Por Nayra Marrero (@nayramar)

Foto: EFE/David de la Paz
¿Sabes que en Corea del Norte te puedes comprar una esposa? Una señora que se ocupe de tus necesidades de cuidado, alimentación, limpieza, sexo, descendencia… Una señora que sea tuya, porque tú la pagas, cuyo contrato vinculante se llama matrimonio. Que llamemos matrimonio al contrato establecido en España por dos personas que desean voluntariamente contraerlo, con capacidad de decisión y marcha atrás, ¿avala las prácticas que bajo ese mismo nombre se realizan fuera de nuestras fronteras? No, ¿verdad? ¿Por qué cada vez que hablamos del matrimonio no sale a colación que el matrimonio que se hace en Corea del Norte es intolerable?
Y cuando hablamos de contratos laborales,.. ¿visualizamos directamente lo que bajo ese epígrafe se realiza en India? ¿Imaginamos que un trabajo aquí -en nuestro país, en un taller- puede ser o parecer un trabajo en un taller en Indonesia? ¿En China?
Pues entonces, ¿por qué al hablar de un proceso de regulación de la gestación subrogada en España se habla de las prácticas inhumanas que se llevan a cabo bajo ese mismo nombre en otros lugares del mundo? ¿Por qué saltan con unas condiciones de esclavitud y barbarie que han visto en fotos o documentales pero que en ningún caso podrían tener réplica en nuestro país? ¿Por qué se acogen a lo que pasa fuera para negar la posibilidad de pensar cómo podemos organizar en España un sistema garantista con todas las partes que permita a una mujer donar su capacidad gestante sin convertirse en madre del bebé del que se embaraza?
Condenemos las prácticas contrarias a los Derechos Humanos, sean cuales sean. Condenemos a quienes se aprovechan de esas prácticas desde nuestro país para ahorrar costes, tanto en la producción de elementos de consumo como para la formación de una familia. Ni esclavitud ni violencia ni abuso están justificados en ningún caso. En ninguno.
Y desarrollemos en nuestro sistema jurídico una acogida a las realidades que consideremos oportunas dentro de nuestra forma de entender los derechos y libertades. Emprendamos un debate justo, constructivo, que se libere de prejuicios (y también de buenismos) y garantice los derechos de la mujer gestante y la formación de familias de intención. Para eso nació, en teoría, la Plataforma LGTB por la regulación de la gestación subrogada, impulsada por COGAM; para pensar, para ser interlocutores válidos de una realidad que está sobre la mesa, y para aportar. Poco a poco veremos qué se cuece.