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El origen etimológico del término ‘llorar’

Conocemos como llorar al acto de derramar lágrimas, una expresión emocional universal que refleja tristeza, alegría o dolor profundo.

El origen etimológico del término ‘llorar’

Etimológicamente, el término ‘llorar’ tiene sus raíces en el latín plorare, de idéntico significado. Como ya ocurre con otros términos latinos que empezaban en su origen por ‘pl’, al llegar al castellano se cambió por ‘ll’ (como es el ejemplo de plenus: lleno o plover: lluvia)

Curiosamente, hay idiomas que conservaron la pl inicial, como es el caso del francés (pleurer) y el catalán (plorar).

Desde su primera aparición en el Diccionario de Autoridades en 1734, la palabra ‘llorar’ ha mantenido su significado original de derramar lágrimas.

 

 

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Algunas curiosas y conocidas expresiones relacionadas con la Semana Santa

Media docena de curiosas expresiones relacionadas con la Semana Santa

Nuestro lenguaje cotidiano está lleno de frases hechas que las utilizamos comúnmente para referirnos a innumerables situaciones.

Las hay de todo tipo: relacionadas con la meteorología, la agricultura, los distintos oficios, el santoral, de hechos históricos, religiosos… y es que de estos últimos hay un buen puñado que están relacionados (directa o indirectamente) con la Semana Santa. Aquí tenéis algunas:

 

‘Estar pasando un calvario’

Proviene del monte en el que fue crucificado Jesús, llamado Monte Calvario (calvarium en latín quiere decir calavera) ya que en aquel lugar era donde se amontonaban las calaveras de todos aquellos condenados que habían sido ejecutados.

En referencia al sufrimiento de Jesús en la cruz, se utiliza la expresión ‘estar pasando un calvario’ para referirse a las penurias y desgracias por las que atraviesa una persona.

 

‘Hacer una barrabasada’

La expresión tiene relación con Barrabás, un personaje que, según los evangelios, estaba preso a la espera de ser ejecutado en la cruz. Cuando Jesús fue apresado, Poncio Pilatos (jefe militar de la provincia romana de Judea) dio a elegir a la multitud a quién querían que indultase y la multitud eligió a Barrabás, por lo que Jesús acabó crucificado.

De esa toma de decisión desacertada surgió el término ‘barrabasada’ como  aquel acto que provoca un gran daño o perjuicio.

 

‘Ser un tonto de capirote’

El capirote es el gorro en forma de cucurucho invertido que portan sobre la cabeza los nazarenos.

Antes de ser usado por  los penitentes que desfilan en las procesiones de Semana Santa, el capirote lo utilizó la Santa Inquisición para colocárselo (a modo de escarnio público) en la cabeza a todo aquel al que acusaba de algún delito, pecado o herejía. Esto provocaba que el ‘populacho’ hiciera burla del reo, llamándole entro otras cosas ‘tonto’.

Durante las primeras procesiones religiosas (en la Edad Media) era muy común que algunos de los penitentes que en ellas desfilaban fuesen los presos mencionados en el párrafo anterior, quienes, arrepentidos de sus actos, querían arrepentirse de sus pecados, motivo por el que se incorporó esta pieza a este recorrido religioso.

 

‘No ser nada del otro jueves’

La tradición católica marcaba que durante la Cuaresma y Semana Santa, los viernes debía llevarse a cabo lo que es conocido como ‘abstinencia’ y que consistía en no poder comer carne y ciertos alimentos durante esa jornada. Eso llevó a que, aquellos que se lo podían permitir, el día anterior (el jueves) comieran opíparamente.

Esto era muy común en el Jueves Santo, ya que al día siguiente no solo debía realizarse la abstinencia sino que también se tenía que hacer ayuno de cualquier alimento (estar todo el Viernes Santo sin comer, a excepción de pequeñas porciones de dulces que le aportaran energía.

Pero no todos los jueves podían realizarse un banquete de exquisiteces, habiendo algunos jueves en el que el menú no era mucho más abundante o sabroso que otros. De ahí que surgiera la expresión ‘No ser nada del otro jueves’, al no haber diferencia entre uno y otro día.

 

‘Llorar como una Magdalena’

Algunas personas erróneamente pronuncian esta expresión diciendo ‘llorar como una madalena’, pero no, nada tiene que ver ese pequeño y redondeado bollo de repostería con la expresión original.

La Magdalena a la que se refiere el dicho es ‘María Magdalena’, personaje bíblico salvada por Jesús de ser lapidada cuando la acusaron de adultera (según el evangelio de Juan) y que estuvo presente durante la crucifixión, llorando amargamente la muerte del Mesías.

Este hecho es el que dio origen a la expresión para referirse a aquella persona que llora mucho y desconsoladamente.

 

 

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¿Cuál es el origen de la expresión ‘tener lágrimas de cocodrilo’?

¿Cuál es el origen de la expresión ‘tener lágrimas de cocodrilo’?

A través del apartado de contacto, María Salamanca me consulta sobre el origen de la expresión ‘Tener lágrimas de cocodrilo’ y por qué se utiliza para señalar la pena o llanto fingido de alguna persona.

Los cocodrilos lloran, este es un hecho irrefutable, pero no se trata de un acto que esté relacionado con la emoción, sino una necesidad fisiológica del propio animal debido a que, una vez fuera del agua, estos deben tener sus ojos lubricados.

Es por ello que están dotados de unas glándulas lacrimales que van secretando lágrimas ininterrumpidamente con el fin de que no se les sequen los ojos. El líquido se les va acumulando alrededor del mismo y en un momento dado es expulsado, pareciendo que están llorando.

Esto suele ocurrirles cuando están devorando alguna presa, en el que es habitual observar a un cocodrilo comiendo mientras de sus ojos sale continuamente lágrimas. Según parece, al masticar y apretar las mandíbulas éstas activan el lacrimal, por lo que parece que el animal está llorando mientras se come a su víctima.

También cabe destacar que con las lágrimas los cocodrilos además de lubricar sus ojos limpian éstos de cualquier impureza, además de aprovechar para expulsar los excesos de sal de su organismo.

Ya en la antigüedad se dieron cuenta de ello, siendo atribuida la expresión ‘lágrimas de cocodrilo’ al historiador y ensayista griego Plutarco, quien en uno de sus proverbios compara el comportamiento de los cocodrilos con el de aquel que ha causado la muerte de alguien pero después llora y lamenta fingida y públicamente esa pérdida.

Es desde entonces que se utiliza expresiones como ‘tener lágrimas de cocodrilo’ o ‘estar llorando lágrimas de cocodrilo’ para señalar a aquel que falsamente aparenta estar afectado o afligido.

 

 

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¿Por qué lloramos de alegría?

Si en alguna ocasión habéis pasado por una mala época, en la que la tensión y los problemas os lo han hecho pasar realmente mal, posiblemente tras resolverse aquello que tanto os angustiaba acabasteis derramando alguna que otra lágrima; esta vez de alegría.

Es frecuente ver derramar lágrimas de alegría a personas que han conseguido superar un reto como aprobar un difícil examen, ganar una competición deportiva, conseguir un empleo tras mucho tiempo de búsqueda o, como muestra la imagen que acompaña este post, una modelo es proclamada Miss Mundo.

Este llanto de satisfacción viene propiciado al descargar toda aquella tensión que hemos ido acumulando a lo largo de un tiempo y que nos ha estado provocado algún tipo de angustia y nerviosismo. Al solucionarse lo que nos preocupaba, nuestro sistema límbico  se pone en marcha y el cerebro libera toda la tensión acumulada, haciéndolo fisiológicamente en forma de lágrimas y llanto.

 

 

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¿Quiénes eran las “Plañideras”?

Cuando alguien fallecía en el Antiguo Egipto, la familia del difunto contrataba a unas mujeres para que llorasen e hiciesen público el lamento y dolor de la familia. Estas eran llamadas las plañideras. En muchos casos la importancia del finado se medía por el número de plañideras que acudían al funeral.

La manera en que manifestaban el dolor era variada: a través de lamentos (que podían adoptar incluso la forma de gritos estentóreos y descontrolados), dándose golpes en el pecho (que a veces dejaban al descubierto), echándose tierra sobre la cara, cabeza y cuerpo (tratando con ello de ocultar la presumible belleza externa), o tirándose con energía de los cabellos (despeinándolos, o incluso arrancándolos); es decir, en conjunto, manifestando una conducta que diera sentida cuenta del profundo dolor que implicaba la pérdida de un ser querido, a través de un comportamiento claramente atípico y alejado del estado sosegado y tranquilo que era normal en la vida cotidiana.
Iban vestidas con una túnica de color gris-azulado, que era el color que se utilizaba para demostrar dolor o duelo.

 
 

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