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¿De dónde surge la exclamación ‘¡diantres!’?

¿De dónde surge la exclamación ‘¡diantres!’?

Normalmente, cuando se utiliza término ‘diantre’, se hace a modo de exclamación y, sobre todo, como eufemismo (forma de aludir a algo sin necesidad de decir una grosería o blasfemar). Un ejemplo de su uso es: ‘¡¿Pero qué diantres ha pasado aquí?!’.

En sus orígenes se comenzó a utilizar el vocablo ‘diantre’ para sustituir a palabras como ‘diablo’ o ‘demonio’, debido a que antiguamente se tenía el convencimiento (superstición) que si se nombraba al maligno algo malo podría ocurrir, de ahí que se buscara un término con el que referirse a él sin tenerlo que mentar.

Diantre llegó al castellano desde el francés de exacta grafía y significado (la primera aparición del término en legua francesa es del siglo XVI). El vocablo no dejaba de ser una alteración de la palabra ‘diable’ con el mismo propósito eufemístico con el que en nuestra lengua se utiliza.

Cabe destacar que este caso de eufemismo es muy similar al de la utilización del término ‘¡pardiez!’, usada para sustituir la exclamación ¡por Dios!, tal y como os expliqué hace un tiempo en este otro post: https://blogs.20minutos.es/yaestaellistoquetodolosabe/de-donde-surge-la-exclamacion-pardiez

 

 

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¿Cuál es el origen de la expresión ‘Hacer de abogado del diablo’?

¿Cuál es el origen de la expresión ‘Hacer de abogado del Diablo’?Se utiliza la expresión ‘hacer de abogado del diablo’ para referirse a aquellas personas que defienden posturas contrarías a los intereses de alguien y que a sabiendas de que puede no estar en el uso de la razón, presentan pruebas y argumentos lógicos que dan validez a sus conclusiones. El origen de la expresión está estrechamente vinculado con la iglesia:

Desde la creación del catolicismo numerosísimos fueron los casos de beatificación y canonización que se produjeron en los primeros siglos e interminable se hizo la lista de santos y beatos (tanto hombres como mujeres, evidentemente) que se añadieron al santoral.

El criterio por el que se regían a la hora de proponer a un candidato para ser canonizado eran variadísimos y casi cualquier motivo (por insignificante que fuese) les servía para alzar a los altares a todos aquellos hombres y mujeres.

Por esta razón, y a raíz de la avalancha de propuestas, en el año 1587 el papa Sixto V decidió regularizarlo a través de la apertura de procesos para los que se creó específicamente la figura del ‘promotor de la fe’ y cuyo cometido era poner objeciones ante cualquier canonización con el fin de que fuera defendido y demostrado de que realmente el candidato propuesto tenía virtudes suficientes para merecer tal privilegio.

Era tal el exceso de celo que ponía en su cometido, el promotor de la fe, que no tardó en recibir el apelativo de ‘abogado del diablo’ al oponerse y objetar continuamente en un gran número de procesos de canonización, por lo que a menudo se le acusaba de estar más al servicio de las causas de los herejes e incluso del propio demonio.

Gracias a la intervención de este fiscal las canonizaciones y beatificaciones descendieron vertiginosamente. La figura del promotor de la fe o abogado del diablo estuvo en vigor hasta 1983, año en el que el papa Juan Pablo II decidió suprimirlo para así conseguir agilizar y permitir que hubiera muchas más canonizaciones.

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘energúmeno’?

¿Cuál es el origen del término ‘energúmeno’?A través del apartado de contacto, Manu RC me consulta sobre el origen de la palabra ‘energúmeno’ que suele utilizarse para referirse a una persona violenta, furiosa o fuera de sí.

Dicho término ya se utilizaba desde la antigüedad (en su forma en latín ‘energumĕnus’ o griega ‘ἐνεργούμενος’) para hacer alusión a aquellos que se comportaban o reaccionaban de un modo fuera de lo normal. Su significado etimológico hace referencia al poseído o influido por un espíritu o el demonio.

Por este motivo muchos fueron los llamados ‘energúmenos’ que padecían enfermedades como la epilepsia, algún tipo de dolencias neurológicas (por ejemplo las Corea de Sydenham o Corea de Huntington –conocidas popularmente como ‘Baile de San Vito‘-), esquizofrenia u otras enfermedades mentales, ya que se tenía la creencia (por ignorancia) que algún espíritu maligno o el propio diablo los había poseído pues la conducta de algunos de esos enfermos se volvía violenta o se comportaban de manera exaltada.

Durante un gran periodo de tiempo, en el que la religión dominaba todos los ámbitos, a los (mal) llamados energúmenos incluso se les negaba pertenecer a comunidad de fieles alguna, además de no administrarles los santos sacramentos (a no ser que estuvieran en peligro de muerte, que entonces se acompañaba de su correspondiente exorcismo).

Tal y como fue evolucionando la ciencia y se pudo ir sabiendo que nada tenía que ver dichas dolencias o comportamientos con posesiones, demonios o espíritus malignos, el término quedó asignado simplemente a los que tenían conductas furiosas y actuaban de mala manera y sin educación alguna; aunque aún hoy en día los diccionarios siguen utilizándolo para referirse a alguien endemoniado/poseído por el diablo.

 

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¿De dónde surge la superstición sobre las herraduras y la buena suerte?

¿De dónde surge la superstición sobre las herraduras y la buena suerte?

Como bien sabréis, las supersticiones son la extraña creencia que tienen algunas personas a pensar que poseer algún objeto, hacer algo concreto o evitar según qué situaciones influirá en su destino, otorgándole buena o mala suerte; todo ello por una rara e inexplicable conjunción mágica fuera de cualquier tipo de razonamiento científico, explicación lógica y coherente o demostración empírica.

Una de las supersticiones más extendidas es la que indica que tener una herradura colgada sobre la puerta de entrada de una casa la protege de la mala suerte, dotando al hogar con la fortuna y alejándolo de cualquier tipo de adversidad.

¿De dónde surge la superstición sobre las herraduras y la buena suerte?El origen a esta creencia, tan arraigada popularmente, se la debemos a una antigua leyenda que surgió en el siglo X alrededor de San Dustan, quien, antes de ser nombrado Arzobispo de Canterbury y ser canonizado tras su fallecimiento, trabajó como herrero en Baltonsborough (suroeste de Inglaterra).

Dicha leyenda explicaba como se le apareció a Dustan una extraña criatura (mitad hombre mitad animal) que le solicitó que le pusiera un par de herraduras, descubriendo el herrero de que se trataba del mismísimo demonio y con gran habilidad se deshizo de él gracias a un ingenioso engaño, clavándole las herraduras de una manera muy dolorosa hasta conseguir que el diablo le suplicase clemencia.

Fue a partir de la divulgación y el boca a boca de esta historia donde surgió todo el aura y simbología que se le ha querido dar a las herraduras como talismán de la buena suerte (muy posiblemente de todos los amuletos el más famoso).

Cabe destacar que en algunos lugares se indica que en tiempos de la Antigua Grecia, estos ya le atribuían dones de buena suerte y fortuna a las herraduras, pero no hay ninguna historia/relato lo suficientemente difundida que pueda demostrar que el origen de esta superstición se debe a los griegos y no a la leyenda de San Dustan.

 

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¿Cuál es el origen de la expresión ‘meter la pata’?

Es muy común utilizar la expresión ‘meter la pata’ para referirnos a un fallo o torpeza cometida inoportuna y/o equivocadamente por alguien.

Muchos son los que apuntan que la ‘pata’, a la que se refiere el dicho, no es otra que  la extremidad (pierna) de un animal y que la expresión está directamente relacionada con el acto en el que éste mete la pata (cae) en una trampa colocada por un cazador y queda apresado.

Pero también nos encontramos con otros argumentos que le dan a la expresión un origen y significado totalmente diferente al anterior y que toman como referencia al mismísimo demonio.

El porqué lo encontramos en el hecho de que son muchas las localidades españolas en las que se utilizaba popularmente (y aún se sigue haciendo, aunque en menor medida) la palabra ‘Pateta’ para referirse al diablo.

Esto hace que nos encontremos con otro dicho muy utilizado antiguamente, y prácticamente en desuso, que era ‘Mentar a Pateta’ (nombrar al diablo),  lo cual ha llevado a algunos expertos a señalar que muy probablemente se trate de la misma expresión que, habiendo sufrido una lógica transformación a lo largo de los años debido al boca a boca y popularización en el lenguaje cotidiano, ha cambiado el original ‘mentar’ por ‘meter’ y a ‘Pateta’ por la ya mencionada ‘pata’.

Sí hacemos caso a este origen como el adecuado para la expresión (evidentemente como jerga de la cultura popular), nos encontramos que cuando ‘metemos la pata’ en algo (o sea, cometemos una torpeza inoportuna) ésta no es más que una travesura realizada por el mismo diablo, quien se está inmiscuyéndose en nuestros asuntos.

 
 

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Fuentes de consulta: RAE / ‘Hablar bien no cuesta tanto’ de Pancracio Celdrán Gomariz