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Sobre dichos, dicha, dicharachos y dicheros

Mi afán por buscar palabras y palabros, sus orígenes y curiosidades, me lleva a encontrar muy a menudo algunos datos sorprendentes o hilos conductores que acaban emparentando unos términos con otros que, a priori, parecía que nada tenían que ver entre si. También hallar vínculos entre diferentes vocablos e incluso que de un mismo origen etimológico han surgido varias palabras para denominar cosas diferentes. Tenéis numerosos ejemplos de ello en los posts que he ido publicando al respecto en los últimos años y cuyos enlaces encontrareis al pie de esta entrada.

Sobre dichos, dicha, dicharachos y dicheros

En esta ocasión quiero halar de un grupo de términos que comparten un mismo  origen etimológico y que, además, el inicio de su grafía es idéntica. Me refiero a ‘dicho’, ‘dicha’, ‘dicharacho’ o ‘dichero’ (entre otros), vocablos que, cada uno, sirve para hacer referencia a una cosa distinta.

La base etimológica de estos términos es la palabra en latín ‘dictus’, cuyo significado literal es ‘decir’ y que fue el que dio origen a ‘dicho’, el cual puede hacer referencia a diferentes cosas pero sobre todo se vinculó a consejos populares, chascarrillos, ocurrencias o chistes, además de ser participio del mencionado verbo ‘decir’.

Aquello que se decía en un tono bajo, casi susurrando (para que no fuese escuchado por otras personas) debido a ser vulgar o poco decente (como un chiste verde o un chismorreo), era conocido como ‘dicharacho’, apareciendo en el Diccionario de Autoridades de 1732 con la acepción: ‘Dicho baxo, soez, o menos decente. Es voz formada del nombre Dicho y inventada para desprécio’.

El ‘dichero’ era aquel que se dedicaba a explicar (decir) cosas ingeniosas, ocurrentes y graciosas. En diccionario de lengua castellana de Vicente Salvá (de 1846) lo describe como ‘Decidor de chistes’ y en Diccionario de la Academia lo recoge por primera vez en su edición de 1884 con la acepción ‘Que ameniza la conversación con dichos oportunos’.

Un término que está totalmente en desuso pero fue usado siglos atrás era ‘dichido’, el cual hacía referencia a una expresión aguda o picante. La última aparición de este vocablo en el diccionario oficial fue en la edición de 1780.

Pero también encontramos que del término latino ‘dictus’ (decir) surgió el vocablo ‘dicta’ cuyo significado literal era ‘palabras pronunciadas’ (cosas dichas) y que llegó a nosotros como ‘dicha’, convirtiéndose en sinónimo de suerte o fortuna. Y es que en la antigüedad se tenía el convencimiento de que cada vez que venía al mundo un recién nacido las deidades paganas pronunciaban unas palabras por las que aventuraban cómo sería la futura vida de ese nuevo ser humano. Dependiendo de sí los dioses pronunciaban unas palabras al recién llegado éste sería feliz (dichoso) a lo largo de su vida y si no lo hacían sería infeliz (desdichado… no dicho), siendo conocida como ‘desdicha’ una desgracia.

 

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¿De dónde surge el término ‘eudemonía’ para referirse a alguien que siempre está de buen humor?

¿De dónde surge el término ‘eudemonía’ para referirse a alguien que siempre está de buen humor?

Se conoce como ‘eudomía’ al estado de plenitud, felicidad y satisfacción con la vida, pero este es un término que prácticamente está en desuso y apenas es utilizado en la actualidad, aunque hasta hace un par de década aún era bastante común escuchar dicho vocablo para hacer referencia a alguien que estaba constantemente de buen humor o se sentía habitualmente satisfecho y feliz con lo que vive y le rodea. Evidentemente, era un modismo utilizado normalmente por las personas más mayores o aquellas acostumbradas a hablar usando cultismos o arcaísmos.

El término fue acuñado por los antiguos filósofos griegos que se referían a la eudaimonia (εὐδαιμονία) como la felicidad plena en relación con una de sus deidades menores. En el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana de Esteban de Terreros y Pando, publicado en 1788, se le daba la acepción de ‘diosa falsa de la felicidad’.

 

 

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Fuente de la imagen: katerha (Flickr)

¿Por qué el término ‘dicha’ es sinónimo de felicidad y suerte?

¿Por qué el término ‘dicha’ es sinónimo de felicidad y suerte?

Decimos que alguien es ‘dichoso’ cuando es feliz o la fortuna le sonríe.

El término ‘dicha’ como sinónimo de felicidad o suerte tiene mucho que ver con el verbo ‘decir’, ya que en la antigüedad se tenía el convencimiento de que cada vez que venía al mundo un recién nacido las deidades paganas pronunciaban unas palabras por las que aventuraban cómo sería la futura vida de ese nuevo ser humano.

De hecho, el vocablo ‘dicha’ proviene etimológicamente del latín ‘dicta’ cuyo significado literal era ‘palabras pronunciadas’ (cosas dichas). Dependiendo de sí los dioses pronunciaban unas palabras al recién llegado éste sería feliz (dichoso) a lo largo de su vida y si no lo hacían sería infeliz (desdichado… no dicho).

 

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Fuente de la imagen: maxpixel

¿De dónde surge decir que a alguien ‘le ha tocado la negra’ como sinónimo de mala suerte?

¿De dónde surge decir que a alguien ‘le ha tocado la negra’ como sinónimo de mala suerte?

Desde la antigüedad el blanco y el negro son colores que han estado destinados para designar la buena y mala suerte, la vida y la muerte. Dependiendo de la cultura y civilización le daban (y siguen dándole) un sentido u otro.

En el post que publiqué tiempo atrás sobre la expresión ‘pender de un hilo’ ya os explicaba cómo en la mitología romana, griega y nórdica (por citar tres ejemplos) existían unos personajes llamadas las Parcas en la Antigua Roma (Moiras para los griegos y Nornas para los escandinavos) que hilaban el ‘hilo de la vida’ (valga la redundancia). Dependiendo de lo feliz o desdichada que sería la vida de cada individuo lo hilaban de color blanco o negro, colores asociados a la dicha y la desdicha respectivamente.

Respecto a la expresión ‘tocar la negra’, que suele decirse como sinónimo de mala suerte, encontramos que su origen proviene de cuando se preguntaba a los dioses, al oráculo o simplemente se quería echar algo en suerte a través de coger unas piedras (blancas y negras) que se encontraban dentro de un recipiente. Dependiendo de la pregunta que se formulaba y el color que salía la respuesta era positiva o negativa.

En el caso de las antiguas Roma y Grecia el blanco quería decir fortuna y buena suerte y el negro infortunio y desgracia.

En estas civilizaciones existía la costumbre de elegir a algunos de sus representantes públicos (magistrados, senadores…) a través de meter piedras blancas y negras en una vasija (también se utilizaban habas) y cada candidato a ocupar el cargo metía la mano para sacar una. Aquellos que cogían la blanca eran los elegidos y por tanto les sonreía la fortuna, sin embargo ‘al que le tocaba la negra’ tenía el infortunio de no ser elegido y quedar fuera.

 

 

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Fuente de la imagen: Yamanaka Tamaki (Flickr)