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¿De dónde surge la expresión ‘Poner los cuernos’ como sinónimo de infidelidad?

Este es uno de los post que más tiempo llevo queriendo escribir y que más me he demorado en publicar, debido a que la expresión ‘Poner los cuernos’, como sinónimo de infidelidad, tiene un origen muy incierto, no existiendo una única explicación y son numerosísimas las versiones y teorías que se pueden encontrar. Tras una exhaustiva búsqueda os traigo algunas de ellas (tened en cuenta que he tenido que hacer una criba y descartar bastantes hipótesis, debido a lo inconsistentes que resultaban).

¿De dónde surge la expresión ‘Poner los cuernos’ como sinónimo de infidelidad?

La teoría más popular y extendida sobre la locución ‘Poner los cuernos’ es la que se relaciona con el derecho de pernada de los jefes vikingos, quienes (según esta explicación) colgaban unos cuernos de venado en las puertas de sus tiendas mientras abusaban sexualmente de las jóvenes de la aldea.  En este sentido, también hay quienes indican que en la cultura celta los cuernos eran un símbolo de fertilidad y virilidad, por lo que poner los cuernos podría ser una forma de demostrar la virilidad masculina y la capacidad de engendrar hijos fuera de la pareja estable. A pesar de la popularidad de estas explicaciones, la inmensa mayoría de expertos e historiadores las descartan totalmente como posibles orígenes de la expresión, siendo señaladas como ‘leyendas urbanas’.

Otra teoría indica que la expresión proviene de la imagen de los animales que, cuando se sienten amenazados o quieren demostrar su fuerza, levantan los cuernos. En este caso, la persona que engaña estaría demostrando su fuerza o su poderío al tener relaciones con alguien que no es su pareja.

Hay quien sugiere que la expresión podría tener su origen en la mitología griega. Según esta,  Zeus era conocido por ser infiel a su esposa Hera y por tener numerosos hijos fuera de su matrimonio, y parece ser que solía transformarse en un toro para poder tener relaciones con las mujeres que le gustaban, y de ahí podría provenir la idea de poner los cuernos como sinónimo de infidelidad.

También se ha mencionado el origen del Minotauro, creado a partir de las relaciones entre Pasíifae y el toro de Creta, como posible explicación. Y, relacionándolo con el mundo del toreo, hay quien dice que los toros que son cornudos (es decir, que tienen cuernos) son más agresivos y difíciles de lidiar, por lo que podrían ser una metáfora de la infidelidad y la dificultad de controlarla.

Otra teoría sugiere que la expresión podría tener su origen en la figura del diablo, debido a que en numerosas culturas este es representado con cuernos, y se dice que cuando alguien es infiel, está ‘siguiendo los pasos del diablo’ y ‘poniéndose sus cuernos’.

Finalmente, hay quienes creen que podría tener su origen en la imagen de los ciervos, que tienen una prominente cornamenta y suelen ser animales promiscuos. En este caso, el poner los cuernos sería una metáfora de comportamiento animal, en el que la infidelidad es vista como una conducta propia del mundo animal.

 

 

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El curioso, mitológico y sexual origen del término ‘pánico’

El curioso, mitológico y sexual origen del término ‘pánico’

Conocemos como ‘pánico’ al estado de miedo intenso y el cual, en ocasiones, se convierte en colectivo o contagioso.

Para encontrar su origen etimológico debemos acudir a la Mitología Griega en la que nos encontramos con Pan, Dios de la fertilidad y sexualidad masculina, quien estaba dotado de un insaciable apetito sexual y vigorosidad.

Según relatan las fábulas mitológicas, una de las mayores aficiones del Dios Pan era perseguir a las Ninfas de los bosques con el fin de poseerlas sexualmente. También disfrutaba asustando a todo aquel con el que se cruzaba y había perturbado el sueño de su siesta.

De ahí que surgiera el término ‘pánico’ para referirse al momento de terror intenso. Al castellano llegó a través del latín ‘panicus’ y a éste desde el griego ‘panikós’ (Πανικός) compuesto por ‘Pan’ (nombre del mencionado Dios) y el sufijo ‘iκός’ (relativo a).

Cabe destacar que, a partir de la Edad Media, la imagen de Pan se utilizó en los aquelarres y rituales de brujería, representándolo como un macho cabrío y asociándolo a menudo con el propio diablo.

 

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¿De dónde surge la exclamación ‘¡diantres!’?

¿De dónde surge la exclamación ‘¡diantres!’?

Normalmente, cuando se utiliza término ‘diantre’, se hace a modo de exclamación y, sobre todo, como eufemismo (forma de aludir a algo sin necesidad de decir una grosería o blasfemar). Un ejemplo de su uso es: ‘¡¿Pero qué diantres ha pasado aquí?!’.

En sus orígenes se comenzó a utilizar el vocablo ‘diantre’ para sustituir a palabras como ‘diablo’ o ‘demonio’, debido a que antiguamente se tenía el convencimiento (superstición) que si se nombraba al maligno algo malo podría ocurrir, de ahí que se buscara un término con el que referirse a él sin tenerlo que mentar.

Diantre llegó al castellano desde el francés de exacta grafía y significado (la primera aparición del término en legua francesa es del siglo XVI). El vocablo no dejaba de ser una alteración de la palabra ‘diable’ con el mismo propósito eufemístico con el que en nuestra lengua se utiliza.

Cabe destacar que este caso de eufemismo es muy similar al de la utilización del término ‘¡pardiez!’, usada para sustituir la exclamación ¡por Dios!, tal y como os expliqué hace un tiempo en este otro post: https://blogs.20minutos.es/yaestaellistoquetodolosabe/de-donde-surge-la-exclamacion-pardiez

 

 

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¿Cuál es el origen de la expresión ‘Hacer de abogado del diablo’?

¿Cuál es el origen de la expresión ‘Hacer de abogado del Diablo’?Se utiliza la expresión ‘hacer de abogado del diablo’ para referirse a aquellas personas que defienden posturas contrarías a los intereses de alguien y que a sabiendas de que puede no estar en el uso de la razón, presentan pruebas y argumentos lógicos que dan validez a sus conclusiones. El origen de la expresión está estrechamente vinculado con la iglesia:

Desde la creación del catolicismo numerosísimos fueron los casos de beatificación y canonización que se produjeron en los primeros siglos e interminable se hizo la lista de santos y beatos (tanto hombres como mujeres, evidentemente) que se añadieron al santoral.

El criterio por el que se regían a la hora de proponer a un candidato para ser canonizado eran variadísimos y casi cualquier motivo (por insignificante que fuese) les servía para alzar a los altares a todos aquellos hombres y mujeres.

Por esta razón, y a raíz de la avalancha de propuestas, en el año 1587 el papa Sixto V decidió regularizarlo a través de la apertura de procesos para los que se creó específicamente la figura del ‘promotor de la fe’ y cuyo cometido era poner objeciones ante cualquier canonización con el fin de que fuera defendido y demostrado de que realmente el candidato propuesto tenía virtudes suficientes para merecer tal privilegio.

Era tal el exceso de celo que ponía en su cometido, el promotor de la fe, que no tardó en recibir el apelativo de ‘abogado del diablo’ al oponerse y objetar continuamente en un gran número de procesos de canonización, por lo que a menudo se le acusaba de estar más al servicio de las causas de los herejes e incluso del propio demonio.

Gracias a la intervención de este fiscal las canonizaciones y beatificaciones descendieron vertiginosamente. La figura del promotor de la fe o abogado del diablo estuvo en vigor hasta 1983, año en el que el papa Juan Pablo II decidió suprimirlo para así conseguir agilizar y permitir que hubiera muchas más canonizaciones.

 

 

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Etimologías curiosas: Cuando algunas expresiones no significan lo que creemos

Etimologías Curiosas: Cuando algunas expresiones no significan lo que creemos

Desde que inicié mi andadura en el blog ‘Ya está el listo que todo lo sabe’, en enero de 2006, muchas son las curiosidades con las que me he encontrado, descubriendo y aprendiendo un sinfín de orígenes etimológicos de términos y expresiones de uso cotidiano. Una de las cosas más fascinantes fue el llegar a descubrir significados diferentes para algunas de ellas y, sobre todo, la procedencia de un buen puñado que era totalmente diferente al que creía o esperaba.

Como en todos los trabajos, el de buscar el origen y porqué de curiosidades tiene sus riesgos, pues un pequeño despiste puede llevarte a una conclusión errónea y, por lo tanto, a meter la pata.

Meter la pata

Y hablando de ‘meter la pata’ esta es una de esas frases hechas, y de uso muy común por parte de muchísima gente, cuyo origen etimológico nos guarda una pequeña sorpresa, debido a que la mayoría de nosotros estábamos convencidos de que la ‘pata’ a la que se refiere la expresión era la extremidad de un animal. Pero no, nada tiene que ver con fiera alguna, sino que el protagonista del dicho es nada más y nada menos que el mismísimo ‘diablo’, ya que resulta que en sus orígenes, la expresión era era ‘mentar a Pateta’(nombrar al diablo) y no ‘meter la pata’ tal y como la conocemos y decimos actualmente. Desde bien antiguo el término ‘Pateta’ se utilizó para referirse al diablo, tal y como recoge el Diccionario de la RAE.

Mentar a Pateta era síntoma de mala suerte, de llamar al infortunio, siendo muy popular y ampliamente utilizado, por lo que sufrió una lógica transformación con el transcurrir de los años debido al boca a boca y popularización en el lenguaje cotidiano, cambiando el original ‘mentar’ por ‘meter’ y a ‘Pateta’ por la ya mencionada ‘pata’.

De ahí que cuando ‘metemos la pata’ en algo (o sea, cometemos una torpeza inoportuna) ésta no es más que una travesura realizada por el mismo diablo, quien se está inmiscuyendo en nuestros asuntos.

Tener la mosca detrás de la oreja

Etimologías Curiosas: Cuando algunas expresiones no significan lo que creemosPero esta no es la única expresión cuyo significado u origen es diferente al que se le da habitualmente. Otra de esas frases hechas y de gran arraigo popular con una etimología curiosa es ‘tener la mosca detrás de la oreja’, que vendría a indicarnos el acto de estar alerta, atento o expectante ante una situación.

Y al igual que la anterior frase, muchos son los que daban por seguro que la ‘mosca’ del dicho algo tenía que ver con el reino animal, pero no es así, ya que en este caso la mosca no es un insecto que revolotea y nos molesta con su zumbido alrededor de nuestro pabellón auditivo, sino que se trata de una ‘mecha’ (también llamada llave de mechaserpentín) con la que antiguamente se encendía el arcabuz (arma de fuego anterior al mosquete) para hacerlo disparar. El soldado portador de dicha arma, también conocido como arcabucero, se colocaba la mecha sobre la oreja (del mismo modo que algunos operarios pueden ponerse un lapicero o alguien llevar un cigarrillo) y se mantenía alerta y preparado ante un posible ataque. En caso de necesidad solo tenía que echar rápidamente mano de ella, encender el arma y disparar.

Llevarse el gato al agua

Y como no hay dos sin tres, otra famosísima expresión de la lengua española que tiene a un animal (o eso parece) como protagonista es la de ‘llevarse el gato al agua’, que, al igual que las otras dos frases, nada tiene que ver con un felino al que hay que meter en remojo.

El gato de este dicho es una forma metafórica de indicar cómo se dejaba al adversario tras un ejercicio de resistencia y fuerza (a cuatro patas, o lo que es lo mismo… a gatas) y que ya se practicaba en la Antigua Grecia. En sus inicios, este ejercicio se realizaba en las instrucciones militares y con los años ha acabado convirtiéndose es el famoso juego llamado ‘tira y afloja’, el cual consiste en que dos grupos contrincantes tiran cada uno desde una extremidad, hasta tumbar/arrastrar unos a los otros.

En sus orígenes se realizaba teniendo un charco o rio de por medio y ganaba aquel equipo que lograba lanzar al suelo y arrastrar a sus contrincantes hacia el terreno de ellos, cruzando la línea divisoria que marcaba el agua. De ahí que quedasen a gatas.

Pedante

Etimologías Curiosas Cuando algunas expresiones no significan lo que creemosDejando los animales atrás, también podemos encontrarnos con otras expresiones y términos con etimologías curiosas, que con el transcurrir del tiempo se ha modificado su sentido. Un ejemplo claro es la palabra ‘pedante’ la cual se utiliza para referirnos a una persona ‘engreída y que hace alarde inoportuno de sus conocimientos’, tal y como nos indica la RAE.

Pero en sus orígenes ese no era su verdadero significado ni tenía esa connotación negativa, todo lo contrario. Pedante era como se le llamaba antiguamente a los maestros que enseñaban a domicilio, yendo a los hogares de los propios niños a enseñarles, entre otras cosas, la gramática. Dicha palabra que servía para referirse a ese tipo de maestro pasó a tener la connotación negativa por una sencilla razón: muchos eran los maestros que se ofrecían para ir a dar las lecciones a los hogares y pocas las casas a las que ir, por lo que las pruebas para acceder a dicho trabajo, que realizaban los señores que querían contratar a un profesor que fuese a enseñar a sus hijos, eran muy estrictas y selectivas.

Ello provocaba que cada aspirante al puesto fuese altamente preparado y dispuesto a saber más que el otro, por lo que esa rivalidad entre candidatos hacía que sobresaliesen aquellos más resabidos y listos, siendo los elegidos para el empleo de pedante, por lo que con el tiempo se comenzó a utilizar este término para referirse al tipo de personas engreídas y que hacen un excesivo alarde de erudición y/o sabiduría (la tengan o no).

Darle margaritas a los cerdos

La famosa expresión ‘darle margaritas a los cerdos’ también tiene una peculiaridad debido a un error de traducción. Dicha frase, cuyo origen es una cita bíblica (Mateo, 7:6), se utilizaba para explicar cómo se pueden desperdiciar cosas buenas en personas que no lo merecen.

En realidad, hubo un error de traducción al castellano, ya que la palabra original no era margarita sino la griega margaron, cuya traducción literal es perla.

Es en ese error donde se origina el uso en la lengua española de dicha expresión y de ahí que se popularizase como ‘darle margaritas a los cerdos’, en lugar de la más acertada ‘darle perlas a los cerdos’, mucho más ajustada al significado original, pues, desde luego, es un mayor desperdicio.

La expresión se popularizó de tal forma que muchas fueron las personas que utilizaban el término ‘margarita’ para referirse a las perlas, algo que hizo que con los años la propia RAE acabase admitiendo ambas palabras como sinónimas.

Cabe destacar que el mencionado ‘margaron’ es también el término que el químico francés Hyppolyte Mège-Mouriès utilizó en 1869 para dar nombre a su invento: ‘la margarina’, debido al color nacarado de dicho producto, que le recordaba al de una ‘perla’.

Etimologías Curiosas: Cuando algunas expresiones no significan lo que creemos

 

Fuentes de las imágenes: pixabay ocesaronada / pixabay Wikimedia commons /
Parte de este artículo fue publicado en enero de 2014 como colaboración del proyecto examtime

¿Cuál es el origen del término ‘energúmeno’?

¿Cuál es el origen del término ‘energúmeno’?A través del apartado de contacto, Manu RC me consulta sobre el origen de la palabra ‘energúmeno’ que suele utilizarse para referirse a una persona violenta, furiosa o fuera de sí.

Dicho término ya se utilizaba desde la antigüedad (en su forma en latín ‘energumĕnus’ o griega ‘ἐνεργούμενος’) para hacer alusión a aquellos que se comportaban o reaccionaban de un modo fuera de lo normal. Su significado etimológico hace referencia al poseído o influido por un espíritu o el demonio.

Por este motivo muchos fueron los llamados ‘energúmenos’ que padecían enfermedades como la epilepsia, algún tipo de dolencias neurológicas (por ejemplo las Corea de Sydenham o Corea de Huntington –conocidas popularmente como ‘Baile de San Vito‘-), esquizofrenia u otras enfermedades mentales, ya que se tenía la creencia (por ignorancia) que algún espíritu maligno o el propio diablo los había poseído pues la conducta de algunos de esos enfermos se volvía violenta o se comportaban de manera exaltada.

Durante un gran periodo de tiempo, en el que la religión dominaba todos los ámbitos, a los (mal) llamados energúmenos incluso se les negaba pertenecer a comunidad de fieles alguna, además de no administrarles los santos sacramentos (a no ser que estuvieran en peligro de muerte, que entonces se acompañaba de su correspondiente exorcismo).

Tal y como fue evolucionando la ciencia y se pudo ir sabiendo que nada tenía que ver dichas dolencias o comportamientos con posesiones, demonios o espíritus malignos, el término quedó asignado simplemente a los que tenían conductas furiosas y actuaban de mala manera y sin educación alguna; aunque aún hoy en día los diccionarios siguen utilizándolo para referirse a alguien endemoniado/poseído por el diablo.

 

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Fuente de consultas: RAE / fundeu / etimo / consultoriolinguistico
Fuente de la imagen: ClkerFreeVectorImages (pixabay)

¿De dónde surge la superstición sobre las herraduras y la buena suerte?

¿De dónde surge la superstición sobre las herraduras y la buena suerte?

Como bien sabréis, las supersticiones son la extraña creencia que tienen algunas personas a pensar que poseer algún objeto, hacer algo concreto o evitar según qué situaciones influirá en su destino, otorgándole buena o mala suerte; todo ello por una rara e inexplicable conjunción mágica fuera de cualquier tipo de razonamiento científico, explicación lógica y coherente o demostración empírica.

Una de las supersticiones más extendidas es la que indica que tener una herradura colgada sobre la puerta de entrada de una casa la protege de la mala suerte, dotando al hogar con la fortuna y alejándolo de cualquier tipo de adversidad.

¿De dónde surge la superstición sobre las herraduras y la buena suerte?El origen a esta creencia, tan arraigada popularmente, se la debemos a una antigua leyenda que surgió en el siglo X alrededor de San Dustan, quien, antes de ser nombrado Arzobispo de Canterbury y ser canonizado tras su fallecimiento, trabajó como herrero en Baltonsborough (suroeste de Inglaterra).

Dicha leyenda explicaba como se le apareció a Dustan una extraña criatura (mitad hombre mitad animal) que le solicitó que le pusiera un par de herraduras, descubriendo el herrero de que se trataba del mismísimo demonio y con gran habilidad se deshizo de él gracias a un ingenioso engaño, clavándole las herraduras de una manera muy dolorosa hasta conseguir que el diablo le suplicase clemencia.

Fue a partir de la divulgación y el boca a boca de esta historia donde surgió todo el aura y simbología que se le ha querido dar a las herraduras como talismán de la buena suerte (muy posiblemente de todos los amuletos el más famoso).

Cabe destacar que en algunos lugares se indica que en tiempos de la Antigua Grecia, estos ya le atribuían dones de buena suerte y fortuna a las herraduras, pero no hay ninguna historia/relato lo suficientemente difundida que pueda demostrar que el origen de esta superstición se debe a los griegos y no a la leyenda de San Dustan.

 

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¿Cuál es el significado del refrán ‘A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos’?

¿Cuál es el significado del refrán ‘A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos’?El refranero español está repleto de grandes dichos populares que se utilizan, desde hace muchísimos siglos, para dar algún tipo de consejo, una predicción o una explicación de un suceso con moraleja incluida.

‘A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos’ es uno de esos refranes que con el paso del tiempo y el uso coloquial ha perdido el verdadero sentido de la sentencia, utilizándose en numerosas ocasiones de un modo erróneo y dándole un significado totalmente diferente al que pretende la expresión.

Muchas son las personas que creen (erróneamente) que esta frase viene a señalar que los hijos ajenos se sienten como propios cuando se pertenece a una misma familia o, también, a que la falta de hijos está compensada con la presencia de sobrinos, que al tratarse de niños de corta edad éstos son traviesos como pequeños diablillos. Pero no, nada tiene que ver con esos sentidos, todo lo contrario ya que el refrán (cuyo verdadero propósito viene a dar a entender los problemas por los que en alguna ocasión hay que pasar por causas ajenas a uno mismo) pretende dejar malparados a los sobrinos y lo que representaban antiguamente.

Siglos atrás se tenía la firme convicción de que, así como los hijos solían ser una bendición de Dios, los sobrinos eran el prototipo de herederos indeseados, estando muchos de ellos sólo cerca de sus tíos (ancianos y sin descendencia) en sus últimos años de vida, por el simple interés de heredar todas las posesiones tras el fallecimiento.

 

 

Fuente de la imagen: bkoyoo

 

¿Cuál es el origen de la expresión ‘meter la pata’?

Es muy común utilizar la expresión ‘meter la pata’ para referirnos a un fallo o torpeza cometida inoportuna y/o equivocadamente por alguien.

Muchos son los que apuntan que la ‘pata’, a la que se refiere el dicho, no es otra que  la extremidad (pierna) de un animal y que la expresión está directamente relacionada con el acto en el que éste mete la pata (cae) en una trampa colocada por un cazador y queda apresado.

Pero también nos encontramos con otros argumentos que le dan a la expresión un origen y significado totalmente diferente al anterior y que toman como referencia al mismísimo demonio.

El porqué lo encontramos en el hecho de que son muchas las localidades españolas en las que se utilizaba popularmente (y aún se sigue haciendo, aunque en menor medida) la palabra ‘Pateta’ para referirse al diablo.

Esto hace que nos encontremos con otro dicho muy utilizado antiguamente, y prácticamente en desuso, que era ‘Mentar a Pateta’ (nombrar al diablo),  lo cual ha llevado a algunos expertos a señalar que muy probablemente se trate de la misma expresión que, habiendo sufrido una lógica transformación a lo largo de los años debido al boca a boca y popularización en el lenguaje cotidiano, ha cambiado el original ‘mentar’ por ‘meter’ y a ‘Pateta’ por la ya mencionada ‘pata’.

Sí hacemos caso a este origen como el adecuado para la expresión (evidentemente como jerga de la cultura popular), nos encontramos que cuando ‘metemos la pata’ en algo (o sea, cometemos una torpeza inoportuna) ésta no es más que una travesura realizada por el mismo diablo, quien se está inmiscuyéndose en nuestros asuntos.

 
 

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Fuentes de consulta: RAE / ‘Hablar bien no cuesta tanto’ de Pancracio Celdrán Gomariz