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Diez curiosas anécdotas de famosos matemáticos

Días atrás os traía una entrada dedicada a Diez curiosas anécdotas de famosos filósofos. Esta vez los protagonistas son matemáticos, otros curiosos personajes que también han aportado y protagonizado grandes y divertidísimas anécdotas.

¡Disfrutadlas!

 

Un perro listísimo

El matemático inglés John Wallis era amigo de Isaac Newton. De acuerdo con su diario, Newton le fanfarroneó en cierta ocasión acerca de su perrito Diamond:

– Mi perro Diamond sabe algo de matemáticas. Hoy probó dos teoremas antes de almorzar.

– Tu perro debe ser un genio- respondió Wallis.

– ¡Oh, me he pasado un poco! El primer teorema tenía un error y el segundo tenía una excepción patológica.

 

Sin intervención divina

Cuando Pierre Simón Laplace presentó a Napoleón su voluminosa obra ‘Tratado de mecánica celeste’, se desarrolló entre ambos el siguiente intercambio de opiniones:

-Monsieur Laplace, me cuentan que ha escrito este gran libro sobre el sistema del universo sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador.

– Sire, nunca he necesitado esa hipótesis.

 

Poincaré, el ambidextro

Los amigos de Jules Henri Poincaré  destacaban de este matemático francés su particular torpeza para dibujar el esquema más sencillo.

De ahí que le llamaran el ambidextro, ya que “podía dibujar igual de mal con la mano derecha que con la izquierda.”

 

El despiste de David Hilbert

El matemático alemán David Hilbert recibió en su casa a un profesor recién llegado a la Universidad de Gotinga. Después de presentarse, el invitado se quitó el sombrero y se sentó. Al cabo de unos minutos de conversación, Hilbert, que probablemente tenía la cabeza en otros menesteres, decidió que la visita ya había durado lo suficiente y poniéndose el sombrero de su invitado, se despidió cortésmente y se fue de su propia casa.

 

Descartes, la mosca y las Coordenadas Cartesiana

Debido a la precaria salud que padecía desde niño, René Descartes tenía que pasar innumerables horas en cama. Aprovechaba para pensar en filosofía, matemáticas, divagar e incluso se permitía perder el tiempo pensando en las musarañas.

Teniendo su vista perdida en el techo de la estancia fue una mosca a cruzarse en su mirada, cosa que hizo que la siguiera con la vista durante un buen rato, mientras pensaba y se preguntaba si se podría determinar a cada instante la posición que tendría el insecto, por lo que pensó que si se conociese la distancia a dos superficies perpendiculares, en este caso la pared y el techo, se podría saber.

Mientras le daba vueltas a esto se levanto de la cama y agarrando un trozo de papel dibujó sobre él dos rectas perpendiculares: cualquier punto de la hoja quedaba determinado por su distancia a los dos ejes. A estas distancias las llamó coordenadas del punto: acababan de nacer las Coordenadas Cartesianas, y con ellas, la Geometría Analítica.

 

Uno más en la familia

El matemático P. G. Lejeune Dirichlet no era muy amigo de escribir cartas. Hizo una excepción cuando nació su rimer hijo.

Dirichlet mandó un telegrama a su suegro con el siguiente mensaje:    1+1=3

 

El precario sueldo de los docentes

En uno de los seminarios que impartía el matemático español Julio Rey Pastor,  fue preguntado por el problema del infinito.

Pastor respondió lo siguiente:

Para mí, el infinito comienza a partir de mil pesetas– haciendo alusión a los sueldos tan ajustados que soportaban los profesores.

 

Hilbert y el teorema de Fermat

En los primeros tiempos de la aviación invitaron al matemático alemán David Hilbert  a dar una conferencia sobre el tema que él quisiera. La conferencia creó una gran expectación ya que el tema elegido fue:

“La prueba del último teorema de Fermat”

Llegó el día y Hilbert dio la conferencia. La exposición fue muy brillante pero no tuvo nada que ver con el último teorema de Fermat.
Cuando le preguntaron el porqué del título contesto:

«Oh, el título era solamente para el caso de que el avión se estrellara»

 

Bueno para los números, malo para los nombres

Paul Erdós había adquirido la extraña costumbre de llamar por teléfono a sus colegas matemáticos que vivían en cualquier punto del mundo sin mirar la hora que era. Tanto le importaba si era de día o de noche.

Se sabía de memoria cada uno de los números de teléfono a los que llamaba, pero no era capaz de acordarse de los nombres de sus interlocutores.

Solo había una persona con la que utilizaba un nombre cuando hablaba con él: Tom Trotter, al que llamaba Bill.

 

En busca del saber

Euclides se encontraba impartiendo una clase en  Alejandría cuando, uno de sus alumnos, le preguntó que para qué servían todas aquellas demostraciones tan extensas y complejas que explicaba el matemático.

Pausadamente, Euclides, se dirigió a otro de los estudiantes presentes y le dijo:

-Dele una moneda y que se marche. Lo que éste busca no es el saber, es otra cosa.

 

 

Fuentes y más anécdotas