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El poético término con el que se conocía a las personas soñadoras

‘Nefelibata’  es un cultismo con el que se hace referencia a aquella persona soñadora, que no vive la realidad y que anda normalmente por las nubes.

El poético término con el que se conocía a las personas soñadoras

Es, precisamente, de esta acepción de donde proviene su etimología, pues procede del griego y está compuesto por ‘nephéle’ (nube) y ‘bátes’ (que anda).

Según indican algunas fuentes etimológicas, el término pudo haber sido acuñado por el poeta nicaragüense Rubén Dario, quien lo incorporó por primera vez en dos de sus poemas contenidos en la obra ‘El canto errante’, publicado 1907.

Los mencionados poemas son ‘Eheu!’ y ‘Epístola’. Aquí tenéis los dos fragmentos en los que aparece el término nefelibata:

[…]Y esta claridad latina,
¿de qué me sirvió
a la entrada de la mina
del yo y el no yo…?
Nefelibata contento
creo interpretar
las confidencias del viento,
la tierra y el mar… […] (Eheu!)

[…]Soy así. Se me puede burlar con calma. Es justo.
Por eso los astutos, los listos, dicen que
no conozco el valor del dinero. ¡Lo sé!
Que ando, nefelibata, por las nubes… Entiendo.
Que no soy hombre práctico en la vida… Estupendo.[…] (Epístola)

 

El término ‘nefelibata’ no apareció recogido en el diccionario de la RAE hasta su edición de 1984, con la acepción ‘Dícese del soñador, del que anda por las nubes’.

 

 

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Fuentes de consulta: RAE / etimologias.dechile / Nuevo tesoro lexicográfico (ntlle) / cervantesvirtual
Fuente de la imagen: pxfuel

¿De dónde surge la expresión ‘Juventud, divino tesoro’?

A través de mi cuenta @curiosisimo en la red social TikTok, un usuario me pregunta de dónde surge la expresión ‘Juventud, divino tesoro’.

¿De dónde surge la expresión ‘Juventud, divino tesoro’?

Esta locución suele ser pronunciada por personas de cierta edad (sobre todo adultos y ancianos) y se hace con la intención de rememorar y añorar los años de juventud, teniendo cierto componente de melancolía y recuerdo.

La primera constancia escrita de la expresión la encontramos en el libro de poemas ‘Cantos de vida y esperanza’, publicado en 1905 por el poeta nicaragüense Ruben Darío, quien iniciaba el poema ‘Canción de otoño en primavera’ del siguiente modo:

[…]Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…[…]

La obra se hizo inmensamente famosa y la frase ‘Juventud, divino tesoro’ se ha repetido hasta la saciedad desde entonces.

A continuación podéis leer el poema ‘Canción de otoño en primavera’ al completo:

   Juventud, divino tesoro,                          
¡ya te vas para no volver!                          
Cuando quiero llorar, no lloro…                              
y a veces lloro sin querer…                        

   Plural ha sido la celeste                            
historia de mi corazón.                
Era una dulce niña, en este                       
mundo de duelo y de aflicción.                

   Miraba como el alba pura;                     
sonreía como una flor.                
Era su cabellera oscura               
hecha de noche y de dolor.                       

   Yo era tímido como un niño.                  
Ella, naturalmente, fue,                              
para mi amor hecho de armiño,                             
Herodías y Salomé…                    

   Juventud, divino tesoro,                          
¡ya te vas para no volver!                          
Cuando quiero llorar, no lloro…                              
y a veces lloro sin querer…                        

   La otra fue más sensitiva,                       
y más consoladora y más                          
halagadora y expresiva,                            
cual no pensé encontrar jamás.                             

   Pues a su continua ternura                    
una pasión violenta unía.                          
En un peplo de gasa pura                          
una bacante se envolvía…                        

   En sus brazos tomó mi ensueño                          
y lo arrulló como a un bebé…                   
y le mató triste y pequeño,                        
falto de luz, falto de fe…                            

   Juventud, divino tesoro,                          
¡te fuiste para no volver!                           
Cuando quiero llorar, no lloro…                              
y a veces lloro sin querer…                        

   Otra juzgó que era mi boca                   
el estuche de su pasión;                              
y que me roería, loca,                  
con sus dientes el corazón.                        

   Poniendo en un amor de exceso                          
la mira de su voluntad,               
mientras eran abrazo y beso                    
síntesis de eternidad;                   

   y de nuestra carne ligera                         
imaginar siempre un Edén,                       
sin pensar que la Primavera                     
y la carne acaban también…                    

   Juventud, divino tesoro,                          
¡ya te vas para no volver!                          
cuando quiero llorar, no lloro…                              
y a veces lloro sin querer.                           

   ¡Y las demás! En tantos climas,                            
en tantas tierras, siempre son,                
si no pretextos de mis rimas,                    
fantasmas de mi corazón.                         

   En vano busqué a la princesa                
que estaba triste de esperar.                    
La vida es dura. Amarga y pesa.                            
¡Ya no hay princesa que cantar!                             

   Mas a pesar del tiempo terco,                              
mi sed de amor no tiene fin;                     
con el cabello gris me acerco                    
a los rosales del jardín…                             

   Juventud, divino tesoro,                          
¡ya te vas para no volver!                          
Cuando quiero llorar, no lloro…                              
y a veces lloro sin querer…                        

   ¡Mas es mía el Alba de oro!

 

El poema fue musicalizado y cantado por el gran Paco Ibáñez, quien realizó una brillante versión que interpretó por primera vez en el concierto ofrecido el 9 de enero de 1988 en el teatro Olympia de París. En el siguiente vídeo podéis escuchar la grabación incluida en el disco recopilatorio ‘Canta a los poetas latinoamericanos‘ (2012):

 

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Fuente de la imagen: needpix

¿Sabías que la expresión ‘Ladran, Sancho, señal que cabalgamos’ no pertenece al Quijote?

¿Sabías que la expresión ‘Ladran, Sancho, señal que cabalgamos’ no pertenece al Quijote?La famosa expresión Ladran, Sancho, señal que cabalgamos’ es ampliamente utilizada para señalar que algo o alguien avanza a pesar de las críticas, los impedimentos y los problemas que se le pueden ir presentando.

Durante muchísimo tiempo se tuvo la certeza de que dicha expresión había sido extraída de la obra Don Quijote de la Mancha, pero en ninguna de sus dos partes aparece referencia alguna. Ni tan siquiera algo que pueda asemejarse.

Todo parece suponer que fue el hecho de que esté incorporado el nombre de Sancho (fiel escudero del Hidalgo don Quijote) lo que hizo pensar que la frase pertenecía a la obra de Cervantes escrita a principios del siglo XVII.

La mayoría de expertos señalan que la primera constancia escrita de una expresión similar, y que podría haber dado origen a esta, fue obra del poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe, quien en 1808 publicó el poema titulado ‘Ladran’ (Kläffer), el cual decía:

En busca de fortuna y de  placeres
Más siempre atrás nos  ladran,
Ladran con fuerza…
Quisieran los perros del potrero
Por siempre acompañarnos
Pero sus estridentes ladridos
Sólo son señal de que cabalgamos

Todo parece ser que fue de este poema de dónde sacó (casi un siglo después) Rubén Darío la inspiración para acuñar una expresión que solía decir cuando era criticado debido al mestizaje de su origen. Dicha expresión ya traía incorporado el nombre de Sancho, pero lo que no se sabe es porqué el poeta nicaragüense se la añadió: ‘Si los perros ladran, Sancho, es señal que cabalgamos’, cabe destacar que hubo incluso quien quiso atribuírsela a Miguel de Unamuno.

También se puede encontrar esta expresión proverbial en la forma de ‘Ladran, señal que cabalgamos’ o ‘Ladran, luego cabalgamos‘.

Alguna fuente indica que hay una un proverbio turco, más antiguo que el poema de Goethe (aunque no se indica de cuándo es) y que dice ‘Los perros ladran, pero la caravana avanza’

‘Ladran, Sancho, señal que cabalgamos’. ¿Sabías que esta frase no pertenece al Quijote?

 

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Fuentes de consulta: capsuladelengua / sergiozelaya / cvc.cervantes 1 / cvc.cervantes 2 / cvc.cervantes 3 / cvc.cervantes 4
Fuentes de las imágenes: MMAARRSS (morguefile) / Librería Quijote