Hoy en día utilizamos la expresión ‘ponerse las botas’ para indicar que se ha comido mucho y en abundancia o como sinónimo de enriquecerse o aprovecharse de algo, también abundantemente.
El origen de la frase lo encontramos al unísono con el nacimiento de este tipo de calzado, generalmente de cuero, que en sus inicios era de uso exclusivo de las clases más altas y pudientes.
Los caballeros, que iban provistos de sus botas y sus pies bien resguardados del frio y la suciedad del suelo, eran los que mejor comían y hacían los grandes negocios. Por el contrario, el pueblo llano y sin recursos usaba como calzado las sandalias, alpargatas o sencillos zapatos (en el mejor de los casos).
De ahí que se vinculase el hecho de ponerse (calzarse) las botas con el de tener y/o conseguir algo en abundancia.
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