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¿Cuál es el origen del término ‘fatídico’?

Conocemos como ‘fatídico’ a aquello que anuncia o pronostica algún hecho funesto, desgraciado, nefasto.

¿Cuál es el origen del término ‘fatídico’?

Etimológicamente proviene del término en latín ‘fatidĭcus’, el cual significaba ‘el que anuncia el destino’ y que estaba formado por los vocablos ‘fatum’ (destino) y ‘dicĕre’ (decir).

En su origen, el término ‘fatídico’ no hacía referencia al anuncio de desgracias sino que se utilizaba para señalar el don de aquellos que decían saber predecir los acontecimientos futuros. El hecho de que muchas de aquellas predicciones eran en ocasiones mayoritariamente funestas, acabó derivando la palabra para designar lo negativo (algo similar ocurrió con la expresión ‘Ser pájaro de mal agüero’ sobre la que escribí tiempo atrás).

 

 

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El origen etimológico de algunos términos relacionados con las ‘catástrofes’ (I)

El origen etimológico de algunos términos relacionados con las ‘catástrofes’ (I)

Un suceso que produce graves daños es considerado como catástrofe, un curioso término que nos llegó desde el latín tardío catastrophe, que, a su vez, procede del griego katastrophe, ambos con el mismo significado. Fueron numerosos los griegos clásicos que no utilizaron dicho vocablo para hacer referencia a algún tipo de desastre, sino que lo usaban para indicar el grado de sorpresa que se habían llevado ante un final inesperado o un giro repentino en la trama de una obra de teatro. Y es que el vocablo  katastrophe está compuesto por kata, ‘hacia abajo, sobre’, y strophe, ‘voltear’, lo que da ‘voltear hacia abajo’, en referencia a aquello a lo que se le da la vuelta (por ejemplo el argumento de una obra teatral).

Otro término para hacer referencia a algún tipo de desgracia de grandes dimensiones es hecatombe, que también proviene del griego (hekatómbe). Originalmente no tenía que ver con desastre natural alguno, sino con una curiosa ceremonia en la que se sacrificaban cien bueyes como forma de expiación de todos los males, culpas y desdichas que se había padecido a lo largo del año; la relación es que el significado literal del vocablo hecatombe es ‘cien bueyes’, hekatom, ‘cien’, y be, ‘buey’.

Procedente del latín calamitas, ‘daño’, calamidad es otro término utilizado para hacer referencia a algún tipo de desgracia que puede afectar individual o colectivamente. En el Diccionario de autoridades de 1729 se le daba la acepción de «accidente o infortunio, que hace infeliz y llena de trabajos a algún hombre, imperio, provincia o ciudad». El vocablo se hizo muy popular al usarse como un adjetivo con el que referirse a aquella persona que se comportaba de forma torpe e inútil.

 

 

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¿De dónde proviene la expresión ‘Pasar las de san Amaro’?

En mi afán de buscar el origen de ‘expresiones viejunas’, en esta ocasión os traigo al blog la locución ‘Pasar las de san Amaro’, la cual fue muy popular durante mucho tiempo y que en las últimas décadas prácticamente ha dejado de utilizarse, aunque de vez en cuando se escucha decirla alguien (normalmente de edad avanzada) para hacer referencia a alguien que está pasando por una mala racha y continuas penalidades.

¿De dónde proviene la expresión ‘Pasar las de san Amaro’?

La expresión hace referencia a un personaje surgido en la Edad Media y que protagonizó una leyenda que se hizo muy popular a partir del siglo XIV, la cual se transmitía oralmente, trasladándose la historia de una generación a otra.

Dicho relato explicaba que el tal ‘san Amaro’ se convirtió en un perpetuo peregrino en busca del ‘Paraíso terrenal’, por lo que estuvo vagando a lo largo y ancho del planeta durante trescientos años, pasando numerosas vicisitudes y contratiempos a lo largo de todo aquel tiempo.

De ahí que, a raíz de aquella famosa leyenda medieval, surgiera la expresión ‘Pasar las de san Amaro’ (en ocasiones también en la forma ‘Pasarlas como san Amaro’) como clara referencia a aquel que vive continúas desgracias o un cúmulo de desafortunados acontecimientos.

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘calamidad’?

Conocemos como ‘calamidad’ a una desgracia o infortunio que alcanza a muchas personas. El diccionario de la RAE, además, le da una segunda acepción de ‘persona incapaz, inútil o molesta’.

¿Cuál es el origen del término ‘calamidad’?

Etimológicamente, procedente del latín calamitas, utilizado para indicar ‘daño’, ‘golpe’ o ‘azote’.

Fue recogido por primera vez en el Diccionario de autoridades de 1729 donde se le daba la acepción de «accidente o infortunio, que hace infeliz y llena de trabajos a algún hombre, imperio, provincia o ciudad».

El vocablo se hizo muy popular al usarse como un adjetivo con el que referirse a aquella persona que se comportaba de forma torpe e inútil.

El término ‘calamidad’ es sinónimo de las palabras: desgracia, desastre, infortunio, adversidad, cataclismo, hecatombe, catástrofe, azote, contrariedad, desdicha, estrago.

 

 

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¿Sabías que el término ‘debacle’ no fue incorporado al Diccionario de la RAE hasta 1983?

Se conoce como ‘debacle’ a una desgracia grande, un desastre o suceso infeliz o lamentable; tal y como apunta el Diccionario de la RAE.

¿Sabías que el término ‘debacle’ no fue incorporado al Diccionario de la RAE hasta 1983?

Este término suele ser de uso común y utilizado como sinónimo de las mencionadas acepciones, además de ‘catástrofe, calamidad, ruina o hecatombe’, entre otras y a pesar de esa cotidianidad no fue hasta el año 1983 cuando fue incorporado por primera vez en el diccionario académico y lo hacía con la acepción de ‘[Voz francesa] Ruina, hecatombe’.

En realidad el vocablo llegó al castellano un siglo antes, aunque su utilización no se popularizó y extendió hasta bien entrado el siglo XX.

La primera constancia escrita en castellano aparece en el capítulo XI del primer tomo de la novela ‘Lo prohibido’ de Benito Pérez Galdós, publicada en noviembre de 1884 y en el que ponía lo siguiente: […] Ojo al oso, niño, que al paso que vamos la debacle no tardará […]

El término ‘debacle’ proviene del francés ‘débâcle’ y utilizado con dos sentidos; uno el mismo que se le dio al castellano (desastre, calamidad) y el otro como referencia al deshielo o descongelación, tratándose de una palabra polisémica (que tiene varios significados diferentes) pero también proveniente de distintos orígenes etimológicos.

Por un lado el vocablo que hace referencia al deshielo muy posiblemente proviene del neerlandés ‘bakkelen’ (helarse la superficie del agua); el término debacle que hace referencia a un desastre proviene del francés ‘bâcler’ (trabar), existiendo constancia del uso ‘débâcle’ en el año 1589 con el significado ‘abrir, desatrancar, quitar el travesaño de la puerta’.

Lo que no queda demasiado claro es el momento en el que el término pasó a hacer referencia a un desastre.

Sí se sabe cuándo se popularizó internacionalmente y fue a partir de la publicación, en 1892, de la novela ‘La Débâcle’ de Émile Zola. Curiosamente, algunas fuentes indican que fue esta obra la que introdujo dicho término en el castellano, pero debemos tener en cuenta que una década antes ya la había utilizado Benito Pérez Galdós en su novela ‘Lo prohibido’, tal y como os he explicado unos párrafos más arriba.

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘azar’?

Muchas son las personas que están convencidas de que las cosas ocurren por ‘azar’. Este término suele estar vinculado a la casualidad y al acto de tener suerte, aunque en realidad puede ser a la buena o mala suerte. También se denomina así a las apuestas, de ahí que se conozcan como ‘juegos de azar’.

¿Cuál es el origen del término ‘azar’?

Etimológicamente proviene del árabe hispánico ‘azzahr’ y hacía alusión a una flor, la misma que se pintaba en una taba (hueso utilizado antiguamente para jugar a algo parecido a los dados). Si salía el lado donde aparecía dibujada la flor se ganaba o perdía (dependiendo de la apuesta realizada), de ahí que finalmente la palabra azar se relacionara con la buena o mala fortuna.

Varios son los países (entre ellos Portugal) donde se utiliza el término azar como sinónimo de ‘infortunio’ o ‘mala suerte’.

 

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Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

Décimo segunda entrega de la serie de post dedicados a traer a este blog un buen número (de docena en docena) de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban en realidad o que, posiblemente, conocías pero con otro nombre distinto.

Espero que la selección de palabras que he hecho en esta ocasión sea de vuestro agrado, al igual que ha ocurrido con las veces anteriores.

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

 

Mohíno: Se trata de un estado de melancolía, tristeza o disgusto.

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

 

Casmodia: Es la acción de bostezar seguida y repetidamente (incluso acompañado de algún espasmo) y que no se hace por cansancio, sueño o aburrimiento, sino debido a una afección neuronal.

 

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

Conculcar: Es la acción de pisar para dejar la huella del pie en alguna superficie (por ejemplo en el fango, cemento fresco, arena de la playa…).

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

 

Deliquio: Hace referencia al desmayo o desfallecimiento, pero también al decaimiento o pérdida del ánimo (tras una desgracia, en un momento de duelo…).

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

Trasunto: Se trata de la copia (exacta) que se hace de un escrito u obra. Es lo que se hacía antiguamente (antes de la invención de la imprenta) con los libros o los textos originales. El realizar copias a mano de estos se denominaba como ‘trasuntar’.

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

 

Treno: Es una lamentación tras alguna desgracia o calamidad y también hace referencia a un tipo de canto fúnebre.

 

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

Tocón: Un tocón no solo es alguien que toca mucho sino que en este caso hace referencia a la parte de un árbol que, tras ser talado, ha quedado en el suelo unido a las raíces. También es usado para hacer referencia al muñón de un miembro amputado.

 

Noluntad - Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

Noluntad: Se trata del acto de no querer hacer algo (en contraposición del término ‘voluntad’ que es la buena disposición a sí querer hacerlo).

 

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]Pogromo: Hace referencia a la masacre o aniquilación de un grupo de personas indefensas llevada a cabo por una multitud enfurecida (y alentada para hacerlo desde el poder). Proviene del ruso ‘pogrom’, cuyo significado literal es ‘destrucción o devastación’ y hace referencia a la persecución y matanza que padecieron los judíos (aunque hoy en día el término también es utilizado para referirse a otras culturas, religiones o grupos étnicos).

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

Tirocinio: Este término suena como si se refiriese algún tipo de crimen, pero no, nada tiene que ver. En realidad el tirocinio, que es un término que está prácticamente en desuso, era sinónimo de principiante y/o aprendiz y hacía referencia al aprendizaje o noviciado en algún oficio u arte.

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

Regolaje: Hace referencia al continuo estado de buen humor que tienen algunas personas (que suelen estar frecuentemente risueñas, dadas a las bromas y buen carácter).

 

Una docena de cosas que quizás no sabías cómo se llamaban [12]

 

Adamar: Se refiere a acto de enamorarse de alguien, cortejarla y halagarla mediante piropos o palabras que destaquen sus atractivos.

 

 

 

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La antigua y sufrida tortura que dio origen al término ‘trabajar’

La antigua y sufrida tortura que dio origen al término ‘trabajar’

Múltiples fueron en la antigüedad los dolorosos métodos de tortura que se utilizaban con el fin de hacer pasar un suplicio a los reos y condenados. Entre la extensa variedad existía uno, de frecuente uso, que estaba compuesto por tres estacas (dos en forma de equis y otra que las cruzaba verticalmente por en medio) clavadas en el suelo y a las que se ataba al ajusticiado. Después de afligirle una serie de dolorosos golpes o latigazos se le prendía fuego.

La antigua y sufrida tortura que dio origen al término ‘trabajar’- TripaliumEste método de tortura era llamado en latín ‘tripalium’ (tri-tres – palium-palos) y con el tiempo el vocablo (por la relación con la tortura) se convirtió en sinónimo de sufrimiento, penalidad, padecimiento, desgracia…

No se sabe cómo pero el término tripalium acabó teniendo una extraña evolución metonímica (designar una cosa con el nombre de otra con la que guarda una relación de causa/efecto) que la convirtió en el vocablo tripaliāre, llegando hasta nosotros como ‘trabajar’.

Así pues, ya los antiguos pensaron que eso del trabajo era un suplicio y una penalidad; pero debemos tener muy en cuenta que, en la época en la que se originó, la inmensa mayoría de los que podríamos calificar como trabajadores lo hacían en condiciones infrahumanas o de esclavitud.

 

 

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El curioso y erróneo origen del término ‘caja de Pandora’

El curioso y erróneo origen del término ‘caja de Pandora’Es habitual utilizar la expresión ‘abrir la caja de Pandora’ como clara referencia a aquel acto que se realiza y que, sin pretenderlo, puede acabar acarreando graves consecuencias. El término ‘caja de Pandora’ ha quedado como sinónimo de problemas, disputas y contratiempos.

La versión más famosa sobre la historia de Pandora fue escrita hacia el siglo VII a.C. por el poeta de la Antigua Grecia Hesíodo. Posteriormente el poeta romano Valerius Babrius escribió sobre ello en el siglo I d.C. En ambos escritos, los autores explican el origen del mito de la primera mujer (Pandora) creada por  Hefesto por orden de Zeus y como se le dieron dos tinajas (pithos en griego); una de las tinajas contenía todas las cosas buenas y la otra todos los males existentes en el mundo.

Cuando Erasmo de Rotterdam, en el año 1508, incluyó el mito de Pandora en la tercera versión de su famosa obra ‘Adagia’ cometió un error en el que cambió el pithos de la historia original (la tinaja ovoidal) por una pyxis, una vasija en forma de caja redonda utilizada en la Antigua Grecia a modo de joyero.

Esta versión de la historia escrita en latín fue la que se popularizó, quedando para la posteridad y llegando hasta nuestros días que Pandora portaba una caja en lugar de una tinaja.

 

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Fuentes de consulta: dugi-doc.udg.edu (pdf) / Disertación sobre las telarañas: y otros escritos (Google books) / labrujulaverde / The Meaning of Helen (Google books)
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¿De dónde proviene la superstición del espejo roto y los siete años de mala suerte?

¿De dónde proviene la superstición del espejo roto y los siete años de mala suerte?

Como bien es sabido, una superstición es aquel acto o conducta que condiciona la vida de cualquier individuo que hace o deja de hacer algo ante el convencimiento que, de lo contrario, le podría ocurrir una desgracia.

La práctica totalidad de supersticiones que hoy en día existen provienen de hechos históricos que nada tuvieron que ver en su origen con el infortunio, enfado de Dioses o extrañas maldiciones. Ha sido el transcurrir del tiempo, y el pasar oralmente de una generación a la siguiente, lo que ha hecho que acabe siendo común y rutinario para muchísimas personas creer en el ‘mal fario’ de algo, sólo porque sus antepasados ya lo creían así.

Hecha esta  introducción debo señalar que la superstición que indica que si se rompe un espejo es sinónimo a tener siete años de mala suerte es tan solo consecuencia de un preciso momento histórico, situado en la Venecia de finales del siglo XV y principios del XVI, en el que comenzó a ponerse de moda los grandes espejos realizados con vidrio y en los que se le ponía una lámina de plata en la parte posterior, haciendo que las personas y cosas situadas delante pudieran reflejarse. Hasta entonces, y desde la antigüedad, los espejos solían ser piezas de metal donde mirarse e incluso se utilizaban vasijas en las que se echaba agua y la persona quedaba reflejada.

La llegada del nuevo modelo de espejo a la vida de los ricos aristócratas venecianos hizo que fueran muchos los que quisieran tener uno bien grande y carísimo en los salones de sus palacetes.

Y es precisamente el altísimo coste económico de esos espejos lo que hacía que se comparase su valor con el del salario de varios años de cualquier sirviente, por lo que se les advertía que tuvieran sumo cuidado a la hora de limpiarlo ya que en caso de romperse deberían trabajar sin cobrar a lo largo de los siguientes años.

Y qué peor desgracia para un sirviente el tener que trabajar durante un indeterminado número de años sin percibir su salario, lo que le auguraba, sin lugar a dudas, un largo periodo de tiempo viviendo penurias y, posiblemente, alguna que otra desgracia. Esto hizo que corriese la advertencia que se hacían los unos a los otros, convirtiéndose con los años en la superstición que ha llegado hasta nuestros días, a pesar que desde 1835 los espejos tal y como hoy los conocemos aparecieron y, por lo tanto, su valor era ínfimo en comparación con los realizados hasta entonces; pero, después de tres siglos de propagarse, ya estaba enquistada en la sociedad la creencia de la mala suerte que se tendría por su rotura.

Para terminar, cabe añadir que en un principio no se indicaba lo de los siete años de mala suerte, ya que el periodo de tiempo simplemente estaba sujeto al valor del espejo y al salario que percibía el sirviente, por lo que en cada caso era diferente.

Pero como ocurre con la transmisión oral de cualquier cosa, fue a posteriori cuando se le quiso dar un tiempo específico a ese periodo de mala suerte que decía el dicho popular, por lo que se le adjudicaron los famosos siete años, debido a que desde la antigüedad este número tenía una simbología especial en infinidad de cosas: los días de la semana, las notas musicales, los pecados capitales, los colores del arcoíris, los brazos del candelabro judío, los chakras, los arcángeles, los sacramentos, los sabios de Grecia, las maravillas del mundo o las vidas de un gato.

Así que ya lo sabes… en caso de que se te rompa un espejo preocúpate únicamente de no cortarte al recoger los trozos, por lo demás no te espera ningún tipo de maleficio ni mala suerte, por mucho que puedan advertirlo este tipo de absurdas supersticiones y algún que otro vidente trasnochado.

 

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