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¿Por qué a veces llamamos a alguien con el nombre de otra persona?

Solemos achacarlo a un despiste o a estar pensando y/o haciendo varias cosas a la misma vez, pero el hecho de llamar a alguien con el nombre de otra persona es más común de lo que creemos y suele pasarle a una gran parte de la población.

¿Por qué a veces llamamos a alguien con el nombre de otra persona?

Lo curioso es que esa equivocación suele sucedernos casi siempre con los mismos protagonistas y estos suelen ser dos personas muy cercanas a nosotros (hermanos, hijos, padres, tíos, amigos…).

Los anglosajones (muy puestos a bautizarlo todo) utilizan el término ‘misnaming’ para referirse al hecho de nombrar a alguien equivocadamente.

No hay una respuesta clara y contundente para este fallo de memoria pero, según indican los expertos, puede deberse a que cuando nuestra memoria almacena datos de todas las personas a las que conocemos lo hace guardándolo en bloques de afinidad y, por ejemplo, nuestros hijos o mejores amigos se encuentran en un mismo grupo por lo que al ir a llamar a uno hay mucha posibilidades que acabemos haciéndolo por el nombre del otro.

Es habitual que una madre llame a cualquiera de sus dos hijos por el nombre que no le corresponde, pero esto no ocurre por el hecho de que puedan parecerse físicamente (incluso a veces se puede llamar al hijo con el nombre del abuelo) sino porque ambos se encuentran alojados en el mismo bloque de la memoria. Lo mismo podría ocurrir con alguien que tiene varias mascotas y llamar a una con el nombre de otra, aunque se trate de razas diferentes.

A esta conclusión llegaron los investigadores Samantha A. Deffler, Cassidy Fox, Christin M. Ogle y David C. Rubin de la Duke University, de Carolina del Norte, quienes lo publicaron en el número 44 de la revista especializada ‘Memory & Cognition‘, de octubre de 2016, bajo el título: ‘All my children: The roles of semantic category and phonetic similarity in the misnaming of familiar individuals‘ [Todos mis hijos: los roles de la categoría semántica y la similitud fonética en el «misnaming» (llamar equivocadamente) a individuos de una misma familia].

 

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Fuentes de consulta y más info: livescience / Memory & Cognition / wowamazing
Fuente de la imagen: Wikimedia commons

¿Sabías que en la antigüedad creían que la capacidad de pensar no se encontraba en el cerebro sino en el corazón?

El cerebro es posiblemente la estructura más compleja de nuestro organismo y del que todavía no se conoce totalmente todas sus funciones y capacidades. Sabemos que es el encargado de transmitir una serie de mensajes al resto de nuestros órganos (a través de múltiples y diversos estímulos)  y que es el responsable de hacernos razonar, pensar y recordar.

¿Sabías que en la antigüedad crecían que la capacidad de pensar no se encontraba en el cerebro sino en el corazón?

Y es precisamente a partir de esta última función (tirando del hilo de su etimología) de lo que quiero hablar hoy en este post.

Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón [Eduardo Galeano]Tal y como decía Eduardo Galeano en su famosa y multicompartida cita: ‘Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón’. No le faltaba razón al célebre escritor uruguayo, debido a que ese es el origen exacto de dicho término, pero debo hace una puntualización sobre el mismo.

En la antigüedad (en las civilizaciones como la Antigua Roma y Grecia) se tenía el convencimiento de que el órgano encargado de hacernos pensar, sentir y recordar estaba situado en el pecho, o sea, era el corazón y no el cerebro.

Por tal motivo existen tantos vocablos que hacen referencia al corazón, entre ellos ‘recordar’. Pero el sentido original del mismo para referirse al acto de evocar algo ya sucedido no lo implicaban como un sentimiento sino como algo que provenía de la mente (situada, según los antiguos, en el pecho). Así pues, ese ‘volver a pasar por el corazón’ que alude la etimología del término recordar/recuerdo a lo que hacía alusión original y realmente era a ‘volver a pasar por la mente’, la cual se encontraba en el corazón.

Otras palabras como ‘acordar’, ‘desacuerdo’, ‘concordia’, ‘discordia’, ‘cordialidad’ o ‘concordato’ provienen de la misma raíz ‘cordis’ (corazón).

 

 

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Fuente de las imágenes: publicdomainpictures / creatufrase

Nuestra prodigiosa memoria olfativa

Nuestra prodigiosa memoria olfativa

Aunque nuestra nariz no es tan sensible ni está tan desarrollada como la de un perro o la mayoría de los animales, puede llegar a recordar 50.000 olores diferentes. Esa prodigiosa memoria olfativa es la que hace que olamos un aroma y éste pueda transportarnos con nuestros recuerdos a décadas atrás, a un momento vivido, a un lugar concreto.

Que podamos recordar hasta 50.000 aromas no quiere decir que ese sea el tope de los que nuestro olfato pueda llegar a percibir, ya que en realidad podemos distinguir hasta la friolera de un billón de olores diferentes.

Según investigadores de la Universidad de Pittsburgh los diferentes efluvios que podemos percibir se pueden clasificar en diez categorías: fragante (que es el olor suave y agradable), el olor a madera o resina (llamado también leñoso), el olor químico, el mentolado o refrescante, el olor dulce, el olor a quemado o ahumado (donde incluiríamos el de las características palomitas de maíz o el conocido como chamusquina), el olor a podrido, el rancio o acre (entre los que se incluye el ajo y el del fósforo), y dos olores frutales: uno que incluye los cítricos y el que lo excluye (resto de frutas).

 

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Fuente de la imagen: Dennis Wong (Flickr)

¿Por qué nos quedamos en blanco?

¿Por qué nos quedamos en blanco?Muy probablemente en alguna ocasión os ha ocurrido que, cuando ibais a hablar en público, de repente os habéis quedado totalmente en blanco y sin recordar aquello que debíais decir.

La culpable de que eso nos ocurra es una hormona llamada corticosterona (que se produce en el córtex de la glándula suprarrenal) y la cual segregamos en momentos de ansiedad, estrés o miedo.

Estos síntomas suelen ocurrir a causa de un momento de máximo nerviosismo justo en el instante anterior a exponernos en público: al dar una charla, un actor/actriz que debe salir a escena o incluso cuando hay que hacer un examen oral, produciéndose lo que popularmente se conoce como ‘miedo escénico’, el cual hace que haya una segregación de corticosterona que nos provoca una repentina pérdida de memoria respecto a lo que debíamos decir… En ese momento sabemos quiénes somos, dónde estamos, en qué día vivimos, pero somos incapaces de recordar el texto y/o datos que teníamos que exponer.

No es hasta el momento en el que nos serenamos en el que nuestro cerebro vuelve a recuperar los datos y estos fluyen de nuevo como si nada hubiese pasado.

Cabe destacar que el acto de ‘quedarse en blanco’ no tiene nada que ver con la expresión ‘pasar la noche en blanco’

 

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Fuentes de consulta: bdigital (Pdf) / redalyc / curiosidadsq
Fuente de la imagen: socialconfidencecenter