritos con patatas.

En el momento de preguntarle, le explicamos muy claramente en qué consistía el proceso de acogimiento, que su posible hermano o hermana no llevaría sus apellidos y que seguiría en contacto con su familia biológica. Sin pensárselo mucho nos dijo que sí, no en vano ya había expresado desde hace algunos años el deseo de tener un hermano. Con su respuesta el círculo estaba cerrado y ya podíamos iniciar los trámites necesarios.

Con el paso del tiempo, y según le hubiera ido el día, nos volvía a decir que sí o comentaba que ya no quería. En un momento determinado nos comunicó que no, que ya no quería hermanos, que “él ya estaba acostumbrado a jugar solo”. Y lo dijo en serio y lo repitió con el deseo no sólo de que le escucháramos sino de parar el proceso.

En aquel momento me senté con él a conversar. Intenté indagar las causas de su negativa y siempre respondía con un lacónico “no”. Conociendo su ya poderosa personalidad, le expliqué nuevamente en qué consistía lo que estábamos haciendo. Le recordé que hay algunas niñas y niñas a los que sus papás no pueden cuidarles y que necesitan que otras familias les abran las puertas de sus casas para comenzar una nueva vida, que eso mismo le había pasado a él a cuando era un bebé y estuvo unos meses viviendo con Ana (su familia de acogida) antes de que nosotros nos convirtiéramos en sus padres. Mi hijo cambió el semblante de su cara, adquirió una seriedad y una conciencia de la realidad como pocas veces le había visto. Tras mi disertación le pregunté de nuevo si quería tener una hermana o un hermano y, sin dudar y contundentemente, me dijo que sí.

Así es él, un defensor de las causas perdidas, un pequeño ser con una conciencia social muy desarrollada, que siempre está pendiente de quienes se encuentran en una situación difícil. El aquel momento, supongo que el poder ayudar a otra personita se puso por encima de su corona de príncipe de la casa y de la exclusividad del amor de sus padres.

Ese querer ayudar a quien lo necesita ya lo habíamos advertido años antes porque desde que entró en el colegio, con solo 3 años, se convirtió en el protector en del niño más pequeño de su clase, que le seguía en los recreos y ante el que actuaba como su adalid en casos de posibles peligros. Además, cuando un nuevo compañero entrada en su clase él siempre era el primero en brindarle su amistad y en acogerlo en el grupo.

Sabemos que es un niño querido en su colegio. Hace un año constatamos, además, una singularidad más. Con motivo de una celebración familiar a uno de sus compañeros su madre le dio la posibilidad de invitar a tres niñas o niños de su clase. Nuestro hijo fue uno de ellos, a pesar no de ser uno de sus  “mejores amigos”. Este niño le dijo a su madre que invitaba nuestro hijo porque era diferente. La madre, sorprendida, le preguntó que donde esta diferencia y él contestó que era por ser adoptado. Ella le recordó que en su familia también había otros niños adoptados y que él sabía perfectamente que todos eran iguales, que no importaba cómo fuera su familia. Su hijo le replicó que eso ya lo sabía, pero que lo único que diferenciaba a nuestro hijo de los demás era ser adoptado y que en esa característica debía residir su particularidad: era el niño más bueno que conocía, porque siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.

Evidentemente, no queremos que nuestro hijo sea perfecto, pero nos llena de alegría que sea visto por sus iguales como una persona llena de bondad y un protector de quien más lo necesitase.

Con el paso del tiempo la pregunta que más nos ha hecho es si iba a ser una niño o una niña quien viniese a nuestra casa (abro paréntesis para dejar constancia de que desde muy pequeño sabe de la existencia de menores trans, a los que no denomina como niñe sino como niño o niña, independientemente de cuales sean sus genitales). Siempre le hemos respondido que eso no lo podíamos saber.

También le surge la duda sobre la raza (él es un niño negro). Y aquí sus deseos son claros “quiero que sea un niño y blanco, negro ya lo soy yo”. Y ahí sigue con sus preferencias. Bendita sea su maravillosa y todavía ingenua y libre infancia.

Otro de los aspectos que le preocupa es si va a saber ser un buen hermano mayor. Y claro que lo será, no puede haber mejor candidato para acompañar que él.

Desde hace tiempo nuestro hijo ha asimilado la futura situación y habla de su “hermanito” con total naturalidad, incluyéndolo en los planes futuros y contando con él para asuntos que a su padre y a mí nos pasan desapercibidos.

A mi futura hija, hijo o hije quisiera transmitirle que va a tener suerte porque va a tener un hermano mayor que es pura bondad, que le va a incluir en sus juegos, que le va a proteger, que le va a facilitar la adaptación a la familia.

Querida hija, hijo o hije, tu hermano mayor ya está esperándote, quiere compartir sus juguetes contigo, sus sueños y alguna que otra palabrota que ya ha incorporado a su decir diario y que esperemos no se te contagie con mucha celeridad.

Hoy es 12 de enero, seguimos embarazados y yo continúo con el miedo. Esperamos ser una buena familia para crecer en una casa luminosa en la que  alguien ya piensa y siente a su “hermanito”.

(Continuará…)

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