Por Nieves Gascón (@nigasniluznina)

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Tras el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, el pasado 2 de abril, es de rigor recomendar un título para las y los más pequeños. Llevábamos tiempo sin hacerlo y ya teníamos ganas. Buen momento para rememorar los relatos que llenan de entretenimiento y entre otros, dan sentido, con sus repetidas y placenteras lecturas, al periodo de la infancia, manteniendo vivo el deseo de volver a ellas el resto de nuestra vida.
Con frecuencia las magnificamos en el recuerdo y cuando recuperamos entre nuestras manos estas historias, buscamos compensar la magia mantenida a través del tiempo. Pero no quiero trasmitir una visión negativa, porque aunque pueda ser menos el entusiasmo por estos relatos recuperados, distando del mítico recuerdo, resulta muy gratificante el reencuentro. Permítanme recordar mi primera infancia de historias del dragón o dinosaurio Serendipity (1974) y de la Familia Mumin (1967), que me acompañaron en inolvidables momentos.
Lo mismo sucede generación tras generación. El eterno poder de la literatura infantil es para siempre. Cuentos para dormir, disipar monstruos y no pasar miedo, cuentos para reír un rato inolvidable, para imaginar mundos imposibles de fantasía, para prevenir malos hábitos, para aprender los buenos, para curar heridas del alma o en definitiva para soñar.
Cuidemos nuestros relatos, protejamos la creatividad como un bien de incalculable valor e infinito. No hay mayor muestra antropológica o espejo de una sociedad, su cultura y valores, que los que quedan plasmados en los relatos infantiles. Lean cuentos clásicos de Calleja, los hermanos Grimm ó Andersen. Pero con cuidado porque no son relatos para los niños y niñas de ahora, son historias para recordar el pasado y aprender de éste. De entonces a nuestros días, dista una realidad completamente distinta y formas muy diferentes de abordar el aprendizaje infantil. Mejor busquen buenas adaptaciones para las y los más pequeños, los originales suelen entender el aprendizaje infantil lleno de temores pedagógicamente innecesarios.
Aterricemos en nuestro tiempo, en la literatura infantil actual. Así les hacemos llegar una edición de referencia en todas las listas de cuentos sobre diversidad afectiva y sexual. El lapicero mágico (The magic pencil) con texto bilingües de Luis Amavisca, ilustraciones de Alicia Gómez Camus, traducido al inglés por Robin Sinclair, de Egales Editorial y Nube Ocho Ediciones, en primera edición de octubre de 2012. Un libro de tapa dura y de tamaño grande, lleno de color de ilustraciones en collage que combinan fotos con dibujos de sencillo trazado y gran expresividad de sus personajes. Imágenes dinámicas en las que merece no perderse ni un solo detalle. Un trabajo precioso que complementa con su riqueza cromática, un relato sencillo, de trama cautivadora e inmejorable final para pequeños y pequeñas neolectoras de a partir de seis años.
Tres son sus personajes protagonistas, Margarita, que tiene dos papás y sus amigos los gemelos Daniel y Carlos, con dos mamás. Todo comienza un sábado por la tarde cuando Margarita escoge entre jugar con sus dos papás y el sonido del timbre cuando le vienen a buscar a casa sus dos amigos favoritos. Se van a la calle y comienza su aventura al socorrer a un gato que llora en el jardín de la casa de la misteriosa vecina, Garrapata, una señora a la que todo el mundo teme por sus rarezas. Ante tan noble gesto, la extraña vecina decide obsequiarles con un lapicero, sacapuntas y goma de borrar mágicos.
Margarita y sus amigos inicialmente no entienden la magia de estos objetos, pero cuando la niña comienza a dibujar en una libreta, todo lo que dibuja se convierte en realidad. Un árbol, un castillo que emerge de la nada organizando un gran revuelo de tráfico, un helicóptero de juguete teledirigido ó un patinete. Igualmente desaparecen cuando los borran del papel con la goma mágica. Pero el lápiz se gasta rápidamente porque hay que sacarle punta de forma constante y cuando apenas queda, hay que pensar en que es necesario dibujar para aprovechar su magia, como casas para las personas que no tienen, hospitales para las que están enfermas y muchos corazones para sus papás, sus mamás y para todas las familias diversas del mundo.
¿Quién no quiere dibujar una realidad a su gusto? ¿Quién quisiera tener un lápiz para poder hacer reales todos los deseos? Todo el mundo porque sería realmente estupendo. Si encontráramos algo tan valioso, habría que guardar a buen recaudo o aprovecharlo como la y los protagonistas de este cuento. Temo que un lápiz mágico sería muy peligroso en manos de personas muy poderosas, perjudiciales y codiciosas. Tal y como está nuestro mundo, me pregunto si nuestros líderes tienen algún objeto mágico similar. De corazón, quiero pensar que no.
Aprendamos del buen ejemplo de los personajes de nuestra recomendación y trasmitamos a niños y niñas, defendamos la igualdad y solidaridad, rompiendo con los principios de la perversa competitividad imperante, que además alimenta la temible “falta de tolerancia a la frustración” como señalan profesionales de enseñanza, psicología, pedagogía, etc.
Del recuerdo de nuestra infancia a las publicaciones más actuales, escojan adecuadamente el momento y lectura. Sobre todo, disfruten. Nunca es tarde para aprender de la literatura infantil, un beneficio a cualquier edad, para todas y todos, de valor incalculable.
¡Hasta muy pronto!