Bolleras tensionando los espacios

Por Ana Murillo (@anamurilloa), bollera, feminista y activista LGTB

Foto: Ángel Leranoz (EHGAM) | Archivo MALEANTES

Ocurre de nuevo. Me pregunto y pregunto a mis compañeras bolleras: ¿creéis que es casualidad que, cuando vais de la mano por la calle con otra mujer, alguien se choque contra vosotras? El número de veces que me ha pasado es lo suficientemente significativo y llamativo como para pensar que no es producto del azar o de la torpeza de unos y otras.

En ese choque, en ese cuerpo ajeno que se abalanza contra nuestro cuerpo y en nuestro gesto extrañado de apartarnos o retroceder, se concentra toda la violencia heteropatriarcal que nuestros cuerpos bolleros absorben y normalizan por ocupar un espacio público que parece no pertenecernos. Nos lo han hecho saber de formas muy diversas a lo largo de nuestra historia. Desde las miradas de desaprobación a las agresiones verbales, físicas y sexuales, pasando por el aislamiento y la negación de nuestros derechos, en cada uno de los lugares que hemos querido habitar y que hemos querido reivindicar también como propios. 

El objetivo es expulsar del espacio público nuestros cuerpos bolleros que no contribuyen al  mantenimiento del sistema político, sexual y económico que es la heterosexualidad obligatoria. Desterrar del espacio público nuestros cuerpos bolleros que no cumplen con los requisitos de la idea de mujer universal. Cuerpos bolleros insubordinados, sublevados, amotinados, que se alzan como un espacio de resistencia y de lucha. Cuerpos que proclaman con su existencia el fracaso de la norma. Cuerpos recibiendo violencias, en algunos casos en silencio y avergonzados, aceptando que este es el precio que tienen que pagar por su desacato y desobediencia. Cuerpos en riesgo y amenazados que se inventan a sí mismos para aliviar el dolor. Cuerpos rebeldes, cuerpos vigilados, cuerpos en duelo. En las oficinas y en las escuelas. En la calle Goya de Madrid, en una gasolinera de Donosti, en una playa de Cádiz o en un parque de Carballo. Cuerpos deseantes encontrándose con otros cuerpos deseantes para construir parapetos y trincheras que los sostengan.

Hace unas semanas conocíamos la noticia de la agresión a dos chicas en Carballo por besarse en un parque y el miedo de las mismas a denunciar por si sus familias se enteraban. Además de señalar lo doloroso y de condenar la agresión, en esta situación también se constata que el hogar y la familia de origen tampoco suelen ser espacios seguros ni de acogida para nosotras, algo que no suele cambiar con el paso del tiempo y que enfrentamos dependiendo de nuestros recursos materiales, redes afectivas y lugares de nacimiento, entre otros aspectos. Hace unos meses se publicaba el estudio sociológico de las personas LGTBI Sin Hogar en la Comunidad de Madrid y en él se afirma que la mayoría de personas LGTBI que terminan en situación de calle son expulsados del hogar familiar cuando salen del armario.

Escuché en un taller decir a Val Flores, activista argentina de la disidencia sexual, que la heteronorma no era estática. Frente al cuestionamiento que realizamos las disidencias sexuales y/o de género, este se re-apropia de discursos, se re-arma con nuevos dispositivos de control y se moviliza para perpetuarse. Si fuera estática, podríamos derrumbarla. Ella afirmaba que será en las grietas de esos desplazamientos a los que obligamos al sistema donde podremos imaginar y proponer otras alternativas para nuestras existencias.

Estas son nuestras realidades cotidianas. A partir de estas violencias hemos construido nuestras identidades y nuestra forma de ser y de estar en el mundo. Una vez que somos conscientes de esto, en un escenario de políticas represivas, de imposición de vuelta a los armarios y de disciplinamiento sexual que ya tenemos encima, busca a las tuyas, a tu comunidad, o crea tu propia comunidad. Porque, compañeras, esto no va sólo de mujeres amando o acostándose con mujeres (rebelémonos contra los mensajes vacíos y desmovilizadores del Love Wins y el Madrid te ama). Esto va de mujeres, cuerpos ya de por sí subalternos, que desafían a la heteronorma con su mera existencia, de un sistema que te va a castigar y de cómo lo vamos a hacer para conseguir habitar las grietas con toda nuestra diversidad.

“La primera revolución es la supervivencia”

La Radical Gai

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