En la Inglaterra preindustrial del siglo XIX había dos tipos diferentes de polillas moteadas: las de color gris claro y las de color gris oscuro. Las primeras predominaban en cantidad sobre las oscuras, pero, en cuestión de unos pocos años, estas últimas se impusieron en número.
A mediados del siglo XX este hecho llamó la atención de H. B. D. Kettlewell, un genetista británico que se puso a estudiar sobre el caso. Sus investigaciones lo llevaron a intentar averiguar la razón del cambio estadístico que se había producido entre la comunidad de polillas. Esto lo llevó a descubrir que en las poblaciones que se habían industrializado había desparecido, casi por completo, la polilla moteada de color más claro.
Sus estudios determinaron que esa evolución industrial había influido de manera directa en ello, ya que la polución, debida a las chimeneas y al carbón de las fabricas, había hecho que todo aquel paisaje se hubiese teñido de color gris y lo cual impedía camuflarse adecuadamente a las polillas claras, convirtiéndose en fácil presa de los predadores. Sin embargo, las polillas grises se habían podido mimetizar y camuflar en ese nuevo hábitat, ayudándola a subsistir y reproducirse sin problemas.
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