Thomas Beecham es uno de esos personajes que ha proporcionado a la historia un buen puñado de curiosas anécdotas.
Eso se debe a su mordaz lengua viperina, ya que el célebre director de orquesta británico era famoso por el mal genio que gastaba y las envenenadas frases que soltaba a todo el mundo, no dejando títere con cabeza.
En cierta ocasión, tras finalizar el ensayo para un concierto, quedó sumamente decepcionado y sobre todo enfadado con el trabajo que había hecho la sección de contrabajos de la orquesta sinfónica que dirigía.
Sin pensárselo dos veces Beecham les soltó a los músicos:
«La última vez que oí un ruido semejante, fue cuando mi esposa decidió cambiar los muebles de sitio»
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