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¿Cuál es el origen de expresiones como “Naranjas de la China” o «Nanay de la China»?

Seguramente la mayoría de nosotros cuando alguien nos ha contado algo que no nos creemos en absoluto o que nos causa asombro y extrañeza hemos usado la expresión «¡Naranjas de la China!» o «¡Nanay de la China!», pero ¿cuál es el origen de esas expresiones y qué relación tienen con aquel lejano país?

La segunda expresión es mucho menos empleada que la primera (aunque «nanay» está recogido en el Diccionario de la RAE), pero curiosamente ha dado lugar a una simpática «leyenda urbana» por internet que la asocia con una de las etnias minoritarias de china, los «nanái» (con «i»). Sin embargo, el nombre de esta etnia en chino es «赫哲族«, lo que se pronuncia «hèzhé zú», siendo «nanai» una deformación de su nombre ruso «нанайцы». Cuesta pensar que nuestros padres y abuelos, a quienes hemos oído alguna que otra vez la expresión «nanay de la china», tuviesen el acceso a la información suficiente como para hacer referencia al nombre (¡en ruso!) de una desconocida y minúscula etnia ruso-china. De hecho, en occidente prácticamente se desconocía la existencia de los nanái hasta que la película «Dersu Uzala» de Akira Kurosawa, protagonizada por un miembro de esta etnia, ganó el Oscar en 1975.
En resumen, no existe ninguna prueba documental que ratifique que el origen de la expresión «nanay de la China» sea la indicada etnia «nanái», así que casi con toda seguridad nos encontramos ante otra de tantas «leyendas urbanas» fruto del uso (y a veces abuso) de la información disponible en internet.

Todo parece indicar que la palabra nanay es algún tipo de distorsión de la expresión “nada de nada” o muy posiblemente de la forma “na de na”

¿Y la primera expresión, la de «¡Naranjas de la China!»? En ese caso sí que está documentado un origen plausible de la expresión. De acuerdo al libro «Del hecho al dicho» de D. Gregorio Doval (Ed. Del Prado, Madrid, 1995), antiguamente la gente no creía que fuera posible traer naranjas en buen estado desde un país tan lejano como China (aunque aquella región sea, de hecho, de donde proceden originariamente las distintas especies de cítricos que cultivamos en nuestras tierras, como es el caso de nuestra querida naranja). Por ello, cuando algún frutero afirmaba que las naranjas que vendía procedían de aquel remoto país, la gente se lo tomaba como una invención, fruto de la fantasía y del afán comercial del individuo, pero algo evidentemente imposible (para los medios de transporte de aquella época, claro).

A pesar de ello, nuestro mundo globalizado ha dado un vuelco a esta expresión ya que en la actualidad la auténtica «naranja china» (también denominada kumquat o quinoto) se cultiva no sólo en Europa, sino también en algunas regiones de Estados Unidos, Argentina, y Brasil, así que cuando alguien nos intente vender «naranjas de la china», quizá hoy día antes de responder con la interjección de sorpresa y negación que usaban nuestros antepasados deberíamos preguntar: «pero… ¿a qué se refiere usted exactamente? ¿a su variedad o a su procedencia?»

 

Para la realización de este post he contado con la inestimable colaboración de Fernando García-Quismondo (Chinoesfera)