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Lápida, dilapidar y lapidar, tres términos con una misma raíz etimológica: las piedras

Lápida, dilapidar y lapidar, tres términos con una misma raíz etimológica: las piedras

Conocemos como ‘lápida’ a la piedra llana en la que, normalmente, se le pone una inscripción (por ejemplo en las tumbas).

Por su parte, ‘dilapidar’ es el acto de derrochar y malgastar el dinero y bienes (propios o de otros).

‘Lapidar’ es tirar piedras o apedrear a alguien, con intención de hacerle mucho daño e incluso causarle la muerte.

Los tres términos tienen en común una misma raíz etimológica, debido a que todos ellos provienen del vocablo latino ‘lăpidis’, cuyo significado literal es piedra.

Para los términos ‘lápida’ y ‘lapidar’ está bastante claro, pero lo curioso es cómo dio origen al vocablo ‘dilapidar’, proveniente éste de la forma latina ‘dilapidāre’ y que quería decir en un origen ‘tirar el dinero (malgastarlo) como el que lanza piedras’.

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘epitafio’?

Se conoce como ‘epitafio’ a la inscripción que suele figurar en la lápida de una tumba o nicho y que suele ser una frase descriptiva sobre la vida u obra de la persona cuyos restos reposan allí.

¿Cuál es el origen del término ‘epitafio?

Normalmente el epitafio suele ser dictado por el finado antes de fallecer, como una de sus últimas voluntades y no solo aparece en inscrito en la losa fúnebre sino también publicada en la esquela del periódico.

Pero, originalmente, en las civilizaciones antiguas lo que se consideraba como epitafio era en realidad una inscripción en la que figuraba una oración dedicada alguna deidad (cada cultura tenía la suya) con el fin de que protegiera al fallecido en el otro mundo.

Con el paso del tiempo y la extensión del catolicismo y otras religiones, ese epitafio era mucho más concreto, siendo destinado a un Dios concreto.

El origen de los epitafios, tal y como los que hoy en día los conocemos (frases alusivas a la personalidad del fallecido), debemos encontrarlo a partir de la Era de la Ilustración (siglo XVIII) en el que una nueva corriente de pensamiento más intelectual y menos religiosa cambió el sentido, convirtiéndolos en epigramas (frase breve e ingeniosa, frecuentemente satírica) como los utilizados durante las antiguas Grecia y Roma.

Etimológicamente el término epitafio proviene del latín tardío ‘epitaphĭum’ (oración fúnebre) y éste del griego ‘epitáphios’ (sobre una tumba).

 

 

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¿Cuál es la etimología del término ‘exhumar’?

¿Cuál es la etimología del término ‘exhumar’?

El origen etimológico del término ‘exhumar’ lo encontramos en el latín y está formado por el prefijo ‘ex’ (fuera) y ‘humus’ (tierra, suelo) y su traducción literal vendría a ser ‘sacar/sacado de la tierra’ y, por tanto, significa exactamente lo mismo que el término desenterrar.

A la hora de hablar sobre la acción de abrir una fosa, tumba o cualquier otra sepultura, con el fin de extraer unos restos, podría ser válido el uso del término ‘desenterrar’, pero se considera como cultismo utilizar las formas ‘exhumación’/’exhumar’ a la hora de redactar y/o hablar en la prensa de ello.

 

 

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¿Cómo se llama a los monumentos fúnebres en los que no reposa ningún cuerpo?

Numerosos son los monumentos fúnebres o majestuosos sepulcros en los que se rinde homenaje a algún personaje ilustre y al que se les lleva coronas de flores (como si de su tumba se tratara) pero en el que realmente no reposa sus restos.

¿Cómo se llama a los monumentos fúnebres en los que no reposa ningún cuerpo?

Estos lugares son conocidos con el nombre de ‘cenotafio’, un término que y llegó al castellano a través del latín ‘cenotaphĭum’, procedente del griego ‘kenotáphion’ (κενοτάφιον), cuyo significado literal es ‘sepulcro vacío’ (kenos= vacío, taphos=tumba).

En la antigüedad muchos eran los lugares en los que se quería rendir homenaje a algún emperador o personaje público fallecido y cuyo mausoleo se encontraba muy alejado, motivo por el que se levantaban esos monumentos funerarios donde representar mostrar el dolor y presentar las condolencias.

Cabe destacar que no solo se han levantado cenotafios para personajes ilustres sino también después de una guerra como homenaje a todos los soldados fallecidos en el conflicto (la conocida como ‘tumba del soldado desconocido) y también tras alguna tragedia donde ha habido múltiples víctimas (inundaciones, terremotos, actos terroristas…).

 

 

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El curioso origen del término ‘sarcófago’

El curioso origen del término ‘sarcófago’

Conocemos como ‘sarcófago’ al sepulcro, normalmente realizado de obra y piedra, que es utilizado para dar sepultura a un cadáver (o varios).

El origen etimológico del término sarcófago lo encontramos en el griego ‘sarkophágos’ (σαρκοφάγος) aunque al castellano llegó desde el latín ‘sarcophăgum’ y cuya traducción literal es el que se come/devora la carne’.

Y es que ese ‘devorar la carne’ provenía del tipo de piedra caliza utilizada en la antigüedad para construir los sarcófagos, la cual tenían el convencimiento que poseía unos poderes especiales para comer y hacer desparecer los cuerpos que ahí se introducían.

Hay que tener en cuenta que en la antigüedad cada pueblo y cultura tenía sus propias costumbres a la hora de despedirse de los cuerpos de sus difuntos: unos los enterraban (tanto bajo tierra, nichos o mausoleos) y otros los momificaban o quemaban.

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘cementerio’?

¿Cuál es el origen del término ‘cementerio’?

Como es habitual en aquellos lugares con predominio del cristianismo, cada primero de noviembre infinidad de personas acuden a los cementerios para visitar las tumbas de sus difuntos, rezarles una oración o llevarles flores. Esta tradición originalmente se realizaba el 2 de noviembre que es la fecha en la que cae el Día de los Santos Difuntos y que la iglesia católica dedicó a las almas de los fallecidos, pero al no caer en festivo se comenzó a realizar el día 1.

Pero, tal y como indico en el título, el post de hoy trata sobre el origen del término ‘cementerio’ que es el nombre con el que conocemos habitualmente al lugar destinado para dar entierro a los fallecidos.

El término cementerio tiene mucho que ver con el cristianismo y cuando éste comenzó su expansión, ya que se impuso a la palabra que, hasta aquel momento, se usaba para designar a los emplazamientos donde se realizaban los entierros: necrópolis.

La palabra necrópolis (de origen griego) significa literalmente ‘ciudad de los muertos’ (necro: muerte, polis: ciudad).

Ante la creencia cristiana de que la muerte solo es un tránsito y, por tanto, al fallecer lo que se hacía era ‘dormir’ para posteriormente ‘resucitar’ se sustituyó el termino necrópolis por el de cementerio, cuyo significado literal es ‘dormitorio’.

Cementerio proviene del latín vulgar cemeteriu’, éste del latín culto ‘coemeterium’ que a la vez venía del griego ‘koimeterion’ -κοιμητήριον-: lugar donde dormir/dormitorio (koimo: dormir/estar echado/acostarse, -terion: sufijo de lugar).

Al castellano nos llegó como ‘cemeterio’ (desde el latín vulgar cemeteriu), pero a través de los siglos se le coló al término una ‘n’ intercalada, la cual los expertos se dividen entre dos motivos las posibles causas de que el término acabase siendo conocido por todos como ‘cementerio’ y no ‘cemeterio’. Por un lado por la facilidad a la hora de ser pronunciada, ya que es mucho menos complicada hacerlo con esa ene extra. Por otro lado, muchos son los que defienden la hipótesis de que hubo quien confundió el origen etimológico de la palabra y se lo adjudicó al término latín ‘caementa’ (piedra quebrada) que derivó en ‘cemento’, al utilizarse esta argamasa para construir y cerrar las tumbas/nichos/mausoleos.

 

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¿De dónde proviene llamar ‘mausoleo’ a los sepulcros suntuosos?

¿De dónde proviene llamar ‘mausoleo’ a los sepulcros suntuosos?

A través del apartado de contacto, Maricarmen Fuentes me envía un correo en el que me pregunta el origen de llamar mausoleo a los sepulcros suntuosos.

El término ‘mausoleo’, para referirnos a las tumbas construidas de forma esplendida con todo tipo de detalle y gran solemnidad, proviene de Mausolo, gobernador (sátrapa) de la provincia de Caria que falleció en el año 353 a.C.

Su hermana (y a la vez esposa) Artemisia II asumió su cargo, mandando erigirle un monumental sepulcro y para ello reunió a los artistas griegos dedicados a la escultura y arquitectura más importantes de la época. Hasta allí se personaron Briaxis, Escopas, Leocares, Sátiros, Timoteo y Piteos, quienes diseñaron un templo funerario en Halicarnaso en el que colocaron la tumba rectangular de mármol y la rodearon de 36 columnas jónicas sobre las que descansaba un arquitrabe y sobre este una pirámide en la que colocaron un carro de bronce con las estatuas de Mausolo y Artemisa (que falleció un año antes de ser finalizada la obra).

El 350 a.C el monumento estaba terminado, convirtiéndose en todo un símbolo que dio origen al término ‘mausoleo’. En 1404 fue destruido por un terremoto.

 

 

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Tapefobia, el miedo irracional y patológico a ser enterrado vivo

Algunas personas desarrollan un pánico obsesivo y persistente a la idea de que pueden sufrir de catalepsia o cualquier otro trastorno o enfermedad que les haga parecer muertos, aunque realmente no lo estén, y ser enterrados sin haber fallecido… si habéis leído alguna vez a Edgar Allan Poe podréis haber sentido intensamente lo terrorífico de la situación.

Este miedo irracional y patológico a ser enterrado vivo se le conoce como tapefobia. Proviene del griego taphos, cuyo significado es tumba. Existen otros sinónimos para calificar tal patología tales como tafofobia, tafiofobia y tafefobia.

Esta situación podría haberse dado antiguamente con mucha más facilidad que en la actualidad, ya que gracias a los avances tecnológicos y médicos con los que contamos hoy en día es prácticamente imposible dar a alguien por muerto cuando en realidad no lo está, aunque aun y así no es extraño oír el comentario de más de uno que dice:  “A mi incinerarme… por si acaso”.

Durante una época esta fobia estuvo ampliamente extendida y en la gran mayoría de países podemos encontrar infinidad de leyendas urbanas que relatan historias del tipo que, años después de muerta una persona, se la encontró en su tumba con indicios evidentes de haber vuelto a la vida tras ser enterrada e intentar salir del ataúd arañándolo.

Es por ello que se puso de moda construir féretros especiales con diversas medidas de seguridad y en los que algunos tenían una campanilla que podía tocarse desde dentro mediante una cadena o cuerda para así hacer saber que el muerto no era tal y pudiera ser rescatado.

Otros ataúdes permitían izar una bandera, los había que tenían paneles de cristal rompibles en vez de tapa e incluso se llegó a incluir una llave que pudiera ser utilizada para abrir la caja desde dentro en caso de necesidad.

Cabe señalar que es un error muy habitual atribuir el origen la expresión “salvado por la campana” al uso de ataúdes que incorporaban una campanilla, ya que el dicho proviene realmente del mundo pugilístico, cuando el toque de campana en el ring concede un descanso a un maltrecho boxeador que está perdiendo el combate.

Así que no puedo más que desear lo mismo que Lord Chesterfield cuando decía aquello de…

“Lo único que deseo para mi entierro es no ser enterrado vivo”

 

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Fuentes de consulta:  elordenyelkaos / emmabalmer / wikipedia / periodicolea
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