María Luisa López Municio (@mluisalmunicio). Coordinación de CinHomo

Escena de la película premiada «Mãe só há uma»
Se acaba de estrenar en España la película brasileña Mãe só há uma (Madre solo hay una), dirigida por Anna Muylert y ganadora de diferentes premios.
En Berlín dentro de los premios Teddy logró el concedido por los lectores de Siegessäule, y en la SEMINCI ganó los premios a la Mejor Dirección, Mejor Actor y la Espiga Arcoíris, constituyendo así la primera película que ha conseguido este premio oficial creado en 2016.
La Espiga Arcoíris nace en la SEMINCI a propuesta de la Muestra de Cine CinHomo, sobre diversidad sexual y género organizada por Fundación Triángulo en Valladolid, con una trayectoria de 16 años en la ciudad. La propuesta nace con el objetivo de visibilizar la realidad social y de premiar el mejor trabajo artístico y social alejándose de los estereotipos, tal y como sucede en el Festival de San Sebastián con el Premio Sebastiane o en Berlín con el Teddy. La presencia de un premio de estas características en un festival de cine de autor como el de Valladolid, es una forma de mostrar y dar valor a producciones con presencia de personajes LGBTI que de otra forma podrían no entrar en los circuitos de festivales o pasar inadvertidos.
Así pues, dentro de toda la sección a competición, este año se llevó el Premio Madre sólo hay una. Fue el primer premio que se mencionó en la rueda de prensa, tras él se incorporaron dirección y actor protagonista, Naomi Nero, que vinieron a afianzar la valoración. El jurado del Premio valoró fundamentalmente cómo desarrolla la búsqueda de la identidad a lo largo de la película.
El filme desgrana la historia de un adolescente, Pierre, con quien compartimos su vida cotidiana hasta que le (nos) informan de que es un niño robado. Este hecho, que además comparte con su hermana, también niña robada, le obliga a empezar a vivir con su nueva familia, la biológica, una madre interpretada por la misma actriz, Daniella Nefussi, que interpreta a quien lo robó, lo cual hace pensar en la importancia (o la falta de ella) de la sangre en los vínculos familiares. En la relación con su nueva familia no sólo no deja de indagar en su identidad sexual (y orientación), sino que se convierte en el elemento fundamental a la hora de relacionarse con ésta, ya que sólo la posibilidad de seguir buceando en él mismo le permitirá continuar profundizando la relación con la familia. En las tensiones que se van generando, será su nuevo hermano, con una mirada más libre, el que genere la complicidad que le haga sentirse miembro de una familia que no existía para él.
Esta naturalidad en la búsqueda de la identidad convierte a la película en una producción muy interesante desde muchos puntos de vista, con una interpretación que le valió el galardón, y con una dirección que nos va conduciendo a la empatía con el protagonista, sin estridencias y con un acercamiento pausado que nos interpela.
La dirección y el guión corren a cargo de Anna Muylaert, quien ya había recibido premios en Sundance y Berlín, y que, como ella misma explicó al recoger el premio, trata de reflejar en la película la diversidad de facetas que tiene la sexualidad, tantas como personas. En la recogida del premio a mejor dirección puso de manifiesto que no es fácil recoger un premio así, sobre todo si eres mujer, por lo que dedicó el galardón a todas las directoras que habían participado en el festival. Es oportuno recordar el estudio elaborado por el Instituto Geena Davis en 2014, sobre la muestra de estudio de 1.452 cineastas, sólo el 20,5% de profesionales son mujeres, el 7% directoras, el 19,7% guionistas mujeres, y el 22,7% productoras.
Recomendamos esta película para adentrarnos en la construcción en la identidad en todos sus aspectos, entre los cuales la identidad sexual se constituye como una pieza más en un puzzle marcado por una nueva familia aparecida en la adolescencia.