Entradas etiquetadas como ‘Tesoro de la lengua castellana o española’

¿Cuál es el origen de la expresión ‘Tener una noche toledana’?

Se utiliza la expresión  ‘Tener una noche toledana’ (también en la forma ‘Pasar una noche toledana’) para indicar una velada nocturna desapacible que se ha pasado sin poder conciliar el sueño, debido a un acontecimiento negativo que ha ocurrido o por haber tenido algún tipo de problema o preocupación.

¿Cuál es el origen de la expresión ‘Tener una noche toledana’?

Según la mayoría de historiadores, la locución  se originó a raíz de un sangriento hecho histórico ocurrido a finales del siglo VIII (año 797), en el que llegó a Toledo un nuevo Gobernador musulmán, Amrus Ben Yusuf, quien organizó una cena a la que invitó a cientos de nobles toledanos (entre 400 y 700, dependiendo la fuente que se consulte), siendo su verdadera intención el acabar con la vida de esos nobles, ordenando a sus hombres cortar las cabezas de los invitados y lanzarlas a un foso (motivo por el que este trágico suceso también ha pasado a la historia como la ‘Jornada del foso de Toledo’).

Cabe destacar que no todos los historiadores se ponen de acuerdo respecto al motivo que llevó a Amrus Ben Yusuf ordenar dicha matanza, encontrando que hay quien indica que fue para someter a la población toledana (que era de diferentes confesiones y culturas) al régimen musulmán del Emirato de Córdoba, de Al-Hákam I. Otros, sin embargo, señalan que detrás de la carnicería había un acto de rencor por parte del nuevo Gobernador para vengar la muerte de su hijo, ejecutado por los toledanos unos años antes.

A pesar de que esta explicación es la que más expertos avalan como origen de la expresión ‘Tener o pasar una noche toledana’, debo señalar que hay quien da otras explicaciones, como fue en el caso del lexicógrafo, Sebastián de Covarrubias, que en su obra ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ (1611) explicó: «Noche toledana, la que se pasa de claro en claro, sin dormir, porque los mosquitos persiguen a los forasteros, que no están prevenidos de remedios como los demás»

Por su parte, Gonzalo Correas, en el ‘Vocabulario de refranes y frases proverbiales’ (1627), daba la siguiente explicación para el origen de la locución: «Las mozas toledanas, en la noche de San Juan, permanecían a la escucha de la primera palabra que oían en la calle a partir de las doce, pensando que con el que se nombrase se habían de casar»

 

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Fuentes de consulta: fundacionlengua / yorokobu / elretohistorico / abc / leyendasdetoledo / ‘El porqué de los dichos’ de José Mª Iribarren / franciscojaviertostado / spanish.stackexchange
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¿Cuál es el origen del término ‘buhardilla’?

A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan cuál es el origen de buhardilla y si éste proviene de ‘búho’, tal y como leyó en cierta ocasión.

¿Cuál es el origen del término ‘buhardilla’?

Conocemos como ‘buhardilla’ a la parte más alta de un edificio (normalmente de una casa) que está situada inmediatamente por debajo del tejado y que algunas personas destinan a lugar donde guardar trastos e incluso como vivienda. Generalmente suele tener una ventana por la que entra la luz del día y que permite salir al tejado, recibiendo esta la misma denominación que el habitáculo (que también es conocido en ocasiones como ‘desván’).

Antiguamente se tenía el convencimiento de que el vocablo provenía de la palabra ‘búho’, debido a la creencia que se tenía de que esta ave rapaz solía colarse por los ventanucos superiores de las casas. Esta hipótesis (descartada desde hace bastante por la mayoría de etimólogos) se popularizó debido a que fue el posible origen propuesto por el lexicógrafo, del siglo XVII, Sebastián de Covarrubias, quien la incorporó en su obra ‘Tesoro de la lengua castellana o española’.

Etimológicamente, el término ‘buhardilla’ es el diminutivo de ‘buharda’, palabra que significa exactamente lo mismo y a su vez esta deriva de ‘bufarda’, la cual hacía referencia a la ventana o agujero que había en lo más alto de las casas y que servía como vía de escape o respiradero del humo (en caso de atasco en la chimenea) e incluso para que entrase el aire para ventilar la estancia.

El vocablo bufarda proviene de ‘bufar’, que significa literalmente ‘soplar’.

En los antiguos diccionarios como el de Autoridades (y todavía se mantiene en algunos actuales) también aparecen recogidos los términos ‘bohardilla’, ‘boardilla’ y ‘boarda’, dándoles el mismo significado que buhardilla.

 

 

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Fuente de la imagen: Wikimedia commons

¿Sabes en qué consiste el ‘ramoneo’?

Se conoce como ‘ramoneo’ a la acción de ‘ramonear’ y a su vez este término hace referencia al hecho de cortar las puntas de las ramas de los árboles y, también, al acto de pacer (comer) algunos animales las hojas y puntas de las ramas de las plantas o árboles.

¿Sabes en qué consiste el ‘ramoneo’?

Curiosamente, el diccionario académico dice que este vocablo está formado por el nombre propio Ramón unido al sufijo -ear, pero son numerosos los etimólogos que indican que procede de ‘rama’ (cada una de las partes que nacen del tronco o tallo principal de una planta).

Además, en su primera aparición en el Diccionario de Autoridades de 1737, ya se indicaba que provenía de rama (tal y como apuntaba el célebre lexicógrafo Sebastián de Covarrubias en su obra ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ publicada en 1611).

 

 

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Fuente de la imagen: Stephanie Hargett (usar.army)

¿De dónde surge el término ‘regodearse’?

A través de la cuenta de este blog en Instagram @yaestaellistoquetodolosabe2 he recibido un mensaje en el que me consultan de dónde surge el término ‘regodearse’.

¿De dónde surge el término ‘regodearse’?

Se conoce como ‘deleitarse’ al acto de complacerse (maliciosamente o no) en algo deleitándose en ello, también en ser reiterativo en tratar o mencionar un asunto que sabemos que puede afectar a alguien y que nos proporciona satisfacción.

Etimológicamente proviene de la unión del prefijo ‘re’ -utilizado para intensificar o repetir un estado o acción- y el vocablo ‘gaudēre’ -gozar, alegrarse, disfrutar- (ambos provenientes del latín) y que vendría a significar ‘gozar de algo lentamente y con deleite’.

El término ya aparecía recogido en el Diccionario de Autoridades de 1780.

Cabe destacar que circula una etimología errónea alrededor del término ‘regodearse’ que fue lanzada por el célebre lexicógrafo Sebastián de Covarrubias en su obra ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ de 1611, en donde indicaba que el vocablo provenía de la unión del prefijo ‘re’ y el vocablo ‘godo’, modo en el que antiguamente también eran llamado de ese modo las personas ricas y a algunos nobles, dándole el significado de ‘vivir como una persona rica’ (vivir como un godo). Pero esta acepción nunca ha aparecido en el diccionario oficial de la Academia, además de haber sido descartada por la inmensa mayoría de etimólogos.

 

 

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¿De dónde surge la expresión ‘Ser como el sastre del campillo’?

Esta es otra de aquellas expresiones que están prácticamente en desuso (catalogadas como ‘expresiones viejunas’) y que, de tanto en tanto, os traigo a este blog para explicaros su origen.

¿De dónde surge la expresión ‘Ser como el sastre del campillo’?

En esta ocasión os hablaré de ‘Ser como el sastre del campillo’, una expresión que fue bastante usada antiguamente y que se utilizaba para señalar a aquellas personas dadas a entregarse en cuerpo y alma en ayudar a los demás, hacer infinidad de favores y, además, poniendo todo de su parte (incluido el coste económico que eso le podría suponer).

Pero en realidad esta es una locución que ha ido sufriendo diversos cambios a lo largo del tiempo y que, mediante la transmisión oral, se ha ido modificando, pudiendo encontrarnos que es bastante diferente a como se pronunciaba originalmente.

Referida como ‘ser’, ‘eres’ o ‘es’ la expresión ‘como el sastre del campillo’ está extraída de otra más larga que decía: El sastre del campillo, que cosía de balde y ponía el hilo’.

Pero esta tampoco fue su forma inicial, debido a que en originalmente no hacía referencia a ‘campillo’ sino a ‘cantillo’, el cual no es una localidad, sino el modo en el que se denominaba a las encrucijadas o cruces de varios caminos, un lugar en el que varios siglos atrás solían colocarse diferentes profesionales de diversos gremios (herreros, carpinteros, mesoneros e incluso sastres) y que prestaban sus servicios a los viajeros que por allí transitaban.

Incluso, podemos encontrar versiones de la expresión en el que originalmente no se utilizaba el término ‘sastre’ sino ‘alfayate’ de igual significado pero que se utilizó en España durante la presencia musulmana. Por ejemplo, Íñigo López de Mendoza y de la Vega (marqués de Santillana) en el siglo XV incluyó en su obra ‘Refranes que dicen las viejas tras el fuego’ la expresión en la forma: El alfayate del cantillo, hacía la costura de balde y ponía el hilo’.

También podemos encontrar que Sebastián de Covarrubias, en su ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ (1611) lo incluyó de las siguientes cuatro maneras: El alfayate de las encrucijadas cosía de balde y ponía el hilo de su casa’, ‘El alfayate del Cantillo hacía la obra de balde y ponía el hilo’, ‘El sastre de Campillo, ponía de su casa el hilo’  e incluso ‘El alfayate de la Adrada que ponía el hilo de su casa’.

Por último, en el ‘Libro de refranes y sentencias de Mosén Pedro Vallés’ (1549) aparece del siguiente modo: El sastre de la encrucijada / que pone / el hilo de su casa’.

 

 

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Fuente de la imagen: Esin Üstün (Flickr)

¿Sabías que decimos incorrectamente la expresión ‘quedar en aguas de borrajas’?

¿Sabías que decimos incorrectamente la expresión ‘quedar en aguas de borrajas’?

Quién no ha escuchado o dicho en alguna ocasión una frase del tipo: ‘Estaba esperanzado en conseguirlo pero al final todo ha quedado en agua de borrajas’. Estas expresiones suelen utilizarse para referirse a aquello que finalmente no ha salido como uno esperaba y a un desenlace que ha resultado ser decepcionante (cuando las expectativas eran buenas).

Se dice que su significado se debe a lo insípida que resulta la infusión de la planta de la borraja, la cual se utilizaba desde la antigüedad como remedio para hacer sudar (sudorífica). También se tenía la vieja creencia (y superstición) de que si se una mujer pisaba una hoja de borraja quedaría embarazada.

Pero en realidad, por muchas veces y tiempo que llevemos escuchando la frase ‘quedar en aguas de borrajas’, ésta no es del todo correcta y con los años ha variado de como realmente se decía en sus orígenes.

Inicialmente  la hierba utilizada para esta expresión era la ‘cerraja’, una planta semejante a una lechuga silvestre (así la definía el Diccionario de Autoridades de 1729) cuyas propiedades de las hojas, flores o jugo lechoso se aplicaba como estimulante del apetito, el tratamiento de la ascitis o para trastornos hepáticos (entre otros). Pero sin embargo su agua infusionada resultaba insulsa y sin propiedades, de ahí que, originalmente, la expresión fuese ‘quedar en agua de cerrajas’: esta agua en comparación a los atributos del resto de la planta se quedaba en nada.

Sebastián de Covarrubias en su ‘Tesoro de la lengua castellana o española’, de 1611, ya menciona el ‘agua de cerrajas’ como sinónimo de algo que no llega a buen término.

Muchos son los lexicógrafos que culpan a una corrupción de la expresión cuando ésta pasó de ser utilizada en los ambientes rurales a las poblaciones más grandes e importantes, siendo prácticamente desconocida la cerraja y mucho más común la borraja, por lo que se adoptó este término para aplicárselo a la frase. El propio José María Iribarren en ‘El porqué de los dichos’ alude al provincialismo a la hora de haber modificado el modismo para que les resultase mucho más fácil fonéticamente a la hora de decir y recordar.

Para finalizar, cabe destacar que la propia web del Diccionario de la Rae redirige a ‘agua de cerrajas’ cuando se realiza la búsqueda ‘agua de borrajas’.

 

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Fuentes de consulta: Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias / ‘El porqué de los dichos de José María Iribarren / Diccionario de Autoridades de 1729 / cvc.cervantes / Diccionario de la Rae
Fuente de la imagen: Wikimedia commons

¿De dónde surge que a las prostitutas también se les conozca como ‘rameras’?

Infinidad son los adjetivos y términos que se utilizan para referirse a las mujeres que ejercen la prostitución, siendo uno de los más utilizados el de ‘ramera’.

Según la definición que daba en 1737 el Diccionario de Autoridades, una ramera era ‘la mujer que hace ganancia de su cuerpo, expuesta vilmente al público vicio de la sensualidad, por el interés’.

El origen sobre porqué se empezó a llar así a las prostitutas está algo discutido y podemos encontrar que los historiadores y expertos en etimologías se dividen en dos versiones.

Por un lado nos encontramos quienes señalan que era costumbre en la Edad Media que para diferenciar las casas en las que se ejercía la prostitución, a las de otro tipo de establecimiento o vivienda particular, se colgaban unas ramas junto a la puerta (por ejemplo, el célebre etimólogo Joan Coromines, en el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, apuntaba que eran ramos de flores).

Algunas fuentes indican que los primeros en poner una rama en la puerta fueron los taberneros y que, en los inicios, en estos lugares era en los que ejercían su actividad las meretrices, mientras a los clientes se les servía unas jarras de vino y un buen yantar.

Por su parte, el lexicógrafo del siglo XVII, Sebastián de Covarrubias, en su famoso ‘Tesoro de la lengua castellana o española’, señala que se les empezó a llamar rameras a las prostitutas porque éstas vivían, en las afuera de las ciudades, en unas chozuelas cubiertas de ramas, lugar en el que ejercían su oficio.

 

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Fuentes de consulta: Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Coromines / ‘La Prostitución: El Espejo Oscuro’ de Dolores Juliano / ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ de  Sebastián de Covarrubias / etimologias.dechile
Fuente de la imagen: felixcasanova.blogspot.com.es