Nuestro sentido del olfato está diseñado para detectar los olores que pueden representar un peligro para nuestra salud o seguridad. Por lo tanto, nuestra capacidad para detectar olores desagradables y peligrosos, como el olor a gas, los excrementos y flatulencias, la comida en mal estado o el humo, es más aguda que nuestra capacidad para detectar fragancias agradables u olores seguros.
Esto se debe a que nuestro sistema olfativo está diseñado para alertarnos de los peligros antes que para detectar cosas agradables. Cuando se detecta un olor desagradable, se activan inmediatamente áreas en nuestro cerebro relacionadas con la memoria, la emoción y la respuesta de lo que comúnmente se conoce ‘lucha o huida’.
Esto significa que un olor desagradable puede activar una respuesta emocional intensa antes de que tengamos la oportunidad de pensar conscientemente en lo que estamos oliendo.
Por otro lado, los olores agradables pueden ser más sutiles y no activarán la misma respuesta emocional intensa. Además, nuestro cerebro puede adaptarse rápidamente a los olores agradables, lo que significa que después de un tiempo, dejamos de notarlos.
Te puede interesar leer también:
- Hiperosmia: personas capaces de distinguir olores que otras ni tan siquiera perciben
- Nuestra prodigiosa memoria olfativa
- Marketing olfativo: cuando las empresas nos venden sus productos a través de nuestro olfato
- ¿Por qué el gas butano huele tan mal?
- ¿A qué huelen las nubes?
- ¿A qué huele la lluvia?… ¿a qué huele cuando llueve?
- ¿Cuál es el origen de la expresión ‘me huele a chamusquina’?
Fuente de la imagen: aquamech-utah (Flickr)