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El curioso origen del bolígrafo BIC

El curioso origen del bolígrafo BIC

El primer prototipo de bolígrafo, tal y como lo entendemos hoy en día, fue creado y desarrollado, a finales de la década de 1930, por el periodista e inventor húngaro Ladislao Biro (con el importante aporte de su hermano Georg, químico de profesión).

Posteriormente, tras exiliarse en Argentina a causa de la persecución de judíos que hubo en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, Ladislao Biro logró vender su patente a los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, quienes lo usaron para fabricar bolígrafos, ya que éstos eran ideales para ser llevados por los aviadores, consiguiendo así que no les explotasen (debido a la presión) tal y como ocurría con las plumas estilográficas.

Una vez terminada la guerra la empresa de bolígrafos creada por Biro tuvo un bache económico debido al alto coste de producción que hicieron que cada unidad saliera por alrededor de 100 dólares, lo que hacía prácticamente inaccesible su compra para la inmensa mayoría de consumidores.

Quien puso un interés especial por conseguir la patente y poder comercializarlos en el continente europeo fue el aristócrata de origen italiano Marcel Bich, afincado en Francia, con quien llegó a un acuerdo recién iniciada la década de 1950.

Bich logró mejorar la funcionalidad y comenzó a fabricarlos masivamente y en cadena algo que abarató el coste de producción y venta, por lo que los lanzó al mercado por un precio de alrededor de 4 dólares.

A los nuevos bolígrafos de Bich se le añadió una bolita (situada en la punta) mucho más eficaz y que regulaba mejor el flujo de tinta que estaba almacenada en un tubito de plástico flexible y el cuerpo del bolígrafo estaba fabricado de poliestireno transparente.

A este bolígrafo desechable (algo muy novedoso para la época, en la que hasta entonces una estilográfica duraba varios años) lo convirtió en un producto muy atractivo de cara a los compradores, quienes a partir de entonces ya no tendrían que ir cambiando la carga con asiduidad.

En cuestión de poco tiempo el bolígrafo comercializado por Marcel Bich se convirtió en un artículo inmensamente popular y accesible a casi todos los bolsillos.

El problema se encontraba en el nombre comercial, debido a que el apellido del aristócrata y empresario (Bich) podía llevar a confusiones en el mercado anglosajón, pues en inglés se utiliza el término Bitch como insulto despectivo hacia las mujeres (puta, perra, zorra…), así que decidió modificar su apellido y quitar la hache final, dejándolo en Bic.

El conocido como ‘BIC cristal’ se convirtió en el bolígrafo más vendido y utilizado en todo el planeta y unos años después llegó el modelo ‘BIC naranja’ y otros muchos (como el bolígrafo con tinta de varios colores).

 

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Fuente de la imagen: Wikimedia commons